En el Primer Foro Paraguayo de Ciencia y Política que organizaron Ciencia del Sur y el Benjamin Franklin Science Corner, uno de los candidatos aseguró que se ha perdido la racionalidad política en Paraguay. Este senador manifestó que —como nunca en otro periodo de la democracia— hay políticos sumamente mediocres que no admiten una pizca de debate racional.
Revela una postergación sonrojante que haya sido la primera vez que políticos, candidatos e investigadores de varios sectores conversaran públicamente sobre cómo mejorar la ciencia y la investigación en Paraguay. Revisar el programa de investigadores, crear un ministerio o secretaría nacional de ciencias, construir un centro astronómico nacional, digitalizar varios servicios y expandir la divulgación fueron algunas propuestas resaltaron en el Foro.
Sabemos, empero, que la mayoría de los políticos paraguayos tiene poco o nulo contacto con la ciencia. Quienes asisten a las sesiones del Congreso paraguayo o siguen los debates por TV Cámara se darán cuenta de que los argumentos científicos no solo escasean, sino que muchas veces se distorsiona completamente la realidad. El Poder Ejecutivo ni el Judicial escapan de esta tormentosa inercia hacia la ignorancia.
Si en Asunción es terrible escuchar a los políticos, en el interior el panorama puede ser peor. Denuncias públicas encajonadas, malversación de fondos, nepotismo en su máxima expresión, robos que no son investigados, burocracia innecesaria y perjudicial, servicios públicos obsoletos y hasta insultantemente caros. El modus operandi de la administración pública es de ninguneo al ciudadano.
Paraguay es un país con un burocracia esclerótica que se ha convertido en un cáncer social con víctimas generacionales. Una de las cifras más alarmantes, además de los índices de pobreza e inseguridad, tiene que ver con la educación, y no solo la primaria o secundaria. Ni siquiera el 5% de la población accede a la universidad, y de la porción que sí accede, muy pocos pueden aspirar a una educación superior de excelencia. En líneas generales, la universidad paraguaya no forma ni para las competencias de la academia internacional ni para el mundo laboral.
Aún así, hay millones de paraguayos que votarán en las elecciones del próximo domingo 22 de abril, esperanzados, tal vez, con que la situación del país mejore. Lo cierto es que no hay modelos de país en competencia. Los principales candidatos no prometen las reformas drásticas que necesitan las instituciones de la república.
Lo que pudimos comprobar en esta campaña, además de la apatía y aburrimiento de la ciudadanía, es la falta de ideas claras para sostener un sistema democrático del siglo XXI. Los principales partidos han apelado, como siempre, a las grandes masas a través del color, las pasiones, el sentimentalismo barato y a promesas gastadas. Ninguna sorpresa se espera para el 15 de agosto, cuando asumirá el nuevo Gobierno.
Como en otros eventos electorales, el fenómeno de la posverdad y las noticias falsas se hizo presente. Si en otros países las autoridades niegan el cambio climático o la teoría de la evolución para ganar popularidad, en Paraguay se apela al odio a las minorías sexuales y al miedo de una amenaza inexistente.
Los políticos paraguayos adulteran datos, vanaglorian las ciencias estadísticas cuando les convienen y despotrican contra ellas cuando no; apelan a un nacionalismo chabacano y un pasado dorado que nunca existió; se muestran como salvadores del país, cuando en realidad lo que buscan es perpetuar un sistema que protege a corruptos y criminales, si no a ellos mismos.
En momentos de conmoción y debate nacional, como son las elecciones, debe reinar más bien la evidencia y la racionalidad. Pensar friamente al momento de votar (o no). El ciudadano hoy tiene más acceso a la información que nunca, pero se requiere poder dejar los prejuicios de lado y pensar críticamente para filtrar solo el verdadero conocimiento, problema al que se le suma el de la manipulación mediática. Solo esperemos que el próximo presidente de Paraguay no sea un abanderado más de las nuevas corrientes antiintelectuales que llegaron al poder en otras latitudes.
La postergación del desarrollo ha sido clave para que tiranos e ineptos gobiernen Paraguay. Pero ya es hora de que esa época sea parte de la historia, no un peligro constante. Hoy en día tenemos la posibilidad de exigir políticas basadas en evidencia, asesores que investiguen y parlamentarios que estén a la altura, intelectual y moralmente, de la sociedad del conocimiento.
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Director ejecutivo de Ciencia del Sur. Estudió filosofía en la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y pasó por el programa de Jóvenes Investigadores de la UNA. Tiene diplomados en filosofía medieval y en relaciones internacionales.
Condujo los programas de radio El Laboratorio, con temática científica (Ñandutí) y ÁgoraRadio, de filosofía (Ondas Ayvu).
Fue periodista, columnista y editor de Ciencia y Tecnología en el diario ABC Color y colaboró con publicaciones internacionales. Fue presidente de la Asociación Paraguaya Racionalista, secretario del Centro de Difusión e Investigación Astronómica y encargado de cultura científica de la Universidad Iberoamericana.
Periodista de Ciencia del Año por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (2017). Tiene cinco libros publicados.
Excelente análisis. Lamentablemente, todavía hay mucha tela para cortar en lo que hace al fomento y sostenibilidad de la CyT en Paraguay.