Terapias con vitamina C, ¿sirven de algo?

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Terapias con vitamina C
Pese a la abundancia de suplementos y terapias con vitamina C, estas no tienen efectividad comprobada (Foto: Pixabay).
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Recientemente, un periódico de circulación nacional en Paraguay publicó los supuestos beneficios de consumir vitamina C en grandes cantidades, una terapia que se enmarca dentro de lo que se conoce como “medicina ortomolecular”. Esta, a su vez, forma parte del vasto grupo de las llamadas medicinas alternativas. Entre varias otras características, dichas medicinas no son prescriptas por organismos oficiales (de ahí “alternativas”) y además no excluyen a nadie de sus indicaciones.

La medicina ortomolecular se define como:

“El uso de sustancias en dosis altas y específicas que son constituyentes naturales del cuerpo humano para la prevención y el tratamiento de una variedad de afecciones, incluidas enfermedades graves como el cáncer”.

La vitamina C es parte importante de varios procesos de síntesis de proteínas, sobre todo estructurales, como la formación de distintos tipos de colágeno, proteína principal del tejido conjuntivo: piel, huesos, vasos sanguíneos, etc. Además, elimina los radicales libres, sustancias que son productos de procesos metabólicos vitales. La acumulación de radicales libres se vincula a la aparición o inicio de anormalidades que podrían dar pie a enfermedades.

La vitamina C no la produce el cuerpo, de manera que debe obtenerse de una fuente externa, como los alimentos. El ejemplo clásico son los cítricos o bien los suplementos.

Un nóbel lo cambia todo

Eso es todo lo que podría decirse de la vitamina C y ya no habría más nada que agregar, salvo por la aparición en escena del dos veces nóbel Linus Pauling (1901–1994). Como químico dedicado a la cristalografía, Pauling se enteró de primera mano sobre los trabajos realizados en la identificación y descripción a nivel químico de este compuesto.

Pauling relató que su “historia de amor” con la vitamina C empezó en 1966, cuando un bioquímico que había asistido a una de sus charlas le aconsejó consumir 3.000 mg de vitamina C para vivir más y mejor. Él empezó a hacerlo regularmente, incluso hasta llegar a 18.000 mg diarios, tras lo cual afirmó que no volvió a sufrir de resfriados fuertes.

Al respetado químico entonces se le ocurrió que el consumo de vitamina C podría prevenir no solo el resfriado sino otras enfermedades. Pauling se enfocó en el cáncer—cáncer sin más, como si ‘’el cáncer’’ fuese un solo tipo de enfermedad con características fisiopatológicas únicas, lo cual no es así. Estas afirmaciones sin fundamento las hizo Pauling en libros para el público general que fueron un éxito de ventas en Estados Unidos.

Cabe mencionar que en terapia médica la opinión de un experto es el grado de evidencia más bajo a la hora de recomendar tal o cual terapia. Pauling no era médico, pero su reputación era tal en química que su opinión fue tomada como verdadera. Tanto es así que otros colegas suyos fundaron la llamada medicina ortomolecular. Un dato interesante es que Pauling murió de cáncer de próstata, si bien a los 93 años.

¿Cómo se sabe si una terapia o fármaco funciona?

La mejor herramienta que se ha desarrollado para responder esta pregunta es lo que se llama ensayo clínico aleatorizado doble ciego. Esto se hace con una cantidad importante de personas que padecen la enfermedad en cuestión y otras que no. Con esta herramienta se procura reducir al mínimo posible todo tipo de sesgo o error en la interpretación de los resultados. Sería el patrón oro en este campo. Si varios estudios sobre un tema particular se recopilan y analizan para extraer conclusiones generales, se obtiene lo que se llama un metaanálisis

Como explica el divulgador J. M. Mulet en Medicina sin engaños, “Un metaanálisis, o una revisión de los resultados publicados, se puede hacer sobre cualquier tema de cualquier campo de la ciencia, pero en medicina, y solo en medicina, existe una institución específica y sin ánimo de lucro especializada en este tipo de análisis, la Cochrane Collaboration (www.cochrane.org). Con este tipo de estudios se pueden compensar los errores derivados, por ejemplo, de que las empresas solo publiquen los resultados favorables a sus fármacos”.

Un médico intelectualmente honesto y un paciente preocupado por saber sobre la legitimidad de terapias recomendadas, como imagino es el lector ahora mismo, dispone de esta herramienta que va un paso más incluso del mencionado patrón oro. Y esta es la clave para saber si tal o cual ‘’medicina’’ funciona o no.

Actualmente, e invito al lector a verificarlo, no existe evidencia científica alguna de que la ingesta de dosis ingentes de vitamina C prevenga algún tipo de cáncer. Una revisión en otro portal conocido, Medscape, nos permite saber que el único uso aprobado por la FDA (agencia de control de medicamentos de Estados Unidos) para el consumo de la vitamina C como medicamento es en casos de pacientes con escorbuto, que hoy día constituye una rareza en países sin hambrunas.

Por lo demás, no existen estudios fehacientes que respalden su uso siquiera como suplemento cotidiano. Eventualmente, se podría recomendar la ingesta de tabletas de vitamina C a pacientes con problemas para la absorción de nutrientes en la alimentación, como los que se observan en trastornos del aparato digestivo.

Pero, ¿acaso consumir tabletas de vitamina C sin indicación médica no es inofensivo? La verdad es que el uso de vitamina C, sobre todo en cantidades grandes, sí tiene efectos adversos y también contraindicaciones. El efecto adverso más conocido es la posibilidad de desarrollar cálculos renales (piedras en el riñón). De manera que no solo no ayuda sino que también puede ser perjudicial.

Debería considerarse a la vitamina C como el aire que respiramos. Si este falta, el cuerpo se resiente y es ahí cuando nos percatamos de su importancia. El cuerpo nos lo hará saber. Si no tenemos problemas graves para respirar, no hace falta que nos administren oxígeno; es más, si nos lo dan puede también ser perjudicial.

Partiendo de la definición, la salud es un asunto complejo. El temor a cualquier enfermedad, sin entrar en las enfermedades cancerosas, muchas veces es el acicate que usan mercantilistas de la medicina para vender aparentes soluciones a incautos.

Es deber del médico brindar el mejor tratamiento disponible e informar al paciente sobre la efectividad, los riesgos y beneficios de este. Así también, es deber del paciente informarse de fuentes serias acerca del tratamiento recomendado y sobre todo saber si este funciona o no a la luz de la mejor evidencia disponible en el momento.

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Osvaldo Meza es médico especializado en Medicina Interna por la Universidad Católica de Asunción (UCA) y editor de Ciencias Médicas en Ciencia del Sur. Forma parte de la Asociación Paraguaya Racionalista, y entre sus aficiones se encuentran la física, astronomía, la divulgación científica y el pensamiento crítico.

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