La vacunación contra la COVID-19 continúa y, actualmente, el total de dosis administradas a un 47% de la población mundial supera los 8 mil millones.
En Paraguay, además de las dos dosis de las vacunas anti-COVID-19, se está aplicando la tercera dosis de refuerzo o booster. Infelizmente, todavía existen muchas personas que aún no han acudido a recibir sus dos primeras dosis, a pesar de la cantidad de gente en todo el mundo que ya las han recibido y, peor aún, a pesar de la evidencia de cómo las vacunas han aplanado la curva de fallecidos.
Si algunas personas se rehusaban a recibir sus dos primeras dosis, podemos imaginar la cantidad de dosis de refuerzo que quedan aún por aplicar. Y esto no es un tema menor, ya que el surgimiento de la última variante del coronavirus, Ómicron, significa que las dos primeras dosis ya no son suficientes, pues esta variante posee cierta capacidad de escape a la protección que actualmente nos brindan las vacunas.
¿Cuántas dosis son necesarias?
Es importante dejar en claro que no sabemos cuántas dosis de vacunas son necesarias para protegernos contra la COVID-19. Esa respuesta será dada con el correr del tiempo.
Antes de iniciar los ensayos de las vacunas, los investigadores nada sabían al respecto. Lo que sí se sabía era que las personas estaban enfrentando a un nuevo coronavirus, el cual nunca había sido expuesto a nuestro sistema inmune; por tanto, era posible que necesitáramos más de una exposición al virus, o de una vacuna, para estimular una respuesta protectora. Como se trataba de un nuevo virus, los especialistas iniciaron los ensayos utilizando dos dosis de vacuna, basados en conocimientos adquiridos en la lucha contra otros virus.
Es probable que, con el tiempo, se consiga ajustar mejor las dosis que actualmente se administran. Recordemos el esquema que Oxford/AstraZeneca aplicó en un primer momento (media dosis en la primera aplicación y dosis completa en la segunda) y que arrojó muy buenos resultados. Ese ensayo fue dejado de lado porque no era el esquema planeado por los investigadores y, lo más importante, el estudio no podía ser realizado en un corto tiempo y en 100 millones de personas al mismo tiempo que el esquema original de vacunación.
Sencillamente no había tiempo. Las personas caían gravemente enfermas, los hospitales estaban saturados y había que actuar lo más rápido posible. Se necesitaba urgentemente una vacuna que comience a salvar vidas. Por tanto, bastaba con obtener vacunas que sean seguras y que funcionen para proceder a su aplicación.
Entonces, no es extraño notar que ahora se necesite una dosis de refuerzo. Hay vacunas que ya se aplican en todo el mundo para enfrentar otras enfermedades y que necesitan de 2 a 3 dosis, como la del rotavirus, de la hepatitis o del tétanos. Esos datos son descubiertos, no en un estudio clínico de tres fases, sino durante años de acompañamiento a las personas que se vacunaron y del análisis de la efectividad a largo plazo.
En el caso de la vacuna contra la COVID-19, países como Israel y Reino Unido, que hacen acompañamiento a sus vacunados, comenzaron a notar que una gran cantidad de personas que ya se habían vacunado volvían a enfermarse. Esto se vio inicialmente entre los ancianos, los primeros en vacunarse.
En Reino Unido observaron que, de 5 a 6 meses después de la segunda dosis, la efectividad había caído. Debido a eso, los especialistas comenzaron a realizar nuevos ensayos para qué protección otorgaría una dosis de refuerzo. Observaron que, recibiendo una dosis de refuerzo, la tasa de infección de vacunados se redujo 10 veces y la tasa de casos graves de COVID-19 y de fallecimientos en vacunados se redujo 15 veces.
Con estos resultados se obtuvo evidencia de que las tres dosis parecen constituir un esquema ideal para la vacunación, ampliamente mejor que uno de dos dosis.
En el caso de Israel, los datos van saliendo con mayor rapidez. Al medir la protección que poseen las personas que recibieron tres dosis de vacuna, investigadores allí han estimado que estas tendrán protección por 9 a 10 meses.
Ómicron sembró nuevas incertidumbres
La aparición de la variante Ómicron ha generado mucha preocupación debido a su alta transmisibilidad y al gran número de mutaciones detectadas, que a su vez generan incertidumbre.
Ómicron ha provocado una grieta grave en la capacidad de las vacunas para protegernos de contraer COVID-19. Dos dosis de las vacunas hasta ahora testadas casi no ofrecen protección contra una infección por Ómicron, si bien deberían reducir en gran medida el riesgo de enfermarse gravemente y necesitar atención hospitalaria.
Investigadores estiman que el riesgo de reinfección con la variante Ómicron es 5,4 veces mayor que con la variante Delta. Esto implica que la protección contra la reinfección por Ómicron proporcionada por una infección pasada puede ser tan baja como del 19%.
Países europeos están, entendiblemente, muy preocupados por esta variante más contagiosa y contra la cual las vacunas no son altamente eficaces para evitar el contagio. Esto significa que Ómicron puede generar cada vez más casos, lo cual llevaría a una sobrecarga de los hospitales.
Consecuentemente, y dada la evidencia de que la protección otorgada por los anticuerpos cae luego de seis meses, varios países han acelerado la aplicación de la dosis de refuerzo. Estudios muestran, además, que la protección contra los síntomas de COVID-19 se dispara hasta alrededor del 90% después de la dosis de refuerzo.
Las dosis de refuerzo que nuestro cuerpo reciba ayudarán a dar una inmunidad de memoria más duradera. Esto es evidenciado por los mismos estudios que demostraron que dos dosis eran más débiles frente a Ómicron.
Cada dosis de vacuna le está dando a las defensas de nuestro cuerpo más herramientas para detener al virus. Según el profesor Danny Altmann, inmunólogo del Imperial College de Londres, “la inmunidad contra un virus casi nunca es absoluta; casi siempre puede volver a infectar. Lo que quiere conseguirse es que, cuando uno vuelve a infectarse, lo haga tan trivialmente que ni sabe que lo tiene o sea muy leve”.
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Columnista y editora científica de Ciencia del Sur. MSc y PhD en Biología Parasitaria con énfasis en Biología Molecular aplicada a microorganismos por el Instituto Osvaldo Cruz (Fiocruz) de Río de Janeiro, Brasil. Fabiola obtuvo su licenciatura en Biología de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas de la Universidad Nacional de Asunción.
Realizó un posdoctorado en la Universidad de Bath (Inglaterra) y es colaboradora externa del Centro para el Desarrollo de la Investigación Cientifica.
Actualmente es Research Assistant en el Instituto Sanger de Cambridge, Reino Unido.