Las Becas Don Carlos Antonio López (BECAL) para posgrados tienen la expresa intención de favorecer a las ciencias duras, específicamente designadas como “biotecnología y ciencias de los materiales (sic)” por el CONACYT, para facilitar en menor tiempo los “cambios tecnológicos” en Paraguay. A continuación argumentaré en contra de esta visión.
Estas consideraciones se refieren exclusivamente a becas para la formación de científicos en todas las áreas y no incluye a becas para emprendedores, empresarios, administradores u otros dominios cuya formación es diferente y de tipo profesional. Existe en el comité de becas otros miembros más capacitados para opinar en estas áreas. Lo que no se debe confundir es la formación de un profesional con la de un científico.
Existen varios niveles de crítica a estos conceptos emitidos con buenas intenciones por el CONACYT, los cuales corresponden a una manera de pensar muy extendida hasta mediados del siglo pasado pero que fueron reinterpretados hacia una visión muy diferente y de mayor amplitud en el siglo XXI.
Ya no es posible establecer una división precisa entre las ciencias duras, básicas o fundamentales y las denominadas blandas, ni entre ciencia y tecnología, como anteriormente constructos los separaban nítidamente. Más bien, hoy en día las ciencias son representadas por un espectro continuo de dominios del saber de alta complejidad y no necesariamente homogéneo en sus características, y no hay manera predecible de definir sus límites disciplinares. Está ocurriendo una suerte de revolución epistémica del pensamiento científico.
También ha quedado demostrado que aquella concepción muy extendida de la interrelación lineal-causal de la investigación básica, investigación aplicada, desarrollo y producción o progreso económico subsiguiente, propuesta por Vannevar Bush en su emblemático The endless frontiers of science, no funciona de esa manera necesariamente, al menos no en un importante número de casos.
La historia está plagada de ejemplos donde inventos o productos de ciencia aplicada no se originaron en las ciencias básicas sino que las precedieron.
Se está volviendo, dentro de las variadas disciplinas, a discutir el valor de los niveles jerárquicos de investigación que son variados, habitualmente acompañan las ideas filosóficas en boga y fluctúan históricamente, priorizando visiones universales o particulares. Este fenómeno está bien estudiado en la historia de la medicina, la cual ha ido gradualmente enfatizando los enfoques generales y reduciéndolos a los particulares.
Si en la era hipocrática de los griegos se creía en la teoría sistémica de los humores, en la época posmedieval se pasó al análisis de los cuerpos humanos completos mediante las necropsias, la teoría subclínica Malpighinana de la enfermedad como de asiento en un solo órgano. En el siglo XIX irrumpió la teoría celular de Virchow, que la enfermedad se asienta en una célula. Luego, hacia 1952 con el descubrimiento del DNA, apareció la teoría de que la enfermedad en realidad es subcelular, química o molecular; hasta el paradigma actual, ya en crisis, a finales del siglo XX y e inicios del XXI, de que la enfermedad se asienta en un gen iniciando con algunas decepciones o expectativas no cumplidas: la era genómica.
Ya lo advertía el filósofo Karl Popper en su cruzada contra la inducción baconiana como método preferido de la ciencia. Lo notable es que esta carrera hacia la reducción de las patologías a lo mínimo no está encontrando las explicaciones suficientes ni las curas esperadas y entonces es que está surgiendo, así como en otras disciplinas, el pensamiento biológico complejo. Es decir, se está volviendo al origen de los universales en la gran rueda del conocimiento filosófico y hoy ya no se concibe el conocimiento cartesiano reducido a sus mínimas características morfológicas químicas o moleculares sin tener en cuenta el contexto de la complejidad del órgano o cuerpo completo y de la sociedad en que este cuerpo está inserto.
El dato o nuevo conocimiento descubierto aislado de su contexto deja de tener valor.
El razonamiento complejo domina hoy la física, la más dura de las disciplinas. No hay que confudirlo con el holismo, que es más bien una protoidea fantasiosa que afirma que el todo, su todo, es más que la suma de sus partes, un pensamiento no precisamente científico. La ciencia del pensamiento complejo, con sus concepciones del caos, la incertidumbre y la autopoieses de Francisco Varela y Humberto Maturana emerge hoy y estudia los sistemas multidimensionales menos impredecibles. Consiste en una colección de datos interconectados, pero a diferencia del pensamiento causal-lineal habitual es característicamente no lineal.
Ciencia compleja se aplica cuando hay contingencia y determinismo, creación y destrucción, orden y desorden. Un ensayo de Popper se llama Sobre nubes y relojes, indicando el espectro variado del conocimiento de mayor a menor precisión.
El razonamiento tanto en biología como en física y otras disciplinas, tradicionalmente la salud pública, la ecología, las ciencias sociales y algunas disciplinas humanísticas como la antropología y la historia deja de ser pretendidamente lineal y es irregular, a veces caótico —en el sentido de la física— y de alta complejidad.
Estas visiones conllevan a que los dominios disciplinares se hayan vuelto más amplios, fluidos, variados e homogéneos y a que la mayoría de los estudios científicos deban ser necesariamente multi e interdisciplinarios. Esto es, participan numerosos especialistas o expertos en sus áreas, interactuando con una idea central perteneciente a una disciplina diferente a la suya, que no respeta, más bien incluye por necesidad, niveles jerárquicos de generalidad o particularidad. Algunos pocos superdotados pueden formarse en más de una disciplina, también de distintos nivel de generalidad, y ello le dará una enorme ventaja en el campo de la investigación.
El resultado positivo de estas nuevas miradas es que se está produciendo un acercamiento antes inesperado de disciplinas que se consideraban separadas, distintas y hasta antagónicas (ver Las dos culturas o Las guerras de la ciencia). Pero los científicos buscan los mejores caminos para llegar a verdades más creíbles.
La física se acerca a la biología, a la que despreciaba como no científica; la biología se acerca a la epidemiología (parte de las ciencia sociales), a la que despreciaba por sus datos blandos; la epidemiología se acerca a la antropología y la sociología (a las que despreciaba como menos científicas).
Estos acercamientos son el resultado de los fracasos en las visiones absolutamente reduccionistas de la investigación, que ha producido respuestas incompletas a problemas de mayor complejidad.
Decia el profesor E. O. Wilson: “no existe razón por la que no se pueda unir las ciencias naturales y la ciencias sociales. La diferencia entre los dos campos es la magnitud del problema y no el principio que se necesita para su solución”.
También afirmaba que la condición humana es la frontera más importante de las ciencias naturales o biología. De la misma manera, el mundo material que exponen las ciencias naturales es la frontera de las ciencias sociales y humanidades.
Entonces, con este estado de cosas y de reposicionamientos disciplinares, con las nuevas visiones epistémicas, sería inapropiado en nuestro programa BECAL separar hoy arbitrariamente las disciplinas con la creencia que estamos haciendo un bien.
En realidad, al dejar de lado las ciencias sociales y las humanidades en sus componentes más científicos, en este mundo de cambios alucinantes, estaríamos haciendo un daño serio al impedir que estas nuevas visiones más sistémicas de la ciencia y su actividad que es la investigación se arraiguen en un país donde sufrimos la triste tradición de incorporar supuestos nuevos fenómenos tardíamente, cuando estos ya perdieron su vigencia, o copiar de los países vecinos que también adolecen históricamente de cultura científica.
Paraguay necesita científicos en todas las disciplinas, sin excepciones, la mayoría de las que se imbrican en las investigaciones actuales más sistémicas en una necesaria interdependencia.
Directivo y columnista de Ciencia del Sur. Es un destacado médico patólogo, investigador y comunicador científico. Es Premio Nacional de Ciencia de Paraguay 2002 por sus trabajos sobre cáncer de pene y actualmente es uno de los científicos paraguayos más productivos, según el Conacyt.
Recibió la prestigiosa Medalla Koss, que otorga la Sociedad Internacional de Patología Urológica. Es director del Instituto de Patología e Investigación, IPI. Como comunicador científico se inició en el diario ABC Color hacia finales de los '60. Tiene decenas de publicaciones científicas y capítulos en libros que van desde la medicina a la educación superior.
En Ciencia del Sur escribe columnas y editoriales sobre medicina, patología, epistemología, filosofía de la ciencia y educación universitaria.
Excelente análisis. Gracias Antonio.
Muchas gracias por tan preciso análisis.
La opinion parte de una premisa que no es correcta y parece más bien sesgada quizás por desconocimiento o falta de información. BECAL tiene varios tipos de becas y las ciencias sociales no están excluidas. Hay becas específicas para Educación por ejemplo, que son otorgadas a docentes de diversas áreas, o también hay becas para funcionarios públicos en las que se puede hacer maestrías en administración, políticas públicas, economia, etc.