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Soy Daniel Duarte, editor general de Ciencia del Sur. Esta semana publicamos un reportaje sobre el estado de decadencia académica, precarización y persecución laboral y autoritarismo dentro de la Facultad de Filosofía y Ciencias Sociales de la Universidad Católica de Asunción (UCA).
Esto coincidió con el veloz desenlace de otra crisis que afecta a la universidad desde 2013: el escándalo de acoso sexual contra el docente Cristian Kriskovich, por el cual su denunciante, Belén Whittingslow, se encuentra refugiada en Uruguay. Hace días, el primer cardenal paraguayo —que por años como obispo no movió un dedo— decidió pedir la cabeza de Kriskovich al rector Narciso Velázquez.
Finalmente, tras una marcha de la comunidad educativa, el miércoles a la noche Kriskovich obtuvo un permiso para retirarse de sus cátedras mientras se haga una investigación, tibia medida duramente criticada.
La UCA ciertamente no es la única universidad con estos problemas (casi ninguna cuenta con un protocolo contra el acoso), pero no está exenta del escrutinio por ser privada. Recordemos que la UCA cuenta con cupos de poder en diversas instancias del Estado; Kriscovich llegó a ser presidente del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, y el rector Velásquez se aferra a la presidencia del Consejo Nacional de Educación Superior.
En una recomendada entrevista a José Verdecchia, exdirector del Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad, este recuerda cómo la universidad ha venido marginando al estamento docente y estudiantil, al punto de negar un consejo superior universitario plural.
Nadie le niega a la Iglesia católica la potestad de crear una universidad según sus creencias, pero si quiere tener una en Paraguay debe adecuarse al espíritu democrático y de libertad que impone la ley de educación superior. |