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Por Jéssica Cohene *

En el capítulo veinticuatro Ciencia y Brujería del libro “El mundo y sus demonios”, Carl Sagan inicia lo que constituirá, a mi parecer, el epílogo de esta obra. Remontándose al impacto que produjo en él, durante su niñez, la visita a la Feria Mundial de Nueva York en el año 1939, que se tituló “El mundo del mañana”.

Las promesas de un futuro mejor son siempre oportunas, sobre todo en tiempos turbulentos. Tal vez a su misma edad, en la capital espiritual del Paraguay, careciendo de oportunidades para conocer las posibilidades de un futuro -o las propias realidades del entonces presente- me tocó conocer la historia del joven temerario quien, provisto con una sábana a modo de capa, se lanzó desde el mirador interno de la Basílica Santuario Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé gritando “¡Soy Superman!”.

Si bien sobrevivió, su hazaña me impactó profundamente. En las siguientes visitas a la Basílica, solía observar la altura e imaginar el trayecto de caída libre ¿Por qué nadie advirtió al joven del peligro de un salto así? Me preguntaba. Y muy propensa al insomnio desde niña, pasaba las noches pensando en los peligros del desconocimiento y cuánto había por conocer para evitar morir por un error.

Recién cuando crecí comprendí que uno de los mayores peligros que gira alrededor del desconocimiento es la credulidad. Las verdades totales, los juicios universales, los todos y los ninguno, desde entonces, me aterran.

Ciencia y Brujería es el capítulo en que más alusiones políticas hace el autor en todo el libro. Tal vez sea mi preferido porque se relaciona con los primeros en cuanto a los distintos ejemplos que cita de la conveniente pereza de los gobernantes por promover la libertad que solo se edifica con conocimiento. Esta es una omisión negligente.

Cacería de brujas y antenas

El conocimiento forma las vallas de seguridad en el acantilado de información y desinformación. Cuando tenía diecinueve años empecé a trabajar en el periódico local de mi ciudad natal, así accedí a la primera cacería de brujas de la que tengo buen registro en mi memoria.

Un diputado nacional se presentó a una reunión con autoridades municipales y departamentales de Cordillera y comentó el caso de una joven con cáncer. El tumor supuestamente había sido inducido por las ondas electromagnéticas de una antena que fue instalada en la compañía donde vivía con su familia.

En 2020, una década después, mediante una manifestación de tres días, pobladores de la compañía Yhaca Ro’ysa de Caacupé exigían a las autoridades municipales que no sea instalada en esa zona una antena de alguna empresa de telefonía, asegurando temor por la salud de niñas, niños y adultos mayores. Esta última vez decidí actuar.

Le relaté la situación a una persona cercana, de mi confianza, apasionada por combatir cacerías de brujas, igual que yo. Él, mejor nutrido en conocimientos específicos y vínculos, contactó con un gerente de la empresa de telefonía quien respondió con interés.

Propuso que mediante la escuela más cercana brindaran talleres informativos a niños, niñas y adolescentes, también el equipamiento básico de una sala de informática para propiciar la investigación independiente o buscar otro mecanismo de ayuda, básicamente apoyar los planes que pudiera proponer la comunidad.

El libro que escribió Carl Sagan, algunos capítulos junto a Ann Druyan, se publicó en 1995 y tiene varias ediciones.

Rápidamente nos comunicamos con el jefe comunal para darle la buena nueva, pensando que obtuvimos una solución rápida a su crisis y una oportunidad para que la comunidad pueda vivir sin tanto miedo. Al menos para que puedan reorientar las causas de sus males a las fuentes correctas.

Si una vida se salva porque una persona supo acudir a tiempo a un centro de salud para tratar alguna enfermedad oncológica o no oncológica redirigiendo su atención a su salud y no a las antenas, el balance positivo era indiscutible. El intendente respondió que si las personas no querían la antena él no iba a desobedecer el pedido de su pueblo.

“Ya no Dios ni la naturaleza, las brujas son las responsables de todo” señala el jesuita Friedrich von Spee en su libro Precauciones para los acusadores, al que cita Sagan. El jesuita que había escuchado las confesiones de personas acusadas por brujería publicó una serie de recomendaciones para evitar injusticias.

Hizo referencias a la labilidad de los gobernantes (príncipes) que ordenaban a sus jueces investigaciones sobre brujería basándose en testimonios, rumores y acusaciones ridículas de informadores. Tiempo después de la situación de la antena, en otro barrio de la misma ciudad, el intendente relataba la historia con aires de éxito, en un acto en que inauguraban un parque para niños.

Lo que puedo reconstruir para parafrasear de su discurso es algo como “¿Para qué dar tantas vueltas? Muchos se preguntan si las antenas son buenas o malas, pero si el pueblo no quiere, que vaya a otro lugar la empresa a instalarla”. Aplausos y gritos alegres cerraron la reunión.

Internet y desinformantes

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) no se ha encontrado relación entre los transmisores de señales de radiofrecuencia y un mayor riesgo de padecer cáncer. En una búsqueda simple en internet, este es el primer resultado al utilizar las palabras antenas y cáncer en el buscador.

Actualmente, en Paraguay, en algunas zonas rurales, hasta el 90 % de los hogares no tiene acceso a internet, según el informe especial “Universalizar el acceso a las tecnologías digitales para enfrentar el impacto del COVID-19”, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

De manera tragicómica, el error de nuestros príncipes desinformantes que promueven el temor de la población a las herramientas para acceder a información -en este caso, por medio de las antenas de empresas de telefonía- obstaculizan todavía más a la salud pública. Sobre todo en contextos en que cada vez más se centralizan en internet los sistemas de información, de gestión y de denuncia.

El temor a las antenas es similar a querer volar. Y las autoridades, complacientes, son quienes entregan una capa a los ciudadanos y ciudadanas y nos invitan a saltar desde lo alto de una basílica.

Una bruja de cara blanca se encuentra con una bruja de cara negra, que tiene una gran bestia, en una xilografía de 1720. (WikiCommons)

Publicación realizada en el marco del Proyecto Transición.

* Jéssica Cohene es licenciada en ciencias de la comunicación por la Universidad Nacional de Asunción (UNA). Trabaja de forma independiente en comunicación estratégica para organizaciones sin fines de lucro, creando y apoyando campañas de comunicación para el desarrollo y como analista de comunicación audiovisual para un organismo no gubernamental. Como escritora, sus cuentos fueron publicados en la antología internacional “Lascivia textual” de la Revista Y, en la revista digital de literatura Liberoamérica y sus poemas en plaquetas literarias. En su ciudad natal, Caacupé, trabajó como editora de la sección cultural del periódico El Informador, fue conductora de radio y televisión. En 2021 fue seleccionada por el Proyecto Transición para representar a la literatura del departamento de Cordillera.

 

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2 COMENTARIOS

  1. Muy buen enfoque, la gente llego a satanizar las antenas y toda la gente que critica las antenas tienen celulares; no me sorprendería ver a esa misma gente haciendo caravanas en autos pidiendo el cierre de los surtidores

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