En Paraguay, como en muchas partes del mundo, la violencia contra la mujer sigue siendo un desafío importante para la sociedad. Pero, ¿qué piensan al respecto quienes en el futuro tendrán la responsabilidad de defender los derechos de las víctimas? Un estudio reciente realizado en la Universidad Nacional de Canindeyú nos da algunas respuestas reveladoras sobre cómo los futuros abogados perciben y entienden este problema.
Este aspecto es particularmente relevante en las facultades de derecho, pues allí es donde se forman los futuros defensores de los derechos humanos. La falta de conocimiento sobre las múltiples manifestaciones de la violencia contra las mujeres, combinada con creencias culturales y valores tradicionales, limita la capacidad de los futuros profesionales para enfrentarse a este problema.
Nuevo estudio arroja luz sobre avances y desafíos
Una investigación llevada a cabo durante el periodo académico 2023 exploró las percepciones sobre la violencia contra las mujeres entre estudiantes de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de Canindeyú (sede Saltos del Guairá).
La misma obtuvo el primer premio en el concurso de investigación científica “Género y Ciencia – Feminismos e Investigación Social”, iniciativa de la Asociación Feminista Kuña Poty de Ciudad del Este – Paraguay, con apoyo del Fondo de Mujeres del Sur.
Se entrevistaron a dieciséis estudiantes de tercer a quinto año de la carrera de Derecho, abordando tres dimensiones principales:
- Conocimiento y experiencias sobre las formas de violencia contra las mujeres.
- Creencias y valores culturales asociados.
- Estrategias propuestas para prevenir y combatir la violencia de género.
Experiencias y conocimiento sobre formas de violencia contra la mujer:
Los estudiantes demostraron estar familiarizados con las distintas formas de violencia que contempla la ley paraguaya. La violencia física fue fácilmente reconocida: los participantes relataron experiencias directas e indirectas, su carácter recurrente y visible.
Por ejemplo, una entrevistada mencionó: “varias veces yo la vi a ella con un golpe, con una herida”. Seguidamente, la violencia psicológica fue ampliamente reconocida, incluyendo manipulación emocional, chantaje y amenazas. Una participante compartió: “sufría chantaje y manipulaciones de mi pareja… me amenazaba si me iba, manteniéndome en una constante zozobra”.
La violencia laboral fue muy mencionada, pues se visibilizaron varias formas que se encuentran en la ley, incluyendo discriminación en oportunidades profesionales y acoso. Una entrevistada compartió: “Por experiencia propia, ocupé cargos menospreciados y, aunque era apta, no se me daba por ser mujer”.
La violencia económica y patrimonial fue identificada como una forma de control y dependencia. Un testimonio relevante fue: “conozco a varias mujeres que se someten a la voluntad de sus esposos de no trabajar, de no sustentarse por sí mismas”. Como así también, la violencia intrafamiliar, fue muy mencionada por los entrevistados en relatos como: “Mi padre siempre le pegaba a mi mamá, siempre’’.
Por último, la violencia obstétrica relata una entrevistada trato brusco y humillante por parte del personal médico durante su embarazo: “en el hospital, fue super desagradable y encima eran mujeres. Era desagradable en el tacto cuando me tenían que revisar; eran brutas y agresivas. [Me decían] que aguante, que yo misma para eso luego me embarazo y cosas así, que para que luego abrí mis piernas. Yo como era joven tampoco sabía, decía que era normal, no sabía que no tenían que tratarte así”.
Es importante recalcar que estas experiencias son directas de los entrevistados y se encuentran en la clasificación determinada en la ley 5777/2016 «De protección integral a las mujeres«, pero al mismo tiempo es llamativo cómo el resto de las violencias tipificadas no fueron mencionadas.
Sobre las creencias, valores culturales y familiares:
Paredes. Milena. Hacia una justicia con perspectiva de genero.Un hallazgo significativo del estudio fue cómo las creencias culturales y familiares influyen en la percepción de la violencia. Muchos estudiantes reconocieron la persistencia de roles de género tradicionales en la sociedad paraguaya: “Pero sí existe, dentro de la familia existe un rol”. Los roles de género son comportamientos y expectativas construidos socialmente según la identidad de género.
La transición en los roles tradicionales genera tensiones y reevaluaciones de la identidad de género: “El hombre se está sintiendo menos importante que las mujeres, o sea que se está igualando en condiciones, y también las mujeres son las que están proveyendo a la familia en ciertas situaciones”.
Los resultados de las entrevistas indican una persistencia de imágenes estereotipadas sobre la mujer en Paraguay que trasciende el género de los entrevistados. Estas percepciones se articulan en torno a dos ejes principales: la fragilidad y el rol maternal.
Por un lado, se destaca una visión que presenta a la mujer como una figura vulnerable ejemplificada en la descripción: “Un ser humano frágil”. Por otro lado, se enfatiza el rol tradicional de la mujer centrado en la maternidad y el cuidado, como presenta otro entrevistado: “una mujer puede ser una madre, una amiga, una compañera, una persona que te acompaña todo el tiempo”.
La violencia contra la mujer evidencia cómo las normas sociales, culturales y económicas profundamente arraigadas perpetúan la desigualdad de género. Esta perspectiva se ilustra en los discursos de los entrevistados, que reproducen ideas tradicionales. Por ejemplo, un participante afirma: “Te estoy diciendo que la biología de la mujer está hecha para ser madre”, refleja una visión esencialista que reduce el papel de la mujer a su capacidad reproductiva.
El contexto familiar de origen juega un papel importante en la formación de percepciones. Este entorno inicial moldea profundamente nuestras formas de pensar y actuar, como instruye el testimonio de un entrevistado:
“Desde que nacemos, cómo fuimos criados, cómo fueron criados, yo por ejemplo en mi caso tengo un hermano y cuatro hermanas, y mis hermanas por ejemplo en la casa, mi papá lo exigía, tienen que limpiar la casa, tienen que hacer la comida, todo y nosotros los hombres no hacíamos nada, pero sí trabajamos en la chacra y cosas así”. Este relato evidencia cómo las expectativas se establecen desde la infancia, con una clara división de tareas basada en el sexo.
La mayoría de los testimonios indica que la violencia ocurre dentro del ámbito familiar o en relaciones de pareja. Esto se evidencia en el siguiente testimonio: “En mi ambiente familiar me tocó vivir muchas situaciones de violencia contra la mujer, tanto violencias físicas, psicológicas y verbales”.
Un testimonio particularmente impactante muestra la naturaleza intergeneracional de esta violencia: “Unas cuantas veces le vi a mi abuelo pegando a mi abuela también y entonces mi papá solamente siguió el ciclo, o sea, para él eso tal vez era normal”.
Los testimonios sugieren que muchas personas han crecido en entornos donde la violencia, especialmente contra las mujeres, es frecuente y a menudo está vinculada a factores como el alcohol y los celos. Todo esto indica la necesidad de abordar estos problemas desde la raíz en el ámbito familiar.
El contexto sociocultural revela que las actitudes están profundamente arraigadas en normas culturales y sociales tradicionales. Los entrevistados mencionan repetidamente la idea de que el hombre es el proveedor y la mujer es la cuidadora del hogar.
Normalización de la violencia
Las diversas formas de violencia contra la mujer a menudo sutiles suelen ser normalizadas por influencias culturales y sociales. Una participante describe experiencias de coerción y acoso en relaciones pasadas: “En relaciones anteriores, tal vez sí, sí. Queriendo obligarme a hacer cosas que yo no quería, preguntando insistentemente por situaciones que yo ya dejé claro que no quería y aun así insistía. Eso creo que ya sería un tipo de violencia”.
Esta normalización de comportamientos abusivos se ve reforzada por expectativas culturales y religiosas, como presenta otro testimonio: “En principio me sometía, me callaba, todo, verdad. Primero porque yo me iba a una iglesia que era así, tipo que las mujeres tenían que obedecer al marido y todas esas cosas”.
El machismo arraigado en la cultura perpetúa estas dinámicas, creando situaciones de dependencia y desamparo: “Me sentí desesperada porque yo dependía de él en todo sentido”. La profundidad de esta normalización se evidencia en la declaración de otra entrevistada: “para mí era normal”.
Estos relatos recalcan cómo las estructuras sociales, culturales y religiosas pueden contribuir a la perpetuación de la violencia contra la mujer, dificultando su reconocimiento y confrontación.
Las vivencias personales y cercanas de violencia juegan un papel importante en la formación de percepciones sobre este fenómeno, las cuales moldean la comprensión de las dinámicas de poder y la normalización de la violencia en las relaciones íntimas.
Perspectivas sobre estrategias y acciones:
A pesar de los desafíos, los estudiantes mostraron optimismo sobre las posibilidades de cambio. Identificaron la educación como la herramienta fundamental para combatir la violencia de género. “Para mí la base de absolutamente todo es la educación, una excelente educación, porque cuando uno se informa … tiene una mentalidad diferente”, expresó uno de los participantes.
También enfatizaron la importancia de mantener un diálogo continuo sobre el tema y la necesidad de abordar las desigualdades de género en todos los ámbitos de la sociedad.
“La conducta ideal sería principalmente que se hable más sobre el tema en sí de la violencia … tiene que ser algo continuo”, sugirió otro estudiante. Los participantes también destacaron la importancia de abordar las desigualdades de género persistentes en diversos ámbitos sociales.
Un entrevistado expresó: “Yo diría que haya una libertad para ambos géneros… que todos tengan las mismas posibilidades”.
Mucho trabajo por hacer
Esta investigación nos muestra que, si bien los futuros profesionales del derecho en Paraguay tienen una comprensión básica de la violencia contra la mujer, todavía existen desafíos importantes. La persistencia de roles de género tradicionales y la normalización de ciertas formas de violencia sugieren que aún queda mucho trabajo por hacer.
Sin embargo, hay señales esperanzadoras. El reconocimiento de diferentes formas de violencia y la comprensión de la necesidad de cambio entre estos futuros profesionales del derecho son pasos importantes hacia una sociedad más equitativa y justa.
La investigación subraya la importancia de seguir fortaleciendo la educación legal con perspectiva de género en Paraguay, para asegurar que los futuros defensores de la justicia estén mejor preparados para enfrentar y combatir la violencia contra la mujer en todas sus formas y así lograr, una justicia con equidad.
La investigación puede ser descargada en este enlace.
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Eda Milena Paredes Paniagua
Estudiante e investigadora de la carrera de Derecho de la Universidad Nacional de Canindeyú, Paraguay. Ganadora del primer lugar en el Concurso de Investigación de Género y Ciencia de la fundación Kuña Poty.