El negacionismo de la ciencia es una forma de seudociencia

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negacionismo de la ciencia
La seudociencia importa, como se ve en los cada vez más claros efectos negativos a nivel personal y social de, por ejemplo, los negacionismos de las vacunas y del cambio climático (Wikimedia).
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En los últimos años, el término seudociencia ha sido objeto de un renovado interés por parte de los filósofos de la ciencia. Esto no se debe solo a que el problema de la demarcación —la pregunta de qué distingue la ciencia de la seudociencia— sea inherentemente interesante para filósofos y epistemólogos. Es también porque la seudociencia importa, como se ve en los cada vez más claros efectos negativos a nivel personal y social de, por ejemplo, los negacionismos de las vacunas y del cambio climático.

Pero, ¿es negacionismo lo mismo que seudociencia? ¿Qué tienen en común, digamos, aquellos que rechazan la noción de evolución con aquellos que promueven “remedios” homeopáticos? Mi colega Sven Ove Hansson del Instituto Real de Tecnología en Estocolmo ha escrito un perspicaz artículo académico sobre esto.

Hansson empieza distinguiendo dos tipos de malas prácticas epistémicas que caen bajo el concepto más amplio de seudociencia: el negacionismo de la ciencia y la promoción de seudoteorías. El primero incluye al negacionismo de la evolución, del cambio climático, de la eficacia de las vacunas, etc. El segundo se relaciona con la homeopatía, la astrología, las teorías sobre astronautas antigüos, etc.

¿Qué es una seudociencia?

Hansson sugiere en un artículo anterior que un enunciado debe ser considerado como seudocientífico si satisface tres criterios:

  1. Se refiere a un asunto que cae dentro del dominio de la ciencia, entendida ampliamente.
  2. Es tan incierto que no se puede confiar en él.
  3. Sus proponentes activamente intentan crear la impresión de que el enunciado es altamente certero en su propio dominio.

Tomemos sendos ejemplos de negacionismo y promoción de seudoteoría para ver cómo encajan con los tres criterios. El negacionismo de la evolución concierne al dominio de la historia biológica y de la variación, claramente dentro de la competencia de la ciencia biológica. Es desconfiable porque depende de una interpretación seriamente defectuosa de la evidencia, como cuando los creacionistas argumentan que el Gran Cañón fue formado en el lapso de un único diluvio universal. Y aún así los creacionistas insisten en que ellos no solo están haciendo ciencia válida, sino que dicha “ciencia” debería enseñarse en las escuelas públicas.

Consideremos ahora la astrología como una instancia de promoción de seudoteoría. Es muy fácil ver cómo ella también satisface los tres criterios de Hansson. Los astrólogos están interesados en un dominio que estrictamente hablando pertenece a la ciencia —en este caso, la psicología y no la astronomía como a menudo se afirma, pues la astrología tiene que ver con las causas del comportamiento humano, no con la mecánica o la física de los cuerpos celestes.

Se ha mostrado repetidamente que afirmaciones hechas por astrólogos son bastante poco fiables, por ejemplo, en un famoso artículo académico de 1985 publicado por Shawn Carlson en la revista Nature. Y los astrólogos ciertamente se presentan a sí mismos como gente que realiza enunciados confiables en su dominio de elección.

Noten que ambas categorías de seudociencia identificadas por Hansson no son mutuamente exclusivas y deben de hecho ser consideradas como extremos a lo largo de un continuo. A veces, el mismo conjunto de afirmaciones es tanto un ejemplo de negacionismo y de promoción de seudoteorías. Los creacionistas niegan la teoría científica de la evolución y, al mismo tiempo, promueven sus propias seudoteorías como si fueran científicamente válidas.

Los filósofos de la ciencia reconocen ya desde algún tiempo que hay dos aspectos conceptualmente distintos, aunque entrelazados, tanto de la ciencia como de la seudociencia. Llamémoslos el aspecto epistémico y el aspecto sociológico.

La ciencia es una actividad social, no en el sentido ingenuo de los constructivistas sociales sino en el obvio e innegable sentido de que es una actividad humana caracterizada por prácticas aceptadas (revisión por pares, organismos financistas, publicaciones, etc.) y estructuras de poder (estudiante-mentor, colegas senior y junior, administrador-investigador, etc.). Pero la ciencia es también, obviamente, una actividad epistémica, lo cual significa que apunta a descubrir confiablemente cosas acerca del mundo.

Los cuatro vicios epistémicos de la seudociencia

Hansson usa el mismo enfoque dual para caracterizar mejor la seudociencia. Empecemos por el aspecto epistémico, en donde encontramos cuatro tipos recurrentes de vicios epistemológicos, por decirlo de alguna forma, en la práctica de la seudociencia.

El primero es el cherry-picking o ser selectivos con la evidencia. Por ejemplo, los negacionistas de la teoría general de la relatividad (¡sí, existen!) han publicado una lista de supuestos contraejemplos a la teoría en Conservapedia, el “equivalente” conservador de Wikipedia. Aunque muchas de estas anomalías son en realidad perfectamente explicables por los físicos contemporáneos, la lista ignora totalmente la abrumadora evidencia positiva a favor de la teoría que ha ido acumulándose poco a poco de forma impresionante durante el siglo pasado.

Un segundo vicio epistémico típico de la seudociencia es la desatención a la evidencia contraria o refutadora. Los negacionistas de la relatividad general mencionados más arriba, por ejemplo, siguen aferrándose a la física prerrelativista a pesar de que esta ha sido abandonada por la gran mayoría de la comunidad física. Por ejemplo, traen a colación una propuesta formulada por el físico sueco George-Louis Le Sage, quien en el siglo XIX sugirió que la gravitación resulta de la presión colectiva ejercida sobre los cuerpos por un número enorme de partículas invisibles. Como hace notar Hansson, esto podría haber sido plausible cuando Le Sage estaba vivo, pero ya no lo es. La única razón por la que los negacionistas de la relatividad general siguen trayéndola a colación es por su conclusión preconcebida que desesperadamente intentan defender.

El tercer vicio epistémico yace en la habitual invención de controversias falsas de parte de los promotores de la seudociencia. Los negacionistas de las vacunas a menudo señalan a la ocasional voz de disenso dentro de la comunidad de investigadores médicos para proyectar la imagen de una controversia que en realidad no existe pero que sirve a sus propósitos en términos de sembrar la duda entre el público general.

El último vicio epistémico concierne al uso de lo que Hansson llama criterios “torcidos” de evaluación por parte de los proponentes de nociones seudocientíficas. Podríamos verlo como elevar la vara de tal forma que sea imposible que el otro lado satisfaga tus criterios para aceptar una teoría dada. Por ejemplo, los creacionistas a menudo exigen evidencia experimental no solo de la especiación —esto es, de la formación de nuevas especies— sino del origen de clases completas de organismos vivos. La especiación es alcanzable en el laboratorio, si bien muy raramente. Pero la evolución de, digamos, mamíferos a partir de un antepasado pez solo puede ser inferida indirectamente sobre la base del registro fósil. Pedir prueba directa de esto es, o bien insincero, o bien extremadamente ignorante.

El aspecto social de la seudociencia

Permítaseme tocar ahora brevemente el aspecto sociológico de la seudociencia, el cual es tan revelador como el epistémico. Aquí el estudio detallado de Hansson sale con un largo listado de 10 marcas sociológicas de la seudociencia, pero yo me centraré solo en un subconjunto para propósitos ilustrativos.

La falta de pericia es una de ellas. Mientras que la comunidad científica está a menudo conformada por expertos altamente especializados, la pericia es muy rara en las comunidades seudocientíficas. Consideremos, por ejemplo, aquellas peticiones que listan a una gran cantidad de “científicos” que se oponen a la noción del cambio climático o a las vacunas. No sorprendentemente, tales listas resultan estar conformadas por personas que son consideradas científicos porque poseen una licenciatura o título de grado en ciencias o quizá son practicantes médicos profesionales, como por ejemplo dentistas, aunque el asunto bajo consideración pertenezca a la física atmosférica o a la inmunología —áreas en las que los dentistas, obviamente, no son expertos.

Los proponentes de la seudociencia también son atípicamente propensos a tragarse teorías de la conspiración. Como escribe Hansson, los negacionistas del cambio climático piensan que el problema es una conspiración mundial progresista; los creacionistas ven ateos inmorales en cada esquina y en cada laboratorio; y el negacionismo de la relatividad general de los años 20 y 30 de siglo XX estaba naturalmente dominado por el antisemitismo.

Es más, los seudocientíficos tienen una tendencia a apelar directamente al público, salteándose la revisión por pares y otras formas de selección. Lo hacen bajo la apariencia de estar defendiendo la democracia y la libertad. Sin embargo, cuando necesitan, digamos, consejos financieros o reparar su automóvil, ellos —muy razonablemente— acuden al experto adecuado, y que se jodan la democracia y la libertad.

Entonces, en vista de una cuidadosa consideración, el término seudociencia se refiere a un continuo de actividades que van desde el negacionismo de la ciencia a la promoción de seudoteorías. Las afirmaciones seudocientíficas sufren de problemas epistémicos identificables (cherry-picking, desatención de la evidencia refutadora, etc.), mientras que las comunidades seudocientíficas muestran varios marcadores sociales reconocibles (falta de pericia, tendencia a las teorías de la conspiración, etc.).

Por supuesto, podemos encontrar científicos individuales que también emplean cherry-picking o se rehúsan a considerar la evidencia que es dañina para su teoría preferida. Pero lo que distingue a la ciencia es que como comunidad sus vicios son, en su mayoría, puestos a raya. Esa es la razón por la que ni la ciencia ni la seudociencia pueden ser entendidas en términos de afirmaciones particulares o agentes individuales. Ellas solo pueden ser entendidas una vez que expandimos nuestro análisis al nivel comunitario.

Artículo publicado originalmente en Skeptical Inquirer y traducido por Fabrizio Pomata con permiso de la revista.

 

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massimo pigliucci
Massimo Pigliucci

Doctor en biología evolutiva y en filosofía. Es profesor de filosofía en la Universidad de la Ciudad de Nueva York, escritor, blogger y podcaster. Investiga sobre biología evolutiva, filosofía de la ciencia, la naturaleza de la seudociencia y la filosofía práctica. Sus libros incluyen Nonsense on Stilts: How to Tell Science from Bunk y Philosophy of Pseudoscience: Reconsidering the Demarcation Problem.

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