Hace unos días, la Reserva para Parque San Rafael – Tekoha Guasu registró varios focos de incendios. Esto por las altas temperaturas, la baja humedad, y alta velocidad del viento. (Foto de Guyra Paraguay)
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Según el Dr. Norman Breuer, ecólogo de sistemas agropecuarios, el paso de la reacción a la planificación y preparación para desarrollar políticas de Estado de sequía e incendios es urgente en Paraguay. El especialista en dimensiones humanas de ciencias agrícolas y climáticas ve una crisis ambiental más urbana que rural en el país.

Breuer dijo a Ciencia del Sur que el suelo es nuestro gran aliado como reservorio actual y futuro de carbono. En esta entrevista habla también del cambio climático y de porqué Paraguay es una víctima en la crisis climática.

Norman Breuer es ingeniero agrónomo. Tiene un doctorado en ecología de sistemas agropecuarios por la Universidad de Florida (Estados Unidos), donde todavía es miembro del Laboratorio Agroclimático y Agrometeorológico Clyde Fraisse. Trabaja en el Centro de Tecnología Apropiada de la Facultad de Ciencias y Tecnología de la Universidad Católica “Nuestra Señora de la Asunción”.

Además, dirige la consultora Ciencia Agroambiental y está categorizado en el PRONII del CONACYT.

-¿Cómo se puede evaluar la crisis ambiental que enfrenta Paraguay?

Veo una crisis ambiental más urbana que rural. Al parecer, hay una total falta de reglamentación y control en los residuos industriales y las emisiones -y ruido- por parte de los vehículos. La ciudad de Asunción sufre una pérdida de cobertura boscosa y eso afecta el microclima, con temperaturas extremadamente elevadas y posibles efectos nocivos en la salud humana y animal. El vertido de todo tipo de basuras -incluyendo plásticos- en los raudales y cauces es grave.

En las áreas rurales se tienen dos panoramas muy diferentes: la región Oriental y la región Occidental. En la Oriental, donde vive el 97 % de la población, la presión demográfica y la falta de control hacen que sea extremadamente difícil conservar bosques por parte del Estado y de los propietarios privados. En el Chaco seco se viene desarrollando un sistema sostenible de ganadería donde se dejan zonas de reservas, corredores protectores y bosques en galería que protegen los cauces hídricos.

Las áreas de reserva están conectadas entre sí por las “cortinas” de bosque o corredores que separan los bloques de potreros y sirven para el desplazamiento de los animales, a la vez protegiendo el suelo de la erosión eólica, la salinización y los incendios. Actualmente se implementa la agricultura en pasturas degradadas resultando en una intensificación sostenible, que quita la presión sobre los bosques.

La expansión de la ganadería lleva consigo la expansión de disponibilidad de agua en estanques o tajamares. Así, especies como el carpincho son abundantes en la actualidad donde antes se veía con poca frecuencia. Un factor que el público tiene poco en cuenta es que la ganadería debe ser rentable para que pueda haber sostenibilidad.

El Dr. Norman Breuer es ecólogo de sistemas agropecuarios e investigador. (Gentileza)

En la región Oriental, los remanentes de bosque están sujetos a todo tipo de invasiones por parte de plantadores de marihuana, cazadores y pescadores, carboneros y otras actividades extractivas, como las de las plantas medicinales y miel. La pobreza no es una buena aliada de la conservación. Para el propietario privado, el remanente de fragmentos de bosque representa una amenaza para su integridad física.

Aparte de sufrir invasiones por parte de pobladores liderados por políticos inescrupulosos con falsas promesas de tierras, los bosques esconden criminales, terroristas, extractivistas y otras amenazas de gente armada. El Estado debe garantizar a los propietarios la protección en su integridad física para que comience el proceso de adecuación a la ley forestal y recomposición de los bosques.

En este último tema, Itaipu Binacional está desarrollando una metodología sumamente interesante de recomposición basada en sucesión natural estudiada y aplicada con buenos resultados hasta el momento. La entidad tiene, a pesar de su mala fama entre muchos, varios excelentes científicos implementando investigaciones en ciencias aplicadas en conservación de biodiversidad in situ, ex situ, agua, bosques, suelos, clima y otros temas.

También se han llevado adelante estudios sobre la idea de corredores biológicos en la región Oriental, que conecten las reservas estatales y privadas en la región Oriental, lo cual es prometedor, ya que los pocos bosques existentes están en gran medida desafinados. Se requiere pensar en el “rewilding” o reintroducción de especies amenazadas o en vías de extinción.

Itaipu Binacional también se encuentra realizando esta reintroducción en sus reservas de más de 90.000 hectáreas.

Lo rural hay que mirar a nivel de paisaje. El público confunde “preservación” (dejar intacto o prístino un ecosistema) con conservación (manejar un ecosistema con un fin específico, acordado por las partes interesadas). Los paisajes deben ser mosaicos de zonas urbanas, bosques, campo, chacras productivas, humedales, etc., otorgándose entre sí “resiliencia”, que es una propiedad emergente de los sistemas.

A mí, desde la época de estudiante, me ha intrigado el concepto de la resiliencia, que es la capacidad de un sistema de recuperarse después de un golpe o “shock”. Estoy convencido de que esta propiedad emergente de los sistemas es lo que hay que perseguir. El desarrollo de paisajes de mosaico resilientes a los choques es una meta hacia la cual podemos y debemos trabajar todos. Aquí nadie puede hacer esto solo.

Se requiere de cooperación y coordinación entre múltiples actores, desde el Estado, la empresa privada, la sociedad civil y todos los ciudadanos.

Lo que está más comprometido en la región Oriental es el agua. Existe en muchas partes, especialmente en aquellas de suelos más arenosos, una colmatación notable de los recursos hídricos, que afecta negativamente todo el sistema hidrológico de la zona. Además, es bien sabido que casi ninguna ciudad (exceptuando posiblemente Encarnación) tiene planta de tratamiento de aguas.

Los arroyos y ríos entonces son receptores de deshechos industriales, animales y humanos, llegando al colmo de que toda una cuenca, como la del lago Ypacaraí, se encuentre en estado de crisis.

Es necesario señalar que, para el público en general, la producción agropecuaria es el gran impulsor de los problemas ambientales del país. En realidad, la agropecuaria es parte de la solución, no del problema.

La absorción o “drawdown” de CO2 atmosférico solo ocurre en cuatro situaciones en forma natural en el mundo: en los océanos, en las pasturas para la ganadería, en la agricultura y en las plantaciones forestales. El suelo es nuestro gran aliado como reservorio actual y futuro de carbono.

En las últimas semanas de noviembre, varios actores -estatales y privados- combatieron el fuego en San Rafael, zona Santa Ana – Alto Verá, en el departamento de Itapúa. (Secretaría de Emergencia Nacional)

-Uno de los temas más polémicos suele ser el origen de los incendios. ¿Tenemos evidencia desde la ciencia para hablar del origen de los focos de fuego en Paraguay?

No soy especialista en incendios. Sí conozco bastante de sequías. De hecho, hay personas mucho más capacitadas que yo en el Paraguay para opinar sobre este tema, como, por ejemplo, la Ing. Larissa Rejalaga, de la carrera de ingeniería forestal de la Universidad Nacional de Asunción.

Lo que puedo decir es que los datos de los brotes de incendios forestales provienen de satélites del Instituto Brasileño de Investigaciones Espaciales (INPE). Actualmente, (septiembre – octubre / 2020), INPE utiliza los sensores AVHRR / 3 de NOAA-18, NOAA-19 y METOP, MODIS de NASA TERRA y AQUA, sensores los VIIRS de NPP-Suomi y NOAA-20, GOES-16 y MSG -3.

El INPE procesa automáticamente más de 200 imágenes por día correctamente para detectar incendios de vegetación. Por supuesto, hay otras fuentes y muchos funcionarios de ONGs las siguen y reportan en redes.

La ocurrencia de los eventos del ENOS (El Niño-Oscilación Sur) en el Chaco paraguayo (octubre a marzo) tiene una influencia esencial en los incendios forestales, con una disminución de las precipitaciones en general durante los eventos de La Niña. Durante la fase fría del ENOS, esta disminución de las lluvias contribuye a sequías prolongadas como las ocurridas durante 1999-2000.

Este déficit hídrico, a su vez, provoca sequías y reducciones significativas del agua en los bosques. La quema ilegal de campos y cultivos, generalmente por parte de cazadores, pescadores, mieleros y ganaderos pequeños complica esta situación y aumenta el riesgo de incendios forestales. Entonces, conocemos las causas subyacentes (baja humedad, altas temperaturas y fuertes vientos) y los focos científicamente; pero los gatillos, anecdóticamente.

Falta mucha educación ambiental en este sentido.

El manejo del fuego es complejo e involucra a muchas partes interesadas. La capacidad de integrar información externa es clave para la planificación proactiva y la preparación para la mitigación de incendios forestales. Los pronósticos climáticos estacionales complementan los datos satelitales debido a sus valiosos plazos de entrega de hasta seis meses.

Las poblaciones locales, las empresas agrícolas y ganaderas, las compañías de seguros, las empresas, los profesionales de la salud y el transporte, entre otros, tienen interés en el manejo del fuego para la adaptación. Sin embargo, los actores institucionales tienen la mayor parte del poder de decisión.

Pueden incorporar pronósticos climáticos y escenarios de cambio climático en procesos participativos de planificación y preparación que son fundamentales para los enfoques actuales de gestión de riesgos. También deben comunicar información de seguimiento, alertas y adaptación a los ciudadanos con anticipación y en tiempo real.

Los interesados ​​deben pasar de ser usuarios pasivos de la información científica a ser protagonistas de un proceso participativo e iterativo de consulta para la preparación.

La interacción entre funcionarios públicos, científicos y partes interesadas requiere financiamiento e incentivos institucionales estables y a largo plazo para la preparación en lugar de la acción reactiva. Las agendas de investigación interdisciplinaria, los programas a largo plazo, las asociaciones sostenidas y el alcance y la capacitación continuos serán cruciales para la adaptación a los incendios forestales en un clima cambiante.

Algunas recomendaciones que pueden ser de interés para los actores locales:

  • Consolidar un sistema de valoración de pérdidas económicas por incendios forestales en toda la región;
  • Involucrar e integrar a la comunidad de la Red Paraguaya de Prevención y Control de Incendios, bajo el art. 4 de la Ley 4014/2010;
  • La aplicación de la prevención de incendios no debe obstaculizar el desarrollo económico. Un enfoque en los efectos positivos sobre el medio ambiente es un mejor enfoque; y,
  • Se debe incrementar el uso de técnicas de monitoreo satelital, debido a las condiciones climáticas del Chaco, por su baja densidad poblacional y ambiente de difícil acceso

Paraguay no cuenta con un mapa de vulnerabilidades por ecorregiones o tipo de bosque. Se necesitan mapas de carga de biomasa combustible, que se puede estimar en forma satelital, por ejemplo, con el NDVI, con algo de “ground truthing” o validación en sitio. Actualmente, su desarrollo es foco de un proyecto entre la Universidad Nacional de Asunción y la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, a escala sudamericana.

La región de Paraguay es vulnerable a eventos de contaminación atmosférica por partículas y gases durante la quema de biomasa. La mayor superficie de incendios forestales se da en el Chaco Húmedo (región Occidental adyacente al río Paraguay). Esta zona tiene más humedad, más precipitación y menos evapotranspiración en comparación con el Chaco Central.

No es lo mismo un incendio en un ecosistema resiliente al mismo, como los palmares o el Cerrado de Concepción, que en un área de bosque Atlántico como San Rafael. Los bosques húmedos son poco resilientes al fuego y pueden ir desapareciendo a lo largo de los años por un proceso que Dan Nepstad llama “empobrecimiento críptico” que no se puede constatar desde los satélites hasta que es ya demasiado tarde.

Se trata del avance del fuego por el sotobosque sin afectar el dosel en los primeros años. Luego de varios años de este proceso, viene el colapso. La lucha en la zona de San Rafael es titánica ya que todo tipo de criminales atentan contra el bosque, dejando cada uno su huella de destrucción.

Los recursos de biodiversidad forestal y biológica en Paraguay son muy abundantes. La región Occidental todavía tiene una rica biodiversidad de fauna y áreas silvestres protegidas en parques nacionales y reservas privadas, áreas de reserva indígena, zonas de reserva militar, incluida una reserva de biósfera de la UNESCO. Estos son recursos esenciales para el desarrollo económico, social y ambiental sostenible.

El paso de la reacción a la planificación y preparación y para desarrollar políticas de Estado de sequía e incendios es urgente en el Paraguay. Para llegar a esto, hay que trabajar en conjunto entre muchas instituciones. Recuerdo que, durante mis casi dos décadas en los Estados Unidos, fui invitado varias veces a una reunión anual que se hace 6 meses antes de la época de incendios.

Van expertos de bomberos, emergencias, gobernaciones locales, estatales y federales, y escuchan a los científicos de las ciencias climáticas, que ofrecen pronósticos estacionales para las distintas regiones del país que son útiles para la planificación. Este modelo tenemos que copiar en Paraguay y llevar a cabo la reunión de planificación para sequía e incendios en marzo o abril, con buena antelación a la posible ocurrencia de sequía e incendios.

La SEN, el DMH y la UGR del MAG vienen trabajando este tema. Cuentan con apoyo a través del proyecto SISSA (Sistema de Información de Sequía para el Sur de Sudamérica) del Centro Regional del Clima, del cual soy consultor para el sector agropecuario en el Paraguay.

-¿De qué manera se pueden medir o estimar las consecuencias que tendrán para la agricultura y ganadería los incendios en el país?

Existe un marco para la evaluación de daños y pérdidas que maneja la Secretaría de Emergencia Nacional y el MAG., a través de su Unidad de Gestión de Riesgo. La agricultura sufre pocos efectos directos por los incendios, pero sí por la sequía que los subyace, llegando a atrasos en las fechas de siembra, con gran implicancia para los rendimientos y posteriores zafras.

Los dos sectores más afectados son la ganadería y el sector forestal. En ganadería, las pérdidas van desde pérdida total del alimento principal del ganado, que es el pasto, hasta pérdidas de infraestructura, como corrales, galpones, alambradas, casas, tractores, que son muy costosos y lleva años acumular. Se dan también pérdidas productivas, como el 30 % menos de preñez, 25 % de pérdida de peso, 10 % de menos peso a la entrega y mortandad variable.

Las plantaciones forestales, en gran parte de especies de Eucaliptus, pueden sufrir pérdidas totales o parciales. Muchos productores tienen infraestructura adecuada para el manejo de incendios corrientes, como callejones para contrafuegos, carros o tanques hidratantes, etc.

Pero, con incendios extraordinarios de ocurrencia diaria, pocos tienen los recursos y el personal para combatir la hecatombe dantesca de incendios con 42 grados de calor, humedad baja y vientos de más 30 km/hora. El uso mixto en sistemas silvopastoriles permite utilizar el ganado para reducir el material o biomasa combustible en el sotobosque, proveyendo protección planificada contra los incendios.

En ganadería, las pérdidas por los incendios en Paraguay van desde la pérdida total del alimento principal del ganado hasta pérdidas de infraestructura. (Ciencia del Sur)

-¿Existe un periodo en el año donde es esperable la aparición de incendios forestales? ¿Se encuentran dentro del rango normal esperado este 2020?

La época normal de incendios en el Paraguay es agosto y setiembre. Tengo 33 años de ingeniero agrónomo y desde que tengo uso de razón, ha habido humo y quemas en agosto y principios de setiembre. Este año, se extendió a octubre, que sale de los rangos considerados normales. Si miramos datos históricos, los meses de mayores focos de calor detectados satelitalmente son agosto y setiembre.

Sin embargo, no existen meses donde el fuego esté totalmente ausente, aunque abril, mayo y junio son los más bajos en cuanto a cantidad. El 59 % de los focos, en términos históricos, se dan en el Chaco y el resto en la región Oriental. Hay alguna evidencia de que el Andean Low Level Jet Stream o Chorro de Baja Altura de los Andes, un viento que proviene del norte en esta época, estaría soplando con mayor potencia que en el pasado, lo cual dificulta la lucha contra las llamas.

Estamos atravesando una sequía a nivel continental que está durando más de un año. Desde el SE del Amazonas, el Pantanal del Mato Grosso (el mayor humedal del mundo, donde se ha quemado el 15 % de la superficie hasta la fecha), pasando por Paraguay, Corrientes, Entre Ríos y Córdoba (Argentina), la situación es muy grave.

La masa de humo que llega a nuestras ciudades proviene en gran parte de la quema del Pantanal y algo del bajo Chaco nuestro. A esto se suman los incendios periurbanos, que se dan en Luque, Chaco, otras zonas y hasta dentro de la ciudad en baldíos y la Costanera, que complican la situación de salud púbica con daños a las personas que sufren de alergias y enfermedades respiratorias. Podrían también estar predisponiéndoles a personas a la infección de COVID-19.

-¿Tenemos evidencia alguna sobre la incidencia de los cambios climáticos y crisis climáticas en el Paraguay actual?

Por alguna razón se estudian más los escenarios de cambios posibles a futuro que los cambios que han ocurrido desde el pasado a la fecha. Muchos de los trabajos los llevan adelante revistas de grado y de maestría. En promedio, nuestras temperaturas promedio parecen haber subido alrededor de 1,5 ºC en los últimos 60 años.

Desglosando sus componentes, vemos que han subido algo las máximas, pero el hecho de que las mínimas no bajan es un contribuyente mayor al promedio. Este hecho posee todo tipo de implicaciones para la salud humana y animal, y, hasta de las plantas. El exceso de calor produce estrés calórico en las personas, los animales y los cultivos.

Para “descansar y recuperarse” las temperaturas deben bajar a la noche. Esto es lo que se viene reduciendo en el Paraguay; los humanos, animales y plantas no pueden recuperarse del estrés calórico y tendrá que venir eventualmente la adaptación, pero se sufrirá por el camino.

Tengo dos alumnas que acaban de terminar la maestría Gestión de Riesgo Climático y Adaptación que lleva adelante el Centro de Tecnología Apropiada de la UC, que han encontrado evidencia robusta de los aumentos mencionados. El profesor Benjamín Grassi ha completado también recientemente un estudio a nivel nacional que corrobora estos hallazgos.

-¿Cómo está afectando el cambio climático a los sistemas agropecuarios nacionales en el mundo? ¿Son diferentes en cada país?

Si el mundo fuera un invernadero, un aumento de CO2 no podría ser otra cosa que beneficiosa para los cultivos. De hecho, en muchos países se inyecta CO2 en los invernaderos para obtener mayores rendimientos. Lamentablemente, el cambio climático no es unifactorial.

Se trata de aumentos de CO2, otros gases de efecto invernadero, con variaciones en las temperaturas y la humedad relativa. Cada cultivo tiene sus curvas de producción dependientes de un conjunto de factores, lo cual se puede leer en mejor detalle en el journal “Plant Physiology”, especialmente las investigaciones de David Lobell.

Los cultivos subterráneos de raíces y tubérculos parecen estar adaptados para altos niveles de CO2, lo cual es interesante en países que tienen la mandioca, la papa y la batata como base alimentaria, que no son pocos.

En algunas regiones del mundo, algunos cultivos van a rendir menos y en otras van a rendir más. Eventualmente, si el aumento de temperaturas extremas sale de control, podrán ser severamente afectados los rendimientos de los cultivos y animales por el cambio climático.

Por eso hay literalmente un ejército de personas trabajando en desarrollar cultivos más tolerantes a las sequías (como empresas privadas y el IPTA e Inbio en Paraguay),  en mejorar los sistemas agronómicos (como una mejor calidad de siembra directa),  en programas de diversificación de cultivos (MAG, FECOPROD y otros), en servicios climáticos (DMH, Inbio, CAPECO y otros), como mejores pronósticos y sistemas de alerta temprana (como el DMH, UGR del MAG y la SEN), sistemas de riego (privado) y seguros agrícolas (empresas privadas y MAG).

Hay un programa específico en el Chaco que es un proyecto en conjunto entre CAPECO, la USDA de los Estados Unidos y la Universidad de Misuri. Están buscando variedades tolerantes al calor. La tolerancia al calor es un mecanismo fisiológico diferente que la tolerancia a la sequía (hay muchos lugares del planeta que son secos pero fríos).

Esto es prometedor como vía de adaptación. No es el rol del Paraguay mitigar el cambio climático. Nosotros somos más bien víctimas del cambio climático causado por los países industrializados. Hasta el 2009 existía el concepto de que los países industrializados compensarían a los en vía de desarrollo por los daños causados.

Esa idea de justicia climática murió en la COP de Copenhague donde se deslindó la responsabilidad de todos en contribuir, en la medida de sus posibilidades, a la mitigación del CC. Esto fue una afrenta, un abuso del poder y una gran injusticia. Lo nuestro es adaptarnos, contribuir en lo que podamos –sin perjuicio para nuestra economía–y seguir adelante con el desarrollo sostenible.

Los proyectos y programas de mitigación y adaptación se deben desarrollar con mucha inteligencia y con una amplia visión y discusión de sus costos y beneficios.

Paisaje del Pantanal luego de los incendios que le afectaron en 2019. (Foto de Fátima Ortiz / Ciencia del Sur)

-El cultivo extendido y ampliado de la soja en Paraguay, ¿tiene o no influencias en el descenso del nivel del río Paraguay y aumento de temperatura?

La mayor parte de la soja en el Paraguay se planta en la cuenca del río Paraná. La situación del río Paraguay, que tiene homólogos solo en 3 o 4 eventos del siglo 20, es resultado de la sequía a nivel continental que venimos sufriendo. El cambio climático no causa las sequías, pero podría potenciarlas y tornarlas más frecuentes e intensas.

Otra manera de decir esto es que el cambio climático no causa las sequías, pero aumenta las probabilidades de que estas sean más intensas. Esto debe ser estudiado para el caso específico del Paraguay.

-¿Tiene algunas recomendaciones para el Gobierno para mitigar esta crisis climática?

No es nuestro rol mitigar, eso les toca históricamente y en justicia a los países que causaron el cambio climático, que son los industrializados. Lo nuestro es la adaptación inteligente.

-¿De qué trató su doctorado en ecología interdisciplinaria de sistemas agropecuarios?

Mi doctorado es en ecología de sistemas agropecuarios. Lo hice (obligatoriamente) en forma interdisciplinaria, estudiando variables biofísicas de los sistemas agropecuarios, y además, variables socioeconómicas, con un enfoque en la toma de decisiones,

Como dije, siempre me interesó la resiliencia. Este es un concepto que fue desarrollado en principio por Holling y Gunderson. Yo hice mi doctorado en la Universidad de Florida, donde el Dr. Holling trabajó por muchos años. Ellos habían desarrollado la teoría de la resiliencia desde la base de la ecología teórica, con alta complejidad matemática.

La pregunta era entonces (y lo sigue siendo) ¿Cómo la medimos en el campo? Nuestros métodos eran algo burdos y exploratorios, pero es lo que había en la época. Me tocó delimitar y estudiar un área de la Provincia de Los Ríos, en el Ecuador.

Allí existía un paisaje en mosaico de plantaciones perennes y semiperennes (banano, caca, palmito, caucho), pequeños productores, una reserva de pluvioselva, un pueblito y un centro científico de investigaciones. La idea era modelar cada uno de los componentes, y ver cómo reaccionaban a choques introducidos en los modelos (El Niño, dolarización, emigración, cambios de composición familiar, precios de los cultivos, cultivos nuevos, etc.).

Hice lo que se llama modelación de escenarios. Pero como dije, no teníamos los modelos que existen hoy en día. Utilizamos el método simple de programación lineal para tratar de entender el sistema, cada uno de sus componentes, los flujos entre componentes y la capacidad de recuperación. Hoy en día nadie pensaría en buscar estas relaciones en forma lineal, ya que es muy sabido que la mayoría son relaciones no lineales.

Como el fenómeno de El Niño pega muy fuerte en esa zona del continente, me fascinó el tema y comencé una larga carrera de estudiar cómo este fenómeno afecta a la producción agropecuaria (un campo agropecuario no es más que un ecosistema altamente modificado, así como lo son las ciudades). Esta curiosidad me llevó a trabajar muchos años con grupos de productores y muchos otros actores en el desarrollo de sistemas de apoyo a las decisiones basados en el clima estacional, cuya cúspide fue el desarrollo del sistema Agroclimate en los EE.UU.

-¿Cuáles son sus actuales líneas de investigación? ¿Está trabajando de manera independiente o se encuentra con alguna institución científica paraguaya actualmente?

Durante década y media fui investigador senior en la Facultad Rosenstiel de Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Miami y a la vez, profesor adjunto en el Departamento de Ingeniería Agrícola y Biológica de la Universidad de Florida, Gainesville, que es la número 3 en los EE.UU. entre las universidades públicas en materia de agropecuaria y de medioambiente.

Hasta el momento sigo siendo miembro del Laboratorio Agroclimático y Agrometeorológico Clyde Fraisse de esa Universidad.

Estoy trabajando con dos instituciones, Por un lado, estoy en el Centro de Tecnología Apropiada de la Facultad de Ciencias y Tecnología de la Universidad Católica “Nuestra Señora de la Asunción”. Asimismo, en mi consultora Ciencia Agroambiental. Soy Investigador nivel I del PRONII-CONACYT.

Tenemos un excelente equipo de personas en el CTA, muchos con maestrías y doctorados en el extranjero. Allí trabajamos en la idea de territorios “climáticamente inteligentes”. Con muchos climatólogos, hidrólogos, profesionales de teledetección, expertos computacionales y de ingeniería y estudiantes. Trabajamos en equipo en la instrumentación de territorios para el monitoreo permanente de muchas variables medibles, que aportan a una base de datos común que apoya la toma de decisiones.

Además, hemos llevado a cabo recientemente una maestría en Gestión de Riesgo Climático y Adaptación, donde tuve estudiantes trabajando en cambios longitudinales en variables climáticas en el Paraguay en los últimos 60 años. Tenemos resultados preliminares para Asunción, Encarnación y Villa Florida, incluyendo datos sorprendentes sobre el caudal del Río Tebicuary (ha aumentado ligeramente en promedio en el tiempo).

Estoy coinvestigando con un grupo de la UCA-sede Villarrica, con quienes estudiamos los cambios en la zona de reserva multiuso del Ybytyruzu. Usamos teledetección para ver cambios en el tiempo, fragmentación, la relación de la altimetría u orografía con el cambio de uso del suelo, y las relaciones entre el ecoturismo y los servicios ambientales. Es un enfoque cuali-cuantitativo muy interesante con gente de economía, turismo, teledetección, agricultura, pecuaria y ecología.

Uno de los desafíos en Paraguay se puede entender leyendo el cuento del corte de las amapolas altas. Otro es la falta de colaboración interinstitucional. Durante la década y media que trabajé en investigaciones en USA, teníamos un consorcio entre seis universidades llamado Consorcio Climático del Sudeste.

Colaboramos entre todos para investigar las relaciones entre tiempo, variabilidad y cambio climático con la producción agropecuaria. Éramos agrónomos, veterinarios, hidrólogos, climatólogos, ingenieros agrícolas, antropólogos y economistas, entre otros. Aquí hace poco presentarnos un excelente proyecto para equipar un laboratorio de balance de carbono para ganadería y biogás.

Las instituciones involucradas no pudieron ponerse de acuerdo para ceder un poco cada una y apostar a la sinergia para salir adelante con una gran sede de investigaciones. Una lástima. Esperamos continuar con este proyecto en el futuro.

En Ciencia Agroambiental nos concentramos en muchos temas, pero estamos abocados actualmente a la producción sostenible de carne en el Chaco Paraguayo. Esto sería una producción climáticamente inteligente y baja en carbono.

También trabajamos en adaptación a la variabilidad y al cambio climático en los sistemas agrícolas, ganaderos y naturales, así como en gestión de riesgo climático en la producción de alimentos, biomasa, combustible y fibra. Asimismo, trabajamos en el codesarrollo de sistemas de apoyo a las decisiones para la gestión de riesgos con múltiples partes interesadas; en las dimensiones humanas de la producción agrícola y ganadera sostenible; en pastos y forrajes tropicales y subtropicales y agroforestería y silvopastura.

Por otro lado, trabajamos con mucho entusiasmo en la producción ganadera y agrícola integrada, en análisis de establecimientos ganaderos y agrícolas como ecosistemas sostenibles; en resiliencia a eventos climáticos extremos; en intensificación sostenible de la producción agropecuaria, así como en paisajes sostenibles y corredores biológicos y redes de investigación e interfaz ciencia-política, políticas y acciones nacionales e internacionales para el desarrollo sostenible.

Tenemos un gran equipo de profesionales investigadores. Me llena de satisfacción poder trabajar con profesionales paraguayos jóvenes, llenos de pasión y conocimiento y, sobre todo, muy preparados. Todos poseen maestrías o doctorados y tienen mucho que aportar para nuestro desarrollo sostenible.

A diferencia de muchas personas que se lamentan de los millenials, yo considero que ellos son los que van a llevar adelante el país en forma sostenible, con crecimiento económico, progreso, equilibrio ambiental y progreso social. Con ellos estamos trabajando en la definición de la carne sostenible para nuestro Chaco, incluyendo el establecimiento de parámetros “nuestros”. Ya no se hace hoy en día la pregunta abierta: “¿es sostenible”?

Sino más bien la pregunta es: “¿Es sostenible comparado con qué?”. Hay que definir principios, criterios y atributos y establecer los rangos dentro de los cuales se puede considerar un sistema o un producto “sostenible”. Es un proceso interesante y esperamos poder contribuir al desarrollo sostenible del país a través de este proyecto que incluye a una gran gama de actores.

El Dr. Breuer investiga en la Facultad de Ciencias y Tecnología de la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción. Específicamente sobre territorios climáticamente inteligentes. (UC)

 

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Equipo periodístico y científico de Ciencia del Sur

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1 COMENTARIO

  1. Excelente entrevista al Dr. Breuer, un compendio de información sobre los sistemas naturales y agroecológicos del país. La salud es una sola.

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