“… Así pues, el asunto de la filosofía es el punto singular en el que el concepto y la creación se relacionan el uno con la otra. La tarea de la filosofía es crear conceptos que son aerolitos más que mercancías…”.
Deleuze y Guattari
¿Qué es la filosofía? (2009).
Mientras las grandes potencias se disputan la primacía de la inmunización ante el avance de la COVID-19 que no da tregua, en países como Paraguay –fruto del descalabro institucional– tenemos que contentarnos con pequeñas donaciones de vacunas que, aunque parezca insólito, hasta entran en cuarentena, antes de su utilización.
Todo en medio de denuncias de inmunizaciones vip y de turismo de vacunas de un pequeño segmento de la población que busca inmunizarse en vuelos de primera clase a Miami.
Con una economía cuya informalidad supera el 65 %, tras un año de crisis sanitaria y ante medidas de confinamiento que vuelven a recrudecerse ante el peor rostro de la pandemia en poco más de un año, en nuestro país hemos sido testigos de la precariedad de una sociedad desigual al extremo.
Con bases productivas escasamente industriales, concentradas principalmente en la producción cárnica y el monocultivo a gran escala— de una administración estatal inficionada de corrupción con grandes déficits en políticas públicas de educación y salud, fruto de la inequidad tributaria y de décadas de gobiernos prebendarios con estructuras clientelares.
Ante un Estado incapaz de responder a las demandas sociales, en los últimos meses el hambre se apoderó de grandes sectores de la sociedad paraguaya.
Ante un subsidio estatal que llegó tímidamente a los sectores más precarizados, una administración gubernamental que parecía centrar sus recursos en tratar de mejorar las infraestructuras sanitarias—abandonadas a su suerte durante décadas— pero en cuyo proceso saltaron a la vista innumerables denuncias de corrupción y desvío de fondos, la solidaridad “de los de abajo” no se hizo esperar en cientos de ollas populares.
Ollas que siguen alimentando hoy a miles de compatriotas a lo largo y ancho de la república y que fueron frenando una explosión social generalizada con consecuencias devastadoras, probablemente mayores que el peligro de un contagio masivo como el que estamos viviendo en la actualidad.
Pero el colapso llegó tras un año de medidas improvisadas y millonarios préstamos despilfarrados en la deficitaria gestión de la pandemia por parte del gobierno colorado de Mario Abdo Benítez —que escasamente dio la cara en los últimos meses, salvado una y otra vez por Horacio Cartes de un inminente juicio político—el colapso hospitalario y las muertes masivas nos invaden.
Mientras el desabastecimiento de medicamentos en los hospitales es extremo, la gente muere en los pasillos hospitalarios o se amplía a cada hora la lista de espera de camas en UTI. Ante esta realidad, el miedo al contagio dio paso a la indignación y la gente salió a las calles al grito de “Que se vayan todos” en una gran movilización nacional que sigue tambaleado al gobierno.
Ideologías foráneas y enfermedad mental
Pero como se ha hecho costumbre desde la época del dictador Alfredo Stroessner, la estigmatización ideológica no se hizo esperar.
Desde diversos frentes oficialistas las acusaciones no faltaron: “Todos los que se movilizan o manifiestan alguna posición crítica están ideologizados”, “son zurdos que buscan desestabilizar la paz social” o responden a “peligrosas ideologías de izquierda que representan una enfermedad mental y del alma”, son algunas de las mediáticas declaraciones que se hicieron virales en las últimas semanas.
¿Pero qué es exactamente una ideología? ¿Por qué está tan estigmatizado aún todo lo que suene a “ideología” en este país? ¿Cómo entender las ideologías en el contexto político paraguayo? Son algunos de los interrogantes que aún necesitan respuestas claras.
Digamos de entrada que, etimológicamente, ideología es una palabra compuesta por dos voces griegas: “eidos” (idea) y “logos” (razón, palabra, discurso), lo que nos lleva a entenderlo como un conjunto de ideas que reflejan posiciones y valoraciones éticopolíticas que los grupos humanos utilizamos para interpretar la realidad.
En ese sentido, consciente o inconscientemente, todos respondemos a alguna posición ideológica más o menos fundamentada, tal como puede leerse la conceptualización de ideología en el diccionario de Política de Ander Egg (1984) que la define como:
“Un conjunto de creencias, opiniones e ideas sobre el hombre, la sociedad, la historia y el mundo que proporciona un sistema de representaciones mentales acerca del modo en que los hombres se relacionan entre sí y con el mundo. Este sistema de representaciones es respuesta a los intereses, aspiraciones o ideales de una clase social ligada a sus condiciones de existencia y orienta y justifica las acciones y comportamientos prácticos de los hombres conforme con los intereses, aspiraciones o ideales de clase…”.
Habrá que buscar entonces las raíces históricas de esta confusión conceptual en nuestro medio. Si preguntamos a cualquier actor político en el gobierno qué ideología representa su partido, probablemente pocos puedan darnos respuestas convincentes, porque los propios partidos políticos tradicionales en el país -que se fundaron en la posguerra del 70 en una misma matriz ideológica liberal- fueron vaciando sus contenidos ideológicos por posiciones doctrinarias.
Mientras las doctrinas suponen un conjunto de instrucciones fijas en base a contenidos dogmáticos que se reproducen sin mayores cuestionamientos, las ideologías representan visiones de mundo en base a ideas y tradiciones que forman la conciencia social y la identidad individual y que son modificables con el tiempo. (Cfr. Ferrater Mora, 1964).
Pero la realidad política nos demuestra que el autoritarismo ha sido la ideología dominante en los diversos gobiernos hasta la era democrática. La censura, el desprecio y la estigmatización hacia el pensamiento distinto han sido la piedra de toque en las diversas épocas. La dictadura de Stroessner ha hecho de la demonización de la izquierda la moneda de cambio para el atropello, el asesinato y el exilio.
Entonces, ¿cuál es el origen de la distinción entre derecha y la izquierda? ¿Nos dicen algo hoy en día estas dos generalizaciones del espectro ideológico para comprender la política y la democracia?
En su clásica obra, Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política (1994), Norberto Bobbio realiza una clarificación interesante de ambas nociones desde sus orígenes en la Revolución Francesa en cuyas asambleas iniciales, los conservadores se habrían sentado a la derecha, los progresistas a la izquierda y los indecisos en el centro.
Tras realizar una clasificación de las diversas posiciones políticas, Bobbio concluye que la esencia que separa históricamente a las posiciones de derecha (conservadoras) e izquierdas (progresistas) es su posicionamiento ante la problemática de las desigualdades.
En general, para las izquierdas, la desigualdad está determinada social y culturalmente y es causada por la división de clases; mientras para las derechas, las desigualdades son naturales pues, históricamente, según dicha posición, prima el egoísmo natural de los individuos por sobre la cooperación social.
Debemos decir, en este sentido que la “ideología” como categoría de análisis fue construida conceptualmente recién en la Ilustración del siglo XVIII, y sin sus nociones fundamentales nos es inentendible actualmente cualquier campo práctico como la política, la economía o el derecho.
Aunque, en tiempos de globalización, de postmodernismo y de razón “débil”, encontrar fronteras bien definidas entre izquierda o derecha, es una cuestión compleja.
La ideología como obstáculo epistemológico
Fue el filósofo inglés Francis Bacon (1561-1626) quien elaboró un instrumento epistemológico para reflexionar sobre los mecanismos por medio de los cuales accedemos a un conocimiento objetivo e identificando los “obstáculos” que deforman la comprensión cabal de la a realidad.
A estas trabas Bacon las denominó “ídolos” y con ello inauguró una faceta gnoseológica de la crítica de las ideologías que será complementada en su faceta sociológica por otros autores como Helvetius, Holbach, pero, sobre todo, Carl Marx y Federico Engels.
Al respecto Bacon decía en su Novum Organum (1620), que “los ídolos y las nociones falsas que han invadido ya la humana inteligencia echando en ella hondas raíces, ocupan la inteligencia de tal suerte, que, la verdad solo puede encontrar a ella difícil acceso, y no solo esto, sino que, obtenido el acceso, esas falsas nociones concurrirán a la restauración de las ciencias, y suscitarán a dicha obra obstáculos mil, a menos que, prevenidos los hombres, se pongan en guardia contra ellos, en los límites de lo posible”.
Pero los filósofos empiristas como Bacon y los posteriores de la Ilustración, por lo general, mantenían una posición materialista contemplativa en el sentido de que interpretaban mecánicamente las relaciones de conocimiento (sujeto-objeto-individuo-sociedad) en la formación de las ideas.
Marx intentó ir más allá de esta posición incorporando a su análisis la dialéctica hegeliana y con elló creo una nueva herramienta epistemológica que partía de la praxis y la crítica de las ideologías.
Desde su bien articulado materialismo histórico, Marx y Engels entendieron ideología en dos sentidos que continúan hasta hoy: El primero para indicar el proceso mental de la “falsa conciencia” y el segundo, para mencionar un conjunto de ideas más o menos coherente.
Según la consideración marxista, ambas posiciones guardan un rasgo común en el hecho de estar marcados por los intereses de clase a la que pertenecen los individuos.
La síntesis de la posición marxista puede leerse en el prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política (1859) en la que Marx escribe:
“…en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia».
En otras palabras, para Marx, al igual que la mercancía, las ideas pueden “fetichizarse”[1] cosificándose como fuerzas autónomas que dirigen la historia y con ello se convierten en fenómenos alienantes como resultado de las contradicciones sociales derivadas por las estructuras de clase y de las que se vale el capitalismo para asegurar su supervivencia.
Se convierten, entonces, en eficaces mecanismos de control social al deformar el modo de aprehensión de la realidad de la que los sujetos no son conscientes.
A esto se refieren Marx y Engels en su conocida sentencia en La ideología alemana (1845/46) cuando afirman que: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho, en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente”.
En síntesis, podemos decir que, en la concepción marxista, las formas legales, políticas, religiosas y hasta filosóficas constituyen las formas ideológicas (superestructura) que se enraízan en la sociedad civil y en la economía política y producen la “alienación” material del sujeto en una estructura social.
El factor clave de la ideología, en este sentido, consiste en que, así como existe una ideología dominante puede constituirse una contra-ideología que, desde la toma de conciencia del individuo, contribuya en su proceso de liberación.
El concepto de ideología en la teoría social contemporánea
Tras los aportes marxistas, la cuestión de las ideologías se convirtió casi en patrimonio exclusivo de intelectuales de izquierda como Lukács y Althusser. Por otra parte, el auge de una sociología del conocimiento ayudo a la profundización de su noción como fenómeno global con autores como Max Scheler o Karl Manheim.
Pero el advenimiento de los estados de bienestar en Europa; la caída del muro de Berlín y el colapso del socialismo real en los años noventa del siglo pasado, dieron paso a la primacía del pensamiento único y a la predicción del final de las ideologías de Bell a Fukuyama.
Pero, contrario a las predicciones, la ideología está en nuestro día a día y opera en la historia –como dírá Slavoj Žižek– en tanto matriz generativa que regula la relación entre lo invisible y lo no visible, entre lo imaginable y lo no imaginable, así como los cambios producidos en esta relación.
Y es, precisamente, Žižek uno de los filósofos contemporáneos que más ha trabajado el tema de las ideologías. Para el autor, la palabra ideología puede designar cualquier cosa, desde una actitud contemplativa que desconoce su dependencia de la realidad social hasta un conjunto de creencias orientadas a la acción, desde el medio indispensable en el que los individuos viven sus relaciones con una estructura social, hasta las ideas falsas que legitiman un poder político dominante. (Žižek, 2003a p. 10).
En su obra, Ideología: un mapa de la cuestión (2003a) y, sobre todo, en El sublime objeto de la ideología (2003b) elabora la recuperación del concepto desde tres ejes teóricos.
El primero, desde una vertiente metalingüística de análisis de los discursos políticos o religiosos (doctrinas, ideas, creencias o conceptos) destinados a convencernos de su verdad, pero al servicio de algún poder inconfeso. El segundo eje ideológico que retoma es el análisis de las prácticas materiales reguladas por un ritual material en ciertos “aparatos ideológicos”, en la línea de los trabajos de Althusser.
Y, en tercer lugar, Žižek emprende la reelaboración del concepto de fetichismo de la mercancía de Marx, por medio del cual estudia cómo opera lo ideológico en el centro de la realidad social.
La tesis central de Žižek es que el concepto de Ideología funciona como una síntesis trascendental que opera en la imaginación, que es el lugar en donde se vinculan el deseo y la realidad. La noción de fantasía es clave para desentrañar esta noción, pues, para el autor, un factor vital en la crítica de las ideologías es tener en cuenta las múltiples posiciones que pueda tomar el sujeto en su capacidad de imaginar.
En este sentido, la crítica de las ideologías se convierte en una herramienta fundamental para desentrañar la trama de poder e intereses que envuelve toda la realidad social.
Pensemos finalmente, de nuevo en el contexto de pandemia en el que estamos. Mientras en otros sectores de la sociedad se promociona el teletrabajo, los ejercicios en casa o las sesiones de yoga por Zoom —“todo un modo de explotación laboral a distancia” como afirmara el propio Žižek—, en el horizonte nacional, entre otras cosas, el virus ha dejado al descubierto la situación de precarización laboral extrema, el sistema de salud pública hecho añicos y las enormes desigualdades de conectividad y acceso a las tecnologías.
En medio de una corrupción estatal sistemática y de necesidades extremas ante el peor rostro de la pandemia con récord de internados y fallecidos diarios, el pueblo dice basta y al grito de que se vayan todos, reclama una vez más, una urgente reestructuración social.
Las ideologías, entonces, están vigentes más que nunca y una tarea esencial es reconocerlas en los propios discursos de quienes denuncian como ideológico un legítimo posicionamiento y reclamo ciudadano. Cuya indignación colectiva y espontánea necesita dar lugar a la organización sostenida y sistemática en pos de hacer cierta las transformaciones impostergables.
Referencia
[1] Fetichismo viene del portugués fetiço, “hecho”. Literalmente significa “hecho por las manos de los hombres”. Es en la sección cuarta del capítulo primero de El capital que Carlos Marx volvió famosa la expresión al desarrollar lo que denomino fetichismo de la mercancía para significar el ocultamiento de la explotación del obrero en la presentación de las mercancías al consumidor final. El resultado del fetichismo es la apariencia de una relación directa entre las cosas y no entre las personas, lo cual significa que las mercancías asumen el papel subjetivo que corresponde a los sujetos, pasando de un valor de “uso” a un valor de “cambio”. Cfr. Marx, Karl. El capital. Crítica de la economía política. T. I. México, Siglo XXI, 2010, pp. 87-102.
Bibliografía
-Ander Egg, Ezequiel (1984). Diccionario de Política. El Cid: Buenos Aires.
-Bacon, Francis (2011). La gran restauración (Novum organum). Madrid: Tecnos.
-Bobbio, Norberto (1996). Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política. Barcelona: Taurus, 2da ed.
-Ferrater Mora, José. (1964). Diccionario de filosofía. Tomo I. Buenos Aires: Sudamericana.
-Larraín, Jorge. (2007). El concepto de ideología. Santiago: LOM Ed. Vol. I
____________ (2008) El concepto de ideología. Santiago: LOM Ed. Vol. I
____________ (2009) El concepto de ideología. Santiago: LOM Ed. Vol. I
____________ (2010) El concepto de ideología. Santiago: LOM Ed. Vol. I
-Marx, Karl (2008). Contribución a la crítica de la economía política. México: Siglo XXI
-Marx, Karl. (2010). El capital. Crítica de la economía política. T. I. México: Siglo XXI.
-Žižek, Slavoj (2003a). Ideología: un mapa de la cuestión. México: FCE.
___________ (2003b). El sublime objeto de la ideología. Buenos Aires: Siglo XXI.
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Cristian Andino
Licenciado en filosofía por la Universidad Católica Ntra. Sra. de la Asunción y magíster en ciencia política por la Universidad Nacional de Asunción. Es investigador del Centro de Investigaciones Filosóficas (CIF-Paraguay), categorizado en el Programa Nacional de Incentivo a los Investigadores (PRONII-CONACYT). Se desempeña como profesor en la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica y la Universidad Nacional del Este y en programas de postgrado de las universidades Uninorte, UASS y La Paz.