Por Ariel Ruiz Díaz y Sandra Villalba*
Estudiar una carrera universitaria demanda sacrificios y aprender a sortear las contrariedades que brotan en el camino, las cuales se acentúan para una persona con discapacidad.
“Tengo profesores que ni siquiera se percatan de que hay personas ciegas en sus clases”, relató Juan Agüero, alumno no vidente de Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción (FFUNA).
Juancito, como de cariño lo llaman sus compañeros, rindió su examen de ingreso a computadora gracias a un convenio del Servicio Nacional de Promoción Profesional (SNPP) con la Facultad de Filosofía de la UNA en 2013. “Me sentí muy independiente con esa ayuda”, rememora. En cambio, luego de ingresar, debió valerse por sí mismo para conversar con cada docente acerca de sus dificultades y posibilidades.
A la hora de estudiar él escaneaba las fotocopias que los educadores le entregan periódicamente, luego utiliza un lector óptico que transforma las imágenes en documentos que son leídos con ayuda de un lector de pantalla. Sin embargo, necesita de la ayuda de un vidente para la corrección de los textos.
A pesar de la buena voluntad de muchos profesores para facilitar, en la medida que puedan, el aprendizaje de las personas con discapacidad, aun así resulta muy difícil. “Pierdo mucho tiempo y gasto dinero innecesariamente para preparar mis materiales de estudio”, cuenta Juan. Recordó que una vez un docente no le quiso proporcionar los archivos de las diapositivas de sus clases, aunque debía prepararse para un examen.
Agregó que los alumnos con impedimentos son obligados a adecuarse a los educadores y que dependen de la ayuda de sus compañeros para estudiar y elaborar sus trabajos prácticos.
Analía López, también alumna de Ciencias de la Comunicación en la FFUNA y compañera de Juan, señaló que la mayoría de los profesores dejan copias impresas que no son adecuadas para personas con discapacidad visual. “Algunas veces tenemos que ayudarlo a digitalizar el contenido de estudio porque pocos docentes dan materiales en formato PDF o electrónico”, indicó.
Falta de capacitación docente
La Ley de Educación Inclusiva N° 5136 y la Ley de Educación Superior, ambas sancionadas en 2013, garantizan la adecuación de planes de enseñanza y calidad de aprendizaje para los estudiantes con algún tipo de discapacidad en las instituciones educativas públicas o privadas de cualquier índole.
Sin embargo, aún no fue puesta en práctica integralmente en la Facultad de Filosofía de la UNA.
Respecto a la falta de renovación del método de enseñanza a personas con discapacidad, la exdecana de la Facultad de Filosofía UNA, María Angélica González de Lezcano, manifestó que la didáctica universitaria no se modifica hace años debido a los conflictos internos.
“Tampoco se puede hacer mucho con el bajo presupuesto que asignan anualmente”, detalló.
Añadió que los docentes no están capacitados para enseñar a las personas con impedimentos porque no conocen el braille y tampoco fueron formados acerca de cómo tratar con ellas. “Anteriormente ni siquiera se pensaba en la posibilidad de tener alumnos con discapacidad. Así que lo único que tenemos es la voluntad de ayudarlos en las clases, aunque claro que no debemos regalarles notas”, puntualizó.
En la Facultad de Filosofía UNA nunca se hicieron capacitaciones para docentes que trabajan con alumnos con discapacidad. Solo se trata cada caso de forma individual, según la exdecana.
Improvisación
El profesor Aníbal Casco trabajó con personas con discapacidad auditiva en un curso ad experimentum en la Carrera de Ciencias de la Educación de la casa de estudios de Ita Pyta Punta. Sobre la experiencia precisó que no se puede improvisar una educación fundada en la escuela de los oyentes, puesto que los sordos forman parte de una comunidad que tiene su forma de aprender y entender, y en definitiva no es igual a la de los que escuchamos.
Explicó que los no oyentes tienen un nivel de interpretación absolutamente inferior al de los oyentes, por lo tanto necesitaron reducir el nivel de exigencia para que los alumnos comprendan.
“Por ejemplo, enseñar un solo concepto podría llevarnos 15 minutos cuando que con los oyentes nos toma 20 o 30 segundos”, ilustró. Esto se debe a que el lenguaje de señas es como una tercera lengua, además del español y guaraní.
Según Casco, cada educador conoce la materia que enseña, pero necesita de un intérprete que a su vez entienda lo que esté diciendo para traducirlo a los alumnos. “El intérprete, en ese trayecto de transferencia de conocimiento, ¿lo habrá interpretado como corresponde para explicárselo tal cual a los alumnos?”, se preguntó.
Acerca del curso de sordos, que inició en 2013 y sigue vigente hasta la fecha, indicó que tal vez sirva como un estudio complementario para un gran proyecto educativo de inclusión, pero no para una formación terciaria formal.
En alusión al método adoptado por los docentes arguyó que es una vorágine, debido a que cada profesor intenta realizar malabares para enseñar a los alumnos con discapacidad auditiva. “La facultad, en su afán de incluir, está transitando por un camino fangoso porque todo lo que se hace en términos de enseñanza es de forma improvisada”, sentenció.
Recalcó que la Facultad de Filosofía de la UNA debe enmendar este error presentando un proyecto de como mínimo dos o tres años de estudios para tener un plan curricular exclusivo para sordos con docentes capacitados en educación inclusiva y de calidad.
“Si alguien tomase a esta camada para que a partir de allí se puedan implementar los planes curriculares y el método de enseñanza adecuado, sería de mucha utilidad, incluso podría ser un tema de tesina”, finalizó.
Carente infraestructura
La Facultad de Filosofía de la UNA hace usufructo de una construcción antigua compartida con el Colegio Experimental Paraguay Brasil (CEPB).
“En un principio no fue contemplada la inclusión de personas con discapacidad, entonces en los mapas originales de la época en que se hizo la obra, y que nunca se terminó, no hay mucha infraestructura accesible”, explicó la exdecana María Angélica González de Lezcano.
Añadió que tampoco se pueden hacer muchos cambios a la construcción porque la institución se encuentra en conflicto constante con el director del colegio secundario.
Aunque en la carrera de psicología existe una rampa y unas pocas señalizaciones, invertir en la infraestructura inclusiva es un proceso largo que requiere de fondos que la facultad no tiene, aclaró. Además, el nuevo pabellón de hace unos años tiene algunos medios de accesibilidad, pero no se saben usar y tampoco son suficientes, detalló.
Las clases no tienen construcciones accesibles, y el pabellón menos inclusivo es el de periodismo a causa de la ubicación, las escaleras y el poco espacio que hay, incumpliendo con lo dispuesto en los artículos 5, 6, y 7 de la Ley N° 4934 de Accesibilidad al Medio Físico Para Personas con Discapacidad.
Intentamos conversar con el actual decano de la Facultad de Filosofía UNA, Ricardo Pavetti, para conocer sobre los proyectos recientes de inclusión en la casa de estudios pero no quiso recibirnos, alegando desconocer sobre un tema “tan delicado”.
Tampoco obtuvimos respuesta del director académico, Prof. Walter Aguilera para esta nota.
Recomendaciones de la UNESCO para una educación más accesible
Los niños y jóvenes con discapacidad tienden a abandonar los estudios más temprano que otras franjas de la sociedad y se encuentran sobrerrepresentados en el colectivo de personas que no estudian, trabajan o reciben formación, según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (UNESCO).
La inclusión es un proceso que parte del reconocimiento de que la marginación ocurre en el seno del sistema educativo. Se aprende a vivir con la diferencia y estudiar cómo puede ser aprovechada. La búsqueda constante de mejores maneras de responder a la diversidad del alumnado debe estar acompañada por el factor tiempo, ya que los cambios sustanciales no ocurren de la noche a la mañana.
Los alumnos deben asistir a clases regular y puntualmente, participar aportando sus puntos de vista, garantizándoles el aprendizaje en los diferentes niveles de evaluación.
La identificación y la prevención de barreras son fundamentales para una educación accesible, así que resulta imprescindible detectar quiénes sufren los límites que impiden el ejercicio eficaz del derecho a la educación. A partir de allí, se pueden realizar planes de mejora para la renovación de las prácticas educativas.
Finalmente, la inclusión también supone supervisar con especial cuidado y atención a aquellos grupos más vulnerables de manera a adoptar medidas para asegurar su aprendizaje dentro del sistema educativo.
“Paraguay se encuentra actualizado en lo que hace a la normativa, sin embargo muchas de estas normativas no lograron instalarse en las prácticas locales e institucionales”, reza un informe sobre educación inclusiva en nuestro país para la UNESCO de 2007.
En definitiva, aún hay mucho por hacer en materia de accesibilidad para permitir una mejor calidad de vida a las personas con discapacidad y acabar con la discriminación, el primer paso es ser conscientes de que urge debatir sobre políticas de educación inclusiva.
*Estudiantes de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción (UNA).
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Columnista de Ciencia del Sur de humanidades, inclusión social y comunicación. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción. Joven investigador de la Universidad Nacional de Asunción (2013 y 2014).
Joven sobresaliente distinguido por la Municipalidad de Asunción (2014).
Community Manager y redactor digital independiente.
Es muy bueno el abordaje sobre la inclusión educativa en el nivel superior. Trabajo en una universidad privada en Encarnación y estamos transitando para incluir a las personas con discapacidad, incluso tenemos promocionados en algunas carreras.