A fines de 1979, cuando era un joven reportero recién incorporado a la redacción del diario Última Hora, viajé con un equipo periodístico al Alto Paraná para hacer un reportaje sobre el histórico refugio científico que el sabio Moisés Santiago Bertoni (1857-1929) había establecido a orillas del río Paraná, a 36 kilómetros al sur de la entonces Ciudad Presidente Stroessner.
Tras un azaroso recorrido por un pésimo camino de tierra llegamos a la que había sido la colonia Guillermo Tell, un edén forestal que estaba muy descuidado, con la vieja casona bastante destruida, pero lo que más nos sorprendió fue la gran cantidad de libros, cuadernos y papeles manuscritos originales del gran hombre de ciencias que se acumulaban en una de las habitaciones, carcomidas por las polillas, la humedad y el olvido.
Un solitario cuidador nos recibió y nos contó que casi nadie se ocupaba de mantener el lugar y mucho menos de resguardar las valiosas obras del gran sabio que dejó tan valiosos legados a la humanidad, entre ellos la clasificación y denominación científica del ka’a he’ẽ como Stevia rebaudiana bertoni, actualmente una de las plantas más preciadas a nivel mundial por su poder edulcorante.
Aquella vez escribí un amplio reportaje para la revista sabatina El Correo Semanal que era en realidad un llamado SOS para salvar la obra de Bertoni. El escándalo ante esa desidia hizo que el entonces ministro de Agricultura y Ganadería (MAG), Hernando Bertoni, nieto de Moisés, intervenga rápidamente, nombrando a un equipo técnico que rescató gran parte de las obras originales de su abuelo y las trasladó a la recién creada Biblioteca Nacional de Agricultura (BINA), que funcionó durante muchos en el primer piso del edificio del MAG sobre la calle Presidente Franco y que actualmente tiene un local propio sobre las calles Colón y Oliva.

Aquello fue el inicio de un rescate más orgánico del legado del doctor Moisés Bertoni, tanto de su obra como del sitio que fue su refugio en el Alto Paraná, que poco a poco se fue transformando en un museo y en una reserva natural, en un valioso destino turístico y un centro de investigación, con apoyo de la cooperación Helvetas.
Durante los años siguientes regresé varias veces a Puerto Bertoni y acompañé la puesta en valor de ese bello lugar, que se fue convirtiendo en una isla de bosque cada vez mas reducido en medio de un mar de terreno depredado para los cultivos de soja.
En febrero de 2011 acompañé una visita de la entonces ministra de turismo, Liz Cramer, para reportar sobre las importantes reformas que se hicieron en ese lugar, bajo la dirección del museólogo Luis Lataza.
“Ciento dieciséis años después, la antigua residencia de los Bertoni, que a la vez fue imprenta, laboratorio, biblioteca y observatorio, emerge de largos años de soledad y olvido para convertirse en uno de los museos más modernos y de mayor importancia científica en el Paraguay. Junto al territorio que le rodea, un verdadero jardín del edén de 199 hectáreas (que quedaron de las 12.500 hectáreas originales), declarado monumento natural y área protegida, apunta a convertirse en uno de los destinos turísticos más atractivos para la región, que empezará a recibir visitantes de todas partes del mundo desde junio próximo”, destacaba el informe que publicamos en esa ocasión.
En las diez salas del museo se exponían objetos personales, manuscritos, cartas, parte de la biblioteca original de 7.000 volúmenes y una reconstrucción del laboratorio y de la gráfica Ex Sylvis (desde la selva), la primera imprenta científica en Paraguay, donde el mismo Bertoni editaba sus numerosos libros con ayuda de sus hijos.
De nuevo, el abandono

En estos calurosos días de diciembre, tras la publicación de mi libro Dos hombres junto al río, que resultó ganador del Concurso de Novela Inédita Augusto Roa Bastos 2022, realizamos una serie de presentaciones en localidades de Alto Paraná. Tenía previsto visitar Puerto Bertoni, el escenario principal en donde transcurre la novela, que narra un encuentro secreto, en clave de ficción, entre Bertoni y Rafael Barrett en marzo de 1908.
Mi intención era dejar, a modo de homenaje, un ejemplar del libro sobre la tumba de Bertoni, quien descansa en un cementerio particular, en medio del bosque, a poca distancia de su antigua residencia, pero me encontré con la ingrata noticia de que el Monumento Científico había sido cerrado en marzo de 2020, con el inicio de la pandemia de COVID-19, y que desde entonces no se había vuelto a reabrir.
Agentes de turismo de Ciudad del Este me contaron que incluso a un grupo de investigadores suizos que habían viajado expresamente desde su país para visitar el santuario científico de su ilustre compatriota no se les permitió el acceso hasta el lugar.
Es una pena. Me cuentan que la Fundación Moisés Bertoni, que estuvo al cuidado del lugar durante diez años, se retiró por diferencias con otros organismos estatales.
Siempre hubo una puja por el manejo del sitio entre el MADES (Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible, que es el principal encargado), la SENATUR (Secretaría Nacional de Turismo), la Fundación Bertoni y la Municipalidad de Presidente Franco (en cuyo distrito se encuentra Puerto Bertoni).
La ex ministra de Turismo Liz Cramer relata en su reciente libro (¡Le mienten, presidente!) como desde la entonces Secretaría del Ambiente (SEAM) boicoteaban la rehabilitación del lugar. Al parecer la pelea sigue, según cuenta en este reporte el colega Wilson Ferreira, corresponsal de Última Hora en Ciudad del Este. También el diario ABC Color se hizo eco del reclamo comunal en junio pasado.

Hasta ahora no existe una propuesta concreta. Sí, es una pena. Los guardaparques se quejan de que el lugar está muy abandonado. La conexión eléctrica es precaria, los cables se sueltan y ya hubo graves situaciones de riesgo de electrocución.
Puerto Bertoni es uno de los destinos más buscados por los turistas, principalmente argentinos y brasileños. Hasta antes de la pandemia se podía acceder a viajes turísticos en catamarán desde Puerto Iguazú, Argentina, y desde Foz de Yguazú, Brasil, que navegaban hasta Puerto Bertoni, realizando un recorrido por el museo, y los visitantes participaban de una ceremonial ritual de los indígenas Mbya Guaraní que habitan en el lugar, descendientes de los mismos indígenas que acompañaron a Bertoni (y que son protagonistas de nuestra novela), generando para los mismos un valioso ingreso económico. Todo eso se cortó, quién sabe hasta cuándo.
Aparentemente, el Paraguay de la desidia y el olvido de principios del siglo XX, que se refleja en la novela Dos hombres junto al río, aún continúa. Es importante reclamar que Puerto Bertoni vuelva a ser rehabilitado cuanto antes como destino turístico y científico. Ojalá muy pronto pueda llevarle el libro prometido a don Moisés.
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Andrés Colmán Gutiérrez
Periodista, escritor, guionista. Director periodístico de El Otro País, medio aliado de Ciencia del Sur.
La fundación moisés bertoni, asumio como experimento de comanejo de la parte turistica en convenio con senatur, desde donde se le dió todo el apoyo y ellos pusieron el dinero de dotaciones para explotar turísticamente este lugar. La otra parte del lugar era manejada por la SEAM, ahora MADES y siempre existió tensión entre las partes, sobre todo por que a la bertoni, le pedian y exigian temas de manejo del área, que no estaban en el convenio con senatur. Ademas estaba el tema de incumplimiento por parte nuestra, de senatur sobre acceso y otras cosas. Los números no se cerraron por años a la bertoni, que sin conocer como hicieron cálculos de costos, metió mucha gente que no hacía nada, pues poca gente llegaba y se dedicarón a hacer poco y nada cuando alguien llegaba. El muelle nunca pudo ser habilitado para la llegada por agua, y los operadores decían si nos interesa, pero luego por temas de la armada y otros permisos no avanzo. La gente de la bertoni, dio mantenimiento y arreglo algo las colecciones, pero tengo entendido ya estaban y siguen siendo saqueadas algunas cosas.