Hoy en día, es indispensable incorporar una mirada de género para entender los procesos sociales —y por ende, para hacer ciencia. Sin esta perspectiva, la explicación de muchos fenómenos queda incompleta. Poner la lupa sobre las desigualdades entre hombres y mujeres también ayuda a encontrar soluciones más apropiadas y a construir una sociedad más igualitaria.
En el marco del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, Ciencia del Sur conversó con la filósofa Teresa del Pilar Ríos, la economista Verónica Serafini y la historiadora Ana Barreto Valinotti sobre cómo es investigar con perspectiva de género en Paraguay.
Teresa del Pilar Ríos, doctora en filosofía y docente universitaria, hizo hincapié en las mujeres como protagonistas de la ciencia. Para ella, apostar por un enfoque de género lleva a revisar cómo se construyó el canon del pensamiento filosófico y a desmontar estigmas epistemológicos sobre las mujeres.
Entiendo que te reconocés como feminista. ¿Cómo convergen la filosofía y el feminismo para vos?
En realidad, estrictamente hablando, no me reconozco como feminista. Prefiero no hacerlo, sobre todo en algunos contextos, por los prejuicios, muchas veces infundados, que todavía conlleva identificarse con este modo de ser y de pensar. Además, definirse de tal o cual modo podría implicar cierta restricción. Prefiero la libertad de la realidad abierta que me permita estar en el tiempo, en fidelidad dinámica a mi conciencia e ir siendo al filo de toda posibilidad.
Ahora bien, sí me reconozco como una mujer con gran conciencia de género, y desde esta óptica es como veo no solo la filosofía sino la vida misma. En efecto, estar en el mundo supone necesariamente, lo sepamos o no, un modo de situarse a partir del cual se visualizan las cosas. Un punto de vista, entre muchos otros, es la perspectiva de género, teoría crítica que busca la equidad de derecho y oportunidades en las relaciones interpersonales, que incluyen lo privado y lo público: desde el modo de vivir la intimidad hasta el de gobernar un país. La filosofía es inherente a toda existencia humana. Vivir significa filosofar.
¿Cómo incorporar la mirada feminista a la filosofía en Paraguay?
Esta es una pregunta desafiante. No tengo certeza del camino a seguir, dado que nuestra sociedad paraguaya todavía es bastante conservadora. Esto no sería tan grave si la gente tomara, al menos de vez en cuando, un libro para averiguar y fundamentar sus ideas. En general, nuestra cultura es renuente a la lectura, y no estoy hablando precisamente de los estratos sociales sin acceso a estudios académicos. Más bien prima la opinión de gurúes emergentes, personales o institucionales. Como afirma el epistemólogo Gastón Bachelard, los prejuicios enquistados impiden hacer ciencia.
En este sentido, recuerdo que, hace una década atrás, el entonces Ministerio de Educación y Cultura trató de implementar el Marco Rector Pedagógico para la Educación Integral en Sexualidad. El interesante proyecto de política educativa, cuyo eje fundamental eran los derechos humanos, la igualdad y la no discriminación, no pudo ser aplicado. La exaltación neurótica era tal que no había ese ambiente de serenidad y de paz que se precisa para poder pensar con la mayor profundidad y objetividad posible. Asistí a debates que no pudieron realizarse porque había bandas que asaltaban y boicoteaban esos espacios. Actualmente, no visualizo cambios cualitativos en relación a la postura mencionada. Tal vez, un poco más de estrategia política para seguir con lo mismo de siempre —suavizar la forma, pero manteniendo el fondo.
No obstante, desde algunas academias más abiertas y con suficiente visión vamos dando pequeños pasos esperanzadores que alguna vez podrán dar su fruto multiplicador.
Para vos, ¿es algo que solo las mujeres pueden hacerlo porque es desde la propia subjetividad?
Esto también es otro prejuicio arraigado. El feminismo es una filosofía más, un movimiento político heterogéneo que se posiciona a partir de la perspectiva de género, la cual le otorga el sustento teórico-crítico. De ahí la poderosa fuerza para intentar posicionarse en todos los ámbitos de la vida.
Aunque la palabra “feminismo” sugiera que es solo una cuestión de mujeres, dicho vocablo implica un modo de pensar y de ser. De hecho, conozco varones con inquietud de justicia y equidad en cuanto a las relaciones de género que, sin denominarse feministas, lo son. Y, por otro lado, hay varios que, orgullosos de modo explícito, se denominan como tales.
Así que, ese prejuicio androcéntrico de que las mujeres, “por naturaleza”, son subjetivas y, por tanto, no pueden producir “la” ciencia universal, absolutamente objetiva y neutral de ciertos varones con mentalidad nórdica, es otra perla misógina, al decir de la filósofa Celia Amorós.
A propósito, lamento decirles que no ha sido precisamente una mujer, sino un epistemólogo estadounidense, Thomas Kuhn, quien, en su libro La estructura de las revoluciones científicas ha abierto las compuertas para derribar estos y otros mitos de la mencionada “ciencia”.
En suma, incorporar un cambio de mentalidad que pueda desmontar mitos y dogmas lleva siglos. Sin embargo, subidos a hombros de gigantes es más fácil otear la magnitud del horizonte antes que regodearnos desde la estatura de un pigmeo.
¿Cuáles son algunos de los mayores aportes de la filosofía con enfoque de género?
Considero que uno de los mayores aportes es la revisión crítica de toda la historia de la filosofía occidental. Este trabajo de investigación del corpus filosófico se viene dando de manera intensa, principalmente desde la década de los 70. En efecto, se ha centrado en el análisis de la producción filosófica de los varones así como en la búsqueda de escritos y experiencias de las mujeres, normalmente invisibilizadas y ocultadas por la historia oficial.
Asimismo, se ha abocado a la construcción y reconstrucción de discursos filosóficos feministas que forman lo que hoy se llama “teoría feminista”, conformada por una exuberante variedad de filosofías.
En otros términos, se trata de reescribir lo que se denomina el canon filosófico, dado que este ha excluido a las mujeres. Y no solo esto, también les ha atribuido estigmas epistemológicos que, hasta hoy, les impiden ser sujetos y protagonistas del quehacer científico a la par que el varón.
A partir de esta apasionante deconstrucción y desenmascaramiento de las categorías subyacentes, el aporte del feminismo se constituye en una nueva forma de comprender, tanto al sujeto que produce conocimiento, como al producto mismo; es decir, el conocimiento científico. En síntesis, la filosofía con enfoque de género aboga por una ciencia más humana, más integradora, más inclusiva, que refleje la diversidad y la riqueza del género humano.
Actualmente, este cuerpo teórico es parte importante en multitud de departamentos e instituciones universitarias de otros países con más trayectoria académica que el nuestro. Esto evidencia que la dimensión de la perspectiva de género no es ya una mera cuestión de pobres mujeres subjetivas, incapaces de hacer ciencia, sino que, el esfuerzo de reconceptualización creativa, osada y sostenida, trasciende el interés político que las mismas puedan tener.
En un artículo del 2012 decías que “aún queda un buen trecho para abrir un espacio común de reflexión donde se incluya a las mujeres”. ¿Cómo estamos una década después?
Ciertamente todavía queda mucho camino por recorrer, pero las mujeres han dado pequeños pasos significativos en varios ámbitos de la vida: sociales, políticos, jurídicos, académicos, entre otros. No precisamente porque se las incluya, sino porque ellas mismas van tomando la iniciativa y generando los espacios que precisan. La historia demuestra que cada conquista, derecho o logro, les ha costado la vida misma: matar se dice de varias maneras.
Por otro lado, cuando se discute el papel de las mujeres en la ciencia, su tardío ingreso a los lugares de producción del saber, su escasa representatividad o su ausencia en los lugares de decisión no se puede perder de vista el debate sobre aquellas dinámicas epistemológicas que justifican su exclusión. De ahí que es fundamental educar a partir de una epistemología liberadora e integradora, donde las mujeres no solamente tengan cabida sino que el conocimiento pueda reflejar la variedad y complejidad de todo el género humano.
En definitiva, no se trata de sumar a las mujeres al quehacer científico existente, desde categorías sesgadas y androcéntricas. Sino, que ellas mismas se constituyan en sujetos y protagonistas del quehacer científico. Así pues, que sean capaces de construir a través del conocimiento, de la cultura, del folklore, del arte y de la literatura una sociedad más justa, más equitativa y más habitable.
¿Con qué barreras te encontraste, como mujer, al hacer filosofía en Paraguay? ¿Qué se necesita para acortar la brecha?
Estrictamente hablando, actualmente no estoy produciendo investigación en filosofía. Es una materia pendiente a retomar. La triple misión de toda universidad es enseñanza, investigación y extensión cultural, pero no siempre es posible llevarla a cabo conforme a la dinámica de nuestras academias locales. Sin embargo, las de otros países con más trayectoria que las nuestras van por delante, y las producciones están a la vista.
Por cierto, la cultura es un sistema donde cada una de las piezas dependen de otras. Habrá que revisarlas en todas sus dimensiones. Si pretendemos que haya más investigadoras, la reorganización institucional debería ser una prioridad. Las mujeres tenemos derecho a producir conocimientos y a que los mismos sean reconocidos y valorados.
Mientras no tengamos recursos propios, materiales y simbólicos no podremos resolver todo o parte de lo que tenemos pendiente. Cumplir nuestros sueños, el legítimo derecho a subvertir ese techo de cristal, que injustamente nos impone la cultura patriarcal y nos bloquea el acceso a la equidad.
Comoquiera que sea, requerimos superar la pobreza de género, todavía no resuelta. Necesitamos producir conocimientos y comprender que la clave está en una filosofía de la equidad que nos permita a todos y todas gozar de un nivel de vida digno. La desigualdad de género es signo de corrupción y decadencia cultural. Si pretendemos resultados diferentes, dejemos de ser los febriles promotores.
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Alejandra es reportera en Ciencia del Sur. Licenciada en periodismo por la Universidad Autónoma de Asunción, se ha desempeñado en distintas área de la comunicación para empresas y organizaciones de la sociedad civil. Fue una de las ganadoras del Premio Nacional de Periodismo Científico de Paraguay en 2019 y en 2022. Forma parte de la Red LATAM de jóvenes periodistas, iniciativa de Factual y Distintas Latitudes.