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Desde el inicio de la pandemia de la COVID-19 escuchamos de casi todos los sectores de la población en Paraguay distintas versiones de un ansioso reclamo por volver “a la normalidad”. El clamor es muy comprensible, pues resulta muy natural el desear una vida sin la plaga de SARS-CoV-2. Sin embargo, conviene reflexionar un poco antes de volver a hacer lo que siempre hicimos.

Es, de hecho, en buena medida imposible volver atrás del todo. Luego del trauma de una pandemia de estas proporciones, nunca seremos los mismos. Naturalmente, algunos beneficios de la vida prepandemia ya están regresando gradualmente, aunque los más prudentes seguimos vigilantes. Además, es tal vez hasta más importante prestar atención a las cosas que ya no deben volver a su funcionamiento anterior.

La disciplina con el lavado de manos y con el uso de tapabocas siempre que uno tenga sospechas de ser portador de una infección respiratoria son ejemplos sencillos de cambios provechosos que no deben deshacerse solamente porque la pandemia pase de su auge.

Contemplando el panorama más amplio de la salud pública nacional, también existen grandes lecciones fundamentales que aprender. Si bien estas lecciones pueden ser menos evidentes que los cambios de hábitos de higiene personal, no sería menos lamentable que siguiéramos camino sin cambiar gran cosa luego de haber pasado por tanto.

Un foro para los debates de alto nivel

Además de la obvia necesidad de tener profesionales altamente calificados, capaces de realizar la vigilancia epidemiológica y genómica de las epidemias que vendrán, y de la necesidad de mejorar instalaciones y reforzar los planteles de profesionales en hospitales públicos, también es necesario que aprendamos que la salud pública compete a una enorme variedad de profesionales que deben ser capaces de opinar con conocimiento ante la amenaza de una emergencia sanitaria.

Ya sabemos que en momentos en los que un epidemiólogo sale a urgir el cierre de tal o cual actividad laboral por el riesgo de un colapso sanitario, tendremos en simultáneo al economista pegando el grito al cielo, y con justa razón, porque él también nos avisa que la gente puede morir o ser terriblemente afectada por la medida. Del mismo modo, es probable que el abogado constitucionalista nos urja evitar un quiebre en las libertades fundamentales.

El conflicto es real, y la solución del mismo no es trivial. Así como el epidemiólogo estima un número de muertos si no se toman medidas rápidamente, los demás profesionales deben ser capaces de estimar el daño que se causaría con la medida propuesta por el epidemiólogo para que las autoridades puedan escoger las opciones que minimicen el perjuicio total esperado.

El foro natural para estos debates son los institutos de salud pública, y los voceros adecuados para representar las prioridades de las distintas disciplinas son los profesionales de las distintas áreas que además tengan conocimiento de políticas de salud pública.

Es en esos espacios en los que los economistas deben estudiar cuánto daño podemos esperar por el cese de actividades que puede pedir el epidemiólogo, y el especialista en derecho debe estimar cuál es el equivalente en número de muertes del daño que se causaría al orden republicano con la reducción de libertades civiles necesarias.

La experiencia de Oswaldo Cruz

instituto fiocruz
Oswaldo Cruz se convirtió en un héroe nacional y el Instituto Seroterápico Federal pasó a llevar su nombre (Foto: Ministério da Saúde).

El antecedente histórico más relevante lo tenemos en un país vecino, Brasil. Se trata además de una historia de éxito, la historia de Oswaldo Cruz y las grandes epidemias de fiebre amarilla, peste bubónica y viruela en Río de Janeiro al inicio del siglo XX.

Oswaldo Cruz, informado por su ciencia, llevó adelante, desde la dirección del Instituto Seroterápico Federal, campañas de saneamiento que atacaron las causas reales de estas enfermedades, combatiendo a la masiva desinformación de la población. Y, aunque sus medidas, que incluían la eliminación de criaderos de mosquitos en las casas, fueron recibidas con mucha resistencia (resistencia que incluyó un levantamiento armado de un sector de la población y de los militares), en 1907 la fiebre amarilla fue erradicada de Río de Janeiro.

Al año siguiente, ante una nueva epidemia de viruela, la población acudió a vacunarse por voluntad propia. Oswaldo Cruz se convirtió en un héroe nacional y el Instituto Seroterápico Federal pasó a llevar su nombre.

Actualmente, el Instituto Oswaldo Cruz (IOC-FIOCRUZ) es el foro natural para muchos debates multidisciplinarios en torno a la salud pública en Brasil. En él se forman profesionales de diversos perfiles pero siempre vinculados a la salud pública. El instituto además produce vacunas y nuclea a investigadores líderes regionales y globales en cuestiones vinculadas a la salud. Es, en gran medida, gracias a la FIOCRUZ que, a pesar de todas las dificultades que conlleva el hacer ciencia en América Latina, Brasil es una potencia global en medicina tropical.

Luego de las grandes epidemias del inicio del siglo XX, el Brasil de Oswaldo Cruz nunca volvió a la “normalidad” de antes. La antigua normalidad era la vulnerabilidad más horrorosa a todo tipo de plagas, la convivencia con la mala higiene y la ignorancia sobre la prevención de las enfermedades y sobre las medidas necesarias para salvar vidas.

Es seguro, además, que en ese proceso los gobiernos de turno cometieron abusos y errores; pero al menos se generaron los espacios de debate de alto nivel para mejorar cada vez más la salud pública. Estos son los espacios que permiten minimizar los errores en el futuro.

¿Volver a la normalidad?

La antigua normalidad es algo a lo que ya no debemos volver. No debemos tolerar más la incapacidad de rastrear nuestras epidemias, ni la incapacidad de discutir si es mejor parar cierta actividad o no hacerlo, ni la precariedad del sistema de salud pública.

En particular, una muestra clara de que hemos aprendido lo mínimo necesario de esta pandemia sería la creación y consolidación de un instituto que nuclee a las mejores mentes de las múltiples disciplinas vinculadas a la salud pública; un espacio de investigación, debate y de generación de políticas públicas basadas en evidencia.

Habiendo tanto que podemos hacer de mejor manera, sería una tragedia volver a lo que llamábamos normalidad.

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Carlos Galeano Ríos es matemático e investigador. Es ingeniero electromecánico por la Universidad Nacional de Asunción y tiene un PhD en matemática y un MSc en matemática computacional y modelado matemático por el IMPA de Brasil. Fue research associate en la Universidad de Bath, Inglaterra, y research fellow de dinámica de fluidos en la Universidad de Birmingham del Reino Unido. Actualmente trabaja en consultoría científica para la innovación.

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