El 2020 inició con un enfrentamiento abierto entre gran parte de la comunidad científica local y la nueva presidencia del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. El año cierra con menos científicos categorizados en el PRONII y con un futuro incierto sobre la inversión que hará Paraguay en los próximos años en I+D+i.
Nadie puede dudar de la capacidad que tienen la ciencia y la tecnología para responder a los desafíos de la contemporaneidad. La pandemia de COVID-19 evidenció, como si hiciera falta, la importancia del conocimiento verificado y riguroso para toda la civilización. La demanda de información contrastada y de investigaciones serias cobró notoriedad.
Si cumple con su Plan Nacional de Desarrollo 2030, Paraguay debería estar en esa época en la sociedad y economía del conocimiento. Con una de sus universidades entre las primeras 400 del planeta. A menos de una década, todavía hay enormes desafíos que no podrán solucionarse mágicamente.
Este año, el estudio de una Ley del Biólogo mostró lo desprotegidos que están varios sectores de la academia y de la investigación, a la vez de desnudar falencias de nuestro sistema científico y cultural. Diferentes grupos poseen reclamos justos y reivindicaciones que tienen impacto directo en la creación de conocimiento.
Quizás como en ninguna otra ocasión en la sociedad paraguaya, los científicos, investigadores y académicos también mostraron su fanatismo con esta polémica.
Más allá de los resultados obtenidos, muchos profesionales de la biología y de la bioquímica fueron presos del gremialismo y de las discusiones estériles y ofensivas (tanto en redes sociales como en medios de comunicación tradicionales). Perdiendo de esta forma una gran oportunidad para construir diálogos y propuestas en un país sin tradición científica. En la realidad, colaboran conjuntamente en diferentes labores.
También fue muy bochornosa la actitud de la Agencia Espacial del Paraguay (AEP) al intentar militarizarse y olvidar los fines pacíficos para los cuales se creó. Este 2020, también será recordado como el año en que, de manera arbitraria y peligrosa -mediante un convenio- se trató de privilegiar y nombrar como directivos a militares por el simple hecho de ceder un terreno para la construcción de la sede de la AEP.
La Junta Directiva finalmente evitó que se consumara el grave error. Pero es insuficiente. Ya es hora de profesionalizar completamente la AEP y orientarse a objetivos más claros y adaptados a la realidad nacional.
Por su parte, desde el CONACYT no se tiene idea de cómo se implementará la segunda parte del Programa Paraguayo para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología (PROCIENCIA) debido a que dentro mismo del Consejo hay posiciones diferentes. El Ing. Eduardo Felippo había dicho a Ciencia del Sur que se tratará de priorizar la ciencia aplicada y pertinente durante su administración.
Priorizar podría representar un error, en un momento en que no todas las áreas y líneas de investigación están consolidadas o bien encaminadas en Paraguay. Y lo que es peor, investigadores experimentados o que abren líneas innovadoras fueron sacados del PRONII por diferentes motivos. No existe actualmente una articulación o coordinación del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología.
Reconocer limitaciones y logros
Tampoco las universidades están despegando como deberían. Muchas no tienen departamentos de investigación y si tienen investigadores, en varios casos, no son remunerados por su labor intelectual. O, todavía peor, algunos de los que tienen rubros de investigación simplemente no investigan.
Para redefinir la ciencia paraguaya debemos reconocer, primero, las limitaciones y desventajas que tenemos como país productor de conocimiento y generador de tecnología e innovación. Pero también reconocer los logros y victorias, a pesar de las adversidades.
Al inicio de la pandemia, decenas de investigadores se agruparon y, con el CONACYT, se organizaron para trabajar en torno a la emergencia sanitaria. Además, se convocó a presentar proyectos de I+D. Este año, los investigadores paraguayos se movilizaron y contribuyeron de diferentes maneras.
Actualmente, Paraguay ya tiene investigadores de algunas áreas que publican sus trabajos en revistas de alto impacto y obtienen reconocimientos de sus pares extranjeros por sus aportes al conocimiento. Lo que antes se reducía a un grupo de pioneras y pioneros, hoy se extiende.
No podemos desconocer el trabajo de los adolescentes que ganaron medallas de oro en la Olimpiada Latinoamericana de Astronomía y Astronáutica y la Olimpiada Iberoamericana de Matemática. O la labor rigurosa de los adolescentes que ganaron el Premio Nacional Juvenil de Ciencias Pierre et Marie Curie por un trabajo que involucra a la inteligencia artificial con el uso de tapabocas.
Tampoco el de las investigadoras que ganaron el Premio Andrés Barbero 2020 de tesis de grado y de posgrado. En un país al que le cuesta todavía reconocer el papel de las ciencias sociales, los trabajos que desarrollaron en disciplinas como la economía y el derecho tienen influencia en la vida diaria de las personas de nuestra sociedad.
Quizás uno de los aspectos más sorprendentes haya sido que el Premio Nacional de Ciencia de 2020 fue el más competitivo que otras ediciones. El número de candidaturas se elevó casi a 100, demostrando el interés que tiene en la comunidad científica. Un trabajo en electrónica de potencia fue el ganador.
La investigación, pionera en su rama, tendrá aplicaciones en la industria. Magno Ayala, Raúl Gregor, Osvaldo González, Jorge Rodas, Marco Rivera y Jesús Doval-Gandoy son los integrantes del grupo que ganó este año el PNC.
Por nuestra parte, aumentamos el número de lectores y la audiencia extranjera creció exponencialmente. Contamos con una nueva editora general científica y organizamos diversas actividades de CTI. Dos de nuestras colaboradoras, Fabiola Román y Alejandra Recalde fueron destacadas por su trabajo de divulgación. Y sobre todo, aprendimos más y nos mantuvimos de manera independiente.
Este año celebramos un siglo del nacimiento de Branislava Susnik. Una etnohistoriadora y antropóloga que revolucionó las ciencias sociales y humanas. Su legado sigue presente. También perdimos al querido Blás Servín, el principal divulgador científico que tuvo Paraguay y al Dr. Ricardo Moreno Azorero, investigador y Premio Nacional de Ciencia en dos ocasiones (1994 y 2000).
A inicios de 2020, también nos puso tristes el fallecimiento del filósofo y epistemólogo Mario Bunge, amigo del Paraguay.
Hacia una sociedad del conocimiento
En enero de 1921, intelectuales visionarios consideraron que el estudio, enseñanza y difusión de las ciencias debían ser promovidos en el país. Y así crearon la Sociedad Científica del Paraguay (SCP), en un periodo de revoluciones y grandes disputas políticas en la nación. Y todavía con una sola universidad.
Cumplir los objetivos para el 2030 resultará imposible con nuestro actual sistema educativo y científico. Lograr una sociedad del conocimiento estará aún alejado si insistimos en perjudicar el avance del conocimiento. Limitar a los investigadores, censurarlos o sacarlos del sistema perjudicarán enormemente al Paraguay. Enclaustrar o dirigir, desde el gobierno, áreas o temas de investigación representarán un retroceso.
En enero de 2021, la SCP celebrará sus 100 años en un contexto de mayor apoyo a la investigación y desarrollo, pero todavía bajo un sistema lento y burocrático. Y en medio de un proceso de identificación de la ciencia paraguaya. Una oportunidad para redefinir, en conjunto, hacia dónde apuntaremos.
Sin el reconocimiento de los errores y sin claridad en las políticas de CTI, todo esfuerzo será en vano. Paraguay merece una nueva ciencia. Algunas personas la están construyendo, pero no podrán solas, sin recursos y sin apoyo institucional. Crear conocimiento toma tiempo, pero es un tiempo del cual disfrutamos todos los humanos.
Desaprovechar la oportunidad de concretar el diálogo y la construcción en materia de ciencia y tecnología en Paraguay nos seguirá condenando al subdesarrollo.
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Equipo periodístico y científico de Ciencia del Sur
No existe la ciencia aplicada, existe LA APLICACIÓN DE LA CIENCIA