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Soy Daniel Duarte, editor general, y esta fue la semana de los Premios Nobel. Nuevamente no hubo latinoamericanos galardonados en esta edición (el último fue el peruano Mario Vargas Llosa en 2010), pero se destacaron dos personalidades por sus historias de vida: Katalin Karikó, coganadora del Nobel de Medicina, y Narges Mohammadi, ganadora del Nobel de la Paz.
Karikó, bioquímica húngaroestadounidense, pasó décadas trabajando en marginación y hasta perdió un puesto en la Universidad de Pensilvania por empecinarse en una idea: que el ARN mensajero era útil clínicamente. La pandemia fue la demostración irrefutable de que estaba en lo cierto; gracias a su trabajo, las innovadoras vacunas contra la COVID-19 de Pfizer fueron posible.
Mohammadi es una activista iraní por los derechos de las mujeres y abolicionista de la pena de muerte. Se la conoce por su labor periodística, pero se olvida mencionar que primeramente se graduó en física y se dedicó a la ingeniería. Ha sido apresada y condenada por el régimen teocrático a una pena de 31 años y 154 latigazos.
Ambas mujeres comparten la tenacidad y perseverancia ante la adversidad, cualidades que las convierten en ejemplos inspiradores. Nunca renunciaron a sus convicciones—y lograron cambiar la ciencia, en el caso de Karikó, y ojalá, en el caso de Mohammadi, logre cambiar su país. |