No existe en el Paraguay una universidad cuya misión principal sea el avance del conocimiento. La norma -y tradición- es la repetición. Máxima concesión a esta histórica carencia es un tímido apoyo a la aplicación de conocimientos o técnicas descubiertas en otros países. Y no es fenómeno exclusivo de nuestro país.
En un seminario latinoamericano de organismos de apoyo a la ciencia, se recomendaba la implementación de programas de ciencias aplicadas solamente, es decir, el uso de copias de técnicas o modelos diseñados en países de ciencia central. Al priorizar la técnica foránea y eludir un compromiso misional con la ciencia se define al país como de ciencia periférica y el verdadero científico queda desamparado en la universidad.
Entonces, una estrategia para este científico es la construcción desde abajo, de mínimos ambientes académicos, microcosmos que le permitan ejercer su actividad, que modernamente no es posible en soledad. Este aislamiento intelectual ocurre en países con ciencia precaria. Donde todavía no se ha institucionalizado la actividad científica, lo que nos retrotrae a la época premedieval.
La academia
Para comprender esta estrategia, donde se reproducen estadios primarios de la formación y evolución de la ciencia revisemos el origen de la palabra academia.
El diccionario de la Real Academia Española (1970, 2021) es muy ilustrativo al ir revelando en sus distintas acepciones la propia historia y devenir de este concepto: La academia es un lugar, y significa:
1- Casa con jardín, cerca de Atenas, junto al gimnasio del héroe Academus, donde enseñaron Platón y otros filósofos;
2- Escuela filosófica fundada por Platón, cuyas doctrinas se modificaron en el transcurso del tiempo, dando origen a las denominaciones antigua, segunda y nueva academia;
3- Sociedad científica, literaria o artística establecida con autoridad publica;
4- Junta o reunión de los académicos;
5- Casa donde los académicos tienen sus juntas;
6- Junta o certamen a que concurren algunos aficionados a las letras, artes o ciencias; y
7- Establecimiento en que se instruye a los que han de dedicarse a una carrera o profesión.
La academia se originó como un lugar de diálogo, intercambio de ideas y debate de filósofos y más tarde de otros grupos de pensamiento. Fueron instituciones dedicadas a aglutinar a científicos dispersos y autodidactas y a la promoción de las ciencias.
Las primeras academias científicas aparecieron en el siglo XVI en Italia y España: la Academia Secretorum Naturae fue creada por el filósofo y gran científico renacentista napolitano Giambattista della Porta en 1560, descubridor de la criptografía, luego disuelta por orden papal. Solo quienes habían realizado descubrimientos en las ciencias naturales eran admitidos.
En Madrid, Felipe II fundó la Academia de Ciencias Matemáticas en 1575. En Roma se formó la famosa Academia dei Lincei (por analogía con el ojo de lince, símbolo de la sagacidad del científico) en 1603, a la que pertenecía Galileo Galilei.
Más tarde aparecieron las academias francesas, inglesas y germánicas, definidas como lugares de reuniones informales de hombres famosos por su sabiduría en la filosofía, las artes y las ciencias, disciplinas cuyas demarcaciones no eran muy precisas.
Notoriamente, y enfatizando su falta de institucionalidad, se creó en Londres y Oxford el “Colegio Invisible” (1654) que años más tarde se transformaría en la famosa Royal Society, donde los científicos dialogaban, debatían, presentaban sus trabajos y demostraban al publico interesado in situ, in vivo, los propios experimentos.
Casi todas estas organizaciones se caracterizaban por su carácter voluntario y altamente selectivo. Una excepción fue la Academie Francaise, fundada por el cardenal de Richelieu en 1634 con fuerte apoyo político y monárquico a sus actividades y por supuesto injerencia en la selección de sus miembros. En estas organizaciones que funcionaban fuera de la universidad se reunían los científicos a compartir y presentar sus descubrimientos.
La ciencia no estaba formalmente institucionalizada y funcionaba fuera de la universidad en estos organismos desde entonces denominados académicos.
Los científicos practicaban preferentemente su arte en sus casas y acudían a las academias a mostrar o leer sus resultados. La presentación, demostración experimental, deliberación, crítica o aceptación de un trabajo científico -por parte de otros colegas de la misma disciplina en un ambiente libre de prejuicios y otra autoridad que no sea la de los mismos protagonistas- determinaron los primeros microambientes académicos. Tan necesarios para el florecimiento de la actividad científica.
Institucionalización de la academia
En 1810, con la revolución educativa de los hermanos Humboldt en Berlín, se institucionalizó la investigación científica en la universidad. A partir de este evento mayor en la historia de la universidad y de la ciencia, el investigador encontró un lugar que la historia reciente demostró ser el natural para desarrollar su tarea indagatoria.
En contraposición con las profesiones relacionadas con un interés del estado, la industria y el comercio, dice Pierre Bordieu que los profesores académicos han incorporado una forma institucionalizada de capital cultural, que les garantiza una carrera burocrática y un salario regular, lo que los diferencia de los escritores y artistas (Homo Academicus).
La actividad de las academias pasó a la universidad, si bien estas antiguas academias o sociedades científicas persisten como lugares de reunión de científicos prestigiosos pero con nuevos roles.
Estos son: la promoción política de causas relacionadas con la ciencia; la traducción de hallazgos científicos para el conocimiento de la comunidad general o como institución que se ocupa científicamente de problemas o pedidos de la sociedad actuando como asesores en diversas materias de su interés y conocimiento.
Lo académico
En la universidad, la acepción nueva de la palabra academia se relaciona no con la docencia sino con la capacidad para reflexionar críticamente, plantear nuevas visiones, producir nuevo conocimiento. Lo académico es lo investigativo.
En la cultura científica norteamericana (Estados Unidos y Canadá), dominante en los siglos 20 y a inicios del 21, una institución se considera de mayor nivel académico en la medida de la calidad y cantidad de producción original de sus profesores. En nuestra cultura universitaria lo académico se relaciona con la actividad docente primariamente.
En este escrito interpretamos lo académico como lo relacionado con la investigación científica y a esto estarán dirigidas las estrategias para favorecer o facilitar el avance de los programas de investigación. La tradición y el uso definen los significados de los términos.
De la misma manera que la palabra academia fue gradualmente cambiando sus acepciones a lo largo de la historia, el quehacer o praxis de la academia, es decir, lo académico, también está sufriendo esa modificación. La distinción es importante cuando se trata de valorar con visión moderna las características de las instituciones universitarias o la capacidad y habilidades de los profesores universitarios.
Los ambientes académicos
Pero, ¿qué serían los ambientes académicos requeridos para la vida de los científicos? Pues son todas aquellas características exógenas y endógenas que hacen posible o facilitan la creatividad científica.
Presuponen esos ambientes la existencia de personas preparadas en su dominio que sean capaces de crear nuevos conocimientos o incrementar los existentes. Un grupo solidario de científicos en un mismo lugar compartiendo la idéntica pasión de descubrir. Importante vínculo es la afinidad y el contagio para la creatividad individual o colectiva.
Un mentor o mentores reconocidos como expertos y un grupo de colaboradores que pueden ser miembros del mismo departamento o más frecuentemente discípulos en el aprendizaje de una disciplina científica mediante un proyecto de investigación.
Un ambiente académico presupone la existencia de libertades académicas esenciales para el ejercicio de la creatividad científica. Esto significa un sistema amplio, flexible y abierto en un contexto de meritocracia. Ausencia de regulaciones o legislaciones que dificulten el trabajo de los científicos.
Libertad para administrar sus medios financieros logrados mediante un concurso o competición de fuente privada o estatal, adecuando a sus necesidades de investigación sin interferencias de autoridades administrativas.
Libertad para elegir los temas de investigación sin estar obligado a estudiar aquellas áreas que son del agrado de las autoridades, de los administradores o de las fuentes estatales de donde provienen los recursos económicos.
Una carga docente liviana, en esta época de masificación de la matrícula, que le permita tiempo suficiente para desarrollar sus trabajos de investigación. Libertad de la burocracia universitaria o estatal. Libertad para enseñar, es decir elegir libremente el tema a enseñar, priorizando los resultados de sus investigaciones como mejor lo crea.
Estar al margen de injerencias de la docencia burocrática con sus programas didácticos diseñados por docentes no investigadores en violación de las tradiciones libertarias en el claustro universitario. Qué mejor didáctica que relatar el proceso de la investigación, la epistemología de fuente propia como modelo para que el alumno por imitación pueda construir sus propios mundos de conocimiento.
Un buen ambiente académico significa trabajar en lugares e instalaciones seguras, aireadas y salubres. Significa poseer los equipamientos básicos que le permitan realizar sus investigaciones. Acceso irrestricto a publicaciones internacionales y regionales, revistas o libros, de su especialidad, en sus formas digitales o impresas.
Significa tener una amplia posibilidad de comunicación local y sobre todo internacional y los equipamientos tecnológicos modernos que esta comunicación requiere. Acceder a financiación para viajes de pasantías cortas con colaboradores internacionales o para la asistencia a congresos científicos a presentar resultados de su investigación.
En nuestra experiencia estas condiciones no estaban dadas en la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y creo que aún no la están y es cuando como estrategia definitiva decidimos abandonarla y crear nuestro pequeño ambiente académico en una institución independiente y privada.
Allí pudieron rápidamente cumplirse todos estos requisitos y como resultado incrementar substancialmente la producción científica. Es decir, en nuestra sociedad -científicamente marginal- desinstitucionalizar la ciencia dio mejores resultados, en contra de la marcha de la historia. Sino seremos peculiares.
¿Qué te pareció este artículo?
Directivo y columnista de Ciencia del Sur. Es un destacado médico patólogo, investigador y comunicador científico. Es Premio Nacional de Ciencia de Paraguay 2002 por sus trabajos sobre cáncer de pene y actualmente es uno de los científicos paraguayos más productivos, según el Conacyt.
Recibió la prestigiosa Medalla Koss, que otorga la Sociedad Internacional de Patología Urológica. Es director del Instituto de Patología e Investigación, IPI. Como comunicador científico se inició en el diario ABC Color hacia finales de los '60. Tiene decenas de publicaciones científicas y capítulos en libros que van desde la medicina a la educación superior.
En Ciencia del Sur escribe columnas y editoriales sobre medicina, patología, epistemología, filosofía de la ciencia y educación universitaria.