paradigma analítico
Moritz Schlick, figura central de la corriente conocida como neopositivismo lógico o Círculo de Viena. (Universitat Wien)
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El artículo inicial de Fabrizio Pomata sobre la filosofía contemporánea que repliqué ha supuesto el inicio de un fértil debate en Ciencia del Sur con argumentos de los profesores César Zapata, quien parece darme parcialmente la razón, aunque considero que confunde la filosofía académica de tradición platónica y la filosofía «universitaria», y Cristian Andino, situado dentro de una posición propia de los que consideran la filosofía como una «concepción del mundo» (en este caso, de lo que denomina como «filosofía latinoamericana» frente al presunto colonialismo académico europeo, sin hacer distingos ni de lenguas ni de tradiciones ni de historia; todo lo que no sea originariamente americano, «telúrico» como diría Haya de la Torre, sería colonialismo).

Todo esto es contestado por Pomata en un texto reciente, el cual retomo para centrarme en varias afirmaciones que se refieren a lo dicho por mí.

Señala Pomata al comienzo de su texto: «para distinguir entre filosofía analítica y filosofía continental adopté como base la idea, formulada con anterioridad por Levy, según la cual la primera trabaja dentro de un paradigma kuhniano, mientras que la segunda se encuentra en constante estado de revolución. De modo que, si lo que dice Rodríguez Pardo es cierto, la base de mi distinción colapsa».

Sin embargo, lo que llegará a colapsar es la propia definición de Kuhn, puesto que no es posible (pese a lo que se dice de sí misma la nouvelle philosophie, que vive en un constante estado de revolución), y así Kuhn lo reconoce, que una disciplina determinada no asiente nunca sus paradigmas; de lo contrario, es imposible reconocer una doctrina determinada. Doctrina que no es ciencia, puesto que como dije en mi anterior artículo, Kuhn más que un teórico de la ciencia es un teórico de las disciplinas y de su desarrollo.

Respecto a la cuestión de si la filosofía es una ciencia o no, Pomata matiza: «En primer lugar, nótese que en ningún momento afirmé que la filosofía es una ciencia. Lo que dije fue que la filosofía analítica se asemeja a la ciencia en sus prácticas e incluso maticé la analogía entre filosofía analítica y ciencia normal diciendo que la primera se mantiene dentro de un paradigma “al menos hasta cierto punto, de lo contrario ya no sería filosofía”, pasaje citado por el propio Rodríguez Pardo».

No obstante, considero que Pomata lo único que hace es perderse con sus matizaciones: si la filosofía analítica se asemeja a la ciencia lo hace en el mismo sentido que los diálogos de Platón o las quaestio de Santo Tomás de Aquino (citadas explícitamente por el mismo autor), luego eso no puede citarse como característica de la filosofía analítica. Tampoco el término analogía aclara mucho las cosas: «La copa es a Dionisos como el escudo es a Ares», que decía Aristóteles en su Poética. ¿Significa esta analogía que la copa es un escudo? Ni por asomo.

Ergo, que haya una presunta analogía entre la filosofía analítica y la «ciencia normal» no implica siquiera similitud entre ambas. Que Platón descubriera varios teoremas geómetricos, como reconoce el propio Popper en La sociedad abierta y sus enemigos, no significa que el Menón, el Timeo u otros diálogos platónicos sean trabajos «científicos»: la filosofía emanada de los problemas geométricos, en este caso, no es ella misma un trasunto de la ciencia sino una discusión que involucra otros elementos de la realidad de su tiempo, no sólo de la ciencia misma, sino de la antropología, la política, la ética, etc.

Por eso afirmo que la filosofía analítica, aunque se encuentra sin duda imbricada en la tradición filosófica (como el propio Pomata reconoce), se ha convertido desde sus orígenes en una filosofía «centrada» solamente en las ciencias, o en la ciencia unificada, por usar los términos del Círculo de Viena. Como decía Moritz Schlick, los problemas que no tengan que ver con la ciencia serán, al fin y al cabo, seudoproblemas.

¿Cabe mejor definición de una filosofía «centrada» que la de uno de los actores, junto a Carnap y otros coetáneos, más destacados del movimiento analítico?

Asimismo, su referencia a que «mientras la filosofía continental trabaja bajo un sinnúmero de paradigmas diferentes en competencia, la filosofía analítica es ella misma, como un todo, un único paradigma con varias subdisciplinas», sigue sin aclarar nada. Sigo sin ver diferencias entre la filosofía analítica y la teología dogmática desde el prisma que nos propone Pomata.

Más aún: dudo mucho que la tradición analítica siga viviendo bajo el mismo paradigma, teniendo en cuenta circunstancias tan importantes como la «carga teórica de la observación» de Hanson o la solución de la paradoja de la inducción propuesta por Popper, que rompe con la idea de progreso científico lineal, y que dejará precisamente el terreno abonado para las ideas de Kuhn. ¿Es que acaso esos dos casos citados no merecen ser considerados como «nuevos paradigmas» dentro de la filosofía de la ciencia?

Ya ni qué decir cuando abordamos las ciencias desde la perspectiva de Paul Feyerabend y su anarquismo epistemológico: no existe un método general aplicable a todas las ciencias, existe una inconmensurabilidad, sin ir más lejos, entre la ley de caída de los cuerpos de Galileo, la que enuncia que dos cuerpos lanzados desde la misma altura en el vacío caen al mismo tiempo independientemente de su masa, y la ley de la gravitación universal de Newton, la que establece que la fuerza de atracción entre dos planetas es directamente proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de su distancia. Con críticas como esa, Feyerabend derrumbó la noción de los programas de investigación de Lakatos (inspirados a su vez en las ideas de Kuhn). La distinción de Pomata hace aguas por todas partes.

Respecto al uso del inglés como lingua franca, algo en lo que insiste el Licenciado Pomata, debo decir que no debemos caer en la falacia cienciométrica: porque las estadísticas de publicaciones digan que hay más artículos en inglés que en cualquier otra lengua, ello ni significa que solo se pueda filosofar en inglés (algo que el propio autor reconoce), ni que esa filosofía expresada en inglés, por exigencias de ciertos grupos «académicos» sea mejor o incluso más científica; en ese aspecto, le doy la razón a Cristian Andino, filosofar en inglés o usar el inglés como lingua franca para filosofar para quien no la tiene como lengua habitual, sería aceptar cierto colonialismo, cuando menos idiomático.

La «ciencia salame» lo invade todo, y esos criterios tan genéricos no prueban nada. Salvo que se parta, desde la perspectiva de una fe «analítica», análoga a la fe de San Anselmo a la hora de demostrar ontológicamente la existencia de Dios, de la perspectiva de una filosofía analítica que, si bien no es ciencia, se asemeja a ella, y la semejanza hará identidad en un futuro, puesto que, si no fuera así, si la filosofía analítica no fuera ella ciencia o estuviera en camino de serlo, se convertiría en el análisis de lo que Moritz Schlick denominó como «seudoproblemas».

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Es columnista de filosofía e historia en Ciencia del Sur. (Gijón, España 1976). Es doctor en Filosofía por la Universidad de Oviedo, España. Profesor de Filosofía de Enseñanza Secundaria.
Es autor de, entre otros libros, "El alma de los brutos en el entorno del Padre
Feijoo" (2008), "La independencia del Paraguay no fue proclamada en Mayo de 1811 (2011)" y "El Estado Islámico. Desde Mahoma hasta nuestros días (2016)".

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