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La Cámara de Senadores de Paraguay aprobó en general este 22 de junio una ley que grava la exportación de soja. Este país, tanto en su economía como en su ciencia, todavía se sostiene gracias a la labor del campo. Campesinos, indígenas, productores, ganadores, ambientalistas, técnicos e investigadores sostienen gran parte del Paraguay mediante su sacrificio, esfuerzo y tensiones.

En un artículo reciente publicado en Ciencia del Sur pudimos percatarnos de que las ciencias agrícolas siguen dominando el área del conocimiento en esta parte del mundo. No es para menos, mucho le debemos al campo. Paraguay, todavía un país agroexportador, también creó conocimiento e innovación a través de estudios de la soja, el maíz, el trigo, el algodón y el maní. Avances descubiertos e implementados en algún rincón del área rural paraguayo hoy se utilizan en otras regiones del planeta para mejorar el rendimiento y capacidad de granos, verduras y frutas.

A pesar de décadas de importante reducción de la pobreza y el hambre mundial, en Paraguay todavía vemos altos números de desnutrición infantil en zonas rurales donde se producen alimentos, como San Pedro o Caaguazú.

En el campo todavía hay explotación, pero también hay racismo y violencia, machismo y falta de educación. Las desigualdades se acentúan mientras más alejados se encuentran sus habitantes. Desde el Estado se ha corrompido al campo, desde apropiaciones, robos, despojos, desalojos, venta y reventa de hectáreas de bosques y sitios sagrados para culturas indígenas, hasta llegar al olvido. Decenas de esos delitos y crímenes fueron apoyados por la mano privada, lamentablemente.

Lo que hicieron hoy los senadores es una muestra del ninguneo de la clase política a la ciencia y a la academia. Diferentes sectores alertaron, con datos y cifras en mano, cómo afectaría a la economía esta medida en los próximos años.

Y estos escenarios son oscuros, sobre todo para el gran sector de la economía que representa la producción agrícola. Una vez más, la clase política ningunea a la ciencia para beneficiarse ella misma. Es la clase política, la más improductiva del país, la que debería acompañar los esfuerzos, de pequeños, medianos y grandes productores para poner fin a una pobreza que no termina de dañarnos como sociedad.

No apostamos por una tecnocracia mal construida; el fracaso del reino de los filósofos de Platón terminó por mostrarnos que los intelectuales y académicos sirven mucho más en una universidad que en un gobierno, pero tampoco abogamos por una democracia ineficiente, con políticos indecentes y corruptos que sancionan leyes impunemente. Suponemos que los procesos globales han ayudado a entender que Paraguay ya no puede estar aislado del resto del mundo.

Los políticos deben entender que el poder ya no les pertenece, que se ha fragmentado y que ya no pueden hacer lo que quieran. Los ciudadanos deben tener una mejor acceso a la información pública. Ya hemos dado avances importantes. Varios gremios de comunicadores, docentes y académicos se han unido para procurar una legislación que nos permita informarnos mejor.

Este es el tiempo de usar las herramientas constitucionales a nuestra disposición. Que todo el conjunto de los tres poderes transparenten sus procesos de acción. Que los tecnócratas no tengan que señalarles cada rato sus errores y que ya no se crean todopoderosos, porque el mundo cambió.

Deben comenzar a responder, ¿qué realmente hacen con nuestros impuestos?

 

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Director ejecutivo de Ciencia del Sur. Estudió filosofía en la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y pasó por el programa de Jóvenes Investigadores de la UNA. Tiene diplomados en filosofía medieval y en relaciones internacionales.
Condujo los programas de radio El Laboratorio, con temática científica (Ñandutí) y ÁgoraRadio, de filosofía (Ondas Ayvu).
Fue periodista, columnista y editor de Ciencia y Tecnología en el diario ABC Color y colaboró con publicaciones internacionales. Fue presidente de la Asociación Paraguaya Racionalista, secretario del Centro de Difusión e Investigación Astronómica y encargado de cultura científica de la Universidad Iberoamericana.
Periodista de Ciencia del Año por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (2017). Tiene cinco libros publicados.

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