La religión como herramienta política

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religión como herramienta política
Los expresidentes de EE. UU. George W. Bush y Barack Obama en julio de 2016. (WhiteHouse.gov)
4 min. de lectura

 

Por Mario Bunge*

La historia y la sociología de la religión han sido fuertes ramas de la ciencia social desde 1900. En particular, Max Weber fundó la sociología de la religión, pero se limitó a la edad antigua. Alabó, por ejemplo, al hinduísmo por complementar el sistema de castas, que él atribuía a un brahmán inteligente —como si fuese que un sistema social completamente nuevo podría ser engendrado de una sola vez por obra de una mente individual. Weber mostró asimismo que el mitraísmo había sido popular entre los soldados de la Antigua Roma porque ayudaba a sostener la meritocracia y la obediencia, tal como lo hacía el confucianismo en China.

Por contraste, la politología de la religión es todavía muy joven, a tal punto que la cínica recomendación de Aristóteles y Maquiavelo al príncipe —aparecer lo más devoto posible incluso si uno mismo no cree— todavía es muy practicada. Por ejemplo, el presidente estadounidense Eisenhower se hizo bautizar doce días después de su toma de mando en 1956. El presidente Nixon, recordado por sus ardides y su belicismo, profesó el cuaquerismo durante toda su vida. Y el Presidente George W. Bush, quien inventó las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein, dijo a sus súbditos que Dios le decía personalmente qué hacer. ¿Quién puede ganarle a gente con ese vínculo tan poderoso?

 

La religión como herramienta política

El presente escrito trata acerca del uso de la religión como cortina de humo política. La siguiente lista de casos bien conocidos corrobora la tesis de la que la religión ha sido a menudo utilizada como herramienta política:

  • Los autores de la Biblia aseguraban que las ejecuciones y los genocidios que se relatan en ella fueron comandados por Dios;
  • Pablo el Apóstol exhortaba a los esclavos a temblar en presencia de sus amos;
  • Los Cruzados, alentados por los gritos de batalla Deus vult (o Dieu le veut, “Dios lo quiere”) y Nobiscum Deus (“Dios está con nosotros”), eran en realidad saqueadores y ladrones de tierra;
  • El objetivo de las aventuras de colonización europea eran más bien las minas, las tierras y las esclavos, no predicar entre los paganos la verdadera religión;
  • El motivo de la Guerra de los Treinta Años fue la tierra, no la religión, como lo sugiere el hecho de que la mayoría de aquéllos que peleaban en los ejércitos católicos y saquearon el Vaticano eran en realidad mercenarios luteranos;
  • La Guerra de los Ochenta Años entre España y Holanda se libró a causa de las riquezas flamencas, no por disputas de hermenéutica bíblica;
  • La Turquía Islámica peleó junto a los ejércitos cristianos en la Guerra de Crimea así como en ambas guerras mundiales;
  • La Iglesia Católica Mexicana libró dos guerras en contra del Gobierno mexicano a causa de la reforma agraria de éste último, que distribuyó las vastas tierras de la Iglesia entre los campesinos, y asesinó a muchos de los maestros enviados por el Gobierno al campo;
  • La Iglesia Católica fue un fuerte pilar de los regímenes fascistas en Italia, Alemania, España, Portugal, Croacia y Argentina;
  • El general Franco, a quién el papa Pío XI se refirió como “un cruzado”, ordenó a las tropas árabes apostadas en Marruecos movilizarse a España y combatir al Gobierno republicano electo;
  • El estandarte Nazi está encabezado por el lema de Gott mit uns (“Dios con nosotros”);
  • La Guerra Fría fue por la dominación global, no por el comunismo ateo;
  • Los judíos fanáticos que ocuparon tierra palestina afirmaban que Abrahám les dio la tierra a ellos dos milenios antes;
  • Los fanáticos saudíes, al grito de Allah maana (“Dios está con nosotros”), están tranzando con judíos israelitas y evangélicos estadounidenses contra Irán, acusándolo de intentar construir armas nucleares, las mismas que por supuesto EE. UU. e Israel han estado acumulando durante décadas.

El papa Juan Pablo tiene el mérito de haberse disculpado por algunos de los crímenes enumerados arriba. En contraste, ningún presidente de EE. UU. se ha disculpado con el pueblo japonés por Hiroshima y Nagasaki, ni con el pueblo vietnamita por haber asesinado a 3,2 millones de no combatientes, ni por haber rociado a civiles con napalm y Agente Naranja.

Cierto, el secretario de Defensa estadounidense Robert S. McNamara admitió que la guerra en Vietnam fue un gran error —pero no un crimen de guerra.

Por otro lado, permítaseme señalar que casi todos los presidentes estadounidenses piden a Dios que bendiga a su país, y que el lema oficial del país desde 1956 ha sido «En Dios confiamos«. Como dice una conocida broma: los cristianos confían en Dios, pero todos los demás deben pagar en efectivo.

Aquellos temerosos de las consecuencias de sus pecados huyen después del atraco. Por ejemplo, el homenaje del general Franco a los musulmanes marroquíes que lo ayudaron a derrotar a los “Rojos” es un monolito cubierto por un brillante media luna, plantado en un solitario prado en una remota colina de Asturias. Por cierto, ¿a quién le correspondería corroborar si el Ser Supremo «está con nosotros» y si Él realmente fue consultado antes de ser reclutado para comandar a los fieles de cualquier dios que haya sido invocado?

¡Populus vult!

Las lecciones que podemos extraer de lo anterior son las siguientes:

  1. La religiosidad es bien vista en la mayoría de los políticos y vendedores (el hombre que me vendió un auto defectuoso, por ejemplo, inició su oferta asegurándome que él era un cristiano renacido). Así que mejor aparente ser religioso si quiere engañar a los votantes o a los clientes.
  2. La religión a menudo ha sido utilizada como una gran cortina de humo para esconder crímenes políticos (los guerreros españoles medievales solían decir «A Dios rogando y con el mazo dando»).
  3. Indague qué hay detrás de una justificación religiosa a cualquier crimen, pues podría tratarse de una mera excusa hipócrita. Pero debemos señalar, sin embargo, que el antiterrorismo de hoy en día es una cortina de humo inclusive mejor que la religión, así que debemos prepararnos para que en cualquier momento aparezcan templos antiterroristas defendidos por valientes voluntarios con potentes armas ordenadas por correo para matar niños de a cien.
  4. Mientras que algunos de los llamados escritos sagrados exhortan a sus fieles a cometer ciertos crímenes e incluso genocidios, las directrices principales de todas las religiones son políticamente neutrales y, en particular, no llaman al asesinato de nadie. Particularmente, la mayoría de nosotros evita la islamofobia y la cristianofobia tan fuertemente como el antisemitismo y la mavrofobia (miedo irracional o aversión hacia las personas de color). Sin embargo, no hace mucho se nos ha dicho que practiquemos la rusofobia. Es que uno no puede liderar el mundo libre sin ventilar algo de odio.
  5. Las diferencias religiosas no son nada en comparación con los intereses comunes de la humanidad: supervivencia, coexistencia y acceso a bienes tanto de tipo natural como social.
  6. Dejemos nuestras posturas políticas afuera de los templos y nuestras creencias religiosas afuera de las instituciones políticas, pues la mezcla de política y religión corrompe a ambas (excepto cuando los líderes religiosos iluminados toman iniciativas para protegernos de las artimañas de los supuestos Grandes Líderes).
  7. Seamos tan abiertos de mente y de brazos como Francisco de Asís, quien en 1216, mientras la Quinta Cruzada estaba en todo su vigor, hizo un peligroso viaje al Cairo para conversar con el Sultán de Egipto sobre posibles formas de paliar las miserias de la guerra. Exactamente ocho siglos después su hermano, Francisco de Buenos Aires, hizo el mismo viaje para distanciar su Iglesia de la letal trampa islamofóbica. ¡Populus vult!

 

Mario Bunge es un filósofo y físico argentino reconocido mundialmente por sus obras de epistemología. Vive en Montréal, Canadá. Es miembro de la Sociedad Americana para el Avance de las Ciencias y de la Real Sociedad Canadiense.

Traducción del inglés al español: Fabrizio Pomata, editor de Humanidades y Ciencias Sociales.

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