En la cosmología de Giordano Bruno el universo es infinito, poblado por incontables mundos habitados, y en ellos existen seres inteligentes. El Nolano es quizás la primera persona en la historia en afirmar tajantemente que nuestra civilización no es la única en el cosmos. Bruno fue brutalmente asesinado por la Iglesia Católica un 17 de febrero de 1600 en el Campo de las Flores.
Unos 350 años después de este lamentable hecho, la ciencia estaba lo suficientemente desarrollada y contaba con la tecnología para iniciar la búsqueda de inteligencia extraterrestre. A esta disciplina científica se la conoce por sus siglas en inglés SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence).
El camino escogido: las señales de radio

Las publicaciones pioneras en este campo marcan los dos caminos principales seguidos en la búsqueda: «Searching for Interstellar Communications” de Giuseppe Cocconi y Philip Morrison que apareció en Nature el 19 de setiembre de 1959 y “Search for Artificial Stellar Sources of Infrared Radiation” publicada en Science el 3 de junio de 1960 por Freeman J. Dyson.
Dyson —el de las famosas esferas de Dyson de las cuales hablaremos más adelante— propuso lo que actualmente se llaman tecnomarcadores. Puesto que civilizaciones altamente desarrolladas consumirían grandes cantidades de energía, este consumo debería dejar su huella en la luz que nos llega de las estrellas que albergan a estos seres.
Por su parte, Cocconi y Morrison optaron por las señales de radio. Argumentaron que una civilización intentaría comunicarse con otra en una frecuencia específica de radio, una que cualquier hipotético astrónomo de la galaxia conozca, la frecuencia de la línea de emisión de hidrógeno interestelar de 21 centímetros (1.420 MHz). Estas señales podrían ser captadas por los radiotelescopios que ya se estaban usando en esos años.
Por alguna razón, la hipótesis de Dyson quedó un poco de lado y el esfuerzo SETI se volcó de lleno a las señales de radio. En la actualidad se está retomando el método descripto por Dyson en su artículo de 1960.
Tenga en cuenta el lector que, en aquellos años, no se sabía si otras estrellas podrían tener planetas. Es más, muchos astrónomos pensaban que la existencia de planetas era algo fuera de lo común. Tal vez esto se debía a que la hipótesis planetaria era independiente a la formación de las estrellas, mientras que en la actualidad tenemos evidencia de que los planetas se forman de la misma nube de gases que dan origen a las estrellas. También conocemos la existencia de más de 5.000 exoplanetas.
Dentro de ese contexto y sumado a ello, el fenómeno psicológico social de los “ovnis” o platillos voladores hacía que la búsqueda de la vida extraterrestre no sea muy bien vista por la comunidad científica.
Teniendo en cuenta las publicaciones de las que hablamos más arriba, Frank Drake inició en 1960 el proyecto Ozma. Usando el radiotelescopio Howard E. Tatel de 26 metros de diámetro del observatorio de Green Bank, Drake “escuchó” a 2 estrellas, Tau Ceti y Épsilon Eridani.
La observación se llevó a cabo de abril a julio de 1960 por 6 horas diarias, pero no se detectó ninguna señal. Las estrellas observadas están en un radio de 100 años luz.
¿Qué clase de señal busca SETI?

Los radiotelescopios buscan ondas electromagnéticas. La más familiar de estas ondas es la luz, y además existen multitudes de frecuencias de ondas electromagnéticas que no podemos ver pero en cambio podemos detectar, por ejemplo, las ondas que sintonizamos con las radios, los aparatos de televisión o teléfonos móviles.
Siguiendo las ideas de Cocconi y Morrison, los radiotelescopios buscan en la frecuencia de emisión del hidrogeno. Es una frecuencia que por convenio no se puede usar; está reservada para SETI. Además, la señal tiene que cumplir con la condición de tener un origen fuera de la Tierra y debe ser de banda estrecha. Esto último se puede entender haciendo una analogía con las emisoras de radio FM. Cada radio emite en una frecuencia exacta y es así como podemos encontrarla en el dial de nuestros receptores caseros. Si nos desviamos de dicha frecuencia solo oímos interferencia o en todo caso escuchamos otra emisora.
Banda estrecha en ese sentido significa que la señal se está transmitiendo en una pequeña porción de todo el ancho de banda (en la analogía de la FM sería en una muy estrecha franja de todo el dial que tiene el receptor). La emisión extraterrestre buscada tendría el “ancho” análogo al de una radio FM específicamente sintonizada.
En cambio, las emisiones de radio de nuestro sol las recibimos en todo lo ancho de las frecuencias de radio, y esto es lo que caracteriza a las emisiones naturales. Se podría decir que las ondas de radio artificiales están concentradas en un pequeño ancho de banda.
Pero existen excepciones. Los astrónomos saben que hay objetos celestes que pueden emitir en banda estrecha, y esto puede llevar a confundir una señal producida por la naturaleza con una señal SETI.
Afortunadamente, hay un umbral por debajo del cual la naturaleza ya no puede producir emisiones de radio de banda estrecha. Por lo tanto, si detectásemos una señal de radio en una banda excepcionalmente estrecha y que venga de fuera de nuestro sistema solar, habría pocas dudas de que se trate un “saludo” de seres inteligentes.
Como anécdota podemos hacer referencia a una señal captada por el proyecto Ozma. En 1960 no había objetos humanos que podían volar en la estratosfera, y la antena de Green Bank pudo captar un señal de banda estrecha que parecía venir justamente de esa parte de nuestra atmosfera. Drake y su equipo quedaron muy sorprendidos; tenían que tener una suerte envidiable para haber captado una señal en el primer intento de búsqueda.
El problema quedó aclarado un tiempo después. Un avión espía que podía volar en la estratosfera y del cual no se sabía su existencia fue derribado por la Unión Soviética. La señal captada era la emitida por uno de estos aviones U2.
El principal problema en buscar señales de radio del tipo SETI es que los radiotelescopios son tan sensibles que pueden detectar cualquier señal. Detectan literalmente millones de señales y es un trabajo extremadamente arduo el separar las señales espurias de las que podrían llegar a ser emisiones extraterrestres.
Finalizado el proyecto Ozma, Drake organizó una reunión con científicos destacados para analizar la búsqueda de señales y para darle continuidad a esta incipiente disciplina científica. El más conocido de aquellos participantes fue Carl Sagan, con 27 años de edad. A ese grupo de científicos reunidos en Green Bank se los llamó La Orden del Delfín. Drake presentó en aquella reunión su famosa ecuación.
La probabilidad de inteligencia extraterrestre

Teniendo en cuenta que a la reunión de La Orden del Delfín acudirían científicos de distintas especialidades, Drake se puso a pensar cómo encararía el problema de la comunicación con una civilización extraterrestre, de tal forma que cada disciplina científica pueda hacer un aporte y la reunión tenga un resultado positivo. Con ese objetivo presentó el problema en la forma de una ecuación.
Esta “fórmula” presentada por Drake no pretende decirnos cuántas civilizaciones inteligentes hay en la galaxia, sino más bien cada término de la ecuación hace referencia a una incógnita que las distintas personas que formaban La Orden del Delfín tendrían que analizar. De esta forma, la reunión tan peculiar organizada por Drake tendría un orden y podrían llegar a un objetivo.
La famosa ecuación tiene esta forma:
Las incógnitas relevantes para que la ecuación pueda dar un resultado eran las siguientes:
- El ritmo de formación de estrellas que tiene la galaxia por unidad de tiempo (conocido relativamente bien en los 60).
- La fracción de estrellas que tienen planetas en su órbita (se dudaba en aquella época que las estrellas tengan planetas).
- Cuántos de esos planetas son aptos para la vida (no contamos con ese valor).
- Qué porcentaje de esos planetas realmente tienen vida inteligente (no contamos con ese valor).
- De aquellos en los cuales surgió vida inteligente, cuántos desarrollaron tecnología de comunicación (no contamos con ese valor).
- Y el último término, el tiempo promedio que una civilización existe hasta que por alguna razón desaparece (no contamos con ese valor).
Analizando las incógnitas podemos notar que cada término de la ecuación está orientado para fomentar un debate y poner ideas en común más que para determinar la cantidad promedio de civilizaciones que podría haber en la galaxia. Mal podría la ecuación dar algún resultado coherente, ya que en aquel entonces los valores de esos parámetros se desconocían.
Aun así, la ecuación de Drake se volvió muy popular y fue el origen de largos debates.
A grandes rasgos, podemos decir que si en nuestra galaxia hubiese civilizaciones en el orden de las decenas, por el tamaño que tiene la Vía Láctea, estadísticamente sería imposible que nos podamos comunicar. En cambio, si son del orden de los 100 millones de civilizaciones, hay una buena posibilidad de que SETI pueda tener éxito.
El boom de SETI

Proyectos como Ozma con el tiempo se volvieron populares. Varios radiotelescopios se pusieron a escudriñar las estrellas. En 1977 el observatorio de Big Ear de la Universidad de Ohio registró una señal de banda estrecha y muy fuerte, la famosa “Señal Wow”. La observación se hizo en agosto durante la noche, cuando el radiotelescopio operaba sin supervisión humana y fue en esa fecha que captó la señal.
Al día siguiente, un estudiante leyó los resultados impresos por la computadora y notó que la antena había detectado algo muy inusual; la intensidad de la señal era 30 veces superior al ruido de fondo que por lo general captaba el radiotelescopio.
Esto sorprendió tanto al estudiante que escribió al costado del papel la palabra “wow”.
Dicha señal jamás pudo captarse de nuevo y permanece inexplicado su origen. Existen varias hipótesis que han tratado de identificar la Señal Wow, pero ninguna ha tenido éxito. Así que la anotación de puño y letra que hizo Jerry R. Ehman en agosto de 1977 ya es parte de la cultura popular. Está asociada a la señal anómala más potente registrada por un radiotelescopio y que permanece inexplicada.
En 1979 la NASA se involucra en SETI y le dedica USD 140 millones a ser repartidos durante 10 años. Sus principales observatorios fueron, entre otros, el Goldstone Deep Space Communications Complex en California y el Radio Telescopio Arecibo en Puerto Rico.

En 1993 el senador Richard Bryan canceló el proyecto SETI de la NASA por considerarlo una forma de malgastar el dinero del contribuyente. Según sus palabras, “Después de tanto derroche, no ha venido ningún marciano a decirme ‘llévame ante tu líder’”. Carl Sagan decía al respecto que el costo de un solo destructor de la armada de EE. UU. superaba la inversión que la NASA hacía en SETI.
Sagan fue un gran promotor de las ideas sobre SETI y las popularizó enormemente. Incluso en aquella época, trabajó con científicos de la URSS que independientemente estaban buscando señales de otras civilizaciones. Dentro de su trabajo divulgativo escribió una novela llamada Contact (1985) que fue llevada al cine (1997) y tuvo una muy buena recepción del público. El personaje principal de la novela es una radioastrónoma. Sagan basó este personaje en su amiga Jill Tarter, quien fue una de las directoras del proyecto SETI de Ames Research Center. Jill sigue viva y continua siendo la principal referente en la búsqueda de inteligencia extraterrestre.
Cuando los fondos públicos destinados a la NASA para búsqueda de señales fueron cancelados, SETI migró hacia organizaciones privadas como SETI Institute, The Planetary Society o Berkeley SETI Research Center. Este último es conocido porque hasta 2022 estaba en funcionamiento un protector de pantalla que cualquier persona con internet podía instalar en su PC. Este programa analizaba las señales recibidas por la antena de Arecibo cuando la computadora no era usada por su propietario.
El protector de pantalla SETI@home detectó durante su vida útil 17.000 millones de señales candidatas. Muy probablemente la totalidad de ellas fueron interferencias de radio de origen humano, pero no hay modo de saberlo, ya que analizarlas llevaría una enorme cantidad de años.

Más recientemente, el multimillonario Yuri Milner ha destinado unos USD 100 millones a la búsqueda más completa de señales provenientes de inteligencias extraterrestres. El proyecto de Milner llamado Breakthrough Listen detectó en diciembre de 2020 una extraña señal proveniente de Próxima Centauri. La responsable de captar la señal fue la antena de Parkes en Australia.
La noticia causó revuelo, ya que Próxima tiene un exoplaneta en la zona habitable y está a “solo” 4 años luz de la Tierra. A los científicos les llevó más de un año descartar esta señal candidata; al final, eran datos que la antena había tomado mientras se estaba estudiando las llamaradas que produce Próxima.
Uno se preguntaría, ¿cómo se mezclaron los datos? Se debe a la manera en que SETI trabaja actualmente. Los decodificadores de señales que usa SETI por lo general están acoplados a los radiotelescopios. Mientras los radiotelescopios realizan su tarea, los instrumentos de SETI toman los mismos datos, que luego son analizados. Anteriormente, en tiempos de Drake, la búsqueda SETI se hacía con una antena que exclusivamente se dedicaba a eso.
El radiotelescopio de mayor tamaño en la actualidad es FAST con un diámetro de 500 metros. Esta antena fue desarrollada enteramente por científicos chinos y es parte de los Observatorios Astronómicos Nacionales de China. Breakthrough Listen tiene conectados varios decodificadores a FAST, siendo un ejemplo de colaboración entre científicos chinos y estadounidenses.
Hay que aclarar que en 2018 el Congreso de EE.UU. ordenó a la NASA reiniciar todo lo relacionado con SETI, especialmente en detectar tecnomarcadores, ya no señales de radio.
Nueva esperanza: las esferas de Dyson

Traigamos de vuelta a Freeman J. Dyson y su artículo de 1960 sobre tecnomarcadores. La propuesta de este notable físico consistía en observar estrellas con brillo atípico, esto sería con luz disminuida en el rango visible pero con un marcado aumento del infrarrojo.
Dyson propuso que una civilización avanzada necesitaría obtener la mayor cantidad posible de energía que pudiera proporcionarle su estrella. Por lo tanto, usando tecnología podrían construir una estructura para lograr dicho objetivo. Como consecuencia de esto, el brillo en visible disminuiría (la estructura artificial opacaría la estrella), mientras que el infrarrojo se vería incrementado por el calor generado.
En mayo de 2024 un paper presentado por el astrofísico chileno Matías Suazo y sus colaboradores propuso 7 estrellas candidatas a esferas de Dyson. Cuatro de estas estrellas ya han sido descartadas al 11 de enero del 2025, pero la búsqueda de tecnomarcadores prosigue.
Si el amable lector tuvo la paciencia de llegar hasta aquí, lastimosamente la respuesta a la pregunta de si ya hemos podido captar señales de algún tipo de civilización extraterrestre es un rotundo no.
Alguna vez Arthur C. Clarke dijo: «Hay dos posibilidades: o estamos solos en el universo o no. Ambas son igual de aterradoras».
Tal vez el problema más grande asociado a la comunicación entre civilizaciones inteligentes sea la sincronicidad, el hecho de que más de una tenga la capacidad tecnológica de enviar radioseñales y puedan coincidir en el tiempo y en el espacio.
El profundo silencio pareciera indicar que tal coincidencia espacio-temporal es muy improbable. Por lo tanto, nuestra responsabilidad es enorme; si nuestra especie logra superar la adolescencia tecnológica, tal vez seamos el primer escalón en la infinita escalera que llevaría al cosmos a tomar conciencia de sí mismo. En este sentido, los seres humanos y nuestro entorno somos un improbable e invalorable tesoro.
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Columnista de astronomía y cosmología de Ciencia del Sur. Es un reconocido analista de sistemas informáticos y divulgador astronómico paraguayo. Egresado de la Facultad Politécnica de la Universidad Nacional de Asunción, fue miembro del Club de Astrofísica del Paraguay y fundador y secretario del Centro de Difusión e Investigación Astronómica (CEDIA). Construyó en 2003 un telescopio newtoniano y dictó varias charlas y conferencias por el Año Internacional de la Astronomía. Fundó el Foro Paraguayo de Astronomía, AstroPy.
Excelente. Este gran esfuerzo de la busqueda incesante de saber la existencia de inteligencia extraterrestre, seguira siendo muy apasionante, para saber que no estamos solos. Hay señales dadas por el creador de la existencia y hay que creerle, cuando dice: Juan 14:1-2 (Reina Valera 1960):
1 «No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.» Que rescatando el significado espiritual de contemplacion y seguridad que da al creyente, Jesus desde la tierra estaria diciendo que hay mas… asi tambien esta escrito de lo fisico y visible de las costelaciones como :
1. Job 9:9 (Reina Valera 1960)
«Él hizo la Osa, el Orión y las Pléyades, y los lugares ocultos del sur.»
2. Job 38:31-32 (Reina Valera 1960)
«¿Podrás tú atar los lazos de las Pléyades,
O desatarás las ligaduras de Orión?
¿Sacarás tú a su tiempo las constelaciones de los cielos,
O guiarás a la Osa Mayor con sus hijos?»
mostrandonos Dios, que hay mas halla de lo que conocemos, y que él lo puede mostrar y dar la frecuncia de su alcance y ubicacion, y qué otra intiligencia hay…aunque parece que somos Su grande creacion y en gran manera buena, que nos ve unicos y no nos expone a los «demas».
Que DIOS los bendiga grandemente y si es su voluntad su busqueda con fe y creyendo en lo que él sabe.. hará que por su gracia se dejen identificar, ver o sentir..Fuerte abrazo.
Muy buen artículo!!