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Si pensamos en un libro paraguayo de 455 páginas, que reúna a 38 autores locales de casi cinco siglos y revisara la tradición de la literatura nacional, hablamos de Paraguay cuenta, compilado y editado este año por Sebastián Ocampos a través de Editorial Y. Augusto Roa Bastos, Josefina Plá, Renée Ferrer, Javier Viveros o Mónica Bustos son algunos de los integrantes de esta antología “que irradia el abismo”.

La búsqueda de la verdad y la belleza en las letras, la lucha contra el chonguismo y la arbitrariedad en la literatura paraguaya y hasta la necesidad de declarar “emergencia cultural” debido al avance del analfabetismo funcional son algunos de los tópicos que abordamos recientemente con Sebastián (el 6% de los paraguayos son analfabetos). En esta entrevista con Ciencia del Sur, el autor también habla de la ética y la falta de rigurosidad en licitaciones públicas sobre libros y algunas políticas culturales de fomento a la lectura.

Ocampos (Asunción, 1984) es presidente de la Asociación Literaria Arandu (ALA) y director  de RevistaY y del Taller de Escritura Semiomnisciente. Fue el coordinador general del Foro Internacional del Libro de Asunción 2018. Autor de Espontaneidad (2014), recibió distinciones en diversos concursos y participó como jurado en algunas competencias literarias. Sebastián también fue seleccionado como uno de los 23 escritores jóvenes de América para el Proyecto Arraigo.

―¿Qué representa Paraguay cuenta para ti como escritor? ¿Un libro antológico más? ¿Una apuesta crítica de la literatura paraguaya? 

―Representa una tradición literaria, de la cual me considero parte. Una tradición que antes de este libro parecía inexistente. Formalmente, es una antología, pero no un «libro antológico más» porque nadie lo había investigado, seleccionado y publicado antes. Sí, es una apuesta crítica y un enaltecimiento de la literatura paraguaya: responde que tenemos obras literarias de más de un siglo (los estudiosos repetían que no teníamos nada más) y que contamos con obras de calidad para trascender las fronteras.

―¿Cómo se hace una selección de obras de 500 años? ¿Cuánto tiempo te tomó seleccionar y editar?

―Soy lector literario desde hace media vida. Tuve la fortuna de leer y conocer a muchos escritores connacionales. Y en cada medio que me tocaba editar, revistas o periódicos, incluía espacios literarios para publicar obras excepcionales, con el permiso de sus autores, como «Solo un momentito» de Bareiro Saguier y «El refutador» de Ramírez Santacruz, solo para nombrar a dos. También los compartía en las charlas y los talleres que dictaba. Era una forma de decirle a los lectores: ¡Lean este cuento, les fascinará! Es decir, lo que hacía parecía encaminarme hacia Paraguay cuenta.

El proyecto de la antología en sí nació a inicios de 2017. Desde hacía años lamentaba que nuestra literatura fuera tan desconocida en el país (si en Paraguay hay lectores de libros, un porcentaje ínfimo ha de leer libros de literatura paraguaya) y tan indiferente para el resto del mundo (en mi experiencia fuera del país, al único que suelen nombrar es a Roa Bastos).

Pensaba que podía hacer algo al respecto y le propuse el trabajo a Rogelio Vallejo, profesor jubilado de la Universidad de Bristol (Reino Unido), para que me acompañara como lector crítico. Al principio, con poca experiencia en búsqueda en archivos y bibliotecas, asumí que lo culminaría en un año. ¡Pobre del que, sin subsidio ni financiación, emprenda una labor arqueológica en los archivos paraguayos!

En fin, incluso con la ayuda del bibliotecólogo Fredy Fretes y de muchas otras personas, tardé dos años. Y sé que todavía hay mucho que investigar… pero ya relevo la tarea a otros trabajadores de las letras.

Sebastian Ocampos, presidente de la Asociación Literaria Arandu y director de la Revista Y. (José Galeano / Foro Internacional del Libro)

―El lector común a veces ignora cuál es el proceso de selección en una antología o libro de varios autores. ¿Qué elementos o características debían reunir los cuentos reunidos en Paraguay cuenta? ¿Qué los hicieron merecedores?

―No solo el lector común. En las antologías, en muchos casos simples compilaciones, los responsables suelen evadir los criterios de selección. Y como carecemos de críticos especializados y de lectores críticos, se permite todo tipo de publicación, hasta de textos demostradamente apócrifos.

En Paraguay cuenta me propuse dos criterios: rescate histórico de las ficciones de los siglos XVII, XVIII y XIX; y calidad literaria de los cuentos publicados en los siglos XX y XXI. Con el rescate histórico, no hay problemas; de hecho, todos lo celebran: por fin podemos leer nuestro pasado narrativo (algunos ejemplos).

En cuanto a la calidad, en la introducción primero explico que los cuentistas distinguimos entre relato y cuento; luego, menciono mi tesis: todo cuento necesita un pretexto; definido el cuento, confieso que cuando leo, valoro dos aspectos inherentes a la narración: el contenido sincero y el placer estético. En los cuentos seleccionados (algunos magistrales, otros excelentes, los demás suficientemente buenos), podemos reconocer la simbiosis entre la verdad y la belleza.

―¿Cómo evitar el amiguismo o la arbitrariedad en este proceso?

―El arte trasciende a sus creadores. Como lector, no tengo en cuenta a las personas que firman los libros (y como escritor, solo me interesan sus lecturas y procesos creativos). En Paraguay cuenta seleccioné cuentos de autores con delitos demostrados, como Mario Halley Mora, y autores con posturas ideológicas (aporofobia, misoginia, homofobia, etc…) que me provocan repulsión personal, pero como antólogo solo juzgaba las obras (y me cuestionaba cómo este tipo de gente puede escribir tan malditamente bien).

El amiguismo que mencionas, también llamado chonguismo, quizá con mayor precisión local, es el modo habitual de quienes solo se unen como cómplices para beneficiarse entre sí. Son redes de intereses extraliterarios que definen, por ejemplo, las publicaciones, los libros educativos, los premios (en los concursos más importantes del país, el Premio Nacional y el Premio Municipal, todavía hay jurados que ―muchas veces sin leer los libros― no premian el mejor libro, sino la dícese trayectoria de ciertos autores).

Y como la mayoría está enredada de una u otra forma, la que termina perjudicada es la propia literatura paraguaya.

En síntesis, podemos evitar el amiguismo, el nepotismo, la arbitrariedad, con la ética personal, el criterio literario y la vida austera (como has de saber, si no sigues las reglas implícitas de los negocios entre cómplices, te tocará trabajar siempre a contracorriente).

―Uno de los objetivos del proyecto fue responder a la pregunta: ¿Paraguay se cuenta o se narra? Afirmas que sí. ¿Qué narran los autores y las autoras de este país?

―Sí, las narraciones que buscan interpretar críticamente la realidad que nos interpela, el mundo interior y el mundo exterior de sus autores. Pero esta tradición literaria vinculada a su tiempo y espacio no es la más publicada. El pasado es lo que más se (re)escribe y publica en el Paraguay, sobre todo el pasado bélico.

La historia de las guerras internacionales ha de ser la única industria creativa del país: la explotan los narradores, los poetas, los historietistas, los audiovisualistas, los publicistas, los músicos, los dramaturgos, los dibujantes, los pintores, los escultores… ¡Lo difícil es hallar a quienes no la explotan! Por supuesto, esta recreación constante del pasado tiene un fundamento nacionalista (si en el presente no hay nada de qué enorgullecerse, a esta gente solo le queda la opción de falsificar el pasado) y comercial (sus explotadores, obviamente, no viven de la grandilocuencia pretérita, sino de los negocios que hacen con el Estado y ciertas organizaciones y empresas).

Por otra parte, sobreviven los textos folclóricos (mitos, leyendas, anécdotas locales) y están en auge los textos moralinos, de autoayuda, los que simplifican la realidad y pontifican sobre lo que es bueno y lo que es malo, en especial sobre lo que debes hacer y lo que no debes hacer para ser feliz, una de las voces dogmáticas industrializadas del individualismo neoliberal.

―¿Tiene realmente tradición la literatura paraguaya?

―Paraguay cuenta con obras y publicaciones literarias (manuscritos, códices, periódicos, revistas, libros), pocas hasta el siglo XIX, muchas en el siglo XX y en aumento constante en el siglo XXI. Sin dudar, podemos afirmar que hay un corpus literario y un imaginario común. Paraguay cuenta presenta una tradición literaria, fácil de reconocer si se lo lee de principio a fin, pues los relatos y los cuentos dialogan entre sí, razón por la que Maribel Barreto afirma en el prólogo que la antología es un conjunto orgánico.

Paraguay cuenta es un libro editado por la Editorial Y, cuyo director es Sebastián Ocampos. (Gentileza)

―Victorio Suárez divide los periodos literarios en generaciones. En Paraguay cuenta vemos que lo que los une es el trabajo intelectual con base del infortunio y la desgracia. ¿Cómo se sobreponen otros temas como la búsqueda de la libertad o la lucha de los oprimidos?

―La figura del infortunio está muy ligada a la historia del Paraguay, desde sus inicios, cuando fundaron la ciudad de Asunción, hasta ahora, con un país cada más desigual, empobrecido y violento. Es el gran tema, narrado a través de diversas ficciones como la búsqueda de la libertad (libertad/vida que en algunos cuentos, como «Los Cuervos de Icaria» y «La carabela», está en otra parte) y la lucha de los oprimidos (como en «Amarga cosecha», «Orden superior» y «La muertita», luchas reprimidas por el propio Estado).

―Si la tradición literaria del Paraguay es irradiar el abismo, ¿en qué se diferencia de otras tradiciones literarias? ¿Qué lo hace auténtica u original?

―La tradición literaria local permite una interpretación crítica del contexto. La del Paraguay, a diferencia de otras, irradia el abismo. ¿Y qué es el abismo? Casi todo lo que define el diccionario: realidad incomprensible (por qué el infortunio se ha enamorado del país), infierno (muchísima gente condenada a la miseria, la pobreza, el analfabetismo ―también funcional―, la inasistencia sanitaria), ruina moral (una justicia violada/manipulada por los dueños del país y sus secuaces políticos).

Mientras otras sociedades cuentan con políticas públicas que garantizan derechos (y provocan vidas y ficciones sobre otros temas), aquí todavía padecemos un Estado sin ninguna política pública para el bien de todos sus habitantes. Es decir, el contexto nos define. Y las ficciones de nuestra tradición literaria lo irradian: nos permite comprender, por ejemplo, las razones del silencio, la sumisión y la inacción ciudadana que caracterizan al paraguayo.

Si me permites, quiero dar un ejemplo no literario para explicar las diferencias de contextos. Actualmente, una adolescente sueca es la voz de una huelga colegial contra el calentamiento global y sus consecuencias. En su contexto no es de extrañar que ella y sus compañeros se consideren ciudadanos del mundo y que por tanto quieran protestar y exigir cambios en las políticas ambientales, a través de los medios masivos y las instituciones internacionales que les dan el derecho a expresarse.

¿Podríamos imaginar una situación similar si esos adolescentes fueran paraguayos? La respuesta parece tan obvia que la pregunta se vuelve absurda. ¿Cómo podrían considerarse ciudadanos del mundo y sostener una huelga de meses contra el calentamiento global si nuestro contexto les obliga a preocuparse por cuestiones locales urgentes o inmediatas?

¿Y qué puede hacer la literatura ante eso? ¿Simplemente evadir la realidad e imaginar que los colegiales paraguayos son como los suecos y que cuentan con una representante diciendo algunas verdades en la asamblea general de la ONU? En todo caso, cuestionarse si el Paraguay existe… porque en esta asamblea general parece ausente. ¿Ni siquiera contamos con un presidente que, ante los representantes de los cinco continentes, pueda tomarse una selfi o decir/repetir que el Paraguay es la envidia del mundo?

Y no, ni siquiera podemos contar con este meme global, pues son tantas las urgencias en el país (últimamente los incendios forestales provocados por los ganaderos) que hasta el presidente y su gavilla debieron suspender estos lujosos viajes para atender demandas locales.

―Varias de las obras del libro terminan en muerte (asesinatos o suicidios). ¿Les cuesta a los autores paraguayos irradiar esperanza u otra alternativa al infortunio?

―La literatura no tiene a la esperanza como objetivo, sino a la verdad (de la historia) y la belleza (de la palabra). En muchas de las ficciones del siglo XX, el fatalismo está presente (lo que tiene sentido: no solo fue el siglo más violento del país, sino del mundo). En las ficciones del presente siglo, los personajes intentan rebelarse ante el destino (la condena de nacer aquí) y buscan crearse un porvenir… pero el pasado y el contexto aún les impide ser quienes desean ser. ¿Acaso esto no nos sucede a todos?

―El argumento de «La diatriba» gira en torno a un joven escritor que quiere publicar su obra, pero sin cometer los viejos errores y vicios de sus colegas asuncenos. En la vida real, ¿los propios escritores niegan al país que les da escenarios e ideas para sus trabajos? ¿O sobrevaloran obras que no deberían haberse publicado?

―Sí, por supuesto, existen escritores que niegan la mierda del país y que la falsifican, en especial el pasado, como dije en una de las respuestas anteriores. Y sí, muchos también sobrevaloran textos pésimos y nocivos. Es la consecuencia de carecer de críticos especializados y lectores críticos, y de que los libros más publicados y distribuidos estén a cargo de personas con intereses extraliterarios (comerciales, institucionales, nacionalistas…).

La línea sobre la negación de la mierda en el cuento tiene como fuente una escena autobiográfica: cuando gané un premio literario y me tocó discursear, dije: «Agradezco que en este país de mierda existan fundaciones como la que organiza este concurso». Luego, durante las fotos, una de las jurados se ubicó a mi lado y me aconsejó que no usara la palabra «mierda», sino otra que comunicara lo mismo.

Reflexioné mucho sobre ese consejo, la moralina, el pudor y la susceptibilidad que caracterizan a muchos escritores connacionales. Y luego escribí el cuento… que parecía predestinado a cerrar Paraguay cuenta.

―¿Qué elementos o características representarían hoy al escritor paraguayo? ¿Hay más competencia? ¿Está mejorando la calidad? ¿Faltan más correctores y editores?

―Una característica del escritor paraguayo de hoy, a diferencia del pasado, es que escribe sobre lo que quiere y publica como puede, ya sea con una editorial o por su cuenta, a bajo costo e incluso sin costo, en edición digital. Y se tienen muchas herramientas virtuales para crearse un público lector.

No sé si hay competencia literaria, aunque sí podría decir que hay rivalidades personales. En cuanto a la calidad, te repito lo que me dijo un alumno, luego de leer Paraguay cuenta: los cuentos de Barrett, Josefina Plá, Roa Bastos, Halley Mora y Bareiro Saguier son obras finales; sin embargo, los cuentos de los autores contemporáneos todavía parecen en proceso.

Y sí, necesitamos que todas las editoriales trabajen con profesionales: editores literarios, correctores de estilo, diseñadores, ilustradores, fotógrafos, etc. Es inaceptable que las editoriales, algunas con millonarias licitaciones públicas, continúen publicando libros descuidados. Un libro no es una simple mercancía.

―¿Cuesta superar el aislacionismo de la literatura paraguaya? ¿Hoy somos más universales?

―Superar el aislamiento exige políticas públicas culturales, no solo escritores con voluntad de escribir lo mejor que puedan y de que trabajen como sus propios agentes literarios.

Para no soñar taaanto, solo menciono una política pública realizable: que la Secretaría Nacional de Cultura y el Ministerio de Relaciones Exteriores convoquen a un grupo de expertos para seleccionar los cien mejores libros de la literatura y el pensamiento paraguayos, con el fin de editarlos, traducirlos, publicarlos y distribuirlos a través de las embajadas y los consulados a las universidades de todos los países con los que Paraguay tiene relaciones diplomáticas.

¿Imaginas esto? ¡De pronto existiríamos en el mundo! ¡Y no como un país de criminales!

―¿Hoy somos más universales?

―Algunos libros enaltecen la literatura, es decir, son universales. Pero sin políticas públicas que fomenten, como mínimo, la edición cuidada y la distribución educativa, nuestros libros no llegarán a las manos de los lectores extranjeros. Hasta para que las corporaciones editoriales se fijen en nosotros, Paraguay primero debe volverse un mercado rentable (con lectores e instituciones, como las bibliotecas, que compren libros).

―¿Se puede tener un país de más lectores? Criticas también la falta de políticas públicas realistas al respecto y puntualizas que la lectura casi se da por un proceso de “caridad ciudadana”. ¿Tan mal estamos en el área? ¿Se sigue leyendo poco en el país?

―Sí, solo debemos seguir el ejemplo de los países con sociedades lectoras, o sea, formar un equipo de expertos en el tema y planificar y ejecutar políticas públicas que fomenten el libro y la lectura. Como mínimo, cinco políticas públicas simultáneas.

1. Que el Ministerio de Educación y Ciencias fomente la lectura (voluntaria, no obligatoria, no memorística) de literatura paraguaya, latinoamericana y mundial en todas las escuelas y los colegios, en los idiomas oficiales del país y también en los idiomas nativos, algunos en peligro de extinción.

2. Que los medios de información públicos y privados cuenten con programas semanales sobre libros, especialmente de literatura paraguaya y latinoamericana, para leerlos, analizarlos, comentarlos, criticarlos, promocionarlos, obsequiarlos, etc., con la participación activa de escritores, críticos, editores, académicos, profesores, bibliotecarios, lectores…

3. Que la Biblioteca Nacional del Paraguay (BNP) compre ejemplares de las primeras ediciones de los libros publicados en el país y los distribuya entre las bibliotecas municipales y comunitarias, espacios que a la vez deberán organizar compañas locales de lectura y divulgación, no con voluntarios, sino con trabajadores capaces y con salarios dignos.

4. Que la BNP tenga una Biblioteca País digital, gratuita y constantemente actualizada, quizá como la de Plan Ceibal del Uruguay.

5. Que las instituciones mencionadas garanticen la formación constante de mediadores y promotores de lectura (en la primera etapa con asesoramiento de expertos extranjeros) que acompañen los cuatro puntos anteriores.

Aunque no contemos con datos precisos sobre la lectura en el país (los que suelen mencionarse carecen de información completa y de fuentes confiables), sí contamos con datos sobre el analfabetismo y el analfabetismo funcional. Tan alarmantes que ya debería haberse declarado el estado de emergencia cultural, como propusimos el pasado año en el Foro del Libro (pero es más probable que todos nos embrutezcamos o huyamos del país antes de que el Estado asuma la responsabilidad, así como ahora es más probable que se incendien todos los bosques antes de que el Estado declare la emergencia nacional).

Y sí, como digo en la introducción de Paraguay cuenta y me lo recuerdas, el fomento de la lectura aún depende de la caridad ciudadana: las propias instituciones públicas, aliadas con empresas y organizaciones con ¿y sin? fines de lucro, solicitan a la ciudadanía que done libros, a veces hasta dinero, y que sea voluntaria de programas educativos.

La caridad ciudadana, así como los proyectos comunitarios o colectivos de fomento de la lectura, no solucionan el problema estructural de la ignorancia institucionalizada. Solo las políticas públicas que garantizan el derecho a la lectura para todos los habitantes pueden construir ciudadanía y hacernos transitar verdaderamente hacia la democracia participativa.

―En el libro están claras tus razones para leer. ¿Pero por qué escribir en Paraguay?

―Porque nací y aún vivo en Asunción. Entonces la pregunta sería: ¿por qué sigo viviendo/escribiendo aquí? Una respuesta es que me siento profundamente en deuda con las personas que tuve la fortuna de conocer desde que decidí volverme escritor, hace media vida. Casi todas, durante la dictadura stronista, debieron exiliarse y rehacer sus vidas individuales y familiares en otros países.

Sin embargo, y a pesar de haber logrado el reconocimiento de las sociedades que los recibieron, decidieron regresar. ¿Por qué regresar al país que los expulsó y a muchos hasta retiró la nacionalidad? Porque sabían que la gente los necesitaba. Y entre esa gente estaba yo, joven pobre y ávido de todo el conocimiento del mundo, necesitado de maestros sensibles, críticos, solidarios y consecuentes con sus ideales, para que me guiaran en el descenso y el ascenso de este abismo.

 

Para adquirir el libro «Paraguay cuenta» se puede llamar al 0961-419246 o escribir un email a [email protected].

 

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Director ejecutivo de Ciencia del Sur. Estudió filosofía en la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y pasó por el programa de Jóvenes Investigadores de la UNA. Tiene diplomados en filosofía medieval y en relaciones internacionales.
Condujo los programas de radio El Laboratorio, con temática científica (Ñandutí) y ÁgoraRadio, de filosofía (Ondas Ayvu).
Fue periodista, columnista y editor de Ciencia y Tecnología en el diario ABC Color y colaboró con publicaciones internacionales. Fue presidente de la Asociación Paraguaya Racionalista, secretario del Centro de Difusión e Investigación Astronómica y encargado de cultura científica de la Universidad Iberoamericana.
Periodista de Ciencia del Año por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (2017). Tiene cinco libros publicados.

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