Por Joel López Vidal *
A los habitantes de mi comunidad (Arasaty, Piribebuy) por mucho tiempo les hicieron creer que se ganaban la vida cuando trabajaban duro, sin importar el jornal, la salud ni la educación de sus hijos. A decenas de ellos, el tiempo les demostró que, en realidad, esa era la forma de derrochar -poco a poco- su existencia y la de sus descendientes.
El 37,1 % de los más de 7.350.000 habitantes del Paraguay es rural (INE, 2021). La mayor parte de este sector ha vivido durante décadas maniatada por las situaciones desfavorables. Sucede que hasta hoy existe una enorme desigualdad en la tenencia de la tierra, altos niveles de pobreza en el campo en un contexto de expansión de la producción agrícola mecanizada, pero en consonancia con una desatendida y precaria agricultura familiar campesina (Cadep, 2020).
Por si faltaran inconvenientes, el nivel de analfabetismo y las dificultades para acceder a ciertos niveles de educación son más acentuadas en las comunidades rurales (Ortíz et al., 2014).
En mi distrito natal, es fácil verificar la existencia de dos tipos de trabajadores rurales: los que trabajan su propia tierra (que venden o consumen sus productos para sobrevivir) y el grupo que no tiene tierra suficiente para sus propias producciones, por lo que depende de algún empleador o socio para subsistir.
El rubro principal de los mayores empleadores de mi comunidad de origen ha evolucionado -en los últimos años- de la caña de azúcar a las grandes huertas, con plantaciones de locotes, tomates, cebollas y otras frutas u hortalizas.
Sin embargo, lo invariable es el bajo salario que perciben los trabajadores en estas fincas, además de la indigna condición laboral. Es una especie de esclavitud modernizada como contrapartida a las grandes necesidades básicas de los habitantes.
En mi pequeña compañía del distrito de Piribebuy -al que añoro día y noche- teníamos un concepto de libertad muy generalizado. Básicamente, tenía que ver con fines de semana a las sombras de algún árbol, tereré en mano, o tal vez con unas jarras de vino para desquitarnos del duro trabajo de las jornadas anteriores.
Pero el astrónomo y divulgador científico Carl Sagan tenía otra visión: la verdadera libertad es aquella que se adquiere a través de una alfabetización de calidad que apunte a ser un arma contra la esclavitud, la pobreza, la ignorancia y la desesperanza (Sagan, 1995). Tal cosa no existía por esos lares.
Con el tiempo, he podido percibir que poco es nada en muchas de las problemáticas del Paraguay, también se aplica en la búsqueda de una verdadera alfabetización. No es suficiente llevar libros a los hogares de los niños y las niñas, que quién sabe qué otros problemas afrontan todos los días.
Desde esta perspectiva, describo unas situaciones anecdóticas que en ocasiones se reflejan en mis recuerdos. Hacia el año 2000, de niño acostumbraba a observar a una humilde señora que frecuentaba la casa de una tía para ver su telenovela de las tardes. En esa época era uno de los pocos hogares con un televisor en la zona.
En más de una ocasión la recuerdo “prestando fuego” (de leña en la cocina) con el fin de entibiar agua para el biberón de su niño más pequeño. Agregaba siempre un poco de azúcar al recipiente para rematar el antídoto que daba al chico cada vez que entraba en llanto.
Luego de varios años, uno de los miembros de esa misma familia me había pedido apoyo con sus lecciones de matemática y castellano, a lo que accedí. Estudiamos varias jornadas, pero mi rabia e impaciencia crecían todos los días. Mi amigo no resolvía por sí mismo las tareas básicas, no lograba entenderse con los números ni con las letras y yo no llegaba a entender el porqué.
Mucho tiempo después, tuve la suerte de acceder a una educación universitaria, pude leer textos y asistir a conferencias que hablaban sobre la desnutrición en las personas.
Comprendí que incluso desde el embarazo de la madre los efectos pueden ser devastadores en el desarrollo de un niño, pudiendo derivar en una discapacidad intelectual o incluso en el retraso del crecimiento. Es decir, fácilmente puede llevar a un bajo desempeño o incluso a la deserción escolar (Calceto-Garavito, 2019).
Ocurre que, entre los elementos que interactúan en el analfabetismo se incluyen la pobreza, la desnutrición, los problemas de salud, el trabajo infantil, la migración y la falta de acceso a una educación continua, principalmente. Todos ellos influyen en la vulnerabilidad de los individuos y varían dependiendo del género, la edad, el grupo étnico y la localización geográfica (Rodríguez, 2020).
Sobre la problemática que representa la desnutrición, podríamos estar hablando de personas condenadas, desde antes de nacer o poco después de hacerlo, a no conocer la realidad del mundo como tal. Individuos forzados a dejar de soñar, cuando podrían haber sido reconocidos, en un futuro, como grandes médicos, artistas o ingenieros, si otra fuera su experiencia de vida.
Según datos del Instituto Nacional de Alimentación y Nutrición (INAN), en Paraguay el 12,7 % de los niños y niñas menores de 5 años padece de desnutrición crónica, siendo estas cifras más altas en los niños y en la población que reside en áreas rurales.
Si hubiera sabido un poco de estos aspectos en los días de estudio con mi amigo, habría sido diferente mi paciencia. Una mayor tolerancia al ayudar, quizás una más empatía. Sobre todo, es necesario obligarlos a entender a los autores de las políticas públicas del país la importancia de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos en todos los aspectos (U.S.News, 2020).
Un factor importante es sin duda un buen nivel de alfabetización. Según nos cuenta Sagan, un tal Frederick Bailey –escritor y abolicionista- escapó una vez de la esclavitud y caminó hacia la libertad absoluta gracias al trabajo de la alfabetización.
Por qué no, apostar a la misma herramienta, en lo mínimo, para salir del bucle del subdesarrollo. Y así tratar de terminar con las penurias consumidas por tanta gente, desde sus inicios en los brazos del Paraguay.
Publicación realizada en el marco del Proyecto Transición.
-Lea el artículo del representante de Central.
-Lea el artículo de la representante de Cordillera.
-Lea el artículo del representante de Itapúa.
Referencias
-IMAS, V. (2020). Agricultura familiar, ODS y recuperación económica pospandemia. Asunción: CAPEP.
-CALCETO-GARAVITO. (2019). Relación del estado nutricional con el desarrollo cognitivo y psicomotor de los niños en la primera infancia. Revista Ecuatoriana de Neurología.
-INAN. (2020). Situación nutricional de niños menores de cinco años que acuden a servicios públicos de salud en el Paraguay. Asunción: Instituto Nacional de Alimentación y Nutrición.
-INE. (2021). Población rural del Paraguay. Fernando de la Mora: Instituto Nacional de Estadística.
-OIRTÍZ, L. compilador. (2014). La educación en su entorno. Sistema educativo y políticas públicas en Paraguay. Asunción: CADEP/ILAIPP.
-RODRÍGUEZ, A. (2020). Alfabetización, lectura y sociedad: una mirada desde la historia. Ciudad de México: UNAM Ediciones.
-SAGAN, C. (1995, 2017). El mundo y sus demonios. La ciencia como la luz en la oscuridad. Barcelona: Crítica.
-U.S.News. (2020). Quality of Life.
* Joel A. López Vidal es ingeniero electricista por la Universidad Nacional de Asunción (UNA). En el sector privado ha trabajado en empresas del área de la formación técnica específica y en la docencia. En la etapa universitaria fue presidente del Centro de Estudiantes Universitarios del Interior Residentes en Asunción (CEUNIRA) y secretario de Planificación y Proyectos de la Asociación de Estudiantes de Electricidad (AEE). En la rama de investigación, ha participado en líneas de trabajo sobre las negociaciones en ITAIPÚ Binacional. En 2021 fue seleccionado para participar en el Proyecto Transición, de la Revista Y y Ciencia del Sur.
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Definitivamente, la pobreza no es sólo económica.
Excelente artículo estimado Joel, acotar también qué hay estadísticas que demuestran que los países con mayor índice de anemia (deficiencia de hierro) son coincidentemente los países con más bajo desempeño académico y con más porcentajes de deserción escolar, urge un análisis más profundo sobre la calidad de los alimentos que forman parte de los famosos “almuerzos escolares” y verificar si realmente cumple con la entrega mínima de nutrientes necesarios para el desarrollo cognitivo de los estudiantes.
Muchas gracias por tu excelente agregado Ing. Fabian. Definitivamente falta un combate integral contra estas cuestiones. Verdaderas prioridades.
Excelente artículo!
Excelente análisis Joel, me parece muy acertado este análisis en el sentido de que hoy en día estamos todavía con un grado considerable de analfabetas en nuestro país así como indice de desnutrición, es un llamado de atención para ver estrategias e ir encarando esta situación en nuestro país..
Como se menciona en los comentarios, necesitamos «urgente» un mejor análisis de nuestra situación en particular y, lo antes posible, un combate integral para terminar con estas penurias. Algo más que parches electorales.