Los estatutos de las ocho universidades nacionales del país (Universidad Nacional De Asunción, Universidad Nacional De Concepción, Universidad Nacional De Caaguazú, Universidad Nacional Del Este, Universidad Nacional De Itapúa, Universidad Nacional De Canindeyú, Universidad Nacional De Pilar, Universidad Nacional De Villarrica Del Espíritu Santo) exigen la nacionalidad paraguaya para acceder al puesto de docente universitario en cualquiera de los tres niveles (profesor asistente, adjunto o titular) del sistema tradicional de escalafonamiento.
Si bien en algunas de estas universidades la exigencia no es explícita para los niveles superiores, el acceso a ellos solo puede obtenerse por medio del escalafonamiento desde el nivel inicial (profesor asistente), el cual exige la nacionalidad paraguaya en todos los casos.
Es decir, en la práctica, ningún extranjero puede iniciar la carrera tradicional de docente universitario en ninguna de las universidades públicas del país.
Está tan normalizada esta forma de discriminación en Paraguay que no resulta raro que los propios estudiantes y egresados universitarios crean que en otros países existe una situación similar. Algunos incluso preguntan, algo sorprendidos, si un paraguayo puede ser docente universitario en otro país.
Sin embargo, nada podría ser más distante de la realidad. De hecho, para dar un ejemplo, el Dr. Mauricio Poletti es paraguayo y ejerce el cargo de profesor adjunto en la Universidad Federal de Ceará, una universidad pública brasileña.
No solo es natural que extranjeros puedan concursar para hacer la carrera tradicional de docente universitario sino que es, además, algo extremadamente deseable.
La importancia de la apertura
La adquisición de talento humano del resto del mundo es necesaria para la integración de una universidad a la comunidad global, para que la institución incorpore expertise en áreas que aún no son tradicionales en la misma, y es, además, una muestra de que los profesionales del conocimiento tienen interés en interactuar con la institución en cuestión.
Tanto es así, que la proporción de docentes universitarios de origen extranjero es una de las variables que se utiliza para medir el desempeño de una universidad en el ránking global QS.
Es decir, nuestras universidades nacionales han prohibido que en su interior ocurran interacciones que el mundo entero considera fundamentales para la generación y difusión del conocimiento.
Situaciones así de absurdas solo pueden fallar en escandalizarnos si hemos sido desensibilizados por una especie de acostumbramiento a lo surreal.
Podría, además, parecer que este es un tema menor, especialmente cuando nuestra atención es demandada por una secuencia interminable de crisis nacionales. ¿Qué me puede importar semejante detalle como este en un lugar en el que ayer no se podía respirar por el humo de incendios y hoy no sé si mi auto habrá sido arrastrado por el raudal? Es hasta comprensible cierto nivel de apatía en tal situación.
La apatía es, además, acentuada por la pobre expectativa que la sociedad en general parece tener de las universidades. No es raro que alguien exprese que las universidades cumplen su rol si logran formar profesionales semiactualizados que saben lo básico para luego salir a ser aprendices de los profesionales con más experiencia.
En realidad, las universidades que funcionan correctamente son grandes inyectoras de conocimiento a la sociedad y, en consecuencia, motores del desarrollo.
Los docentes universitarios son personas que, además de estar al día con lo más reciente en sus temas de especialidad, son ellos mismos generadores de conocimientos nuevos. Los saberes que estos manejan y producen son entonces utilizados para enriquecer los programas de estudio, haciendo que los recién egresados de la universidad estén en condiciones de ofrecer nuevos métodos y herramientas que incluso las industrias no poseen aún.
Para esto es necesario que el plantel de docentes esté constituido por profesionales del conocimiento con experiencia demostrada en la generación y comunicación de nuevos saberes. El grado que corresponde a dicha certificación es el de doctor en ciencias o el de PhD, grado académico que aún no es muy común en Paraguay pero que países vecinos producen en cantidades que incluso les cuesta absorber en sus universidades. Sin embargo, Paraguay desperdicia esta oportunidad de captar a esos talentos.
La falta de universidades nacionales que se ciñan a los más básicos estándares necesarios para cumplir su rol e integrarse al mundo significa que, en Paraguay, estamos persiguiendo el desarrollo sin uno de los motores que debería impulsarnos.
Es más, el Plan Nacional de Desarrollo Paraguay 2030 (PND), documento que contiene los lineamientos a los que se deben ajustar las políticas de las instituciones públicas para mover al país en la dirección propuesta por un amplio acuerdo de los paraguayos, dice explícitamente que el país necesita tener al menos una universidad entre las 400 mejores a nivel mundial.
Este objetivo específico del PND es fundamental, justamente para que nuestras universidades puedan efectivamente contribuir a un objetivo más amplio, el de transformar la economía nacional hacia una economía soportada por la aplicación de conocimiento a la producción de bienes y servicios.
Supuestas objeciones legales
Algunos miembros de la comunidad universitaria sostienen que las universidades están atadas de manos jurídicamente ante la discriminación laboral a extranjeros para el acceso a la carrera docente.
El típico argumento es que los docentes de las universidades nacionales son funcionarios públicos y que, en vista de la Ley 1626 De la Función Pública, estos deben poseer nacionalidad paraguaya. Por ende, el cambio estatutario sería irrelevante.
Sin embargo, la propia ley deja perfectamente claro, en su artículo segundo, inciso “f”, que, aún cuando cumplan funciones públicas, no se regirán por dicha ley los docentes de universidades nacionales.
Es más, si hubiese algún impedimento legal, sencillamente sería cuestión de impulsar una modificación legislativa de manera a dirigir el país hacia las metas del PND. Es exactamente esto lo que deben hacer las universidades nacionales.
No faltará quien fuerce el concepto de autonomía universitaria para argumentar que las universidades deben hacer lo que les parezca sin tener en cuenta el PND y los ránkings globales. Esto no se sostiene de manera alguna.
Si bien la universidad crea sus propias reglas, estas reglas deben ser razonables para justificar que el Estado le dedique parte de su presupuesto.
En particular, el Congreso debería considerar no dar aumento presupuestario a universidad nacional alguna hasta que estas se ajusten a los mínimos estándares globales y demuestren al menos algún intento de sumarse al plan consensuado para desarrollar el país.
Es más, sería plenamente razonable que los legisladores decidieran redireccionar recursos de las demás universidades nacionales hacia la primera de ellas que decida adecuarse mínimamente al mundo y eliminar esta forma de discriminación que, además de injusta, es contraproducente.
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Carlos Galeano Ríos es matemático e investigador. Es ingeniero electromecánico por la Universidad Nacional de Asunción y tiene un PhD en matemática y un MSc en matemática computacional y modelado matemático por el IMPA de Brasil. Fue research associate en la Universidad de Bath, Inglaterra, y research fellow de dinámica de fluidos en la Universidad de Birmingham del Reino Unido. Actualmente trabaja en consultoría científica para la innovación.
Excelente y muy real. Vivi en persona esta discriminación, por ser extranjera y además por no ser egresada de la facultad de Ciencias Quimicas de la UNA. Ni consideraron que tengo un postgrado y certificado de la FCQ. Conclusión: si viene un egresado de Harvard no puede concursar en la UNA.
Una aberración!! Así nunca vamos a progresar!! Estos nacionalismos estúpidos solamente perpetúan la mediocridad.
Bueno, por finnn alguien se dio cuenta de lo que pasa. Pero si uno lo piensa bien, estas «normas» son restricciones para evitar que otros profesionales de otros países vengan a usurpar nuestra quintita. El paraguayo siempre pensó de esa manera. Incluso a un paraguayo que haya estudiado la carrera de grado y la de postgrado en el exterior pueden discriminarlo porque no estudió allí.
Bueno así nos va, no?
Mi comentario puede ser hiriente pero es la realidad amarga y dura. Esto contribuye a la mediocridad que predomina aunque claro no son todos de los alumnos egresados, en Paraguay sólo funcionan 3 instituciones, AMSITAD, COMPADRAZCO Y POLITIQUERÍA. Tal parece que hay un temor a ser desplazados por carecer de competencias para determinado puesto, ello tiene lugar cuando lógicamente no tienes seguridad de tus capacidades y te sientes inferior. Para los médicos extranjeros que llegamos al país es peor, ahora han diseñado un entramado maquiavelico de exámenes para ejercer la profesión cuando hablamos del país con más déficit percapita de médicos por habitantes en la región, dónde si no perteneces a una de las 3 instituciones anteriormente señaladas no trabajas y cuando lo haces el salario es miserable, UNA LOCURA, #ParaguaynoesEuropa.
Este es precisamente uno de mis miedos. El día de mañana, cuando quiera aplicar para un concurso en una facultad nacional, me preocupa enfrentarme a estos problemas. A pesar de ser paraguayo, solo el hecho de haber estudiado en el extranjero podría complicar mi situación o hacer que mis «rastros» no paraguayos (dado que tengo ascendencia árabe) jueguen en mi contra. La idea de que la diversidad y la experiencia internacional puedan ser vistas como desventajas, en lugar de valorarse como riquezas que aportan perspectivas nuevas, es desalentadora. Espero que podamos avanzar hacia un sistema educativo más inclusivo y abierto a la diversidad global, reconociendo que la mezcla de culturas y conocimientos solo puede fortalecer nuestra academia