Su nombre científico es Eunectes notaeus, puede alcanzar los seis metros de largo y se alimenta de pequeños mamíferos y aves. En el sur de Bahía Negra (Alto Paraguay) un grupo de vecinos alertó sobre la presencia de una curiyú, anaconda amarilla o mbói kuriju en guaraní, ya que algunas personas querían matarla.
Estaba acurrucada y muy cerca de un grifo que perdía agua. Allí, en medio de las malezas, se mantenía inmóvil frente a una casa particular, al lado de la despensa “Noemí”. Muchos la observaban con inquietud y curiosidad. ¿Tenía miedo u ocurría lo contrario?
«¡Vamos pues a ver a la curiyú! Jaha!» dijimos cuando Andrea Adorno, de la ONG local Eco Pantanal, llegó hasta el hospedaje Don Nacho, donde estábamos instalados, para contarnos la noticia.
Representantes de las organizaciones World Wildlife Fund Paraguay (WWF), Guyra Paraguay y el Instituto de Derecho y Economía Ambiental (IDEA), aliadas al proyecto PaCha (Pantanal Chaco), se trasladaron hasta esta zona al norte de Paraguay, aislada y en donde se hace lo posible para sobrevivir, para realizar varias actividades junto con autoridades y organizaciones locales: ayudar al establecimiento de un ordenamiento territorial en los distritos de influencia del Pantanal, impulsar el desarrollo de la riqueza natural de forma sostenible y garantizar asistencia a los y las pobladoras, preservando su cultura.
Un grupo de esta comitiva quería trasladarse hasta la capital, Asunción, esa misma tarde del jueves 31 de mayo, pero ese viaje por tierra tuvo que ser suspendido debido a las lluvias, que hicieron al camino más intransitable. Cuando nos dirigíamos a ver a la curiyú, cerca de las cinco de la tarde, observábamos a las y los curiosos sacando fotos.
Gracias a nuestra llegada impedimos que niños y niñas del lugar siguieran arrojando piedritas y ramitas secas, pretendiendo que la reptil se mueva y vaya a otra parte. Otras personas querían matarla directamente. De a poco venían más habitantes para observar, grabar videos y captar imágenes. Poco a poco el sol se escondía.
Una colega periodista, Mónica Bareiro, quien nos acompañaba para hacer una publicación especial en el medio en el que trabaja, llamó por teléfono a Alexis Arias, el guardabosque de la ciudad. Al enterarse de lo sucedido, éste acudió al auxilio sobre su moto. Primero estudió la situación, al parecer algo temeroso, y posteriormente pidió la ayuda de otras dos personas para sostener a la anaconda.
—¿Por dónde podemos ir? —preguntó Arias.
Andrea Adorno y otros vecinos mencionaron que a una cuadra de allí había un pequeño caminito que desemboca al río Paraguay.
El siguiente desafío era conseguir voluntarios dispuestos a participar en el complicado operativo de traslado y devolución al río del animal.
Víctor Tabel de IDEA volvió a su vehículo para buscar un par de guantes y ayudar en la tarea. Se le sumó a la hazaña Guido Cubilla, de WWF Paraguay, mientras una voluntaria huía al ver que la gran serpiente se movía repentinamente, segundos antes de que le levantaran la cabeza.
—Vas a asegurar la cabeza y allí te seguimos, ¿no? —consultó Cubilla, también algo dubitativo.
Se notaba que el animal pesaba bastante y que los muchachos tenían un poco de miedo, pero la insólita procesión se puso en marcha, en medio de gritos de apoyo y a la luz de los teléfonos celulares que grababan la escena. Niños, niñas, mujeres, hombres y perros avanzaban con mucho cuidado durante casi tres cuadras, en dirección al río. A lo lejos se observaba un atardecer aún encendido.
Antes de largar a la curiyú en su hábitat, los chicos posaron para los últimos flashes.
Tabel, uno de los que se ofrecieron a sostener a la reptil, dijo que pesaba muchísimo, como treinta kilos, y que a cada paso que daba, sentía cómo se deslizaba suavemente el animal.
“En verdad sentía miedo, pero la sensación de poder ayudarla a llegar hasta el río no tiene precio”, dijo.
No es venenosa
“Su mordedura es muy dolorosa y puede generar lesiones importantes, como dolores en general y heridas”, indicó el herpetólogo —especialista en reptiles— de la Guyra Paraguay, Hugo Cabral.
Comentó que viven normalmente en humedales o campos bajos y que son muy buenas nadadoras a pesar de su tamaño: “Al ser predadores y predadoras, que se ubican en lo más alto de la cadena alimenticia, es importante su conservación”, agregó.
Recordó que el primer ejemplar que se usó para describir esta especie, Eunectes notaeus, colectado justamente en la zona de Bahía Negra, fue durante el viaje del capitán Thomas J. Page en el siglo XVIII y descrita luego por Edward Cope.
La curiyú víctima de fake news
Este episodio nos hizo recordar otro famoso caso que involucró a una curiyú en la Estancia Karaja Vuelta, Puerto Colón, Alto Paraguay, y tuvo gran repercusión en la prensa y hasta en la política.
Era 2007 y recorría la noticia en todo Paraguay que un hombre había sido devorado por esta serpiente constrictora. Su esposa contó esta historia, quien luego admitió haberla inventado para obtener ayuda para sus hijos, actuando por despecho y debido a los apremios económicos por los que pasaba. Este hombre pasó de estar muerto en el interior de una curiyú a «está bien vivo» en una estancia.
Hugo Cabral dijo a Ciencia del Sur que es muy difícil que devoren a seres humanos, ya que solo pueden llegar hasta los seis metros. Sin embargo, al ser serpientes constrictoras, podrían llegar a matar a un humano si lo enrollan.
“Con las pitones y las anacondas más grandes sí hay casos donde han devorado a humanos”, sostuvo.
En un principio, la mayoría de los medios de comunicación en ese momento creyó el relato de la mujer y así dieron la noticia. Al día siguiente tuvieron que rectificar el error. El entonces presidente, Nicanor Duarte Frutos, pasó a usar ese ejemplo para desacreditar las denuncias de corrupción contra su gobierno en la prensa.
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Periodista, fotógrafa y cofundadora de Ciencia del Sur. Es estudiante de comunicación en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción. Es embajadora de SembraMedia en Paraguay, una ONG que nació para incrementar la diversidad de voces y calidad del contenido en español. Publicó tres relatos y un ensayo literario en la antología "Como el Big Bang-Cuentos y algo más", en 2017, con estudiantes de la Escuela de Escritores de El Lector.