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La educación transforma vidas” es una de esas afirmaciones que casi todos se inclinan a aceptar pese a que no es muy informativa.

Para algunos, desarrollar cierta sensibilidad para apreciar la música o el arte puede ser transformadora, mientras que otros pueden pensar en aspectos más pragmáticos de la supervivencia diaria. Es, además, perfectamente posible que ambos grupos tengan razón en que el mecanismo imaginado sea capaz de justificar la afirmación.

Estas diferencias, que pueden ser poco relevantes en conversaciones coloquiales, cobran vital importancia cuando hablamos de un sistema educativo. Las maneras en las que pensamos que la educación va a transformar a los estudiantes definen todo lo que se piensa hacer con ellos en el proceso de formación.

En particular, la consideración de los aspectos pragmáticos relacionados al éxito económico del futuro profesional debe tener un lugar central en la revisión permanente de la oferta de asignaturas, y la conexión entre las exigencias a los estudiantes y la utilidad en la profesión debe ser clara para tener alumnos motivados a progresar.

Esto no quiere decir que la educación tiene que tener un carácter mercenario, que desprecie el valor de conocimiento por sí mismo. Solamente significa que las cartas deben estar sobre la mesa, y que la oferta de asignaturas debe responder a las necesidades de quienes planean una carrera profesional en el rubro en cuestión.

Responsabilidad compartida

Un curso de grado universitario típicamente dura alrededor de 200 semanas, cada una de las cuales representa una oportunidad para incrementar las habilidades de los estudiantes en temas que pueden ser de vital importancia para el desarrollo de sus carreras profesionales.

En universidades de categoría mundial es normal ver por los pasillos carteles que estimulan a los estudiantes a autoevaluar sus elecciones regularmente. Preguntas como “¿Qué hiciste esta semana para mejorar tu empleabilidad?” colocadas visiblemente a la entrada de una facultad ayudan a tomar consciencia de cada una de esas 200 oportunidades que no volverán.

Además, es común que los estudiantes tengan asignado un docente orientador en el grado. El mismo tiene la función de ser un punto de contacto natural para el estudiante cuando este tenga dudas o problemas.

Además, este docente debe reunirse regularmente con sus orientados (típicamente una vez cada un mes o un par de meses) para revisar con ellos sus planes a futuro y, considerando estos planes, sugerir las mejores opciones disponibles o incluso maneras de preparar un plan alternativo, por si el plan original no se da como inicialmente pensado.

Típicamente el orientador tiene que cubrir varios puntos en esos encuentros, uno de los principales es justamente el plan del estudiante para ser alguien altamente empleable al terminar su curso de grado.

Además, obviamente, las consideraciones sobre empleabilidad de los egresados y la oferta de oportunidades que los estudiantes tienen para mejorar su perfil al egresar tienen un lugar fundamental en toda revisión de programas y en la preparación de nuevos cursos de grado y posgrado.

Un enfoque arcaico

empleabilidad en la educación superior paraguaya
Ceremonio de graduación en una filial de la Universidad Nacional de Asunción (Foto: UNA).

Este tipo de planeamiento parece estar completamente ausente en la vida universitaria de los estudiantes en Paraguay. Es más, la cantidad de materias que los alumnos pueden escoger para direccionar su perfil hacia su plan personal de carrera acostumbra ser extremadamente limitada.

En su lugar, se estila tener planes de estudio con los que el estudiante egrese sabiendo un poco de cada uno de los posibles énfasis que podría eventualmente darle a su carrera profesional.

Este enfoque es arcaico y desperdicia tiempo y esfuerzo.

Ni hablar de la posibilidad de generar de manera ágil una nueva carrera en respuesta a una necesidad ardiente en el mercado. Si una universidad quisiera generar una licenciatura en ciencia de datos o un grado en ciencias de la computación y biología molecular (como existe en prestigiosas instituciones de otros países), deberá pasar por un tremendo proceso burocrático de acreditación, que probablemente será más lento de lo normal porque no tiene referencia previa.

El nuevo analfabetismo

Otro aspecto vital de la empleabilidad es la habilidad de incorporar herramientas computacionales, específicamente la programación, en cualquier curso de grado. Pensar que programar una computadora es algo que solo hace el ingeniero informático es tan absurdo como pensar que solo un dactilógrafo profesional necesita usar un teclado de computadora.

Cualquiera sea el grado en cuestión, desde el derecho a las ingenierías, pasando por la administración y las ciencias, los profesionales necesitan aprender a crear programas básicos que sean de utilidad en aplicaciones propias a sus carreras. En un mundo controlado por computadoras, la programación es una herramienta común a toda actividad profesional y no debe ser vista como algo externo o adicional a su formación universitaria.

Lo menos que un egresado debe poder hacer es crear programas básicos en lenguajes relativamente accesibles como Python o Julia, al menos a través de una herramienta como Jupyter Notebook.

Esto no quiere decir que deba haber necesariamente una asignatura de programación. Bastaría que las asignaturas existentes incorporaran el uso de estas herramientas, del mismo modo en que actualmente incorporan el uso de diapositivas, editores de texto y planillas electrónicas.

Elevar las expectativas

La atención a la empleabilidad de estudiantes y egresados es uno más de los aspectos en los que debemos elevar las expectativas que tenemos de las instituciones de educación superior en Paraguay.

No tiene sentido seguir pensando que el egresado universitario debe cursar asignaturas vagamente relacionadas con las cuestiones prácticas de su futuro desempeño profesional, con poquísimas opciones para enfatizar su formación hacia sus planes concretos y con el plan de salir a ser un poco más que un aprendiz de los profesionales de la industria.

El egresado debe salir con las nuevas herramientas que los que están en la industria no tuvieron oportunidad de aprender, y debe tener algo que ofrecer más que la mano de obra de un iniciante que sabe un poco de todo pero casi nada de lo que realmente quiere hacer.

Si las universidades paraguayas produjeran en masa este tipo de profesionales, las cuestiones burocráticas de acreditación perderían toda relevancia. Contratar a sus egresados sería atractivo por el aporte concreto que estos pueden hacer, por las innovaciones con las que están familiarizados, y porque realmente saben bastante de su área de énfasis.

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Carlos Galeano Ríos es matemático e investigador. Es ingeniero electromecánico por la Universidad Nacional de Asunción y tiene un PhD en matemática y un MSc en matemática computacional y modelado matemático por el IMPA de Brasil. Fue research associate en la Universidad de Bath, Inglaterra, y research fellow de dinámica de fluidos en la Universidad de Birmingham del Reino Unido. Actualmente trabaja en consultoría científica para la innovación.

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4 COMENTARIOS

  1. Muy acertadas los puntos referentes al perfil de salida de los graduados universitarios actuales. Soy docente universitario y veo con mucha tristeza que los egresados se frustran de su formación universitaria al darse cuenta que no estan al nivel de requerimiento profesional de las empresas. Se debería enfatizar la formacion en las habilidades específicas requeridas por las empresas. Los trabajos de investigación de los alumnos deben tener ese enfoque. Descubrir y potenciar sus habilidades para las necesidades del mercado

  2. Excelente artículo de Carlos Galeano. Muestra el camino correcto que debe seguir la educación superior en su función formadora e integradora al mercado laboral del estudiante, elemento fundamental para el desarrollo profesional, científico y tecnológico del país. En la formación y la empleabilidad está la clave.

  3. Es un tema sobre el cual he reflexionado mucho a lo largo de mi carrera. En mi desarrollo profesional después del grado fui pasando por un éxodo de distintas disciplinas, en busca de la rentabilidad. Pienso que esto sucede en Paraguay, más en algunas carreras que otras porque los profesores tienden a enseñar sobre su oficio, y al ser estrictamente académicos, enseñar es el único oficio que conocen. En consecuencia enseñan sobre un oficio que tiene baja empleabilidad y baja rentabilidad, esto sucede sobre todo en facultades de ciencia que tuvieron como origen la formación de profesores de secundaria y no han logrado una reforma significativa.

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