La extracción ilegal de madera en la Reserva para Parque Nacional San Rafael sigue siendo común. (PRO COSARA)
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Cuando llegamos al final del año es bueno hacer un balance desde el rol que tengo como investigador, docente y especialista para varias instancias nacionales e internacionales.

El 2021 fue un año difícil, tratamos de salir de una pandemia y con muchos esfuerzos para volver a una normalidad, que seguramente nunca será normal, en el sentido de cómo vivimos, con eventos globales que, entre otras cosas, discutieron y planificaron qué vamos a hacer con el cambio en el clima.

Y también con los riesgos e impactos que se nos presentan: una discusión global sobre la naturaleza y la biodiversidad, reconociendo la gran pérdida que estamos teniendo en la batalla y poniendo nuevas metas.

Paraguay no fue ajeno a los problemas globales, se criticó a la administración pública por la falta de vacunas contra la COVID-19 y ahora hay excedentes, pero con una población que no reconoce el riesgo y decide no vacunarse. La pregunta es si intelectual y conscientemente no me vacuno, o lo hago por ignorancia y falta de responsabilidad con uno y con el resto de la sociedad.

Paraguay no estuvo representado en la Cumbre del Clima

Un tema importante es la postura y el comportamiento de la delegación paraguaya ante la Cumbre del Clima de Glasgow, y que quizás haya pasado muy desapercibida.

Tuvimos una posición país que no nos representaba, con movimientos político-técnicos de último momento para evitar la vergüenza internacional y con una representación que dista mucho de tener la representatividad nacional. Ya que fue dominada por un sector que lo vemos entrometerse en diferentes ámbitos que van más allá de la productividad y ponen en juego los conceptos y conocimientos que el mundo ofrece para un modo de vida que busque ser cada vez más sostenible.

Todavía no hay un balance de lo que nos dejó Glasgow, la Conferencia de las Partes número 26, en donde se evaluó lo realizado y se planificó el futuro para evitar una catástrofe climática que podría atentar con nuestra propia supervivencia.

Sería sumamente oportuno saber cuánto invirtió el país en nuestra delegación nacional y cuáles fueron los beneficios logrados, sin olvidar que tenemos nuestra responsabilidad en cuanto a emisión de gases de efecto invernadero. Pero más aún importante es nuestra responsabilidad con la adaptación a estos cambios que ya se están sucediendo y que sabemos que se exacerbarán.

Finalmente, el Paraguay hizo su actualización para las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC por sus siglas en inglés) y ese documento debería ser nuestra hoja de ruta. Todo lo que salga de esa propuesta deberá justificarse no solo técnicamente sino que deberá buscar la validación participativa por la sociedad.

Regresar al Paraguay y tener que dar cuentas de una posición país que no fue debidamente participativa y que estuvo dominada por un sector que no representa realmente al país, también pone en riesgo la soberanía nacional.

Y en cuanto a biodiversidad, se nos va el año con la pérdida casi al final del mismo de dos padres de esta área, los doctores Edward Osborne Wilson, el pionero y quizás el ecólogo más reconocido, y Thomas E. Lovejoy, quién dejó una huella importante en las ciencias naturales.

No cumplimos con las metas

Wilson falleció el 26 de diciembre y Lovejoy un día antes, en un año en el cual se reconoce la pérdida de la biodiversidad, lo que nos pone muy orgullosos a quienes venimos luchando por la biodiversidad. En este 2021 aceptamos que no hemos avanzado hacia las metas propuestas (Metas de Aichi) y tuvimos 10 años para hacernos cargo de lo planificado.

Reconocemos que no hemos cumplido a cabalidad con ninguna de ellas, y ahora buscamos una salida a esta crítica situación comprometiendo un balance neto nulo en esta década para comenzar la recuperación de la biodiversidad en el 2030 con miras a un escenario naturaleza positiva hacia el 2050.

Estamos todos trabajando en la agenda pos 2020, luego de reconocer nuestra inhabilidad para alcanzar las metas que nos propusimos. Ahora es cuando se hacen más evidentes conocer y apropiarse de lo que tenemos como país, la cultura, y la cultura ancestral asociada a nuestros ecosistemas y ecorregiones, para avanzar hacia las tan aclamadas soluciones basadas en naturaleza, como así también en cuestiones de adaptación basada en ecosistemas.

Ya lo reconocen las NDCs al dar un mandato con el conocimiento tradicional y las buenas prácticas que los pueblos indígenas llevan adelante. Es tarea nuestra dar seguimiento, por lo menos, a lo que hemos decidido internamente, ya que tampoco estamos comprometiendo nuestra riqueza natural al mundo.

Los cambios al uso de la tierra continúan ya que la deforestación es una palabra que endémicamente no aceptamos. Es muy característico en Paraguay dar nuestras propias aceptaciones a pesar de que el resto del mundo así no las entienda.

Seguramente nuestros sistemas boscosos ya están llegando al mínimo aceptable que, aunque políticamente decidido (25 %) con pocas bases técnicas es lo que hay que dejar. Quizás se piense que podremos mantener todos los servicios de la naturaleza con ese 25 %, como pensar en vivir con calidad de vida con solo el 25% del pulmón, de la vejiga, del hígado, del páncreas, del oído, de la vista, etc., ya que la vida tal cual la conocemos está organizada con mucha similitud en todos sus niveles.

Ya se comienza a escuchar o leer sobre las nuevas políticas de productivos libre de deforestación, y esta exigencia de los mercados seguramente no estará afectando, como a todo país que produce alimentos.

La basura y los residuos continúan siendo un tema presente en nuestras vidas. Las ciudades en su mayoría, en particular Asunción y su Área Metropolitana, siguen cada vez más sucias, evidencia de una falta de educación de su gente y una falta de respeto por el otro.

Las áreas que hemos destruido o degradado no están siendo restauradas, y a pesar de que nos sentimos parte de la década de la restauración, los compromisos se honran con hechos, y no vemos instancias de restauración del paisaje, por lo contrario, vemos más degradación.

Mi balance como pueden ver sigue siendo un tanto negativo, a excepción de contados casos, no hay un compromiso ambiental y socioambiental evidente.

El país sigue con la impunidad ante de los delitos ambientales y vemos a los recursos naturales como insumos que están ahí, que no hay que preocuparse por ellos. El agua, el suelo y la biodiversidad parecen que son recursos renovables y que no debemos ocuparnos de ellos para mantenerlos activos.

Las áreas protegidas siguen desprotegidas mientras el país continúa siendo receptor de millonarias inversiones no reembolsables que no se contabilizan en el gasto público, y que quienes toman la decisión de dónde invertir los recursos públicos, evidentemente no deciden apostar a lo ambiental.

La agenda ambiental del país está siendo sostenida por la cooperación voluntaria y desinteresada de la agenda internacional.

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Columnista de biología y políticas científicas de Ciencia del Sur. Ex director ejecutivo de Guyra Paraguay. Es un reconocido biólogo y conservacionista y uno de los biólogos más productivos de Paraguay. Tiene un doctorado en ciencias biológicas por la Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina. Actualmente, es investigador PRONII del Conacyt. Recibió varios premios y reconocimientos en Paraguay y otros países.

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