El artículo de parodia del científico estadounidense revolucionó el diálogo entre las ciencias y las humanidades a finales del siglo XX. (New York University)
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Por Javier Viveros*

En 2005 pude realizar una decena de preguntas a Alan Sokal, el físico norteamericano de izquierda que conmovió los cimientos de las ciencias sociales y humanidades con su artículo primeramente y después con su libro Imposturas intelectuales. Es él mismo quien nos cuenta la historia en su primera respuesta.

Sokal es un reconocido físico, matemático y filósofo de la ciencia que revolucionó la academia americana y mundial al desnudar los vicios del posmodernismo camuflado por un seudoacademicismo. Egresado de la Universidad de Harvard, con un doctorado en la Universidad de Princeton, Sokal es profesor de la University College of London y de la Universidad de Nueva York y tiene decenas de publicaciones científicas y también de divulgación.

El Escándalo Sokal o caso Social Text, denominado así en nombre de la revista que publicó el artículo, representa un caso emblemático en la historia de las ciencias y humanidades de finales del siglo XX.

Hace ya casi una década que usted así como en «Las ropas nuevas del rey» de Hans Christian Andersen ha salido a gritar que el rey está desnudo. ¿Cómo se gestó la idea del artículo publicado por Social Text y qué conclusiones ha sacado durante este tiempo?

Por mucho tiempo estaba preocupado por la tendencia «posmodernista» que estaba (y está todavía) de moda en algunos círculos de ciencias sociales y de letras, y que tiene dos características a mi parecer negativas: por un lado, el alto coeficiente de jerga poco clara; por otro, la hegemonía del relativismo cognitivo como filosofía subyacente.

Pero no me sentía competente para participar públicamente en ese debate, pues soy físico; no soy ni sociólogo, ni antropólogo, ni crítico literario, ni filósofo.

Fue en el verano de 1994 que aprendí que algunos exponentes del posmodernismo estaban aplicando sus métodos «deconstructivos» no solo a textos literarios, sino también a las ciencias naturales (física, biología, etc.) y las matemáticas. Me enteré de eso a través del libro, «Higher Superstition: The Academic Left and its Quarrels with Science» («Superstición Alta: La Izquierda Académica y sus Peleas con la Ciencia»), escrito por un biólogo, Paul Gross, y un matemático, Norman Levitt.

La primera cosa que pensé cuando vi una referencia a este libro fue: «Oh no, será una publicación de derecha como tantas, sobre cómo los subversivos marxistas están controlando las universidades y lavando el cerebro de nuestra juventud», etc., etc. La segunda cosa que pensé fue: «Eso es muy extraño. ¿La izquierda académica y sus peleas contra la ciencia? ¡Yo soy un académico de izquierda, y no me siento en ninguna pelea contra la ciencia!».

No sabía que una parte de la izquierda académica tenía una pelea con la ciencia.

El Dr. Alan Sokal es profesor de la Universidad de Nueva York y de la University College of London. (CommunicateScience.com)

Después de leer este libro, me enteré de una corriente que comprende una parte de la sociología de la ciencia, junto con una parte de los estudios literarios y de los así llamados «Cultural Studies», que hacen muchas críticas contra las ciencias, basadas principalmente en una filosofía relativista muy confusa, junto con una extrema falta de conocimiento del contenido de las ciencias que pretenden criticar.

Ahora bien, la primera cosa que hice fue correr a la biblioteca para buscar los libros y artículos que Gross y Levitt habían citado, para ver si sus críticas eran bien fundadas o si habían distorsionado esos textos. Vi que en 80% de los casos (aproximadamente) sus críticas eran completamente justas: esos textos eran tan malos como pretendían (o hasta peor). En 20% de los casos, yo juzgaba que Gross y Levitt habían exagerado: se trataba de un texto medianamente malo que ellos habían tachado de extremadamente malo.

En algunas semanas de búsqueda en la biblioteca, conseguí compilar un dossier bastante grande de estupideces aún peores, escritas no solo por esa corriente norteamericana, sino también por renombrados intelectuales franceses como Derrida, Lacan, Irigaray, Deleuze, Guattari y Virilio. En ese momento percibí que podía hacer una intervención útil en el debate, tocando en un punto en el cual yo era competente.

Pero muchas otras personas ya habían criticado el relativismo cognitivo y la jerga oscura del discurso posmodernista, y esas críticas habían caído en un agujero negro. Pensé entonces que, en vez de escribir un artículo más criticando esos textos, sería más divertido, y tal vez más útil, escribir un artículo “elogiándolos”.

Fue así como concebí la idea un artículo que fuera al mismo tiempo una parodia, una broma y un experimento (aunque obviamente no científico). Pensé que la sátira podía ser útil para desbloquear un debate que desde hacía mucho tiempo quedaba bloqueado.

En pocos meses escribí el artículo «Transgredir las fronteras: Hacia una hermenéutica transformativa de la gravitación cuántica» y lo remití en noviembre del 1994 a Social Text, una revista bastante conocida de los Cultural Studies. Su comité editorial aceptó el artículo en abril de 1995 y salió en abril de 1996.

Yo no lo sabía en ese momento, pero los editores de Social Text estaban
preparando un número especial de la revista, llamado «Science Wars« (Guerras de la Ciencia), para atacar a Gross y Levitt.  Mi artículo debía de haberles parecido como un regalo caído del cielo: ¡un verdadero científico de su lado en la guerra de las ciencias! (Debo aclarar que esto para mí es un debate de ideas, no una guerra).

El libro Imposturas intelectuales fue publicado en Francia en 1997, y en 1998 en EE. UU. con el título de ‘Fashionable Nonsense: Postmodern Intellectuals’. Abuse of Science’ y publicado en el Reino Unido como Intellectual Impostures. (Amazon.ca)

Ahora bien, poco después de la publicación de mi artículo-parodia, publiqué en otra revista, Lingua Franca, un artículo en el cual revelaba la parodia y explicaba mis motivaciones.

¿Qué conclusiones puedo sacar? Bueno, hay que ser prudente. El hecho de que una revista de moda haya publicado mi artículo, sin percibir que se trataba de una parodia, demuestra que los redactores de esa revista eran por lo menos perezosos, pero no implica necesariamente que todos los Cultural Studies, o toda la sociología de la ciencia, sean intelectualmente defectuosos (como algunos de mis seguidores demasiado entusiastas habían pretendido).

Lo que es más importante, es que mi artículo-parodia era una bibliografía anotada de tonterías escritas por intelectuales renombrados (principalmente estadounidenses y franceses). Pero la parodia no contenía ni 10% del dossier que había compilado. Por eso me sentí obligado a publicar en 1997 el libroImposturas Intelectuales, escrito en colaboración con mi colega belga

Jean Bricmont, en el cual presentamos el dossier, junto con explicaciones para que los lectores no científicos pudieran apreciar por qué esos textos eran tan absurdos.

-Hay quienes calificaron el hecho como la voz tonante de las «ciencias duras» reclamando su histórico sitial de privilegio y superioridad.

No reclamo ningún «privilegio» ni ninguna «superioridad». Mi punto de vista es muy sencillo: todo el mundo tiene el derecho de escribir lo que quiera, pero los demás tienen también el derecho de criticar. En este caso, una coterie de renombrados intelectuales franceses y norteamericanos había escrito libros, para lectores no científicos, en los cuales tiraban terminología rebuscada de topología matemática (como si tuviera algo que ver con la psicoanálisis), de la teoría matemática de conjuntos infinitos (como si tuviera algo que ver con el lenguaje poético), y de la geometría no euclideana (como si tuviera algo que ver con la historia) —y eso sin tener la menor idea ellos mismos de lo que esa terminología significaba—solo para impresionar y intimidar a sus lectores no científicos.

Ahora bien, yo creo que un físico matemático profesional que se entera de estos escritos tiene el derecho —yo diría más bien la obligación ante el público no científico— de decir públicamente que se trata de un fraude y de explicar por qué. Nada más y nada menos.

¿Qué le ha dicho Noam Chomsky acerca de todo este affaire?

Chomsky me ha apoyado desde el principio. Cuando leyó mi artículo-parodia lleno de esas citas, dijo que no sabía si reírse o llorar. Chomsky también cree que estas tendencias «posmodernistas» son intelectualmente nefastas y oscurantistas, además de dañinas para la izquierda.

¿Pretende el relativismo epistemológico firmar el certificado de defunción de la ciencia al abrir la puerta a la irracionalidad?

De manera general, se puede decir que el relativismo cognitivo sostiene que la ciencia moderna debe ser considerada como una «narración», un «mito» o una construcción social como cualquier otra. Yo creo que es una enorme exageración construida a base de pequeños núcleos de verdad, y hemos dedicado un largo capítulo de nuestro libro a desenredar algunas de estas confusiones y a elaborar lo que a nuestro parecer constituye una filosofía de
la ciencia razonable.

-En el libro Imposturas Intelectuales, Bricmont y usted denuncian los excesos cometidos bajo las banderas del postmodernismo. Con el libro, enfrentaron a monstruos sagrados del pensamiento contemporáneo franceses los más: Jacques Lacan, Jean Baudrillard, Gilles Deleuze, Jacques Derrida, Felix Guattari, Bruno Latour, Julia Kristeva, Paul Virilio, entre otros. Critican ustedes las erróneas intromisiones de estos autores en terrenos científicos que no le eran conocidos ¿Significa que no es posible un diálogo interdisciplinar? Para no caer en el ridículo, ¿está cada disciplina científica condenada a un monólogo ad infinitum?

Absolutamente no. Estoy a favor de un diálogo interdisciplinario, pero eso exige un verdadero conocimiento del campo con el cual se pretende dialogar. Tirar palabras eruditas a la cara de tus lectores para impresionarlos —palabras que tú mismo no entiendes— eso no es interdisciplinariedad, es terrorismo intelectual.

En estos años yo mismo he participado en un diálogo interdisciplinario: junto con Bricmont he escrito varios artículos de filosofía de la ciencia y he participado en conferencias junto con filósofos y sociólogos. Ahora bien, queremos que estas contribuciones sean juzgadas según los criterios profesionales de la filosofía de la ciencia; si los filósofos creen que nos equivocamos, queremos que lo digan públicamente y que expliquen por qué. Eso es el diálogo interdisciplinario.

Luce Irigaray dice: “¿La ecuación E=mc2 es una ecuación sexuada? Quizá sí. Pongamos como hipótesis que sí, en la medida en que privilegia la velocidad de la luz en relación a otras velocidades de las cuales tenemos una necesidad vital». Esta frase hubiera podido figurar cómodamente en su «Trangressing the boundaries»…

¡Sin duda! Si mal no recuerdo, encontré ese artículo de Irigaray después de haber escrito la parodia. Pero lo metimos en el libro y lo analizamos en detalle.

El artículo «Transgredir los límites: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica», nació como parodia y experimento. (YouTube)

¿Cómo se defiende de quienes tachan a su libro de oportunista, debido a que la publicación original se hizo en francés?

Lo escribimos originalmente en francés porque nos dimos cuenta de que los autores más renombrados que queríamos criticar eran franceses. Preveíamos ya que ellos intentarían utilizar argumentos nacionalistas para desacreditar nuestra crítica, y así fue: nos tacharon de antifranceses y mucho más. (¡Como si ellos encarnaran toda la cultura francesa!) Pero habría sido aun peor si hubiéramos escrito el libro en inglés y hubiéramos lanzado esa bomba desde el otro lado del charco.

Eso sí habría parecido como una guerra antifrancesa. Por eso decidimos publicar el libro primero en francés, en 1997. Lo tradujimos al inglés solo un año más tarde.

Con su famosa y centenaria teoría, Einstein nos dejó sin absolutos, sin marcos fijos contra los cuales efectuar la medición. Luego vino Heisenberg y postuló el Principio de Incertidumbre de la Mecánica Cuántica, basados el cual Niels Bohr y David Bohm trabajaron sus interpretaciones de Copenhague. Después, Bell aseguró que «la realidad no es local». ¿No están las teorías científicas mencionadas emparentadas con el relativismo cognitivo que usted fustiga a varios autores?

A ese razonamiento pueden conducir algunas malas interpretaciones del contenido de las teorías físicas citadas. Veamos:

1)  No es verdad que «Einstein nos deja sin absolutos»; muy al contrario, el punto clave de la relatividad es su identificación de las cantidades físicas que son absolutas, es decir, que toman los mismos valores en todo sistema de referencia.  La relatividad de Einstein no tiene nada que ver con el relativismo filosófico.

2) La mecánica cuántica pone un problema más complicado, pues los fundamentos conceptuales de esta teoría son objeto de debate continuo entre físicos: no entendemos muy bien lo que la mecánica cuántica nos está diciendo sobre la naturaleza del Universo a escala subatómica. No obstante, queda bastante claro que la mecánica cuántica tiene poco que ver con el relativismo cognitivo propuesto por los posmodernistas, ya que éste habla de la realidad a escala humana, no a escala subatómica.

La filosofía de la ciencia es un campo de investigación noble, pero no se puede llevar a cabo a base de resúmenes verbales extraídos de los textos de vulgarización. Les guste o no, requiere un conocimiento profundo de las teorías científicas que se pretende interpretar.

-El pensador francés Gilles Lipovetsky asegura que no vivimos el fin de la modernidad, sino que nos toca una era de exacerbación de la modernidad, de una modernidad superlativa: la hipermodernidad ¿Cual es su opinión al respecto?

Antes de comentar tal afirmación, tendríamos que definir mejor lo que entendemos por «modernidad», desenredando sus varios sentidos. Es posible que en la era actual vivamos la exacerbación de la modernidad en algunos aspectos y su superación en otros.

Una de las moralejas de esta historia la principal, tal vez es que debemos enarcar una ceja de desconfianza ante todo aquel que en un debate se refugie tras el “Magister dixit”.

Absolutamente, sí. Digo siempre a mis alumnos: «Uds. no deberían aceptar nada por el mero motivo que yo lo diga.Yo tengo la obligación de convencerlos con datos empíricos y/o razonamientos lógicos. Si mis explicaciones no son convincentes, exijan que explique mejor. Y si no llego a convencerles, tienen todo el derecho a discrepar de mi interpretación». Este principio vale igualmente para todas las ramas de la actividad humana: física, historia, política, filosofía,
lo que sea. Esta es, efectivamente, la principal moraleja de esta historia.

* Javier Viveros es un reconocido escritor, guionista y literato paraguayo. Es ingeniero informático y máster en lengua y literatura por la Universidad Nacional de Asunción (UNA). Es el actual vicepresidente de la Sociedad de Escritores de Paraguay. Este año recibió el Premio Edward y Lily Tuck del PEN Club de Estados Unidos, por su obra “Fantasmario” (Arandurá). Tiene varios libros publicados.

Nota de los editores: Esta entrevista en su momento inédita se había publicado en un portal que hoy ya no está online. La publicamos editada por el interés que tiene el tema y por la relevancia del entrevistado.

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