Por Aldo Caballero*
En estos tiempos altamente tecnificados, donde empresas de apenas 10 años pueden crear una disrupción mundial, donde en poco tiempo se crean nuevos mercados y otros son sepultados, donde profesiones de hace unos años ya no existen y otras que antes ni existían aparecen, debemos cuestionarnos la formación que ofrecen las casas de estudios en Paraguay.
La pregunta obligada es: ¿Están formando las universidades a jóvenes con el conocimiento adecuado para enfrentar estos desafíos tan dinámicos?
Resulta lamentable ver que más allá del marketing con palabras cliché como «innovadora, emprendedora, científica, investigadora, excelencia, liderazgo» y otras, bajo ese manto de aparente modernidad, yace el modelo y la estructura dura y oxidada de siglos pasados.
Es risible que estrategias resabidas y sencillas como la diferenciación de producto, en este caso de la enseñanza universitaria, hayan sido pasada por alto en las 54 universidades del país: sí, más de media centena de universidades para una población de 6,8 millones de habitantes en las que, a fuerza de ser sinceros, la diferenciación no va más allá del precio y horarios de clases.
Ante este escenario, lo menos que uno espera es un factor que destaque una oferta de otra, una preocupación por marcar la diferencia y que ésta sea conocida por el potencial mercado. Sin embargo, lo que vemos es que la competencia es meramente imitativa, no hace otra cosa que copiar los programas de estudio, contenidos, formatos y biografías; y lo más grave aún, copian de modelos generados para la era industrial que hoy son obsoletos.
Produce tristeza observar que, en la generalidad, la academia está produciendo obreros de líneas de producción de la primera Revolución Industrial, en plena era del conocimiento.
Salvo honrosas excepciones, no es visible, al menos a simple vista, que más allá del marketing las cosas hayan cambiado. El World Economic Forum en una publicación de 2016 mencionaba que hay tres habilidades claves para encontrar empleo en 2020: la capacidad de resolver problemas complejos, el pensamiento crítico y la creatividad; y llama la atención que la creatividad haya pasado de la posición 10 a la 3 en solo 5 años.
Me pregunto si alguna de estas capacidades fueron incorporadas dentro del proceso educativo académico. ¿Están las universidades en condiciones de desarrollar estas habilidades en sus alumnos? ¿Han incorporado las universidades dentro de su ADN a más de las 3 misiones típicas de generar conocimiento, formar profesionales y relacionarse con la sociedad a través de extensión, la labor de generar riqueza y bienestar para la sociedad a través de la creatividad y la innovación?
Esto último como una forma de retribuir, en especial desde las universidades públicas, la inversión que hizo la sociedad en ellas. Lejos está la época donde el Ejército proveía los primeros CEO a la industria, basada en la estructura jerárquica, el control y la obediencia, un clásico de la era industrial.
Hoy, en contextos volátiles, inciertos, complejos y ambiguos, donde la norma es el cambio, donde ya no hay una sola «realidad» y aparecen las virtuales, las aumentadas… ¿se les está dotando de herramientas que les permitan a los educandos enfrentar estas nuevas «realidades»?
No podemos negar que la academia es la matriz donde surgen los conocimientos, y debería ser ésta de donde surjan las nuevas capacidades. Ya lo enunció en algún momento Henry Etzkowitz y Loet Leydesdorff acerca del modelo llamado Triple Hélice donde propugnaba la creación de un nuevo modelo: la universidad emprendedora. De cara al mercado e incentivada por el Gobierno mediante marcos legales y políticas adecuadas, ésta mira las necesidades del mercado y plantea innovaciones para hacer que las empresas puedan adoptar tecnologías y mejorar la vida de los ciudadanos.
No existen muchas alternativas ante esta situación. Para sobrevivir, el camino no será fácil, ya que implica un cambio de paradigma enorme dentro de la academia. Mientras las privadas tienen la posibilidad de recibir ingresos elevados, podrían elegir caminos alternativos o demorar su salida (con riesgo de perder la ventana de oportunidad); sin embargo, las estatales cada vez más se ven compelidas a usar la creatividad ante los recortes presupuestarios del Tesoro.
¿Cómo se puede mejorar la infraestructura, el nivel de enseñanza, la calidad de los docentes, llegar a la excelencia, subir en el ránking sin incrementar la inversión, sin nuevas fuentes de ingreso, sin presupuesto? Esto no es magia ni ciencia oculta: ¡Alguien debe pagar el almuerzo!
Si no se usa la gran mentada creatividad criolla — ¡en el buen sentido! — el futuro no es alentador y tendremos que seguir conformándonos con ver a la decana de las universidades de Paraguay más allá de la posición 106.
Esperemos que de esas 54 universidades, alguna marque la diferencia y entonces sí, enhorabuena, las demás pueden copiar y pegar a voluntad. Al menos el original será mejor que lo actual, y dejaremos de vivir una época de cambios, para dar paso a un cambio de época.
*Aldo Caballero es informático, director de Innovación y Desarrollo Empresarial de la Dirección Nacional de la Propiedad Intelectual (DINAPI) y especialista en economía del conocimiento.
¿Qué te pareció este artículo?
El artículo nos pone frente a una dura realidad y no hay vueltas que dar, es urgente la innovación en el método y objetivos de la enseñanza universitaria.