La educación russelliana: ciencia y humanidades

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Bertrand Russell (centro) liderando una marcha pacifista en 1961 en Londres. (Wikimedia)

El británico Bertrand Russell no puede considerarse solo un referente para los estudiosos de la filosofía y matemática. Un lector curioso habrá notado que Russell también habló de literatura (disciplina en la que obtuvo un premio Nobel), cultura y educación. Este último aspecto fue expuesto en varios de los majestuosos textos del pensador británico.

Obras como On EducationThe Place of Science in a Liberal Education, The Functions of a TeacherFreedom and the Colleges, entre otros, exhiben la atención que este gran pensador puso en la educación gracias a su pensamiento universal, que va desde las matemáticas hasta los asuntos internacionales de la época.

La educación según Bertrand Russell busca la universalización del pensamiento, del ser ciudadano, la formación frente al mundo. Así mismo, se trata de formar para la libertad en libertad, de reconocer la variedad de opiniones, el valor del conocimiento, y la necesaria defensa de la civilización y la democracia, además de la apuesta tanto por la ciencia como por las humanidades.

Muchos inexpertos en materia de educación tienen mucho por decir de este proceso de formación, pero muy poco se relaciona con la difícil realidad de esta actividad sociocultural, mientras otros manejan conceptos e ideales desde la pedagogía que carecen de cientificidad y se convierten en meros comodines para vender modelos y proyectos ajenos a la experiencia y al bien común.

Educación y libertad

Russell por su parte habló desde la perspectiva de un profesor que incluso sufrió la persecución y consideración de impropio por su pensamiento. En 1940, cuando fue invitado a enseñar en el City College of New York, las autoridades le prohibieron ejercer el cargo. Sus ideas frente a la vida, el mundo y la libertad le resultaron en la pérdida de su labor como formador de pensadores.

Su experiencia y conocimiento viene de alguien que vivió en épocas de fanatismo religioso, el nacionalismo, el nazismo, la plutocracia, el comunismo, y otras manifestaciones de autoritarismo que buscaban controlar el libre pensar y expresar tanto dentro como fuera de la academia.

Frente a estos problemas tan graves, y todavía presentes, como el de la censura y caza de brujas contra los docentes, el mismo filósofo hizo un llamado de atención a los educadores, ciudadanos y demás para que defendieran la libertad académica.

El docente es el principal servidor a cargo de proteger la civilización y transmitir este legado de guardián a sus pupilos, luchando contra ideas oscurantistas, nacionalistas y dogmáticas que busquen someter el pensamiento, tanto el que se discute con libertad en el ámbito académico como el que cada individuo puede construir y manifestar en una democracia.

Y en cooperación con el docente debe estar la sociedad, no solo los estudiantes, ya que todos se ven afectados si la educación y la profesión docente se ve coartada por intereses oscuros que enemistan con las libertades.

Si seguimos los llamados del profesor Russell, la educación russelliana nos llama a formar el pensamiento cosmopolita, universal y libre que cultive las ciencias y las humanidades, y también que forme ciudadanos en todos los aspectos axiológicos y socioculturales, para que se pueda continuar con las nuevas generaciones una educación que garantice la subsistencia de la civilización.

Lastimosamente Bertrand Russell no es lectura obligatoria ni referente indispensable para la formación de pedagogos en una región como América Latina que enfrenta el fanatismo religioso, las dictaduras, la persecución, el abandono de la academia, la corrupción y la guerra.

Se hace idóneo seguir el camino del filósofo inglés si queremos lograr el cambio para un futuro mejor que todos aclaman, futuro que inicia desde la educación, garantizando la libertad y dignidad de quienes están a cargo de formar a los ciudadanos.

Por esto invito a todos, aprovechando el aniversario de Ciencia del Sur, a homenajear a un hombre tan importante, a reflexionar sobre nuestro deber hacia la educación no solo como docentes u hombres de ciencia, sino como ciudadanos.

 

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Es licenciado en educación básica con énfasis en humanidades: lengua castellana e inglés, por la Universidad de Cundinamarca (Colombia). Es creador de Radiotelescopio abandonado y Girardot Review. Hizo parte de semilleros universitarios de investigación, y trabajó como editor colaborador para Nullius in Verba. Además ha participado en diversos medios escribiendo sobre literatura, educación, semiótica y lingüística. Columnista de lingüística, literatura y educación de Ciencia del Sur.

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