Por Lino Camprubí *
Nuevamente debo agradecer al animoso doctor Rodríguez Pardo la oportunidad de hablar de mi libro en Ciencia del Sur.
Para no agotar a los pacientes lectores con una logomaquia sin interés teórico ni científico, trataré de imitar el rigor lógico y claridad expositiva de que hace gala mi interlocutor en su contrarréplica y añadir aún la virtud de la brevedad.
Sobre el principal diagnóstico que el doctor Pardo hace de Los ingenieros de Franco como “progresista” me permitirán no detenerme mucho más.
Ya expliqué tanto en el libro como en mi primera réplica que el progreso en determinadas ciencias no tiene por qué ir acompañado de progresos políticos ni sociales y que los avances tecnológicos, aunque claves para entender la configuración de nuestro presente, no son el motor de la historia y se dan siempre en envolturas políticas, sociales y religiosas con las que interactúan.
Por eso mi interés no ha sido principalmente en inventos, innovaciones ni descubrimientos. En mi primer libro Engineers and the Making of the Francoist Regime (MIT Press, 2014) me centraba sobre todo en usos, transferencias y circulación entre laboratorios y territorio para entender un aspecto a menudo olvidado de la formación del Estado.
En este segundo libro extiendo la metodología y el análisis a relaciones internacionales, por ejemplo viendo cómo la geofísica o la oceanografía se desarrollaron al calor de necesidades militares o económicas y qué papeles jugaron los científicos y sus saberes en cuestiones diplomáticas o de comercio internacional.
A los argumentos ya debatidos añade Pardo uno nuevo: no entiende por qué un libro sobre ciencia y tecnología en el franquismo debe mencionar la represión sufrida por un número importante de científicos y técnicos al principio del periodo.
Como broma no está mal, y además me permite recordar lo que digo en las primeras páginas del libro: una de las cosas interesantes de esta represión es que no fue del “Estado contra la Ciencia”, sino a menudo organizada por algunos científicos contra otra otros en la pugna ideológica por controlar la investigación y su significado.
De más interés me parece la atención que el doctor Pardo presta al uso que hago de algunas tesis de Antonio Gramsci, fundador del Partido Comunista italiano y teórico de un marxismo opuesto al economicismo determinista.
Debo confesar que la riqueza de algunos de los giros argumentales e intrincados razonamientos de mi interlocutor está fuera de mi modesto alcance.
Por ejemplo, el excurso sobre si el libro se apoya en un filósofo u otro basado en apariciones en notas y en la bibliografía secundaria me supera, y tampoco se me alcanza por qué según ese baremo da Pardo tanta importancia a Gramsci en el libro, cuando solo aparece citado en una discusión muy concreta sobre base y superestructura.
A José Manuel Rodríguez Pardo le interesa precisamente esa discusión, pero me achaca posiciones que no he defendido.
En mi artículo citado por él sobre Gramsci, Franco, Podemos y el lío catalán ensayo la reconstrucción y recuperación de algunas tesis de Gramsci desde el materialismo filosófico del filósofo español Gustavo Bueno, pero también la crítica de Bueno a la teoría de los “intelectuales orgánicos” de Gramsci. No entiendo cómo ha podido escapársele eso a un lector tan esforzado.
El resto de citas y digresiones en las que se enfrasca mi interlocutor en su intento de demostrar mi supuesto determinismo tecnológico o economicista podríamos haberlo ahorrado a los pacientes lectores de Ciencia del Sur atendiendo a su refutación clara y explícita en la página 197 de Los ingenieros de Franco:
“La energía no es la base económica sobre la que se soportan las estructuras de la sociedad política. Tanto Gramsci como Bueno han opuesto a la metáfora arquitectónica utilizada por Marx la metáfora orgánica según la cual la base económica de una sociedad política es como el esqueleto, y por tanto va creciendo y transformándose con el resto del organismo y depende esencialmente de él para su metabolismo. Las tecnologías de producción e importación, constituidas social e históricamente, ponen a la capa basal en conexión metabólica con otros poderes de la sociedad política.”
Deberes menos elevados me obligan a renunciar a continuar con posteriores entregas, aunque es un placer contemplar el ejercicio de gimnasia lógica del doctor Pardo aplicada a la comprensión crítica de mi libro y espero que nuestra amable y respetuosa conversación haya ayudado a algún lector a ordenar sus pensamientos sobre la historia de las ciencias y las técnicas, el Estado y la filosofía política.
*Lino Camprubí es filósofo e historiador, investigador de la Universidad Autónoma de Barcelona e investigador posdoctoral invitado en el Instituto Max Planck.
¿Qué te pareció este artículo?