Según el filósofo e investigador paraguayo José Manuel Silvero, de la Universidad Nacional de Asunción (UNA), se necesita un cambio profundo en todo el sistema educativo paraguayo para acompañar los cambios tecnológicos disruptivos del mundo. De acuerdo al pensador, las ideas filosóficas y las normas legales deben adaptarse a lo que se viene.
Silvero será uno de los profesores del Curso de introducción a la lógica y filosofía de la ciencia organizado por Ciencia del Sur y que inicia el próximo 28 de septiembre. Tendrá a su cargo la clase “Singularidad tecnológica y bioética”.
Brevemente hablamos con el profesor Silvero sobre lo que se desarrollará durante el encuentro que pretende congregar a filósofos, científicos, matemáticos, estudiantes y público interesado en el tema.
Silvero es filósofo por la Universidad Nacional de Asunción y tiene una maestría y un doctorado en filosofía por la Universidad de Oviedo, España, y realizó estudios posdoctorales en Portugal. Es Docente Investigador de Dedicación Completa en la UNA y fue director de Posgrado de la misma institución. Sus líneas de investigación tienen que ver con la filosofía cultural, bioética, antropología y tecnologías disruptivas.
Este año, el también investigador categorizado en el PRONII del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) accedió a una beca de posdoctorado del programa BECAL, en la Universidad de Turín, Italia.
Como divulgador colaboró con algunos ensayos en Ciencia del Sur, y entre sus libros se encuentran: Nambrena, Historia del pensamiento paraguayo, Lecturas para una filosofía de la educación, Cecilio Báez y Suciedad, cuerpo y civilización.
-¿Cómo se puede separar la ciencia de la ficción en la singularidad tecnológica?
Cuando hablamos de singularidad tecnológica (término cuya paternidad es compartida) necesariamente debemos presumir la existencia de una tecnología (o varias, convergidas) que posibilitaría —en un momento dado— un salto cualitativo, superando la capacidad cognitiva humana de manera disruptiva.
Es decir, la inteligencia artificial (IA) fuerte rompería con las cadenas biológicas y ascendería de tal forma que su capacidad ya no podría ser asumida por la del ser humano. Y entonces, es de suponer que las rupturas podrían darse en todos los órdenes de la vida y la existencia si esto ocurriese. Estudiar las propuestas de los singularistas, muchas veces disímiles, de verdad que asombra. Entendiendo por asombro una oportunidad para indagar.
Es verdad que la ficción, por un lado, se inspira en muchos de los planteamientos de la singularidad tecnológica para crear libros, películas o fábulas (The fable of the dragon-tyrant).
No obstante, la singularidad tecnológica también ha dado pie a una “narrativa” no académica y mucho menos especializada sobre los límites y alcances de la IA. Una mezcla de “esperanza maravillosa” y “temores apocalípticos” que se conjugan sin más lógica que la de llegar a millones de seres humanos sin criterios sobre los temas en cuestión. Es una forma precisa de ficción, también de fake news o vyrorei grandilocuente.
Pero ficcionar también se podría asociar a la capacidad de modelar, simular y, especialmente, a la tarea de prospectar. Entonces, aquí es justamente donde se instala una zona gris que demanda capacidad para no confundir “relatos fantásticos” con trabajos científicos, productos de una investigación y una prospección razonable. Los “profetas” como José Luis Cordeiro no tienen cabida en la línea de los más razonables singularistas.
En el curso intentaré demostrar que efectivamente hay un menú para todos los gustos.
-¿Es realmente posible que se dé en este siglo?
Yo no tengo una respuesta a tu pregunta. Sin embargo, singularistas como Ray Kurzweil incluso tienen un calendario con plazos y momentos. Más allá de concretarse íntegramente, los singularistas más serios como Nick Bostrom, advierten de riesgos inherentes a tener en cuenta.
En esta misma línea, es de conjeturar que la UNESCO entendió la gravedad del asunto y llamó a consulta mundial a fin de construir una Ética de la Inteligencia Artificial. Por el momento, ya se cuenta con un primer documento.
-Sus líneas de investigación incluyen a tecnologías disruptivas y metaverso. ¿Qué pudo descubrir con su trabajo?
Llegué a interesarme por estos temas desde la bioética. Es decir, yo no hago filosofía de la técnica, ni mucho menos soy especialista en inteligencia artificial o metaverso. Mi especialidad es la bioética y desde la misma comencé a indagar sobre los posibles alcances de la singularidad tecnológica.
Encontré que son varios los retos bioéticos asociados al despliegue tecnológico. Desde una bioética para colonizar el espacio hasta una bioética cada vez más comprometida con la Tierra. Asimismo, es proporcional a la espectacularidad de las tecnologías disruptivas la necesidad de revisar los protocolos, normas y leyes que rigen el quehacer científico y el Estado de derecho.
En la medida que avanzamos en capacidad tecnológica, nuestras ideas filosóficas, jurídicas-normativas, en fin, todas las certezas que apuntalan nuestras instituciones, deben ser revisadas y actualizadas. De lo contrario, corremos el riesgo de penalizar acciones que científicamente podrían ser lícitas o seguras.
Con respecto al metaverso, considero que se está afianzando un gran escenario que ya ha comenzado a dar cabida a las más variadas e innumerables actuaciones humanas.
Allí podremos experimentar el quehacer burocrático-institucional (ministerios, universidades, hospitales, etc.), el ocio en su más absoluta diversidad y posibilidades, el turismo, entre otros tantos rubros y servicios imaginables. Entonces, la bioética necesariamente deberá estar presente en este escenario y deberá revisar sus postulados y perfilar sus conceptos de tal forma a ser pertinente y operativa.
-¿Cómo ve al Paraguay con los cambios tecnológicos disruptivos?
Nuestro país cuenta con todo lo necesario para asumir los retos y oportunidades que demandan las tecnologías disruptivas. En el índice de Innovación Global no estamos tan mal; tampoco estamos ubicados en el grupo más innovador.
Pero fuimos escalando de manera auspiciosa, y eso debería animarnos. Un documento importante con el que cuenta el país es el Plan Nacional de Desarrollo 2030. Allí de forma explícita se hace alusión a la necesidad y urgencia de apuntalar una gran transformación tecnológica.
Y por supuesto, CONACYT y los recursos disponibles para la innovación y el desarrollo hacen entender que vamos por buen camino, aunque los porcentajes todavía distan bastante de lo que la Política Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación se propone como meta.
Sin embargo, contar con recursos únicamente no asegura de ninguna manera una transformación educativa, tecnológica y científica. Considero que de manera insoslayable debería apurarse un cambio profundo en el sistema educativo en todos los niveles.
¿Cómo es posible que al día de hoy una gran mayoría de exbecarios del programa BECAL, egresados de las mejores universidades del mundo, no estén ligados a los laboratorios, institutos de investigación, cátedras o iniciación científica de nuestras universidades públicas y privadas?
¿Es tan difícil ejecutar una mínima suma del FEEI para vincular a estos jóvenes deseosos de colaborar con el país y el destino de la educación superior?
Por otro lado, más allá de las cuestiones burocráticas-administrativas, también hay una reserva de “certezas perimidas” que infestan a nuestras instituciones y a toda la sociedad.
Por ello, del autoritarismo ñembo nacionalista mezclado con el más “rancio higienismo” de los positivistas del siglo XIX, harto preocupado de los cuerpos y sus libertades, debemos pasar a la libertad de caminar sin tutelajes absurdos para así construir pensamiento crítico, lógico y científico. La creatividad que construye mundos mejores es producto de escuelas democráticas y maestros que inspiran.
-Usted afirma que no existe una sino varias bioéticas. ¿Cómo es posible estudiar esta disciplina si tiene varios paradigmas?
Esa afirmación pertenece a mi maestro Gustavo Bueno. En su libro ¿Qué es la bioética? realiza un análisis gnoseológico muy interesante, probablemente el más potente que se haya planteado hasta la fecha. En el mencionado texto afirma que no puede invocarse una bioética en ausencia de apellidos. De allí que al plantear una bioética se debe precisar a qué corriente se adscribe y si la misma conecta con dogmas y/o creencias, etc.
Dicho esto, la “unidad bioética” es una falacia. La tan ansiada “bioética universal” es una farsa y la supuesta “bioética sin fronteras” es un absurdo. Existen “bioéticas”, posturas con apellidos a la luz de diversas doctrinas e intereses.
La bioética no tiene un paradigma común, no es una ciencia; en todo caso es un cruce de disciplinas. Aunque algunos de sus temas sean recurrentes, no existe como unidad. Pero, más allá de esto que estoy expresando, la convivencia de un conglomerado de posiciones se da y es justamente el verdadero reto de los bioeticistas que creemos en el poder del diálogo y la deliberación.
Para el bioeticista personalista de ultraderecha, “la musa del bolsonarismo” Sara Winter es una heroína. Para mí es una peligrosa delincuente.
Entonces, para estudiar las bioéticas hay que adquirir varios manuales de bioética (que no siempre explicitan su línea ideológica) e ir identificando el meollo de propuestas con la ayuda de las fuentes primarias, no sin antes contextualizar cada una de ellas con un poco de historia, política e historia de la ciencia, entre otras disciplinas y documentos varios.
-¿Qué podrán aprender con usted en el Curso de lógica y filosofía que organiza Ciencia del Sur?
Además de todo lo expresado en esta entrevista, podría explicar un poco mejor y detallar las cuestiones troncales y, muy especialmente, acompañar mis planteamientos con una buena bibliografía.
Pero, más allá del aprendizaje posible, me interesa aún más la discusión razonada de cara a contribuir, aunque sea mínimamente, en la construcción de un relato y de un imaginario donde la investigación, la tecnología y la innovación sean vistas como herramientas para una vida mejor.
Los demás profesores son: Lic. Helena Gougeon, filósofa y docente; Dr. José Manuel Silvero, filósofo e investigador, Dr. Antonio Cubilla, médico e investigador, y el Dr. Inocencio Ortiz, matemático e investigador. pic.twitter.com/Q5w5i3cj8W
— Ciencia del Sur (@SurCiencia) September 6, 2022
Los interesados en el curso, declarado de interés científico por la Sociedad Científica del Paraguay, pueden inscribirse en este link.
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Equipo periodístico y científico de Ciencia del Sur
Muy interesante esta iniciativa y justamente corresponde a la filosofia recomenzar y reencontrar con el conocimiento filosófico. Cuando no hay pregunta, no hay respuesta. Asi tambien, si no hay propuestas no hay respuestas.
Buen artículo. Abre debates y perspectivas en el pensamiento para un mundo cada vez tecnológico que pone presión a muchos paradigmas científicos, sociales, culturales, políticos, etc..