polemica guerra triple alianza paraguay
Países participantes de la Guerra contra la Triple Alianza. (Fotomontaje de Ciencia del Sur)
5 min. de lectura

 

Por Dra. Magdalena López ∗

Tras la aparición reciente de una nota periodística de Luciana Sabina, escritora argentina que abordaba descuidadamente la Guerra de la Triple Alianza (que llamaremos Guerra contra la Triple Alianza), un compendio de explicaciones arraigadas fuertemente en un prejuicio nacionalista irrumpieron desde lo que Tapia llamaría “subsuelo político”.

El debate sobre la Guerra Grande es amplio y ha abarcado abordajes diversos: mitristas, lopistas, antilopistas, proimperio, revisionistas que culpan a Inglaterra, etc. La procedencia de estos estudios es amplia, afortunadamente. Los archivos están diseminados y cuanto mayor sea la diversidad de abordajes, mayor será el conocimiento que podemos tener sobre el proceso.

La historiografía, el marco analítico con el que se aborda el “hecho sucedido” y las herramientas de interpretación que se utilizarán para contextuarlo, caracterizarlo y, de ser posible, explicarlo, dan cuenta de discusiones ideológicas que atraviesan la disciplina. Lo mejor que podemos hacer con eso es sincerar nuestra postura y ser metodológicos y rigurosos con el conocimiento generado y compartido a partir de ahí.

En su artículo, la tuitera Sabina habló del “mito del genocidio” argumentando que el Ejército paraguayo murió por enfermedades (agregará luego: causadas por hacinamiento y hambre) y que no fue el Ejército Aliado el que cometió el exterminio. Además, remarcó cierta conducta generosa del presidente argentino a favor de los contrincantes, como permitir desembarco de armas en su territorio.

El artículo no está bien fundamentado y su propuesta no es novedosa. Cíclicamente escritores e investigadores que no trabajan Paraguay lo “redescubren” para publicar algo que les dé un resultado a corto plazo, a veces “probar” forzadamente una teoría macro, a veces dar cuenta de la “rareza” de algunos países, a veces lograr cierta publicidad por tratar un tema sensible con una pretendida postura polémica.

En este caso, el Twitter-affaire adquirió centralidad porque el exarquero de la selección paraguaya de fútbol, José Luis Chilavert (quien ofendido le dedicó a la autora su mentada frase “tú no has ganado nada”), el periodista argentino Jorge Rial y varias otras figuras de la prensa y la política de ambos lados de la frontera se posicionaron al respecto, a favor o en contra de la autora.

El artículo incumple algunas reglas básicas de los estudios de las ciencias sociales y humanísticas que la divulgación debe respetar. Entre sus desaciertos:

  1. Utiliza un “nosotros” como identidad argentina colectiva cuando habla de sucesos bélicos del pasado (“nuestro presidente”, “diezmamos”, etc.);
  2. Es irrespetuoso y triunfalista;
  3. Reaviva posturas nacionalistas no académicas;
  4. Desconoce fuentes y bibliografía previa;
  5. No da cuenta de la profundidad de los estudios realizados;
  6. Es certeramente sesgado;
  7. Iguala “paraguayo” con “guaraní” (un error muy grosero); 
  8. Hace algunos comentarios no científicos con fin meramente revanchista.
Batalha do Avaí, de Pedro Américo, que representa uno de los enfrentamientos durante la Guerra contra la Triple Alianza. Obra que está en el Museo Nacional de Bellas Artes de Brasil. (Wikicommons)

El problema del artículo en cuestión no es que admire la figura de Bartolomé Mitre y se esfuerce en “limpiarlo” de las responsabilidades que pueda tener en el enfrentamiento. Como bien explicó la especialista en historia Victoria Baratta, hay estudios mitristas —que critican fuertemente la figura de Solano López y su decisión de ir o de continuar la guerra— que lo hacen desde archivos cuidados, y con estudios de años.

Baratta se explayó diciendo que las dos fuentes utilizadas por el artículo periodístico eran de desertores, testimonios que hay que analizar cuidadosamente porque responden a un tipo de enunciador específico. Baratta también argumentó que no fue un genocidio (coincidiendo con Sabina) porque no hubo un plan sistemático de aniquilamiento ni un problema sanitario: el exterminio del pueblo paraguayo, marcado también por enfermedades, fue en un contexto de guerra y ocupación, por lo que es imposible desasociar ambos procesos.

Que no haya sido un genocidio no necesariamente da la razón a Sabina en las causas que esgrimió.

Respondiendo a Sabina, el historiador paraguayo Carlos Gómez Florentín, apoyándose en datos de Whigham y Potthast, también salió a responder, afirmando que si bien no hubo genocidio, la población quedó diezmada. Por su parte David Velázquez Seiferheld, investigador paraguayo, sostiene que la destrucción del Paraguay en la guerra y su posterior ocupación pueden ser analizados con conceptos como genocidio, si, por ejemplo, observamos que sí se dio el aniquilamiento de un grupo social por su origen, la reubicación forzada de la población, la elección estratégica de un sistema educativo con interés en “borrar” la historia del pueblo paraguayo, etc.

Es un debate teórico

Como puede entenderse a partir de las respuestas, estudiar la Guerra Grande no es una pelea de opiniones, sensaciones y percepciones. Es un debate conceptual y teórico que debe ser dado desde los archivos (múltiples y localizados en puntos geográficos distintos) tratados metódicamente, con conocimiento de estudios sólidos previos y con respeto por la temática estudiada —elementos de los que el texto de Sabina careció.

Hace más de 10 años que estudio Paraguay, al mismo tiempo coordino el Grupo de Estudios Sociales sobre Paraguay (GESP) en la Universidad de Buenos Aires (UBA). A pesar de haber leído, escuchado ponencias, convocado artículos, compilado un cuaderno de estudios sobre la Guerra, no me atrevo a escribir porque respeto el trabajo meticuloso que hacen los que realmente saben de ella.

Sabina escribió sobre un tema del que desconoce y lo hizo desde una postura teñida de cierto desprecio hacia Paraguay. Desprecio que tiene bastante presencia en cierto sector de la sociedad argentina, pretendidamente europea y blanca (“bajada del barco”).

La Guerra contra la Triple Alianza es un elemento fundamental de la identidad del pueblo paraguayo. Significó un revés a la construcción del Estado —más allá de si acordamos o no con cómo ese Estado se desarrollaba— y una reducción drástica de los recursos económicos, de la población y de la autonomía, dado que luego de perder permaneció ocupado por años.

Hay problemas estructurales —la propiedad de la tierra, las características de cierta explotación primaria, la antiregionalidad— que tienen sus raíces en la Guerra, sus troncos en la dictadura stronista y sus ramas en la actualidad. El stronismo le imprimió a la guerra su propia interpretación, que quedó sumada a la forma de entender el pasado que se había desarrollado, no sin disputas, en Paraguay.

Por la gravedad que implicó, porque se constituyó en una herida en la memoria colectiva paraguaya, porque la recreación del pasado heroico remite siempre a ese momento histórico es que el tema debe ser tratado con respeto, profundidad y rigor académico. No para evitar discusiones teóricas, que son necesarias en todos los campos del conocimiento, sino para evitar que las agresiones, ofensas y sensibilidades despertadas impidan analizar la temática con la calidad que amerita.

En el caso de Sabina, sus respuestas posteriores fueron incluso más agresivas que el artículo original. Esto generó un repudio colectivo en muchos espacios y una celebración maciza por parte de aquellas personas que disfrutan de leer discursos que confirmen sus prejuicios nacionalistas.

En un trabajo reciente1, escribí “más allá de las especificidades del enfrentamiento bélico, la Guerra Grande se transformó en un pasado traumático que regresa cíclicamente a la actualidad política como evocación de sentidos diferentes”.

Cuando en 2012 se removió al presidente Fernando Lugo de su cargo, uno de los discursos mediáticos más poderosamente utilizados fue su cercanía a los mandatarios de otros países y el temor a una nueva Triple Alianza o a que se revivan los “acuerdos secretos” con validez eterna que iniciaron la contienda en el siglo XIX.

“La élite política paraguaya, representada por el Congreso, apeló a una historia traumática y trajo con ella su invocación”1, haciendo del pasado una herramienta viva de interpretación del presente.

Los debates sobre el pasado no son nimiedades ni estancas discusiones de científicos “encerrados” en el CONICET o el CONACYT. Es importante que los trabajos de divulgación de historia también respeten los parámetros de calidad y rigurosidad que se vienen construyendo en las ciencias.

Disputar los significados del pasado es también disputar la política del presente, sea este debate dado en el campo académico, el popular o el mediático.


1. López, M. (​en prensa-2018) “‘Ha incurrido en mal desempeño de sus funciones’: los usos políticos de la historia”, ​en Telesca, I. y Squinelo, A. P. (Comp.) 150 anos após – a Guerra do Paraguai: entreolhares do Brasil, Paraguai, Argentina e Uruguai (volumes 3 e 4). Brasil​ & ​Argentina.

∗ Magdalena López es licenciada en Ciencia Política y doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Coordina el Grupo de Estudios Sociales sobre Paraguay (GESP) en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC-FSOC-UBA). También se desempeña como investigadora del CONICET en el Instituto de Investigaciones Gino Germani. Tiene líneas de investigación en filosofía política, partidos políticos de Paraguay y política comparada del Cono Sur americano. Posee varias publicaciones en revistas y libros. Para acceder a las investigaciones del GESP se puede empezar a leer los Apuntes para lecturas iniciales. Cuaderno I.

 

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