8 min. de lectura

Ningún abordaje del cannabis puede estar completo sin hablar de prohibicionismo. La criminalización y los obstáculos legales siguen limitando el conocimiento que se puede obtener de la planta. “Hace al menos 12.000 años existe el cannabis, y hace 60 años que estamos en la prohibición”, contextualiza Francisney Nascimento, investigador y profesor de Farmacología Clínica y de Cannabis Medicinal en la Facultad de Medicina de la UNILA, en Brasil.

El modelo vigente de prohibición de sustancias psicoactivas tiene sus orígenes en la primera mitad del siglo pasado, específicamente en Estados Unidos, gracias a una campaña impulsada por políticos y empresarios con intereses en industrias amenazadas por los diversos usos del cannabis. Utilizaron el estigma racista para asociar el consumo del cannabis con migrantes mexicanos y la cultura afroamericana del jazz.

Así comenzó a construirse el imaginario social de que prohibir y penalizar las sustancias psicoactivas mitigaría el crimen y los efectos en la salud. Sin embargo, en los últimos años, más instancias internacionales y gubernamentales están revisando esta perspectiva. El cannabis para fines medicinales es legal en al menos 8 países de América Latina y la mayoría de los Estados Unidos.

La ciencia descubre cómo el cannabis interactúa con el cuerpo

Pese al uso milenario de la planta, el mecanismo mediante el cual sus componentes interactúan con nuestro cuerpo fue descubierto hace relativamente poco. En 1964, el científico israelí Raphael Mechoulam y colaboradores lograron aislar por primera vez el tetrahidrocannabinol (THC), el principio psicoactivo de la planta, a partir de resina de hachís. Y a fines de los años 80 descubrieron el sistema endocannabinoide; encontraron que, así como en la planta, al interior del cuerpo humano y de otros animales con espina dorsal también existen cannabinoides, los cuales intervienen en variadas funciones vitales.

Hoy el sistema endocanabinoide se considera un importante mecanismo de neuromodulación (estimulación y regulación del sistema nervioso) e inmunomodulación (regulación del sistema inmunitario) en el organismo. En él se identifican los receptores endocannabinoides cerebrales CB1 y CB2.

Zonas donde se encuentra el sistema endocannabinoide en el cuerpo humano
Zonas donde se encuentra el sistema endocannabinoide en el cuerpo humano (Wikimedia).

Los receptores CB1 se encuentran en los ganglios basales, hipocampo y cerebelo (zonas central e inferior del cerebro). Están relacionados con la regulación del dolor, el estado de ánimo, el apetito y la memoria.

Los receptores CB2 están principalmente en los nodos linfáticos (se extiende por todo el organismo) y su activación tiene implicaciones en el sistema inmune. Estos receptores son de interés científico para el tratamiento y la prevención de enfermedades neurodegenerativas.

La evidencia de los efectos terapéuticos del cannabis y las regulaciones de su uso en diferentes países han aumentado en los últimos años. Existen estudios sobre el cannabis para el tratamiento del dolor crónico, dolor neuropático, la ansiedad, esclerosis lateral amiotrófica (ELA), el alzheimer, el control de síntomas en pacientes con cáncer y lareducción de la inflamación del sistema nervioso.

Sin embargo, debido a la rémora del prohibicionismo, el reconocimiento de la ciencia sobre esta planta atraviesa obstáculos legales tanto en Paraguay como en otros puntos del mundo.

Paraguay solo reconoce 3 enfermedades

Las únicas patologías que pueden acceder al cannabis medicinal a través del Programa Nacional para el Estudio y la Investigación Médica y Científica del Uso Medicinal de la Planta de Cannabis y sus Derivados (PROINCUMEC) son el síndrome de Lennox-Gastaut, el síndrome de Dravet y la esclerosis múltiple, avaladas por la Sociedad Paraguaya de Neurología en 2021. El programa mencionó que “a medida que las evidencias así lo demuestren se ampliará el margen de las patologías”. En los últimos 3 años no se extendió la lista.

Sin embargo, la Sociedad Paraguaya de Neurología admite en el documento que la expectativa social en relación al cannabis y múltiples reportes de casos de alivio de síntomas (entre otros factores) hacen que muchos pacientes y profesionales de la salud sigan tratamientos con derivados de cannabis.

El THC no es solo psicoactivo

Una hoja de cannabis al lado de un frasco de aceite
Empresas farmacéuticas ya empiezan a producir derivados medicinales de cannabis en Paraguay (Pexels)

El THC y el cannabidiol (CBD) son los cannabinoides más estudiados, pero se relaciona erróneamente solo al CBD con el uso medicinal. Sin embargo, hay suficiente literatura médica y científica para afirmar que el THC —el componente psicoactivo— también es efectivo contra decenas de enfermedades, incluso pudiendo abarcar potencialmente más que el CBD o bien actuando en conjunto, afirma Francisney Nascimento.

“Yo soy socio en una clínica privada en Foz de Iguazú y vi cómo muchos pacientes de psiquiatría y de neurología consiguen cambiar varios medicamentos por solo cannabis (con THC), entonces imagina el impacto de eso en la industria de medicamentos”, explica.

En Paraguay existen dificultades para acceder al cannabis y derivados con THC para uso medicinal y científico, ya que si la planta tiene 0,5% o más de THC, su uso es mucho más restringido por las autoridades.

Hernán Rodriguez, director del PROINCUMEC, dijo en entrevista con Ciencia del Sur que el THC aún no se utiliza con fines medicinales en el país. Sin embargo, la resolución 61/2021 de la Dirección Nacional de Vigilancia Sanitaria (DINAVISA) contempla su uso, y empresas farmacéuticas están desarrollando medicamentos con dicho cannabinoide.

Martín Heisecke, presidente de COMFAR S.A., adelantó a Ciencia del Sur que la empresa empezará a comercializar un aceite con igual porcentaje de THC como de CBD en los próximos meses de 2024.

Así también, Healthy Grains S.A. y Pharma Industries S.A. tienen licencias para cultivar y realizar investigaciones con variedades de cannabis con THC para fines medicinales.

No obstante, quienes hoy cultivan o producen derivados de cannabis con fines medicinales o científicos en Paraguay son empresas que cuentan con los costosos requisitos de la actual reglamentación. Quedan fuera los investigadores independientes y de centros académicos, y las familias de pacientes sin recursos suficientes para comprar productos farmacéuticos del cannabis. La salida que encuentran estas últimas es el autocultivo, exponiéndose a la represión policial y quedando excluidas del derecho a informarse sobre los componentes de su medicina.

La rémora del prohibicionismo sobre el THC es un impedimento para quienes deseen investigar la planta con fines medicinales. Científicos paraguayos han abandonado investigaciones por la excesiva burocracia y temor a ir presos o bien tuvieron que limitarse a investigar con CBD, el componente no psicoactivo.

La presunción de ilegalidad con el cannabis

Adolfo Ferreiro y Edgar Martínez Saccoman
Adolfo Ferreiro y Edgar Martínez Saccoman (Foto: EdgarMSacoman).

El abogado Guillermo Ferreiro, quien llevó adelante la defensa de Édgar Martínez Sacoman por producción de aceites caseros de cannabis, reconoció que es tan complejo investigar con la planta porque desde el principio las autoridades presuponen que esta podrá ser destinada a usos prohibidos. 

A diferencia de las autoridades, para Ferreiro las leyes penales paraguayas en cuanto a cannabis son claras: no te pueden llevar preso por tener una planta ni por investigar. Lo que se penaliza es el uso recreativo y el narcotráfico, por lo que se debe demostrar que la planta tenía fines prohibidos. Este es el principal antecedente que deja el caso de Édgar Martínez Sacoman.

Sacoman fue privado de su libertad durante casi 6 años luego de que la Policía y Fiscalía allanaran su casa y confiscaran 100 gramos de cannabis congelado y 30 ml de aceite, el cual elaboraba artesanalmente para fines medicinales. En 2022 fue absuelto y declarado inocente.

Lo que le sucedió a Sacoman también le sucedió al abogado y activista Juan Carlos Cabezudo, a la ciudadana suiza de 61 años y a tantas otras personas bajo el mismo discurso.

El sistema corrupto se beneficia del prohibicionismo

El abogado considera que la SENAD aplica de esta forma la ley porque se beneficia de la prohibición: allanamientos y condenas a grupos o personas que practican el autocultivo o fabricación artesanal se agregan a las estadísticas de la lucha contra el narcotráfico, mientras no se toca “el negocio de un grupo selecto y cerrado que está en auge”.

Agregó que el provecho que saca la Policía es detener a ciudadanos que encuentren fumando cannabis, extorsionándolos por dinero. Mientras, en el interior del país, los cultivadores sin licencia pagan mensualmente alrededor del 20% de las ganancias a la Policía para que no decomise la producción, según dijo Cabezudo al programa Sin Filtro. Es un incentivo de millones de dólares a mantener el statu quo.

Es así que el prohibicionismo crea una estructura fuera de la ley, que funciona gracias a la corrupción. La legalización del cannabis medicinal en 2017 creó una estructura dentro de la ley, pero reservada a unos pocos.

Un mercado cautivo

La legalización del cannabis abre las puertas a una industria multimillonaria para producir, además de medicamentos, alimentos, salsas, condimentos, suplementos con valores nutricionales fitoterápicos, cosméticos y productos recreativos de CBD, celulosa, papel, plástico y materiales de construcción que pueden capturar CO2, ser resistentes al fuego y a la humedad.

Pero las reglas de juego en Paraguay están adecuadas para un sector específico. Ferreiro señala que el escenario está siendo preparado por la SENAD y la Fiscalía para proteger el negocio para las empresas. “Los dos esquemas pueden convivir. Puede existir la gran industria, que vas a la farmacia y que tenga la nacional e internacional, y también lo artesanal que hace tu vecino. Y ellos quieren matar eso [las oportunidades para los jugadores pequeños]. Es un problema económico y comercial. Les importa un carajo la salud pública”.

A las dificultades económicas y burocráticas, se suma la persecución. “Es tan complejo [cumplir con la burocracia] que siempre te falta algo. Ahí entran la SENAD y la Fiscalía a tener la siguiente interpretación: todo lo que vos tengas para elaboración de cannabis medicinal, artesanal, aceite, lo que sea, si no tenés todos los papeles en regla, entonces es materia prima para el narcotráfico, y a partir de ahí te hablan de droga. Entonces te sacan del mercado y dejan a los grandes que tienen laboratorios. Esa gente es la que puede hacer. Y lo que buscan es meterte en una burocracia que nunca vas a tener todos los papelitos con el riesgo de que encima, te metan en una causa penal”.

Empresas con licencias de producción controlada de cannabis

La investigación abierta del cannabis es salud pública

Para Nascimento, “no se puede hablar de medicina sin hablar de la cuestión social. Hay demasiados intereses. Recordemos que la planta es un recurso de la naturaleza, y solo algunas compañías tienen un permiso para eso (usarla, extraerla, procesarla, investigarla), mientras que otros no”.

El PROINCUMEC otorgó hasta hoy 15 licencias de cultivo, producción, comercialización e investigación de cannabis a empresas individuales y consorcios, pero ningún permiso a científicos o centros académicos. Existen resoluciones que esclarecen los requisitos para la industria farmacéutica o para la receta médica de esta medicina, pero no así el proceso que un investigador puede realizar para estudiarla—fuera de ensayos clínicos. El programa incluso se cierra a autorizar estudios con derivados no industriales.

Dejar la producción e investigación en manos de empresas puede llevar a resultados distorsionados. En 2023 un artículo científico analizó la participación de empresas en la realización, patrocinio y difusión de investigaciones de cannabis en Canadá. De los 156 estudios analizados, el 82% incluía al menos un autor con conflicto de intereses.

Los hallazgos sugirieron que las empresas actuaron de tres maneras: patrocinando investigaciones relacionadas a la prueba de productos, ampliando las indicaciones de uso y apoyando financieramente a líderes de opinión. Estas actividades de investigación son similares a las realizadas por otras industrias, tales como farmacéuticas, tabacaleras, de bebidas alcohólicas y alimentos procesados.

A falta de garantías del Estado para acceder a la medicina, las familias de pacientes encuentran apoyo en investigadores para llenar el vacío de información sobre lo que consumen.

Integrantes de la organización Mamá Cultiva
Las organizaciones de pacientes luchan para ampliar la lista de enfermedades que pueden ser tratadas con cannabis (Foto: Mamá Cultiva Paraguay).

Mamá Cultiva, una organización regional presente en Paraguay, agrupa a unas 400 familias que luchan por el acceso al cannabis y a la salud. Su presidenta, Cynthia Fariña, mencionó “también nosotras procuramos conocer, específicamente qué contiene la planta. Hay un equipo que nos prestan [un grupo de médicos e investigadores] en el cual ves los porcentajes de cannabinoides que tienen las flores, entonces vos sabés cuánto THC o CBD tiene. Nosotros podemos decirle a nuestro médico qué estoy tomando: un aceite alto en THC, o alto en CBD o equilibrado, con una variedad sativa, una variedad índica”.

Los relatos de estas madres sobre el efecto del cannabis en sus hijos evidencian lo que estudios en otros países han encontrado: los derivados caseros funcionan, que es posible acceder a medicinas efectivas a un costo mucho menor que el que predomina en las farmacias, y sobre todo, conocer de qué están compuestas.

El desarrollo de la ciencia del cannabis en Paraguay no puede ser exclusivo de un modelo de negocio a grandes escalas industriales. La producción de conocimiento sobre el cannabis y sus derivados debería ser en beneficio de toda la sociedad, no dejar fuera del esquema a la universidad, investigadores independientes y productores artesanales. Conocer la planta y sus usos medicinales es una necesidad para la salud pública y para mejorar la calidad de vida de familias que precisan hoy esta medicina.

***

Por Alejandra Sosa y María Belén Galeano

Edición de Daniel Duarte 

Este artículo hace parte de la serie de tres publicaciones y videos gracias al Fondo para investigaciones y nuevas narrativas sobre drogas convocado por la Fundación Gabo de Colombia. Podés leer la primera parte aquí y la segunda parte aquí.

¿Qué te pareció este artículo?

1 estrella2 estrellas3 estrellas4 estrellas5 estrellas (1 votos, promedio: 5,00 de 5)

Alejandra es reportera en Ciencia del Sur. Licenciada en periodismo por la Universidad Autónoma de Asunción, se ha desempeñado en distintas área de la comunicación para empresas y organizaciones de la sociedad civil. Fue una de las ganadoras del Premio Nacional de Periodismo Científico de Paraguay en 2019 y en 2022. Forma parte de la Red LATAM de jóvenes periodistas, iniciativa de Factual y Distintas Latitudes.

Licenciada en ciencias de la comunicación en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción periodista independiente. Cuenta con experiencia en comunicación institucional para universidades y organizaciones no gubernamentales científicas y de sostenibilidad, y en análisis de datos para periodismo y proyectos independientes. Ganadora del primer puesto en categoría universitaria del IV Concurso de Periodismo Científico del MERCOSUR 2021 y de una mención especial del Premio Nacional de Periodismo Científico 2022.

Cofundador y editor general de Ciencia del Sur. Comunicador, docente universitario, traductor y divulgador, estudió filosofía en la Universidad Nacional de Asunción y ciencias de la computación en la Universidad París XI. Ha sido reportero y editor de portales de noticias latinoamericanos en español e inglés.

Compartir artículo:

Dejar un comentario

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí