El mito de la evolución biológica del ser humano

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El ser humano es un organismo biológico. Esto es un hecho. Su evolución biológica, no obstante, podría ser un mito. Según la Real Academia de la Lengua, un mito es una “narración maravillosa” o una “historia ficticia”. Y sí, aunque suene duro, nuestra evolución biológica podría serlo.

En un ensayo publicado hace unos años, el antropólogo Jonathan Marks (2012) sostuvo que la evolución humana es un proceso “biocultural”, por lo tanto, es “perversamente anticientífico” verla como un simple proceso biológico donde la cultura tiene poco o nada que agregar. ¿Cuáles son sus argumentos?

¿El ser humano sin cultura?

Según Marks, las placas colocadas en las sondas espaciales Pioneer 10 y Pioneer 11 en los años 70 —para comunicarle a cualquier civilización alienígena cómo somos los humanos— tuvieron la intención de ser una representación “natural” del ser humano, esto es, una que no tenga la influencia de alguna cultura.

No obstante, para Marks, tal representación es falsa. Ello ilustra dos cuestiones: primero, la idea del ser humano sin cultura es producto de una visión no darwiniana y, segundo, el vacío que deja la cultura es llenado por la imaginación del científico. Todo ello conforma lo que Marks llamó el “mito de la naturaleza humana sin cultura” o la idea de que los seres humanos podemos ser comprendidos sin referir a la cultura.

«¿Por qué elegir enviar a los extraterrestres una imagen de cómo nos vemos y luego mostrarnos de manera diferente a cómo nos vemos, excepto mientras nos duchamos o tenemos relaciones sexuales? La respuesta es que los astrónomos intentaron transmitir una imagen “natural” de nuestra especie, una que despoja a los humanos de su cultura. Y, sin embargo, no solo es una mentira, porque eso no es lo que los extraterrestres verán cuando aterricen entre nosotros, sino que también es una mentira sobre una mentira, porque al imaginarse a sí mismos como libres de información cultural, [los astrónomos] están transmitiendo información cultural. Ciertamente, los cortes de pelo y la depilación tipo bikini son culturales, al igual que las posturas y miradas influenciadas por el género, con solo el hombre mirándote directamente a los ojos (para un babuino, eso sería un gesto de amenaza; esperemos que los extraterrestres no lo vean de esa manera)». (Marks, 2012, p. 140)

Placa de Pioneer
Placas de la Pioneer (Foto: Wikimedia).

Haciendo un breve recorrido por distintos mitos sobre la creación humana (recordemos que los mitos nos cuentan el origen de la civilización, por ejemplo, el Génesis bíblico), Marks sostuvo que todos ellos comparten la presunción de que hay un estado donde las personas carecemos de humanidad. Dicho estado es previo a la adquisición de cultura.

En efecto, muchos mitos de diversas sociedades narran que la creación del mundo es un proceso que inicia en un estado salvaje y culmina en el origen de la civilización. Aunque su marco teórico es cuestionable, los análisis de mitos amerindios realizados por el etnólogo francés Claude Lévi-Strauss en Mitológicas confirman dicha transición.

Es posible hallar relatos semejantes en partes de la filosofía occidental, como en las obras de Santo Tomás o Thomas Hobbes. Para Marks (2012), tales ideas, que exponen al ser humano como poseedor de una naturaleza bestial, reflejan una mirada predarwiniana que es “inconsistente con el conocimiento actual de la evolución humana” (p. 141).

Aquella perspectiva es justamente el mito que Marks (2012) busca derrumbar: “la idea de que se puede separar analíticamente la biología humana de la cultura y estudiar de manera significativa solo la evolución biológica humana o de que existe una ‘historia natural’ del ser humano que no sea una historia ‘natural/cultural’” (p. 141).

Y es que la cultura está tan involucrada en nuestra evolución como especie que hacerla a un lado para comprender únicamente el lado B (de biológico) de nuestro desarrollo, con la intención de hallar una naturaleza humana universal (como pretende la psicología evolucionista), sería un objetivo banal.

La cultura como parte fundamental de la evolución humana

Para Marks, la cultura es una parte fundamental de la evolución humana. Ello por tres razones principales:

  1. Primero, porque estuvo presente en nuestro linaje mucho antes del surgimiento del Homo sapiens. Reciente evidencia arqueológica demuestra que los Australopithecus tenían la capacidad de fabricar herramientas (Harmand et al., 2015). Esta es una habilidad que implica tener la capacidad de transmitir información entre generaciones, lo cual establece a la tecnología como un punto clave de nuestra evolución (un rasgo que nos diferencia de otras especies, primates incluidos).
  2. Segundo, porque los entornos en los que evolucionamos no son naturales sino culturales. En efecto, en lugar de habitar en la naturaleza y de enfrentarnos a ella con las garras y colmillos que claramente no tenemos, los seres humanos nacemos y vivimos en sociedades complejas conformadas por tradiciones, hábitos, lenguajes, estructuras, normas, etc., que constituyen las culturas de las diversas poblaciones humanas.
  3. Finalmente, porque la ciencia que explica quiénes somos y de dónde venimos es una empresa cultural en sí misma. Ello significa que la ciencia está conformada no solo por procedimientos y protocolos de investigación objetivos sino también por valores culturales que hacen de las hipótesis sobre el origen de la humanidad algo muy similar a los mitos sobre el origen de la civilización. Nadie debe dudar que los científicos también poseen sesgos y prejuicios de toda clase.

Dado que la cultura nos moldeó física y cognitivamente como especie, la cultura sería una pieza fundamental para comprender nuestra evolución. En palabras de Marks, ella sería “causa próxima” (por influenciarla a corto plazo) y “causa última” (por influenciarla a largo plazo) de la evolución humana. Pese a ello, la literatura científica no siempre destacó tal perspectiva.

Para Marks, buena parte de la teoría evolucionista desarrolló un tipo de “antropología biologizada” resultante de la confrontación entre darwinistas y antropólogos. Aquí es pertinente mencionar la obra del antropólogo Franz Boas, quien, en las primeras décadas del siglo pasado, destacó la irrelevancia de la biología en la explicación de la civilización humana. Recordemos que, para Boas, las diferencias culturales eran básicamente procesos histórico-culturales.

De hecho, si revisamos la teoría antropológica, veremos que las teorías darwinianas sobre la conducta humana fueron muy debatidas por los antropólogos: desde la sociobiología de E. O. Wilson, debatida por Marshall Sahlins (1977), hasta la psicología evolucionista de la escuela de Santa Barbara, debatida por muchos antropólogos a lo largo de los años (Hallpike, 2011; Henrich, 2016; Richerson & Boyd, 2001).

Todo ello respalda una afirmación, sin duda, polémica: la evolución humana no es biológica. Aunque pueda ser atractivo concebirla como un simple proceso biológico o genético, sus aspectos más fundamentales “no son rasgos biológicos con historias biológicas sino rasgos bioculturales con historias bioculturales” (Marks, 2012, p. 148).

Esta perspectiva también muestra fuertes implicancias en el estudio de la conducta animal. A fin de cuentas, este es un campo que se desarrolla vía préstamos conceptuales que, algunas veces, degeneran en ciertas formas de antropomorfismo muy populares en ciertos rincones académicos (Wynne, 2004). Entre ellas, podemos ubicar la idea de que los primates poseen cultura, una tesis muy discutida (Henrich & Tennie, 2017).

«Afirmar la equivalencia de, digamos, el plumaje de las aves y los autos deportivos para atraer parejas (Diamond, 1992, p. 175) es ignorar el hecho de que el auto deportivo se fabrica y se vende, y solo existe desde hace unas pocas generaciones. El automóvil deportivo no es un hecho biológico, como lo es el plumaje del pájaro, sino un artefacto con una ontología completamente diferente. Su equivalencia no es un hecho de evolución biológica sino una metáfora, como equiparar un árbol y un paraguas para que ambos proporcionen sombra. Entender cualquier aspecto de la evolución humana como si fuera el plumaje de un pájaro puede ser, por tanto, muy engañoso». (Marks, 2012, p. 148).

La evolución humana no es biológica

primate evolucionando a humanos que usan herramientas
La cultura nos moldeó física y cognitivamente como especie (Imagen: Juli Pausas).

Tras destacar la importancia de la cultura, Marks sostuvo que la evolución humana no es biológica porque los cinco  rasgos principales de nuestra condición —que nos diferencian de cualquier otra especie— no son biológicos sino bioculturales. Tales son el bipedalismo, el cerebro, la piel, el lenguaje y el dimorfismo sexual. Vamos por partes.

En principio, el bipedalismo es un rasgo que nos diferencia de otras especies (Alexander, 2004). Para Marks, es un rasgo cultural porque surgió de forma lamarckiana: luego de que nuestros antepasados aprendieran a caminar en dos patas sin tener la obligación de hacerlo, esta habilidad quedó programada en nuestra especie (West-Eberhard, 2005).

En segundo lugar, el cerebro humano se caracteriza no solo por su tamaño sino además por su poder de cómputo (procesamiento de información). Para Marks, dicho rasgo no es causa de la cultura sino consecuencia de ella. Esta es una tesis sustentada por diversos estudios que hablan de un “cerebro cultural” (Muthukrishna et al., 2018) o del carácter cultural de nuestra cognición (Bender, 2019; Henrich & Muthukrishna, 2023; Mavritsaki et al., 2021; Tomasello, 1999, 2006).

Por otro lado, la piel humana se caracteriza por su capacidad de termorregulación (útil para enfriarnos ante actividades como la caza) y sus funciones sociales: desde el vello axilar hasta el arte corporal o el uso de vestimenta. Por tanto, más que un simple atributo biológico, se trata de un rasgo que, para Marks, solo puede comprenderse tomando en cuenta el papel de la cultura (Jablonski, 2013).

El lenguaje es otro rasgo que nos distingue. Aunque otras especies (aves o primates) se comunican vía sonidos, el lenguaje posee un nivel de complejidad y fidelidad único en el reino animal. Para Marks, este es un rasgo que debe entenderse culturalmente. Ello coincide con estudios que postulan que el lenguaje no es una adaptación biológica ni un instinto sino una adaptación cultural (Christiansen & Chater, 2022; Everett, 2012; Morales, 2021a; Tamariz & Kirby, 2016).

Finalmente, para Marks el dimorfismo sexual humano no es un simple proceso genético sino una dinámica donde múltiples factores culturales y ambientales diversifican sus patrones. Asimismo, la elección de pareja es un proceso mediado por criterios culturales (como estatus socioeconómico o prestigio). Ello no solo coincide con estudios que describen al dimorfismo sexual humano como un fenómeno más cultural que biológico (Morales, 2021b), sino que, además, cuestiona la fiabilidad de disciplinas que apelan a las diferencias biológicas entre hombres y mujeres para explicar sus diferencias conductuales —por ejemplo, la psicología evolucionista (Morales, 2020).

Conclusión: la evolución humana, un proceso biocultural

Como vemos, para Marks, rasgos como el bipedalismo, el cerebro, la piel, el lenguaje y el dimorfismo sexual no serían biológicos sino culturales. Ello permite sugerir que, si los rasgos más significativos de la condición humana son fundamentalmente culturales, entonces la evolución humana sería un proceso cultural o, más exactamente, biocultural.

El antropólogo Jonathan Marks
El antropólogo Jonathan Marks (Foto: Matt Cashore/University of Notre Dame)

Esta propuesta coincide con múltiples estudios que, desde hace un tiempo, defienden que los seres humanos somos una especie cultural (Morales, 2022; Richerson & Boyd, 2005). Dicho adjetivo no solo significa que podemos crear cultura, sino además que la cultura nos ha creado. Para los científicos que desarrollan dicha perspectiva, llamada evolucionismo cultural, incluso nuestra evolución genética es resultado de procesos evolutivos dirigidos por la cultura (Henrich, 2016).

Para Marks, tal peculiaridad permite fundar un “excepcionalismo antropológico”, una forma única de entender nuestro desarrollo como especie, pues sin la cultura es imposible comprender la evolución de nuestra anatomía y conducta. Ello también coincide con varios estudios que defienden la particularidad de nuestra historia evolutiva (Henrich, 2016; Laland & Seed, 2021; MacLean, 2016; Tomasello, 2006, 2020; Tomasello & Rakoczy, 2003; Vermeij, 2023).

La idea de la evolución biocultural humana derrumba el mito de que ella es simplemente biológica. Las implicancias de ello son claras, pues refieren a las instancias generales que solemos referir cuando explicamos nuestra peculiar conducta: ¿biología o cultura? Puede que la evidencia científica sea clara, pero el debate está más vivo que nunca.

«La razón por la que la evolución humana no puede estudiarse desde una perspectiva estrictamente zoológica es que tal esfuerzo comienza negando los hechos mismos de nuestra existencia que estamos tratando de explicar: cómo llegamos a ser las criaturas que somos, débiles y lentas, incapaces de sobrevivir sin el entorno no biológico que crearon nuestros antepasados y, sin embargo, invadiendo el planeta; genéticamente casi idénticos a los chimpancés, pero llevándolos a ellos y a todos los demás simios a la extinción. Lo hicimos evolucionando hacia animales bioculturales, animales que miran las cosas que los rodean y preguntan qué pueden hacer con estas cosas. Mientras que otras especies viven en contextos ambientales materiales y ecológicos, los seres humanos son moldeados por su entorno histórico, es decir, por las cosas que nuestros antepasados dijeron e hicieron y, a su vez, construyen nuestro entorno actual tecnológica, social, política, económica y lingüísticamente. En la medida en que podamos encontrar aproximaciones de nosotros mismos en otras especies, esto es, no obstante, para lo que evolucionamos y, en consecuencia, nuestra evolución está sujeta a reglas que no son fácilmente aparentes en la evolución de otras especies (Sterelny, 2012). Tratar de representar a los humanos como seres no culturales es una tontería, el residuo de un enfoque científico premoderno para comprender la condición humana». (Marks, 2012, p. 154).

El mito de la evolución biológica del ser humano no busca negar nuestro lado biológico ni tampoco que su evolución haya seguido los principios de la selección natural (aunque esto es un debate aparte). Al contrario, dicho mito es una invitación a reconocer el verdadero impacto de un factor que durante mucho tiempo fue ignorado o negado: la cultura. Reconocernos como una especie cultural no niega nuestro carácter biológico sino que lo particulariza. Ello nos permite comprender mejor por qué somos como somos.

Referencias

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Sergio Morales Inga es antropólogo y egresado de la Maestría en Filosofía de la Ciencia, ambos por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Perú. Tiene publicaciones en revistas académicas de Perú, Colombia, Argentina, España y Reino Unido. Columnista de evolución humana, género y epistemología de las ciencias sociales en Ciencia del Sur. También realiza divulgación en evolución cultural a través del blog "Cultura y evolución".

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3 COMENTARIOS

  1. Si a cualquier persona, (niño inclusive) se le muestra la representación de la pareja humana del disco de la Voyager, sabrá reconocer que son de nuestra especie. La imagen de la pareja nos representa, sin importar los cortes de pelo, la falta de ropa o incluso los rasgos característicos de los grupos humanos que existen en la Tierra. En el imposible caso de que ET’s pongan pie sobre nuestro planeta, si miran las figuras del disco y se fijan en las formas de vida existentes no podrán fallar al identificarnos. No veo la mentira por ese lado.
    Al usar “los astrónomos”, estimo que es una generalización que habría que acotar. Más bien fue idea de Sagan. En aquel entonces había un grupo de personas que tenían la idea romántica de que la comunicación con ET’s era algo posible y supongo que ese reducido grupo de personas es la que se puso de acuerdo en enviar dicho disco en la Voyager.
    No conozco muchos astrónomos profesionales, pero no diría que la mayoría de ellos comparta la idea que tenía Sagan del encuentro con una civilización fuera de nuestro sistema solar.
    Al leer “los astrónomos” en el artículo tengo la sensación de que todos ellos son los que mienten o por lo menos que todos ellos intentaron enviar una imagen falsa de nosotros, cosa que no es así.
    Las imágenes del disco están cargadas de una enorme cantidad de información científica, a mi modo de ver, el pensamiento y el conocimiento científico forman parte de nuestra cultura. No tendría que ser complicado para una inteligencia alienígena suponer que esas imágenes humanas tienen un acervo cultural, por lo tanto, pareciera una contradicción que las personas que crearon la imagen de esos humanos, las quisieran despojar de todo tipo de cultura, eso sin tener en cuenta la cantidad de información grabada en el disco, saludos, música, etc.

    La nave espacial lleva una representación de una pareja humana, en algún momento se convertirá en la única evidencia de que la evolución produjo seres como nosotros.

  2. Siempre encuentro a faltar referencias a la obra del biólogo evolucionista español Faustino Cordón, que nos aclarararía e iluminaría en muchos aspectos (véase La naturaleza del hombre a la luz de su orígen biológico) editada por Anthropos (entre otras obras).

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