«La universidad en Latinoamérica debe superar el modelo napoleónico»

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René Ramírez en la Universidad Nacional de San Luis, Argentina. (Ciencia del Sur)
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Para René Ramírez, exsecretario de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación de Ecuador (2011-2017), las universidades en Latinoamérica deben superar el modelo napoleónico de universidad profesionalizante que la Reforma de Córdoba de 1918 dejó intacto.

En 2018, en celebración de los 100 años de dicho evento histórico, se realizará en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Argentina, la III Conferencia Regional de Educación Superior de América Latina y el Caribe (CRES).

El encuentro se llevará a cabo del 11 al 15 de junio y está organizado por la UNESCO, a través del Instituto Internacional para la Educación Superior de América Latina y el Caribe (IESALC). Dicho encuentra buscará continuar el trabajo realizado en La Habana (1996) y Cartagena de Indias (2008), instancias cuyas declaraciones y planes de acción contribuyeron a las Conferencias Mundiales de Educación Superior de la UNESCO.

René Ramírez (izq). (Ciencia del Sur)

Este gran evento se hará en conjunto con la UNC, el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) y la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU) del Ministerio de Educación y Deportes de Argentina. Además, cuenta con el apoyo especial del Consejo de Rectores de Universidades Privadas de Argentina (CRUP), así como de numerosas instituciones, asociaciones y redes académicas de educación superior como la Asociación de Universidades Grupo Montevideo (AUGM).

Uno de los objetivos de la CRES es reflexionar sobre el desarrollo de la educación superior en el último decenio, el estado actual y los desafíos que vendrán, reconociendo las inequidades sociales de la región, en el contexto de profundos cambios sociales y culturales que vive la humanidad.

Ciencia del Sur habló con el intelectual y actual coordinador del área temática ‘La investigación científica y tecnológica y la innovación como motor del desarrollo humano, social y económico para América latina y el Caribe’ para la III Conferencia Regional.

-Hace 100 años hubo reformas radicales en la educación superior regional. Un siglo después, ¿sirvieron esos cambios para mejorar nuestro sistema de ciencia y tecnología?

La mayor conquista de la Reforma de Córdoba fue la autonomía universitaria. Tal ruptura, entre otras disputas, pasaba porque la universidad tenga autonomía de pensamiento frente al dogma de la iglesia y el Estado colonial. Cualquier dogma, per se, es un límite para la investigación científica.

No obstante, la Reforma de Córdoba dejó intacto el modelo napoleónico de universidad que es sobre todo profesionalizante. Las universidades de Latinoamérica y el Caribe cargan en sus espaldas la tradición napoleónica.

A 100 años de Córdoba, más en un contexto en donde el mundo transita hacia un capitalismo cognitivo en donde lo que adquiere valor está ligado a la información, al conocimiento, es necesario repensarse como universidad para romper la tradición de que únicamente se importe conocimiento desde el exterior, y este conocimiento se transmita al estudiante pero no se genere conocimiento propio.

¿Se debe repensar realmente la manera en que la educación superior se imparte en el presente o es una expresión muy drástica?

La primera pregunta que debemos plantearnos es para qué queremos la ciencia. Personalmente creo que la crisis de civilización es una crisis de cómo el mundo ha producido/gestionado el conocimiento y qué conocimiento se valora. No es solo una cuestión de la región sino que sucede a nivel mundial.

El híperpatentamiento y la mercantilización del conocimiento han llevado a un subuso y una elitización del conocimiento. La ciencia está al servicio de la renta del capital y la educación deja de ser un derecho y cada vez más camina hacia convertirse en un bien de consumo. La ciencia tiene un fuerte sesgo hacia construir tecnologías para la guerra o la muerte.

Las farmacéuticas transnacionales son las principales financistas de las investigaciones ligadas a la salud, lo que restringe el acceso a medicamentos porque se comercializan los fármacos como si fuesen automóviles.

Tener un modelo científico que impida acceder a medicinas a pacientes en peligro de muerte es un “asesinato masivo”. Se ha perdido la mirada humanista de la ciencia.

-¿A qué se refiere específicamente?

La híperespecialización parece que salvará a las hormigas, pero matará todo el bosque. La universidad no dialoga ni investiga con la sociedad y produce, para legitimarse, epistemicidios sociales a través de silenciar voces que no se acoplan al modo de producción dominante, orientado por el lucro: actores como los agricultores, indígenas, pescadores, ciudadanos de a pie simplemente no tienen ‘conocimiento’.

Por eso necesitamos una universidad más humilde. Necesitamos no solo “más universidad en la sociedad” sino “más sociedad en la universidad”. Si la universidad no busca repensarse para reinventarse, será cómplice de profundizar la crisis de civilización que atraviesa el mundo. Debemos inaugurar un nuevo principio: el de interdependencia cognitiva entre universidad y sociedad, tanto en el aprendizaje como en el proceso de generación de conocimiento y tecnología; mi saber o conocimiento (universidad) depende del tuyo (sociedad) y no puedo ser (universidad) sin tu ser-saber (sociedad).

Claro está, si queremos ciencia para la acumulación de capital, para la guerra, para la muerte, etc., hay que dejar intacta la actual forma de generar conocimiento.

-¿Debe haber convergencia entre la universidad, el Estado y el empresariado para aprovechar al máximo la investigación científica?

La economía política de nuestros países es la economía política del comercio primario exportador y secundario importador. Usualmente los gobiernos están ligados a estos grupos y generan incentivos para reproducir este patrón de especialización.

Uno de los peores rentismos es el importador, porque distorsiona los incentivos económicos para invertir en tecnología y generar industria local: si es más barato importar una computadora (para lo cual hago lobby), ¿por qué voy a invertir para producir localmente? ¿Qué quiero decir con esto? La región ha mantenido una estructura productiva primario exportadora, secundario importadora y terciario importadora de conocimiento desde la independencia e incluso más allá.

No habrá ciencia y tecnología, aunque se invierta 2% o 3% del PIB, en la región si no se cambia su matriz productiva. Solo con otra estrategia de desarrollo en donde deben interactuar academia, Estado, sector productivo y organizaciones sociales y ciudadanas se podrá concretar un cambio en el patrón de acumulación de nuestras economías.

Sin otra estrategia de desarrollo para producir otro tipo de acumulación, la unión de academia-Estado-empresario será infructuosa o con impacto marginal frente a lo posible.

-¿Cómo hace América Latina para migrar a una economía del conocimiento?

Vivimos en una economía del conocimiento. La pregunta es a qué tipo de economía del conocimiento queremos entrar. Ahora bien, si queremos basar la generación de valor agregado en tecnología, innovación y conocimiento se deben cambiar la estructuras productivas del país. Tiene que existir un cambio en la economía política de generación de riqueza de la región.

¿Por qué no se invierte en ciencia? Existe un legado histórico que no hemos podido romper. Las élites económicas son élites rentistas y especulativas, y la élite política es una élite miope y del corto plazo.

En el primer caso, los grupos económicos prefieren invertir en lobby para bajar aranceles o firmar tratados de libre comercio para incrementar su utilidad que invertir en talento humano o en ciencia para mejorar productividad y ser soberanos.

Usualmente los gobiernos están ligados a estos grupos y generan incentivos para reproducir este patrón de especialización. A su vez, los gobiernos de turno tienen una mirada del cortísimo plazo: “Todo lo que no se puede capitalizar en el mismo período es mejor no hacerlo”.

La educación y la ciencia son proyectos de largo plazo e implican pactos sociales para transitar por décadas en esa dirección. Pensar en el largo plazo, bajo miradas miopes, no resulta rentable para la mayoría de políticas y tampoco es rentable para los agroexportadores, comerciantes, importadores y banqueros que buscan maximizar utilidades en el cortísimo plazo y minimizar el riesgo.

No es casual que la oferta de crédito sea para consumo de corto plazo y que sea difícil encontrar sistemas de financiamiento de la ciencia, la tecnología y la innovación. En este punto, la producción o no de ciencia tiene que ver con la economía política de generación de riqueza de un país.

Lo que tiene que tener claro la región es que la estructura productiva vigente no es sostenible intergeneracionalmente. En este sentido, no hay alternativa: o nos quedamos dependientes e ignorantes del conocimiento que se produce en el “centro” o buscamos una transformación radical basada en la generación de conocimiento y tecnología pertinentes a lo que nuestros pueblos necesitan.

Evento académico en la Universidad Nacional de San Luis, Argentina. (Ciencia del Sur)

-¿Deben superar nuestras universidades los modelos tradicionales y aceptar los cambios actuales de la sociedad del conocimiento?

No hay opción. Este momento la región vive una disyuntiva. Se suele señalar que cada cinco años se duplica el conocimiento a nivel mundial; estoy hablando de nuevo conocimiento. Esto implica que países que no generamos conocimientos, cada cinco años somos el doble de ignorantes y el doble de dependientes de lo que producen otros.

Como sociedades podemos tomar la decisión de no entrar en la sociedad del conocimiento, la innovación y la creatividad. Empero, lo que no podemos hacer, si decidimos deliberadamente no entrar en la sociedad del conocimiento y la innovación, es dejar de entrar en la sociedad de la ignorancia.

La universidad, en este marco, debe romper su estructura napoleónica solo profesionalizante e importadora de conocimiento, debe ampliar conocimiento acorde a lo que necesitamos y buscar una interdependencia cognitiva metodológica (deductiva-inductiva), interdisciplinaria (ciencias básicas que dialoguen con las humanidades, ciencias sociales, etc.) y transdisciplinaria (dialogo de saberes) a la vez.

Ahora bien, debe quedar claro como señalé, el punto de discusión es qué tipo de sociedad de conocimiento queremos construir. Claramente, la sociedad del conocimiento del capitalismo cognitivo profundizará la crisis que ya vive la humanidad y los ecosistemas. Debemos buscar construir una economía social de los conocimientos, la creatividad y la innovación que construya una democracia humana sostenible.

-¿Qué puede aportar América Latina al sistema de investigación y desarrollo mundial en su estado actual?

La crisis que vive el mundo es en buena parte producto de la forma de gestión de conocimiento a nivel mundial. Copiar esa forma de gestión desde la región lo único que haría es contaminarlo. Aquí en Latinoamérica la mayoría de ciencia se produce a nivel universitario y no tiene los vicios de los países del “centro” del mundo en donde el principal objetivo es buscar rentas económicas y donde –en buena parte– la ciencia no es autónoma sino que cada día depende más de intereses corporativos.

Dar la disputa en construir otra ciencia que permita disputar el sentido de la civilización puede ser el principal aporte de la región.

Por otra parte, si bien debe crecer la participación de la investigación científica de la región frente al mundo, resalta el aporte que hace Latinoamérica a la investigación en agricultura (alimentos) y ciencias biológicas (biodiversidad), dos áreas fundamentales para el futuro de la humanidad.

-¿Qué opinión le merece la reunión realizada en San Luis, en cuanto a la colaboración de AUGM, como red de universidades que puede colaborar con la CRES 2018?

Luego de haber vivido las barreras que ponen los gobiernos para la integración, creo que esta puede concretarse a través de la acción colectiva y conectiva de los pueblos, de la ciudadanía, de las organizaciones o instituciones sociales. Las universidades deben jugar un rol ejemplificador para la integración de la región.

La experiencia de redes universitarias como AUGM no solo permite reflexionar sobre su propia constitución sino a partir de tal reflexión aprender para repensar los cambios que se deben hacer, qué se debe potenciar y  qué nuevos rumbos conquistar.

-¿En qué temas de ciencia y tecnología se insistirá en la CRES 2018?

Son varios temas. Primero, la necesidad de recuperar el sentido público, común y social de la ciencia y disputar el sentido mercantil que tiene hoy en día. Asimismo, debe quedar claro que necesitamos otra ciencia para otra acumulación y viceversa.

Debe ser prioridad ligar la ciencia a una estrategia de desarrollo que permita construir otro patrón de especialización (de generación de riqueza) en la región, para lo cual se debe dar un rol estratégico e invertir más en ciencia, tecnología e innovación.

Debemos tener claro que la participación de la región a nivel mundial de la producción científica en términos de cantidad es muy baja (4%). Si bien existen países como Ecuador, Surinam y Colombia que son los territorios del continente que han tenido mayor crecimiento en su producción científica en la última década, es insuficiente para generar transformaciones estructurales a nivel regional más cuando los países donde se concentra la investigación científica como son Brasil, México y Argentina están dejando de invertir en esta área.

Tercero, la ciencia, la tecnología y la innovación deben ser pertinentes a las necesidades y potencialidades de la región. Cuarto, la necesidad de romper con la tradición napoleónica de nuestras universidades para poner en el centro de la enseñanza la investigación científica y la búsqueda de la verdad. Quinto, la importancia de tener un sistema científico regional como parte de una estrategia de integración latinoamericana para lo cual se debe defender el derecho a la libre movilidad de los ciudadanos latinoamericanos y fomentar la producción científica en redes regionales.

Finalmente, la necesidad de construir una ciencia humilde, que no se apalanque en epistemicidios para legitimarse (es decir, cuestionar la concepción heredada de ‘ciencia’ como conocimiento único autorizado para el acceso a la realidad) y que tenga como objetivo generar innovaciones sociales para salir de la crisis de civilización que atraviesa el mundo, es decir, necesitamos una ciencia y tecnología del Sur para la paz, para la democracia, para la vida, para poder vivir en armonía con la naturaleza y poder garantizar la reproducción indefinida de las culturas.

Debe quedar claro que la autonomía de nuestros pueblos radica en la libertad de pensamiento y no existirá libertad de pensamiento si no rompemos con la dependencia tecnológica y cognitiva que tiene la región.

-De manera general, se contempla migrar gran parte de lo enseñado en aulas tradicionales a aulas virtuales; ¿cómo impactará eso en las universidades como las conocemos?

Hoy en día la virtualidad es una realidad. Las tecnologías de información han cambiado al individuo y las relaciones sociales. Es obvio que la universidad será otra como consecuencia del impacto de la virtualidad. Seguramente será el fin de las clases magistrales, y tendrá más impulso los foros abiertos, los seminarios multidiscplinarios; permitirá el aprendizaje colaborativo y en red.

También se flexibilizará el uso del tiempo (igual impacto que tuvo Netflix para los televidentes de films, series o documentales). Asimismo, coadyuvará a que sea más horizontal la relación docente-alumno (ojalá también en la sociedad). En este mismo instante el estudiante con una computadora puede tener más información que el propio maestro.

El ejercicio cognitivo se realizará sobre todo fuera del aula. De ser bien utilizada podría aumentar la propia calidad de la enseñanza. El alumno podrá tomar clase con los mejores profesores del mundo y ser compañero de alumnos de todos los continentes del mundo. Se masificará la forma de generar conocimiento siguiendo formatos de estilo CERN, creador de la World Wide Web (www).

Ojalá permita masificar y superar las barreras y fronteras hoy existentes en la universidad. Quizá hay que tener cuidado que no tenga el mismo efecto de lo que parece generan las redes sociales: “individualismo autista”. Con la virtualidad, el plus de lo superior en la educación no estará anclado a la trasmisión de conocimiento, sino a la generación de conocimiento, desarrollo tecnológico e innovación, los cuales por lo pronto todavía tendrán que hacerse físicamente, al menos en la región.

No obstante, pensaría que la pregunta que debemos hacernos no es cómo cambiarán las TIC a las universidades sino qué deben hacer estas para generar tecnologías de la comunicación que permitan humanizar más a la sociedad y construir más democracia mientras se produce el proceso de aprendizaje.

 

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Columnista de Ciencia del Sur. Bioquímico por la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Asunción, UNA. Del 2004 hasta la fecha trabaja en el desarrollo y gestión de la investigación, innovación y transferencia tecnológica en la Universidad Nacional de Asunción. Recibió una mención de honor como divulgador por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología en 2017. Es el vicedirector de Ciencia del Sur.

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