Sr. Presidente Mario Abdo Benítez:
Hace unos días, un gran amigo, gran líder y gran maestro, el Dr. Pedro Álvarez-Icaza, de la CONABIO -poderosa institución a nivel mundial en biodiversidad que tan inteligentemente creó y consolidó la República de México- escribió el artículo “Por el bien de todos, primero la sustentabilidad”, como una hoja de ruta para el recientemente electo presidente de ese país.
Si Pedro lo hizo y volcó allí su gran experiencia, y la pudo sintetizar en unos cuantos párrafos, porqué yo no haría lo mismo con nuestro Presidente en Paraguay, el Sr. Mario Abdo Benítez, quien asumió el cargo hace pocas semanas. Entre analogías, experiencias, vivencias, ciencia y desarrollo, tecnología e innovación, es que le escribo al Señor Presidente de la República, denominado “el Marito de la Gente” para sucintamente expresar lo que creo que tengo para compartir.
Sustentabilidad es un palabra muy manoseada dependiendo de quién la utiliza y para qué fines. Sustentabilidad o sostenibilidad (aquí tomadas como sinónimos) es la clave de las naciones, las menos desarrolladas tratando de llegar a ella en base a su capacidad nacional, y las más desarrolladas tratando de volver a sus condiciones naturales para lograr ser menos vulnerables.
En Paraguay estamos en la “economía de transición”, en la cual podemos tomar decisiones erradas que nos llevarán a la extinción como país, cultura y tradición si no somos lo suficiente inteligentes para desarrollarnos armónicamente con los recursos de los que disponemos, sean humanos o ambientales.
No hay quien diga que no ha oído de la crisis de la biodiversidad y si lo hay, vivió en una burbuja estos últimos años. Somos conscientes de muchas especies que hemos llevado a la extinción y muchas otras que aún no lo sabemos y quizás nunca lo sepamos.
La biodiversidad es importante Señor Presidente, la vida en el planeta no está de adorno, no son sólo bellas cosas que nos alegran la vida. La biodiversidad es la base de nuestra misma existencia como especie. Nos provee servicios ecosistémicos, ambientales, polinización, dispersión de semillas, filtración y captación de agua, formación de suelos, reciclaje de nutrientes, y muchos otros. Sin ellos no podríamos existir.
La extinción es para siempre y lo que no exterminamos y queremos recuperar tiene un alto costo, que normalmente no pagan quienes se beneficiaron del daño.
Desaparición de bosques y animales
Lograda la democracia participativa en 1989, Paraguay comenzó a degradar sus recursos naturales. Los bosques, pastizales y humedales se transformaron abruptamente e inició el periodo de carta de defunción a algunos de ellos, como el Bosque Atlántico del cual solo nos resta en un estado bastante deplorable, apenas alrededor del 10% de la masa original de bosques.
Paraguay es un país rico en naturaleza -o lo fue- por ser la convergencia de importantes tipos de ambientes como el citado Bosque Atlántico, las Pampas, el Chaco o el Pantanal. Esa riqueza llega a su esplendor en nuestra querida capital, Asunción y su área metropolitana, que es el ombligo de esta convergencia, lo que la llevó a ser declarada Capital Verde de Iberoamérica.
La pérdida de la biodiversidad de estos ambientes es alarmante, con algunas especies que ya no vemos más en el territorio nacional como el pato serrucho, uno de los gua’a o guacamayos azules, el taguató ruvichá o águila harpía, y otras, o especies emblemáticas que están a punto de quedar en el recuerdo como el ave nacional, el pájaro campana.
Desaparecen los hábitats naturales y con ello la rica biodiversidad que ellos albergaban, y el estado de nuestro sistema de áreas protegidas realmente es bastante criticable ya que no está siendo eficaz ni efectivo en el manejo para resguardar las riquezas que allí se encuentran.
Pero más allá de esto, los campesinos e indígenas de nuestra nación están perdiendo sus prácticas y con ello sus saberes, lo que por siglos fueron aprendiendo por prueba y error con ese ambiente en el que nacieron.
La pérdida de más del 90% del territorio en la Región Oriental y la acelerada pérdida en el Chaco, está haciendo que estas poblaciones sean cada vez más vulnerables, sean por los cambios inducidos o por los que recibimos de rebote como los efectos del cambio climático, debilitando o extinguiendo las posibilidades de uso sustentable de elementos que tradicionalmente eran manejados con base en la sustentabilidad.
En definitiva, ¿qué consecuencias tiene todo esto? Aumento de la pobreza y la desigualdad, migración a zonas urbanas y periurbanas en cinturones de pobreza o zonas vulnerables y «adopción» por el régimen del crimen organizado que estamos viendo en nuestro querido Paraguay. Todo puede escalar más.
Es que no les damos opciones, no les damos alternativas, y con estos impactos socioambientales se está perdiendo un saber centenario o milenario, estamos, como ya mencioné “incendiando bibliotecas” en aras del desarrollo insustentable.
Pobreza y biodiversidad
Si observamos el territorio nacional vemos que las zonas más ricas en biodiversidad coinciden con las zonas más pobres del país o con mayor necesidad. Los aché y los guaraníes en la Región Oriental han visto diezmar sus territorios y en sus hábitats está la más rica biodiversidad del país, los ayoreo y los ñandeva en el Chaco, los ishir en el Chaco-Pantanal, allí está la biodiversidad que debemos conservar, con el conocimiento tradicional de estos pueblos originarios o naciones, y los estamos “acabando”.
Esta absurda correlación existe en muchas naciones, ya demostrado por Boege como dijo Alvarez-Icaza para el territorio mexicano.
Y disculpe usted Señor Presidente, pero los expertos del hemisferio norte pueden darnos muchas veces conferencias, pero somos nosotros los que vivimos, amamos y sufrimos el territorio nacional, los que tenemos las respuestas para una estrategia económica y social y de soporte ambiental de largo aliento. Todo basado en las diferencias regionales del país, la historia de sus pueblos.
Incluyendo a los que hemos venido a adoptar este territorio como nuestro y hacerlo nuestro hogar (todos los descendientes de la conquista), con acciones diferenciadas, basadas en las condiciones naturales para las cuales esos ambientes evolucionaron -la naturaleza es sabia, dónde puso bosque debe haber bosque, donde hubo grandes herbívoros debe haber grandes herbívoros, sino fuese así por sus condiciones ambientales de suelo, agua y clima, hubiese habido otra cosa-.
La gente es clave en estos procesos y debemos apuntar a una política territorial inclusiva, participativa, basa en ecosistemas o ambientes, para dar la sustentabilidad ambiental, social y económica del país.
De lo contrario, lo que estamos haciendo es maximizar los beneficios de los recursos naturales y la biodiversidad para los que hoy estamos, en detrimento de los que vendrán. Y recuerde Señor Presidente, que hoy somos casi unos 7 millones los que habitamos el territorio nacional. Pero son mucho más que diez millones de paraguayos los que están por venir, y debemos dejarle un país sustentable.
La soberanía alimentaria de nuestra nación está en crisis, quizás la yerba mate, la mandioca, corren ciertos riesgos, que esperamos no tenga el mismo fin que un elemento que difícilmente pueda ser más paraguayo como el ka’a he’ẽ, hoy conocida por el mundo como Stevia (por su nombre científico Stevia rebaudiana bertoni), pero que actualmente en Paraguay nos avergonzamos de haber extinto la planta en la vida silvestre.
Esperamos poder conservar las diferentes variedades de mandioca, o de maíz, que nuestros pueblos originarios están salvaguardando con sus prácticas culturales y ancestrales. Y es tan parcial y fragmentario nuestro conocimiento de la naturaleza que seguimos descubriendo especies de extremada importancia como un pariente silvestre de la mandioca, y qué hay de nuestros parientes silvestres del maní, del ají, de la guayaba, del mamón, y así podríamos enumerar especies que estamos perdiendo a tasas alarmantes.
Muchos podrán decir que mantenemos por obligación legal el 25% de los ambientes naturales (lo que es nominal ya que ojalá esta cifra fuese real en terreno). Me pregunto, como especialista en la vida, ¿podrá usted vivir con el 25% de su pulmón, de su rinón, de su corazón?, yo creo que no, y si no estamos sufriendo el latigazo aún, es porque la naturaleza es sabia y trata de compensar las pérdidas.
Hasta que llegamos a un umbral es el cual ya no es posible la compensación y es allí cuando tenemos la catástrofe a la que espero nunca lleguemos gracias a su inteligencia y de quienes lo rodean.
Tomemos lo bueno de lo internacional, pero tenemos poco más de 40 millones de hectáreas con 19 naciones originarias, que están habitando el territorio mucho antes de que nosotros llegáramos, con sistemas de uso sostenibles que les permitían mantener un ambiente antropogénico sostenible.
Debemos aprender mucho de ellos, si bien son minoría, conocen el territorio porque evolucionaron en él, con sus sequías e inundaciones, con sus características naturales de suelo, rocas, agua, cerros, bosques y selvas, humedales, pastizales. Esto no se sostiene con estrategias importadas ni con conceptos de sustentabilidad que nada tienen que ver con nuestras variables.
Y hoy la ciencia ha aprendido sobre procesos de aprendizaje adaptativo, como lo han hecho los pueblos originarios, vamos probando y mejorando nuestras intervenciones mientras aprendemos a través de errores que no ponen en riesgo la sustentabilidad del recurso. Nuestro capital natural debe ser respetado.
Estas son las conclusiones de la tesis doctoral de mi amigo y colega, el Dr. Alvarez-Icasa, sobre la “Gobernanza de la Biodiversidad”, donde textualmente afirma “la constitución de nuevos espacios naturales conservados como las reservas bioculturales, los corredores biológicos, y la mayor participación activa de las comunidades en las decisiones de la [conservación de los recursos naturales] sería una buena señal” de ponerle una cara humana al desarrollo que sea más inclusivo, plural y colectivo.
Estas deberían ser las bases de la sustentabilidad del nuevo Paraguay, que no hace un país para beneficio de unos pocos en detrimento de los más pobres y vulnerables, sustentabilidad basada en la capacidad del suelo, agua y clima de nuestro heterogéneo territorio.
Y por favor le pido, Sr. Presidente, hacer caso omiso a las cuestiones de moda sobre sustentabilidad que solo buscan lavar la cara y las manos de quienes maximizan los recursos naturales para propio beneficio, afectando los derechos difusos de todos nosotros y nos cargan con las externalidades sociales y ambientales.
Paraguay se destaca en el mundo en forma positiva por ser un país aguerrido, resiliente y que ha preservado la cultura e idioma guaraní a pesar de todas las vicisitudes, esperamos muchos de nosotros con décadas de trayectoria socioambiental en el Paraguay, que esa característica única del pueblo paraguayo se mantenga con un eje de sustentabilidad de cultura y tradición, maximizando la sustentabilidad de nuestros recursos naturales, en particular de los que hoy nos queda, y restaurando y recuperando los servicios ambientales que hemos ido perdiendo a expensar de lo “exógeno (siempre visto como mejor)”.
Esto, para darle al Paraguay la sustentabilidad que merece ya que asegurará el bienestar nacional ya que no estaremos sujetos a los zigzagueos externos ni tendremos que adaptarnos abruptamente a los cambios que se nos vienen por no tener sistemas evolutivos que se han ido adaptando por siglos. En este sentido, la ciencia y la investigación juegan roles claves en esta sustentabilidad, sin conocimiento no hay sustentabilidad, y esto conocimiento puede ser tradicional (heredado y compartido por los pueblos originarios) o científico (elaborado por nuestro plantel de científicos nacionales).
Sr. Presidente, la ciencia y la tecnología son las bases para el desarrollo social, económico y ambiental del Paraguay, únicamente con este conocimiento tendremos las bases y lineamientos para la sustentabilidad.
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Columnista de biología y políticas científicas de Ciencia del Sur. Ex director ejecutivo de Guyra Paraguay. Es un reconocido biólogo y conservacionista y uno de los biólogos más productivos de Paraguay. Tiene un doctorado en ciencias biológicas por la Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina. Actualmente, es investigador PRONII del Conacyt. Recibió varios premios y reconocimientos en Paraguay y otros países.