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Vivimos tiempos de incertidumbre, grandes desconfianzas y agujeros de los grandes relatos. La era de la posilustración, pese a una ciencia y tecnología cada vez más desarrolladas, alberga un misticismo embrutecedor, que se alimenta con una educación paupérrima y con la ausencia de pensamiento crítico. La superstición gana espacios y la oscuridad continúa reclutando a nuevas generaciones.

Como lo visualizaba Carl Sagan, en el siglo XXI existen personas que no solo mantienen con vida al horóscopo, el psicoanálisis freudiano o la telepatía, también hay quienes que, por haber nacido en un determinado lugar o defender dogmas, utilizan el diminuto y pasajero poder para someter, a veces a millones. Aunque nos parezca ridículo, todavía existen decenas de dictaduras en casi todos los continentes: autócratas que sueñan con más años de tiranía, opresión y servilismo en un planeta finito y material.

En América Latina, los Gobiernos destacan una rimbombante ciencia de propaganda, haciendo hincapié en el «futuro que le espera a la región», pero viven apagando incendios. La clase política cada vez se hunde más con la corrupción endémica y la merecida desconfianza de los ciudadanos. Es que en nuestras blandengues democracias las autoridades se burlan con privilegios para unos pocos o con medidas arbitrarias y pseudocientíficas.

Estados Unidos, siendo no solo la primera potencia económica y política, sino tecnocientífica, tiene a un gobernante que niega el cambio climático y simpatiza con el creacionismo más reaccionario que quiere poner en duda la teoría de la evolución de las especies por selección natural.

En contraste, la ciencia va por un camino muy distinto (cuando la política no la obstaculiza). Sigue su curso, nada lineal, de explosión de conocimientos. Su sistema nos ha brindado un acercamiento a la realidad sin parangón en la historia humana. Nos otorga acceso no solo a conocimiento, también nos alerta de riesgos, nos ofrece una vida mucho más cómoda, bella, y, algo que no siempre lo decimos, nos da esperanza.

La ciencia conecta. Es un puente que ha impulsado el desarrollo de nuestra civilización y todavía nos permite comunicarnos, por ejemplo, con los griegos del mundo clásico, con los romanos antiguos, con los fenicios, asirios y mesopotámicos. La ciencia teje conceptos, y a través de ellos, tradiciones, cúmulo de pensamientos y escuelas; perfecciona métodos; se corrige a sí misma y cierra el paso a la oscuridad.

El ejemplo más claro lo tenemos con la medición del choque de dos estrellas de neutrones en la Constelación de Hydra, un evento de hace 130 millones de años. Este fenómeno astrofísico convocó a más de 4.000 científicos de todo el planeta para estudiar las ondas gravitacionales.

El puente se puede dar en los lugares menos pensados, como en Paraguay, país históricamente enemigo de la razón y la ciencia, de colonial tradición supersticiosa. Poco a poco desdibuja a su ciencia aislada y la transforma en una palanca hacia el progreso y bienestar social. En pocos años, esta nación que apenas roza los 7 millones de habitantes fortaleció una comunidad científica apagada, inyectó capital y posibilitó impensadas aventuras de investigación.

De esta «primavera científica» también brotó Ciencia del Sur, un portal hecho por profesionales científicos, periodistas y filósofos con la idea de mostrar no solo lo que se hace en la región, sino también incentivar el debate de altura y el escepticismo incómodo, pero necesario.

En poco meses, Ciencia del Sur está conectando no solo a investigadores y pensadores, sino al gran público. Hoy estamos conscientes de que la alfabetización científica debe llegar a cada hogar latinoamericano o hispanohablante. Esta fusión entre ciencia y periodismo, al que se unió la filosofía, nos permite desmarcarnos, humildemente, de publicaciones acríticas o vacías de contenido.

La diversidad de nuestro equipo nos ayuda a tener un horizonte compacto y una esperanza sensata en lo que hacemos. Lo importante aquí es que aprendemos todos los días, con cada artículo, propuesta o discusión de nuestros colaboradores y lectores. Ciencia del Sur  seguirá poniendo a disposición del público mejores contenidos, más reportajes y análisis serios sobre la realidad.

En el equipo estamos seguros de que ayudar a comprender qué es ciencia, regalar un poco de esperanza y hacer tambalear al totalitarismo intelectual o académico es un compromiso con la sociedad abierta del siglo XXI que queremos construir.

¡Por un 2018 con más ciencia, tecnología y humanismo!

 

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