En 2019 publiqué un breve artículo donde exploré si realmente hay más de dos sexos (Morales, 2019). En aquel entonces ocurría que, mientras diversos científicos señalaban que solo había dos sexos (macho y hembra, por tanto, el sexo humano es binario), otros comenzaban a sugerir que dicho enfoque impedía reconocer la complejidad del sexo.
De aquel tiempo a esta parte mucha agua ha corrido bajo el puente. En los últimos años, el debate se ha reactivado mejor que la economía latinoamericana tras la pandemia y nuevamente varios científicos han vuelto a discutir —eso sí, con mayor fiereza que antaño— si el sexo humano es un binario o un espectro.
Como el artículo del 2019 quedó corto, en este nuevo actualizaré el estado del arte para discutir si el sexo biológico humano es realmente un binario, un espectro o quizá algo diferente. Para una comprensión más justa del tema, revisaré los argumentos de las dos partes involucradas y señalaré sus principales limitaciones.
La complejidad del sexo humano
Si algo deja en claro la literatura científica, es que el desarrollo sexual humano es un proceso complejo donde intervienen múltiples elementos: cromosomas, genes, gametos, gónadas, genitales, hormonas, caracteres sexuales secundarios (fenotipo), cerebro y hasta conducta (Novella, 2022). Tales elementos forman los componentes del sexo (Tabla 1).
Significado de “sexo” | Componentes | ¿Binario? | ¿Se puede cambiar? |
Categoría de sexo | Gónadas | Binario (~1:100.000 nacen con gónadas que no son claramente ovarios o testículos). | Las gónadas se pueden extirpar, pero los ovarios no se pueden transformar en testículos ni viceversa. |
El sexo como sistema | Genes | La mayoría de los genes implicados en la formación de las gónadas se encuentran tanto en hembras como en machos (ya que la mayoría se encuentran en autosomas o en el cromosoma X, y solo unos pocos en el cromosoma Y). | Actualmente, los genes asociados con el sexo no se modifican médicamente. |
Hormonas | Las hormonas relacionadas con el sexo forman un sistema superpuesto, multidimensional y dinámico. | A menudo modificadas; las intervenciones farmacológicas pueden promover los niveles hormonales promedio típicos de mujeres y hombres (usadas en reproducción). | |
Sexo fenotípico | Genitales | Aproximadamente el 0,02% de los nacidos humanos tienen genitales externos que no son claramente femeninos ni masculinos. | Los órganos genitales pueden ser extirpados o modificados mediante intervenciones quirúrgicas y farmacológicas. |
Otra morfología corporal | Todas las medidas son continuas y generalmente superpuestas, aunque a menudo están fuertemente interrelacionadas. | Las intervenciones hormonales y quirúrgicas pueden cambiar algunas, pero (si efectuadas después de la pubertad) no todas las características pueden modificarse a un nivel típico de los miembros del otro sexo. | |
Cerebro | Caracterizado por diversidad, alta superposición y mosaicismo; la categoría de sexo proporciona poca información sobre la estructura cerebral o la similitud o diferencia en el cerebro de otros. | Un patrón complejo y muy variable de cambios después de las intervenciones hormonales. | |
Sexo social (percibido) | Por lo general, la mayoría de las personas son percibidas automáticamente como hombres o mujeres, aunque la presentación de género andrógina puede dar lugar a excepciones. | Los órganos genitales y otras características fisiológicas y no biológicas pueden modificarse. |
Tabla 1. Los componentes del sexo (Joel & Fine, 2022). Traducción libre.
Aquellos componentes hacen que la asignación del sexo sea, en algunos casos, un proceso complicado. Tal como demuestran las personas intersexuales (que presentan desórdenes de desarrollo sexual o DSD por sus siglas en inglés), no siempre es fácil asignar el sexo de un individuo que, por ejemplo, puede tener genitales femeninos y cromosomas masculinos.
Antes de que alguien diga que estoy confundiendo entre definición y determinación, cabe señalar que ambos requieren del mismo tipo de información: qué es el sexo. Y es que tales desórdenes realmente pueden dificultar la identificación del sexo de una persona, complicando también cómo lo definimos.
Un desorden relativamente popular es el síndrome de insensibilidad a los andrógenos, donde las células sexuales no responden a las hormonas sexuales masculinas (andrógenos) porque los receptores no están activos. Ello hace que las personas con cromosomas XY (hombres) tengan testículos internos y genitales externos típicamente femeninos.
Por otro lado, la hiperplasia suprarrenal congénita hace que el cuerpo produzca una gran cantidad de andrógenos, logrando que personas con cromosomas XX (mujeres) nazcan con genitales ambiguos (clítoris grande y labios vaginales parecidos a un escroto), vello corporal y facial, menstruaciones irregulares y conducta típicamente masculina.
Aquellos son los ejemplos más comunes. En otros, el panorama se dificulta considerablemente. Por ejemplo, el llamado ovotestis remite a una condición muy inusual en la que individuos tienen gónadas (sea una misma gónada o gónadas separadas) que poseen tejido testicular y ovárico al mismo tiempo.
Como tal, la intersexualidad es una condición en la que los cromosomas sexuales de una persona no coinciden con su anatomía sexual (genitales y rasgos sexuales secundarios). Todo ello hace que el sexo se considere un rasgo complejo, ya que se compone de otros rasgos que no siempre actúan de forma coordinada.
Pese a tal diversidad, muchos científicos consideran que el sexo humano es binario en tanto solo existen machos (hombres, XY, productores de espermatozoides) y hembras (mujeres, XX, productoras de óvulos). Este es el modelo binario del sexo. Muy probablemente, es el enfoque defendido por la mayoría de científicos.
El sexo como espectro (modelo espectral)
El modelo binario fue el primero en ser propuesto. Durante prácticamente toda la historia sobre el tema, solo existían dos sexos. No obstante, ello cambió cuando, a inicios de los años 90, la profesora de biología y estudios de género (con formación en zoología y genética del desarrollo), Anne Fausto-Sterling planteó que podía haber más de dos.
En un ensayo publicado en la revista The Sciences, Fausto-Sterling (1993) indicó que hay 5 sexos: a los típicos macho (male) y hembra (female) se añaden herms (que poseen ovarios y testículos), merms (que poseen testículos y algunos aspectos de genitales femeninos pero no ovarios) y ferms (que tienen ovarios y algunos aspectos de genitales masculinos pero no testículos).
Mediante tales categorías, Fausto-Sterling (1993) propuso que las categorías intersexuales “merecen ser considerados sexos adicionales, cada uno por derecho propio” (p. 21). Desde tal enfoque, el sexo fue redefinido desde una perspectiva binaria hacia una que lo identificó como un continuo.
Desde luego, por lo revolucionario de su propuesta, aquel ensayo fue muy debatido.
Siete años después, en su libro Sexing the body, Fausto-Sterling (2000) refirió a la polémica y aclaró que su ensayo tuvo la intención de ser provocador e irónico, pero firme. Allí la científica también reiteró su intención de reemplazar el sistema de dos sexos por un nuevo sistema de cinco que aprehenda la intersexualidad.
Y es que su existencia (que grosso modo también incluye cualquier variación en rasgos sexuales secundarios que salga de la norma típica binaria) es la única evidencia que los críticos emplean para cuestionar el modelo binario. Se trata de un tema con fuertes implicancias en la asignación del sexo, la transexualidad, el dimorfismo sexual y la identidad de género.
Aunque el tema siempre fue debatido, fue después de 2015 que volvió al centro de la polémica.
En un artículo publicado en la prestigiosa revista Nature, Claire Ainsworth (2015), PhD en biología del desarrollo, afirmó que “la idea de que hay dos sexos es simplista” (p. 288). Refiriendo a casos de intersexualidad, Ainsworth (2015) dio cuenta de una nueva concepción que daría inicio a un conjunto de intercambios: el sexo es un espectro (Tabla 2).
En dicho ensayo, el término espectro fue mencionado por el genetista Eric Vilain, quien tiene amplia experiencia en el estudio de DSD, y se apoya en lo que ciertamente es una forma de variación biológica. Es conveniente aclarar ello ante las sospechas de que el modelo espectral adviene únicamente de los estudios de género o el activismo feminista.
Otro punto que conviene aclarar es que, a diferencia de la propuesta de Fausto-Sterling (1993), el ensayo de Ainsworth (2015) no afirmó que había más de dos sexos sino únicamente que el modelo binario estaba siendo criticado. Entender ello es clave para comprender las limitaciones de aquel modelo y por qué muchos abogan por superarlo.
Apenas dos años después, otro artículo publicado en la revista Scientific American también consideró la multiplicidad de DSD y definió al sexo (y al género) como un espectro (Montañez, 2017). Ello dado que los factores que determinan el sexo de un individuo (cromosomas, hormonas, rasgos sexuales secundarios) y su género también existen en un espectro.
Ese mismo año, una nota publicada en National Geographic refirió a niños y jóvenes de género no-binario no solo para afirmar que el género existe en un espectro (algo que muchos binaristas aceptan sin mayor problema), sino también para indicar que el sexo cumple dicha característica (Henig, 2017) (Tabla 4). Esto último lo hizo refiriendo a personas intersexuales.
En ese tiempo, el modelo espectral comenzaba a ganar terreno en la comunidad científica y a obtener presencia en medios masivos.
Por ejemplo, en un artículo publicado en el New York Times, Fausto-Sterling (2018) retomó su idea y reafirmó que “dos sexos nunca han sido suficientes para describir la variedad humana”. Apelando a los componentes que intervienen en el desarrollo sexual (cromosomas, genitales, socialización) y a los casos de intersexualidad, la científica reiteró que el sexo no es binario.
Es aquí donde los debates aumentaron.
Recientemente, Christoph Rehmann-Sutter y colegas (2023) reconocieron que los gametos son binarios, pero señalaron que de ello no se sigue que el sexo también lo sea. Dos motivos explican tal conclusión. Primero, de la existencia de dos gametos no se sigue que no haya variación en el sexo y sus componentes, tal como ocurre en los DSD (Tabla 5).
Para dicho argumento, nada justifica que los gametos tengan superioridad en la definición del sexo, de modo que deban ser considerados como sinónimo, menos aún si los demás componentes no son binarios. Puede que normalmente los gametos brinden una pista clara del sexo de un individuo, pero ello no ocurre en todos los casos.
Segundo, para que la especie continue reproduciéndose no es necesario que el sexo sea un binario estricto, ya que únicamente basta con que lo sea en una parte de la población. Ello rompe el binarismo. Para Rehmann-Sutter y colegas (2023), ambos argumentos prueban que de la existencia de dos gametos no podemos concluir que el sexo es binario.
Como vemos, la idea básica del modelo espectral indica que la existencia de la intersexualidad impide que el sexo sea entendido como un binario, ya que los DSD modifican sus componentes y rompe la lógica binaria estricta. Pero, ¿será que ello es cierto? ¿Será que el modelo binario no concibe la intersexualidad ni los DSD?
El sexo como un binario (modelo binario)
A modo de crítica, el filósofo Alex Byrne (2018) señaló que el ensayo de Fausto-Sterling no respondió si el sexo es binario por enfocarse en el sexo cromosómico. Contrario a ello, Byrne (2018) planteó que el sexo se define por los gametos que produce un individuo (espermatozoides u óvulos) y dado que no hay un tercer gameto, no puede haber un tercer sexo.
Para el filósofo, los ejemplos de diversidad sexual en otras especies no refutan que el sexo solo pueda ser binario, particularmente el sexo humano. También citando casos de DSD, Byrne (2018) planteó que el sexo no puede dejar de ser binario solo porque un pequeño grupo de individuos presenta rasgos que cuestionan la lógica binaria.
Dicha crítica también mencionó un punto clave en una de las notas finales: decir que el sexo es binario significa que hay dos sexos, pero la forma cómo dicho enunciado se ha tomado en estos debates se vincula a si todos los individuos son machos o hembras, no pudiendo ser de ambos al mismo tiempo (es decir, tener rasgos masculinos y femeninos).
Desde luego, la primera lectura es correcta y la segunda no tanto.
También sumándose a la crítica, el biólogo Jerry Coyne (2018) afirmó que, aunque en ciertas especies hay variación, en seres humanos el tema es muy simple: los machos (hombres) tienen cromosomas XY y producen gametos pequeños (espermatozoides), mientras las hembras (mujeres) tienen cromosomas XX y producen gametos grandes (óvulos).
En su crítica, Coyne (2018) admitió la existencia de personas intersexuales, pero señaló que son casos son muy raros: “Entonces, sí, el sexo no es verdaderamente binario en el sentido de que cada individuo no pueda ser clasificado inequívocamente entre hombre o mujer, pero la gran mayoría sí”. Tal escenario fue descrito mediante el término bimodalidad.
Para el biólogo, el ensayo de Fausto-Sterling, al reconocer que hay más de dos sexos biológicos, no solo niega que el sexo sea binario sino también bimodal. Además, dicho ensayo también confunde sexo con género deliberadamente, lo cual genera mayor confusión por incluir variables conductuales y culturales en lo que debiera ser un tema estrictamente biológico.
Por otro lado, quien también criticó el ensayo de Fausto-Sterling fue la neurocientífica Debra Soh (2018) al afirmar que “el concepto de sexo es, por definición, binario”. Citando los casos de DSD, Soh (2018) planteó que el sexo es binario pese a la intersexualidad, de la misma forma en que las manos humanas poseen 10 dedos pese a haber individuos que nazcan con menos.
También desde la web y con activa presencia en redes, el biólogo Colin Wright (2018) objetó que la intersexualidad componga un tercer sexo, ya que se observa en pocos individuos. Para Wright (2018), aquellos que niegan la naturaleza binaria del sexo generalmente vienen de la izquierda política y son un buen ejemplo de negacionismo de la evolución biológica.
En una nota publicada en el Wall Street Journal, Wright y la bióloga Emma Hilton (2020) señalaron que las críticas al modelo binario forman una tendencia “peligrosa y anticientífica” cuyo objetivo es negar la realidad del sexo biológico. Para Wright y Hilton (2020), reemplazar el sexo por la identidad de género es nocivo para las mujeres, los homosexuales y los niños.
Para aquel tiempo, el debate sobre la naturaleza del sexo obtuvo gran impacto en redes sociales. Incluso la afamada escritora J.K. Rowling, autora de la saga de Harry Potter, generó polémica al defender la realidad del sexo biológico (Wright, 2020). Por la naturaleza de sus tuits, Rowling obtuvo un amplio rechazo y hasta fue acusada de transfobia.
«Cuando los biólogos afirman que el sexo es binario, queremos decir algo sencillo: solo hay dos sexos. Esto es cierto en todos los reinos vegetal y animal. El sexo de un organismo se define por el tipo de gameto (esperma u óvulos) que tiene la función de producir. Los machos tienen la función de producir espermatozoides o pequeños gametos; hembras, óvulos o de gran tamaño. Como no existe un tercer tipo de gameto, solo hay dos sexos. El sexo es binario». (Wright, 2023)
Como vemos, el modelo binario afirma que solo hay dos sexos (el sexo es binario), muy aparte de que haya personas intersexuales, ya que componen un grupo minoritario. Por tal motivo, la intersexualidad no constituye un tercer sexo. Ello también se confirma en que la mayoría de veces las personas con DSD poseen un sexo determinado pese a sus rasgos.
Llegado a este punto, es visible que ambos modelos tienen algunos argumentos válidos, ya que refieren a un hecho real (la intersexualidad) que cuestiona la naturaleza binaria del sexo, aunque no la refute completamente (dicho matiz es muy relevante, como veremos luego). No obstante, ambos modelos poseen limitaciones que conviene identificar.
Algunos problemas del modelo espectral
Según Wright (2020), el modelo espectral apoya su crítica al modelo binario en dos evidencias: la intersexualidad y el solapamiento en la distribución de rasgos sexuales secundarios (mamas, caderas anchas, espaldas anchas, vello facial o voz grave). Esto último hace que haya mujeres con voz grave y vello facial, y hombres con voz aguda y sin vello facial.
No obstante, para el biólogo, aquellos argumentos parten de malentendidos sobre el sexo biológico. Así, el principal inconveniente del modelo espectral es creer que la intersexualidad forma un tercer sexo pese a que no hay un tercer gameto ni gametos intermedios. Desde tal enfoque, dicho modelo es calificado de pseudociencia (Wright, 2020).
Otro problema con dicho modelo es que, en su intento de lograr una comprensión holística, usa de forma combinada los términos sexo y género, lo que puede conllevar a malos entendidos sobre las diferencias anatómicas y conductuales. Ello es particularmente visible en el libro The spectrum of sex, publicado por Hida Viloria y Maria Nieto (2020).
Aunque incluir el género en la ecuación ha permitido desarrollar argumentos críticos hacia el modelo binario, muchas veces la fórmula sexo/género ha impedido que se teorice debidamente sobre las diferencias anatómicas (cromosómicas o genitales) entre hombres y mujeres (Fuentes, 2022a, 2022b, 2023; Rehmann-Sutter et al., 2023).
Otro punto débil del modelo espectral es su vínculo con ciertas ideologías.
En una nota para Areo, el reconocido biólogo Richard Dawkins (2022) afirmó que el sexo es “bastante binario”. En ello sugirió que detrás de la crítica al binarismo hay un fuerte activismo ideológico. Esto último también se observa en su perfil de X, donde el biólogo suele denunciar todo tipo de ataques.
Aquí también podemos añadir el aporte del físico Alan Sokal.
Para quienes no lo recuerden, Alan Sokal fue el autor del escándalo Sokal. Allá por los años 90, en pleno auge de la filosofía posestructuralista y posmoderna, Sokal envió un artículo titulado “Transgrediendo las fronteras: Hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica”, a la revista de estudios culturales Social Text.
Algunas semanas después, el físico advirtió que dicho artículo fue un texto falso que parodiaba la jerga oscura e ilegible de algunos filósofos y psicoanalistas franceses. Por tal obra, Sokal fue erigido como una voz autorizada en lo concerniente a la desmitificación de poses academicistas que, en el fondo, no significan nada.
En dos ensayos publicados en el magazine The Critic, Sokal (2024a, 2024b) denunció la intromisión de una ideología woke en la ciencia que pretende censurar a los científicos. Dicha ideología se observa en los ataques que algunos investigadores han sufrido por defender el modelo binario y afirmar que solo hay dos sexos.
Contra dicha tendencia, Sokal (2024a) planteó que “el sexo en todos los animales está definido por el tamaño de los gametos; el sexo en todos los mamíferos está determinado por los cromosomas sexuales; y hay dos y solo dos sexos: macho y hembra”. Desde tal enfoque, el físico concluyó que el sexo remite a “una distinción binaria extremadamente clara” (Sokal, 2024a).
La misma idea la defendió en un texto publicado junto a Dawkins (Sokal & Dawkins, 2024).
Aunque ciertamente el activismo detrás del modelo espectral ha llegado al exceso de negar que haya dos sexos, también es pertinente indicar que algunos de los temas mencionados por Sokal en dichos ensayos (como el concepto de raza, la psicología evolucionista o la influencia de la testosterona en la conducta) siguen en debate (Myers, 2023).
En ese contexto, muchos binaristas (como Wright, Dawkins o Coyne) afirman que las críticas al modelo binario son políticas y advienen de gentes malintencionadas que utilizan cobardemente a las personas intersexuales (Alcalá, 2023). Aunque hay un componente de militancia, pensar que todas las críticas al modelo binario son políticas es una creencia infundada.
En ello, algunos han acusado al modelo espectral de despatologizar los DSD para respaldar la idea de que el sexo no es binario porque hay “sexos nuevos” (Alcalá, 2023). No obstante, ello es un error, ya que, como también han afirmado los binaristas, las personas intersexuales tienen un sexo, sea hombre o mujer.
Si bien no podemos negar que hay una gran cuota de activismo ideológico en los proponentes del modelo espectral, pecaríamos de ingenuos si creyéramos que la militancia solo viene de ahí. Entre los binaristas también hay un fuerte activismo ideológico conservador. De hecho, buena parte del conservadurismo biologicista está repleto de ideología (Morales, 2024).
Algunos problemas del modelo binario
Aunque el modelo binario se apoya sobre hechos reales (la intersexualidad afecta a un grupo minoritario), comete el error de llegar al otro extremo y producir un argumento reduccionista. Dicho argumento no trata al sexo biológico como un conjunto de componentes sino como cromosomas, genitales (Karkazis, 2019) o gametos (Rehmann-Sutter et al., 2023).
Tal argumento es reduccionista porque reduce la complejidad del sexo humano, al considerar uno o dos componentes de un conjunto mayor. Con ello, no quiero decir que los cromosomas o genitales no definan el sexo de un individuo. Lo hacen en la gran mayoría de casos. Pero en situaciones concretas el sexo cromosómico y genital no son determinantes.
Si bien es cierto que los proponentes del modelo espectral cometen el error de afirmar que los cromosomas o genitales no son determinantes partiendo de casos particulares, los defensores del modelo binario cometen el error inverso: creer que los cromosomas o genitales son determinantes para todos los casos en desmedro de, por ejemplo, la identidad de género.
Dicho problema puede verse como una falacia de composición, que consiste en inferir que una propiedad relativa a una parte de un todo también es válida para el todo. Pese a que el concepto sexo refiere a un complejo de elementos muy variado, los binaristas creen que el sexo (el todo) es binario porque los gametos (la parte) lo son.
Y ya que hablamos de identidad de género, otro problema del modelo binario es lo mal que entiende dicho concepto al tratarlo como un capricho subjetivo (Wright, 2020). Ello es un gran error, considerando que la identidad de género se erige sobre una base biológica que incluye a los componentes del sexo (Fisher & Cocchetti, 2020; Roselli, 2018; Saraswat et al., 2015).
Desde tal evidencia es claro que la identidad de género no es un antojo personal sino producto de mecanismos biológicos y culturales. La intención de por qué dicho concepto es maltratado por el binarismo es clara: promover enfoques reduccionistas del sexo implica minimizar a la población trans que recurre a la identidad de género para establecer su sexo (Wright, 2023).
Otro punto problemático del modelo binario es la crítica a la existencia de un tercer sexo. Aunque este argumento se emplea como punta de lanza en redes sociales, la verdad es que, aparte de Fausto-Sterling (1993), nadie ha afirmado explícitamente que haya un tercer sexo. Fuera de algunos memes, ningún referente serio defiende ello.
Y la mejor prueba está en que cuando los binaristas acusan a sus rivales de creer en un tercer sexo no citan a nadie. En su ensayo al respecto (editado por la prestigiosa Routledge), Hilton y Wright (2024) mencionaron el tema en tres oportunidades, pero no citaron a nadie, es decir, no dijeron qué científicos o académicos defendían la existencia de un tercer sexo.
Muchas veces me he enfrascado en discusiones contra los binaristas que afirman que sus rivales creen en la existencia de un tercer sexo. No obstante, cuando les he pedido que digan quién afirma ello, dónde y cómo se llama dicho tercer sexo, nunca obtengo respuesta. Sugiero a los lectores intentar lo mismo cuando se hallen en tal situación.
Otro problema del binarismo está en asumir que porque el sexo es binario también lo es la conducta humana, particularmente las diferencias conductuales y psicológicas entre hombres y mujeres. Desde tal enfoque, algunos binaristas como Coyne, Wright y Soh han afirmado que las diferencias de género son un producto del sexo binario.
No obstante, dicha extrapolación no es tan simple.
En una nota para Sapiens, el antropólogo Agustín Fuentes (2022a) afirmó que el sexo no es binario ni tampoco lo es la experiencia humana, ya que tener ciertos cromosomas no produce cuerpos o vidas binarios. Desde aquella perspectiva holística, el antropólogo señaló que ni los genitales ni las hormonas ni los cromosomas son determinantes fiables del sexo.
Dicha perspectiva sobre el sexo no remite únicamente a cromosomas o genitales sino a todos sus componentes, incluida la conducta (cultural, para el caso humano). Por ello, Fuentes, apoyándose en un estudio que trata al sexo como una categoría compleja que opera en distintos niveles biológicos (McLaughlin et al., 2023), respalda la idea de que el sexo no es binario.
La obra del antropólogo es clave, ya que rescata la influencia de la cultura en la flexibilización del dimorfismo sexual humano y en la forma cómo lo estudiamos (Fuentes, 2022b). Ciertamente, el dimorfismo suele emplearse como evidencia para respaldar el modelo binario y también para biologizar las diferencias de género en diversos tópicos (Morales, 2023a, 2023b).
El enfoque antropológico sobre el sexo humano es holístico porque considera no solo gametos, hormonas y cromosomas (mayormente referidos por biólogos), sino también la conducta y la cultura que la moldea (Clancy et al., 2024; Fuentes, 2022a, 2022b). Aunque para muchos ello es criticable, no sería la primera vez que antropólogos y biólogos debatan por algo semejante.
Y hablando de debate, el propio Fuentes (2023) estuvo en el centro de la polémica, tras publicar un breve ensayo en la revista Scientific American donde afirmó que “si bien los gametos animales pueden describirse como binarios (de dos tipos distintos), los sistemas fisiológicos, las conductas y los individuos que los producen no lo son”.
Desde el enfoque holístico-antropológico, es claro que el sexo humano (visto como más que meros gametos) no es binario. Aquí es pertinente reconocer que el sexo es una propiedad de los individuos, no de los gametos, y que las personas no son sinónimos de gametos ni cromosomas. Lamentablemente, ello no detuvo los ataques contra Fuentes.
Este episodio demuestra que también hay una feroz militancia en el binarismo.
Finalmente, un gran problema del modelo binario son sus definiciones antojadizas.
En un debate sobre el tema en cuestión organizado por el Massachussets Institute of Technology en abril de este año, la historiadora Alice Dreger dijo: “las mismas personas que nos dicen que el sexo trata sobre gónadas o gametos nos dicen que el sexo realmente trata sobre hormonas cuando llegan a un estadio deportivo”. Y vaya que tiene razón.
Colin Wright es uno de los activistas a favor del modelo binario que ha popularizado en redes la definición de que el sexo de un individuo depende del tipo de gametos que produzca: óvulos para las mujeres y espermatozoides para los hombres. Hasta ahí, todo claro. No obstante, si hablamos de deporte, los criterios cambian misteriosamente.
En los últimos Juegos Olímpicos celebrados en París una deportista acaparó todos los reflectores: la boxeadora argelina Imane Khelif. Según el presidente de la Asociación Internacional de Boxeo, Imane es intersexual: es una mujer, nacida y criada como mujer, pero con cromosomas XY. Cromosómicamente, Imane sería hombre, pero desde la identidad de género, ella es una mujer.
Ello, no obstante, no impidió que fuera acusada de ser transgénero, un hombre disfrazado de mujer (como dijo Dawkins en X) o un travesti (como afirmó Wright en Facebook). Tal escenario fue idóneo para que los binaristas cuestionen su participación en deportes femeninos (Wright, 2024a) y tuerzan su sacrosanta definición de sexo según el tipo de gameto.
El mejor ejemplo lo dio el propio Colin Wright.
En un artículo de su blog personal, Wright (2024b) calificó a Imane de ser un hombre biológico (biologically male) únicamente por sus cromosomas XY y sus niveles de testosterona. De sus gametos no dijo absolutamente nada. ¿Dónde quedó la definición que tanto promovió en redes y que muchos binaristas, como Alex Byrne, consideran una definición de manual?
De momento, nadie lo sabe, pero podemos especular.
Y es que si Colin hubiera seguido su definición habitual, habría llegado a la conclusión de que Imane no es hombre, ya que no produce espermatozoides. Desde luego, ello hubiera sido nefasto para él y el sector que representa. Por tal motivo, se vio en la necesidad de olvidar los gametos y hablar de cromosomas y testosterona. Mejor ejemplo de definición antojadiza no hay.
Binario y espectro, dos malas palabras
Mientras algunos científicos plantean que ni la intersexualidad ni la variedad de roles sexuales refuta que el sexo es binario (Elliott, 2023; Goymann et al., 2022; Marinov, 2020; Rehman, 2023), otros científicos afirman que el sexo no es binario (Berkowitz, 2020; Novella, 2022; Sun, 2019), sino un espectro (Brusman, 2019; Henig, 2017; Kralick, 2018a; Štrkalj & Pather, 2021) y que ello se observa hasta en nuestros huesos (Kralick, 2018b; Schall et al., 2020).
Tal escenario contradictorio puede hacernos creer que ambos bandos refieren a los mismos hechos, pero los ven de forma distinta. Y no sería una lectura errada. Gran parte del debate sobre la naturaleza del sexo humano no tiene que ver con datos sino con su interpretación. ¿Será que el problema no está en la realidad, sino en los conceptos que empleamos?
Personalmente, discrepo con el término binario no porque describa hechos falsos, sino porque los representa de forma inexacta. Ello puede deberse a su carácter metafórico. En matemática, un sistema binario es un sistema compuesto de dos elementos. Desde cierto enfoque, tiene mucho sentido decir que el sexo humano es binario, ya que solo hay dos sexos.
El problema yace en que los sistemas binarios no admiten variación. Considerando que la intersexualidad implica una variación de los componentes del sexo que, sin duda, influye en su definición, es fácilmente destacable que la palabra binario no es un buen término para describir la complejidad del sexo humano, particularmente la intersexualidad.
Ante dicho argumento, los binaristas suelen decir que sus rivales confunden los componentes del sexo con el sexo como tal (sex itself). Pero, más allá del esencialismo que conlleva hablar de un sexo como tal, ¿cómo se puede analizar qué es el sexo sin considerar los elementos que lo componen? ¿Cómo es posible discutir el sexo sin discutir lo que el sexo es realmente?
Negar que el sexo sea binario no implica asumir automáticamente que hay tres sexos, que es lo que muchos binaristas afirman para descalificar las críticas. De hecho, no hay argumento lógico alguno que sustente el paso de i) el sexo no es binario a ii) hay un tercer sexo. Pensar que sí lo hay es un claro ejemplo de falacia de non sequitur.
Pero, entonces, ¿qué significa decir el sexo humano no es binario?
Negar que el sexo humano sea binario únicamente significa que el término binario no lo define bien, no es exacto ni apropiado ni le hace justicia. Ello tampoco significa que el enunciado solo hay dos sexos sea falso. De hecho, científicos como Fuentes (2022a, 2023) han aceptado que hay dos gametos. Lo que no aceptan es que el sistema llamado sexo sea estrictamente binario.
Y es que si prestamos atención, los gametos son binarios, pero el resto de componentes del sexo no lo son tanto (Tabla 1). Este no lo son tanto basta y sobra para cuestionar la validez del término binario, siendo que este representa a un sistema de dos componentes sin variabilidad, es decir, sin que ninguno de los elementos ostente variación.
Si discrepo con el término binario, también discrepo con el término espectro por ser tan o más inexacto. Su definición desde la física refiere a algo muy distinto. Personalmente, entiendo los argumentos del modelo espectral, enfocados en aprehender la intersexualidad, pero el problema yace en la metáfora que han elegido, la cual genera más confusión que certeza.
En este punto, los términos binario y espectro son malas palabras.
Bimodal, una mejor palabra
Si queremos hallar una opción que integre ambas miradas, esa ya existe en la teoría: el término bimodal se ha propuesto como una mejor alternativa para comprender la naturaleza del sexo. Y lo mejor es que ha sido mencionada tanto por quienes defienden el modelo binario como por quienes apoyan las críticas al modelo binario.
Con bimodal quiero decir dos cosas: 1) solo hay dos sexos (macho y hembra, lo cual mayormente depende del tipo de gameto), no tres ni cuatro (porque no hay un tercer ni cuarto gameto); y 2) hay una gran variación de rasgos (intersexualidad) que no siempre calzan en los sexos típicos. Se trata de un enfoque respaldado en la propia evolución biológica del sexo (Marinov, 2020).
Uno de los científicos que mencionó el término bimodal para discutir la naturaleza del sexo fue Fausto-Sterling (2016) en una entrevista conducida por Priscille Touraille. No obstante, la lectura que le dio en aquel momento hizo que la palabra bimodal fuera entendida como sinónimo de binario. Ello no refleja el sentido que dicho término obtuvo posteriormente.
Quien brinda una mejor definición de la palabra bimodal es el neurólogo clínico Steven Novella (2022), quien también –a mi entender– expuso de forma óptima las diferencias entre los modelos binario y bimodal. En sus propias palabras, Novella (2022) afirmó que es más exacto entender al sexo biológico humano como bimodal que como binario.
Bimodal significa que existen esencialmente dos dimensiones en el continuo del sexo biológico. Para que el sexo sea binario tendrían que haber dos extremos no superpuestos y sin ambigüedades en ese continuo, pero claramente no los hay. En el medio existen todos los tipos imaginables de superposición –por lo tanto, bimodales, pero no binarios. (Novella, 2022)
Dicha postura contiene otros aspectos relevantes como la negación de que haya un tercer sexo (Novella lo niega explícitamente), la aceptación de que el sexo en seres humanos cumple una función reproductiva pero no se agota en ella (también cumple funciones de socialización) y la crítica al argumento reduccionista que afirma que el sexo es binario porque los gametos lo son.
Aquí muchos podrían pensar que el término bimodal es empleado por los defensores del modelo espectral como un salvavidas. Pero la verdad es que también fue empleado por los binaristas más obstinados, como Coyne (2018b), quien dijo en la parte final de uno de sus textos que si el sexo humano no era binario, entonces era “seguramente bimodal”.
Y es que, en el fondo, los binaristas siempre han sabido que el sexo es bimodal.
Algo curioso es que los defensores del modelo binario reconocen la intersexualidad y las posibles excepciones (p.ej. personas infértiles o incapaces de producir gametos) que respaldan la bimodalidad del sexo. No obstante, continúan empleando y defendiendo el término binario más por su carga política que por su exactitud terminológica.
Desde luego, el término bimodal también es una metáfora, como cualquier estadístico riguroso podría fácilmente señalar. Pero, incluso si de metáforas se trata, bimodal es, de lejos, una mejor palabra que binario y espectro, en tanto reconoce la existencia de dos sexos (el modelo binario) y aprehende la intersexualidad (modelo espectral).
Llegado a este punto, ¿qué debemos hacer con el modelo binario?
Un poco de filosofía de la ciencia
En 1965, se celebró en Londres el Coloquio Internacional de Filosofía de la Ciencia que reunió a diversos académicos en torno a la obra del físico Thomas Kuhn. Uno de los asistentes fue el matemático Imre Lakatos. A diferencia de otras propuestas, como la de Karl Popper, la obra de Lakatos (1987) concibió el progreso científico de un modo más liberal.
Mientras el falsacionismo popperiano (llamado dogmático o ingenuo) señaló que el progreso científico ocurría cuando una teoría refutaba y eliminaba a otra, el falsacionismo de Lakatos (llamado sofisticado o metodológico) propuso que el progreso científico ocurría cuando una teoría refutaba a otra pero sin que esta fuera eliminada.
La clave está en que la nueva teoría es mejor porque explica nuevos hechos, lo cual no convierte a la teoría anterior en inútil, falsa o pseudocientífica. Menciono brevemente este episodio de la filosofía de la ciencia porque considero que puede ayudarnos a entender mejor la polémica entre los modelos binario y bimodal.
Una lección que deja la obra de Lakatos (1987) es que no todas las teorías refutadas lo son porque están totalmente equivocadas. Muchas de ellas son refutadas no porque haya nuevas teorías que las contradicen por completo, sino únicamente porque las nuevas teorías explican mejor nuevos hechos. Más que eliminación hay superación.
Extrapolado al problema de este artículo, las diferencias entre los modelos binario y bimodal son de ese tono, sutiles, ya que uno no invalida totalmente al otro. De hecho, el modelo binario no es falso ni pseudocientífico sino insuficiente (Rehmann-Sutter et al., 2023), en tanto muestra limitaciones para entender la intersexualidad (Novella, 2022).
Por ello, el enunciado el sexo humano es binario no es falso ni mucho menos sino únicamente limitado. Ello hace que las críticas que tachan al modelo binario de ser falso o pseudocientífico estén equivocadas. Por buen tiempo, el sexo se entendió como un binario. Dicha concepción logró importantes avances científicos que nos trajeron hasta aquí y no debemos desconsiderar.
Palabras finales
Como vimos en este artículo, los modelos binario y espectral poseen buenos argumentos pero también problemas y limitaciones que les impiden teorizar la naturaleza del sexo biológico. En cambio, el modelo bimodal constituye una mejor alternativa porque integra lo mejor de ambas perspectivas sin incurrir en sus principales errores.
Al respecto, solo queda decir que cualquiera sea el modelo que uno elija defender, ello debe darse considerando y evaluando los argumentos a favor y en contra, y combatiendo las ideas, nunca a las personas. Dicha actitud implica un respeto por el progreso científico, así como por los agentes que lo llevan a cabo.
Asimismo, es pertinente reconocer que la crítica al modelo binario tiene fuertes implicancias no solo en la práctica médica y la formación del personal de salud (Štrkalj & Pather, 2021), sino también en la manera cómo estudiamos el sexo y cualquier forma de diversidad sexual humana (Sharpe et al., 2023). Ello es clave para el progreso científico y el desarrollo social.
A inicios del presente año, el medio The Telegraph y Censuswide encuestaron a 198 científicos británicos para preguntarles si creen que el sexo y el género son binarios. En cuanto al sexo, poco más de la mitad (58%) respondió que sí es binario, excepto –aquí viene lo importante– en casos de intersexualidad (Pinkstone & Knapton, 2024).
Quizá encuestadores y encuestados no lo sabían, pero dicha postura corresponde más con la lógica bimodal que con la binaria.
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Sergio Morales Inga es antropólogo y egresado de la Maestría en Filosofía de la Ciencia, ambos por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Perú. Tiene publicaciones en revistas académicas de Perú, Colombia, Argentina, España y Reino Unido. Columnista de evolución humana, género y epistemología de las ciencias sociales en Ciencia del Sur. También realiza divulgación en evolución cultural a través del blog "Cultura y evolución".
«Otro punto problemático del modelo binario es la crítica a la existencia de un tercer sexo. Aunque este argumento se emplea como punta de lanza en redes sociales, la verdad es que, aparte de Fausto-Sterling (1993), nadie ha afirmado explícitamente que haya un tercer sexo. Fuera de algunos memes, ningún referente serio defiende ello.»
«Muchas veces me he enfrascado en discusiones contra los binaristas que afirman que sus rivales creen en la existencia de un tercer sexo. No obstante, cuando les he pedido que digan quién afirma ello, dónde y cómo se llama dicho tercer sexo, nunca obtengo respuesta.»
Es muy sencillo: los «bimodelistas» lo afirman implícitamente desde el momento en que dicen que el sexo es bimodal Y a la vez *NO* es binario. El problema es que nunca googlearon qué es una distribución bimodal y no la entienden (ni mucho menos qué implica que una distribución sea bimodal y no binaria a la vez).
No entendiste. Desde el momento en que se postula que el sexo no es binario, sino un espectro, se está afirmando implícitamente que ya no sólo hay dos sexos, sino una escala entre ambas. Nadie habla de tercero o más sexos, pero sí de que hay un espectro que trasciende ambas polaridades.
Lo que decís es totalmente incoherente y contradictorio. Por un lado decís que «Nadie habla de tercero o más sexos» pero a la vez decís «ya no sólo hay dos sexos, sino una escala entre ambas». Si hay una escala ENTRE ambas, ese «ENTRE» es un tercer valor entre los otros 2 valores. O sea, un tercer sexo. De nuevo, yo entiendo que a algunos la matemática les parece aburrida y están acostumbrados al palabrerío abstracto, pero googleen al menos que pinta tiene el gráfico de una distribución bimodal (o de la distribución que tengan en mente), y cuál sería el dominio de esa función.