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La reserva del Fortín Toledo del CCCI-Proyecto Taguá conserva a estos pecaríes del Chaco (Foto: Andrey Giljov).

Los enlhet llaman a esta tierra Hovko’. En los mapas figura como Fortín Toledo, escenario de una decisiva batalla de 1933 durante la Guerra del Chaco. Hoy, en medio de trincheras y hasta un museo, se crean senderos de ciencia y esperanza. En este rincón del bosque seco, el Centro Chaqueño para la Conservación e Investigación (CCCI) lidera uno de los desafíos más ambiciosos de la conservación en Paraguay: reintroducir al taguá, una especie de pecarí que se creía extinta hasta los años setenta.

Cuando ven a los humanos, se retraen, se juntan y se alejan. Uno de ellos vigila, por si acaso. Es como si supieran que su principal amenaza somos los homo sapiens. Los taguás (Catagonus wagneri) o pecaríes del Chaco están distribuidos en varios corrales, en pequeños grupos, dentro de la reserva de 120 hectáreas que tiene el CCCI-Proyecto Taguá. Están protegidos de la caza furtiva en un entorno que simula la vida silvestre para que en un futuro puedan volver a repoblar el Occidente paraguayo. Mientras, se reproducen en cautiverio, con estrictos controles y grades expectativas.

Es viernes por la mañana. Christian Sanabria y Arsenio Leguizamón —los técnicos del CCCI— comienzan la jornada al amanecer, cortando zapallos, limpiando los bebederos, cambiando el agua y recorriendo la reserva. Mientras observan de cerca el comportamiento de los animales, se preparan para alimentar a más de cien pecaríes, incluidos unos ochenta taguás.

Pero sus tareas no terminan ahí: también limpian los corrales, verifican si algún armadillo violó la cerca, cosechan los anda’i que sembraron meses atrás y enfrentan, con ingenio y oficio, los desafíos cotidianos que impone la convivencia con una especie tan singular como amenazada.

Hace pocas semanas, al menos dos hembras tuvieron crías, y toda la manada se dispuso a proteger a los miembros más nuevos.

Yamida Benítez, la directora ejecutiva del CCCI, verifica los corrales, calcula cuánta comida tienen los animales y se comunica con los veterinarios. En medio del trabajo cotidiano, contacta con los zoológicos amigos del programa en Estados Unidos, y también debe atender a los visitantes que desean conocer a los animales en peligro de extinción y las trincheras de la Guerra del Chaco.

Estamos con un hermoso tiempo, nos dice tras varias semanas de lluvia para un lugar tan seco. Nos presenta a Topito, un taguá de mediana edad que perdió a sus padres al poco tiempo de nacer. Es el único Catagonus wagneri que se deja acariciar de toda la reserva. Está en un corral, de manera solitaria, esperando encontrar una pareja con la cual procrear.

Durante la temporada de lluvias nacen la mayoría de las crías de taguá (Foto: Yamida Benítez).

Cada nueva cría es una pequeña victoria, porque los taguás, junto a otras especies, luchan contra su extinción. Sus dos grandes amenazas son los humanos —por la caza furtiva, el avance descontrolado de la agricultura y ganadería— y depredadores como pumas y jaguaretés.

Hoy quedan unos 4.500 ejemplares distribuidos principalmente en Boquerón y Alto Paraguay, pero también en Bolivia, especialmente en el Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Kaa Iya del Gran Chaco, y en el Chaco argentino, donde se lo llama solitario.

Cada año, los taguás tienen un control veterinario general, para lo cual se les debe dormir por unos minutos para tomarles muestras y verificar su estado de salud. Comparten la reserva con un grupo de kure’i, el pecarí de collar (Dicotyles tajacu), y con los tañy katĩ, los pecaríes labiados o barbiblancos (Tayassu pecari).

A los taguás se les identifica con microchips, y se conservan sus muestras biológicas, aunque aún no hay fondos suficientes para un estudio completo de variabilidad genética. Actualmente, se usan dos técnicas con un pequeño grupo de muestras: análisis de ADN mitocondrial, que permite rastrear el linaje materno, y microsatélites, que revelan diversidad genética y relaciones de parentesco. Existen registros físicos detallados, pero no se ha logrado completar el análisis genético por falta de financiación.

Redescubierto hace 50 años

La alimentación del taguá es a base de zapallos, anda’i y balanceado porcino (Foto: Eduardo Quintana/Ciencia del Sur).

En agosto de 1975, la revista Science publicó el artículoCatagonus, an ‘Extinct’ Peccary, Alive in Paraguay”, una pieza que marcó un antes y un después en la historia de la zoología sudamericana. Lo firmaban Ralph M. Wetzel, el autor principal, junto con Robert E. Dubos, Robert L. Martin y Philip Myers.

Su hallazgo fue asombroso: un mamífero que la ciencia creía extinto desde el Pleistoceno, Catagonus wagneri, vivía todavía en el árido y espinoso Gran Chaco paraguayo. Lo que Wetzel y su equipo descubrieron no solo generó sorpresa, sino también encendió una alarma sobre los peligros que enfrentaba esta especie y su frágil ecosistema.

Las primeras observaciones de campo se habían realizado en 1972, durante una expedición al Chaco occidental. Allí surgieron las primeras pistas de que este enigmático pecarí, conocido en la región como taguá, seguía vivo. El hallazgo fue un hito sin precedentes. Por primera vez en la historia moderna, se documentaba con pruebas científicas la existencia de un ungulado —un mamífero con pezuñas— perteneciente a un género que se creía extinto desde hace miles de años. 

Encontrar al mayor pecarí chaqueño fue un gran acontecimiento científico que desembocó en la creación de la Asociación del Proyecto Taguá con el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), el Zoológico de San Diego (EE. UU.) y el Cuerpo de Paz, desde 1985. Continuó con esa figura hasta que en 2010 se transformó para trabajar a nivel internacional y recibir investigadores externos. Y fue reconfigurada a organización no gubernamental, ya sin el MAG ni el Zoo, pero sí con los fundadores de Estados Unidos. Se conserva el nombre, Proyecto Taguá, para respetar el origen.

La conservación de una especie en peligro de extinción exige una respuesta rápida y coordinada que muchas veces no es compatible con los tiempos burocráticos del Estado paraguayo. Si se necesita construir un corral o adquirir medicamentos, no se puede esperar a que el papeleo avance: el animal necesita atención inmediata. Esa es una de las razones fundamentales por las cuales este tipo de iniciativas se organizan bajo la figura de ONG.

El centro trabaja en alianza con instituciones de Estados Unidos y Europa, que comprenden la urgencia de contar con fondos disponibles para actuar sin demoras ante emergencias. La inversión privada cumple un rol clave, ya que financia salarios, alimentación, instalaciones, medicamentos y cuidados veterinarios. Entre sus principales aliados están el Zoológico de Phoenix, Arizona, y el Tierpark Berlín.

En el Fortín Toledo no existen horarios de oficina. El equipo especialista en fauna silvestre vive en el lugar y está disponible las 24 horas del día, los 365 días del año, para atender a los animales y realizar los controles necesarios. Contar con personas dispuestas a dedicar su vida a este trabajo es, sin duda, un mérito que sostiene el corazón del proyecto.

Lo que más fascina a la directora Yamida del taguá es su asombrosa capacidad de adaptación en un entorno tan extremo como el Chaco. Son animales que resisten tanto el calor abrasador como el frío bajo cero, en una región donde las temperaturas superan con creces los extremos del resto del país. Pero no es solo su resistencia lo que la conmueve: también la sorprende la forma en que se relacionan entre ellos. Los taguás forman núcleos familiares muy estrechos y actúan con una inteligencia social notable, cuidándose mutuamente como si entendieran que su supervivencia depende del grupo.

“El lazo familiar de los taguás no es tan primitivo como solemos pensar. De hecho, se parece mucho al de los humanos, sin antropologizar, y eso me resulta fascinante. Aunque se trate de un cerdo silvestre, tienen un instinto de protección profundamente arraigado en su grupo. Cuando nace una cría, toda la manada se involucra en su cuidado: no solo la madre, sino también las ‘madrinas’ e incluso los machos. Si la madre no puede, otra hembra la reemplaza sin dudar y se encarga del recién nacido como si fuera propio. Es una estructura familiar compleja y solidaria, que rompe con los prejuicios que solemos tener sobre los animales silvestres”, señaló Benítez.

El desmonte y la desproporción de la agricultura

Los taguás siempre andan en grupo en el Gran Chaco (Foto: Yamida Benítez).

Desde hace años aumentan los peligros que enfrenta el Gran Chaco. Una investigación de la Universidad Humboldt de Berlín, publicada en la revista Journal of Applied Ecology, señaló que la expansión de las actividades agropecuarias está provocando una grave pérdida de biodiversidad. Según el estudio, si no se toman medidas urgentes, numerosas especies podrían extinguirse.

Ya no es bélica, pero una segunda guerra hoy tiene lugar en el Chaco: contra quienes destruyen las naciones indígenas, los bosques y el ambiente chaqueño. Y al parecer, no hay tregua. Según el propio INFONA, entre 2020 y 2022 se perdieron 412.428 hectáreas de bosque nativo, equivalente a todo el departamento del Guairá. Sin embargo, organizaciones independientes de investigación como Base-IS estiman una realidad mucho más dramática con el avance de la deforestación incontrolada.

Según Global Forest Watch, del World Resources Institute y la Universidad de Maryland, entre 2002 y 2024 Paraguay perdió 1,2 millones de hectáreas de bosque primario húmedo. Esto representó una reducción del 35 % en la superficie total de este tipo de bosque, el más biodiverso y ecológicamente valioso del país.

Para el CCCI, el taguá tiene dos grandes amenazas: el hombre, en primer lugar, y los depredadores naturales, el jaguareté y el puma. El taguá sigue en peligro de extinción según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Sin el bosque, sus probabilidades de vivir disminuyen.

Nos enfrentamos a la caza indiscriminada. La preservación de su hábitat también es un desafío. Todo el esfuerzo del CCCI tiene un núcleo muy importante, como formación de protección y reproducción del mismo. Pero como cualquier animal en peligro de extinción, si no se protege su ambiente, que es un detonante, la tarea puede fallar”, aseguró Benítez.

Asevera que el crecimiento económico y la producción son fundamentales para el Paraguay, pero que se debe tener una mejor conciencia de preservar la naturaleza para que el progreso no desplace la vida silvestre, que cumple un factor muy importante en el Chaco.

El Dr. Juan Campos Krauer, asesor científico del CCCI, alerta que se está echando hasta el último árbol del Chaco, y así el taguá se está quedando sin su hábitat natural. Para el veterinario, esta región del país está experimentando un avance enorme en agricultura, no solo en ganadería.

«Sabemos las consecuencias del desmonte para el taguá, que es un animal 100 % del bosque», explicó a Ciencia del Sur, desde Estados Unidos. «Hay muchas especies que se adaptan al uso de la tierra, pero el taguá no. Se alimenta de cactus, y si desaparece el bosque, desaparece el cactus. El taguá se ve afectado de esta forma. Su hábitat es cada vez más pequeño. Cuando hay desmonte, se pierde la conexión de las poblaciones. Se quedan más aislados».

Campos es paraguayo y está ligado hace muchos años al CCCI. Actualmente, es profesor asistente en la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Florida. Allí colabora en los departamentos de animales grandes y de vida silvestre y ecología.

“Es raro que el taguá camine en campo abierto. Aunque se deja guardaviento [en establecimientos agrícolas del Chaco], no tiene la riqueza que se necesita. La ganadería le afectaba un poquito menos. Porque se dejaban islas. Pero lo que vi últimamente, con las grandes empresas agroganaderas, son hectáreas de soja, maíz y sorgo. Es muy triste; se echa hasta el último árbol en el Chaco. Lo mismo que pasó con el Bosque Atlántico —no se dejó nada”, lamentó.

Podemos ver esto como una segunda Guerra del Chaco. Aunque en la guerra ambos lados tienen armas, aquí el término que podemos utilizar es ecocidio. Le estamos quitando su hogar al taguá», valoró.

«Debemos convencer al público en general de que hay que pensar en la naturaleza cuando se ejecutan grandes proyectos o emprendimientos. Hay que tener en cuenta a los otros dueños del Chaco, que son los animales, toda la vida salvaje. No cuesta nada dejar las reservas”, expresó.

El ecosistema que permitirá reintroducir a los taguás

Los otros depredadores del taguá son los grandes felinos, que también se encuentran amenazados. Los pecaríes, incluido el taguá, forman parte esencial de la dieta de estos carnívoros protegidos. Si desaparece este recurso alimenticio clave, se genera un desequilibrio que puede provocar que los felinos se desplacen hacia estancias o incluso zonas urbanas en busca de alimento.

La desaparición de una sola especie que cumple un rol ecológico específico puede alterar profundamente el equilibrio del ecosistema. En el Chaco existen diversos tipos de suelo: secos, arenosos, salinos, mixtos y lodosos, lo que influye directamente en la dinámica ecológica de la región.

Los pecaríes cumplen una función ecológica fundamental similar a la de un arado natural en el monte. En un ecosistema dominado por arbustos espinosos, su capacidad para desplazarse entre la vegetación densa, remover la tierra y facilitar la infiltración del agua es crucial. Gracias a esta actividad, las lluvias intensas logran penetrar el suelo en lugar de acumularse en la superficie. Cuando los taguás desaparecen y este proceso natural se interrumpe, el agua deja de infiltrarse eficazmente. En consecuencia, se producen inundaciones no tanto por el exceso de lluvias, sino por la incapacidad del terreno de absorber el agua.

“Como los tapires y los carpinchos, el taguá también cumple la función de esparcir semillas, porque consume muchos vegetales. Son omnívoros. Hacen ese papel de diseminador para repoblar el monte. En el Centro tenemos 80 individuos. Como cualquier animal silvestre, tratamos de darle un régimen natural. En la naturaleza no tienen comida todos los días. Tratamos de adaptar la provisión de alimentos y agua, más o menos como sería la realidad de sus vidas. Bien temprano se les prepara una ración de vegetales como zapallos y anda’i”, resaltó la directora.

Por la tarde, los taguás y los demás pecaríes reciben una pequeña ración de balanceado porcino, pero no mucha ni toda la semana para que puedan reinsertarse en su hábitat en el futuro.

logo de la mascota de la Copa América de 1999
Logo de la mascota de la Copa América de 1999 (APF).

En 1999, cuando fue la mascota oficial de la Copa América de Fútbol, el taguá inició el primer y único programa de reintroducción. Este finalizó en 2001 y fue impulsado por el Proyecto Taguá, en la zona de La Patria, Boquerón. Su objetivo era liberar ejemplares criados en cautiverio para reforzar las poblaciones silvestres, introducir nueva variabilidad genética y aumentar el número total de individuos en su hábitat natural.

En ese entonces, La Patria era una especie de “última frontera”: una vasta extensión de monte virgen sin señales de deforestación. Pero poco tiempo después, el avance de las actividades humanas transformó radicalmente el paisaje. Hoy el principal dilema sigue siendo dónde reintroducir.

Los parques nacionales chaqueños mantienen poblaciones relativamente estables de taguá, con poca caza y escaso cambio de hábitat, pero ya están cerca de su capacidad límite. Según el Dr. Campos, reintroducir allí no asegura crecimiento poblacional. Lo ideal sería hacerlo en territorios que garanticen conservación a largo plazo, pero eso rara vez ocurre en tierras privadas.

La próxima reintroducción del taguá está prevista para 2027, según las proyecciones del CCCI. Sin embargo, una reintroducción de esta magnitud requiere años de investigación previa. Es indispensable realizar estudios de viabilidad en la zona seleccionada, asegurando que el ambiente cuente con las condiciones ecológicas necesarias: disponibilidad de alimento y agua, cobertura vegetal adecuada y bajo riesgo de alteraciones humanas.

Además, la reintroducción implica una compleja logística. El traslado de los animales debe realizarse de forma rápida y cuidadosa, minimizando el estrés para favorecer su adaptación al nuevo entorno. Un buen estado físico y emocional es clave para que los ejemplares se integren con éxito y logren establecerse en libertad. Sin olvidar que comprar una extensa zona conlleva una gran inversión de capital, que tendrá que venir de la cooperación internacional que tiene el CCCI.

Como directora, Yamida quiere que la ley sea más rigurosa con el desmonte y la caza ilegal y que las instituciones públicas hagan un mayor control al respecto.

“En general, es fundamental que el Estado controle efectivamente el cumplimiento de las leyes ambientales y promueva la implementación de proyectos de mitigación. Hay muchas acciones posibles, pero se necesita voluntad y gestión. El Estado tiene más herramientas y acceso a fuentes de financiamiento mayores. Por ejemplo, en la Unión Europea la conservación es una prioridad, y eso facilita la obtención de fondos. Sería importante incentivar a nuestras autoridades a que busquen esos recursos, refuercen el control y brinden mayor apoyo a las iniciativas de conservación”, sostuvo el Dr. Campos.

La ciencia y el turismo como herramientas

El zoólogo Paul Smith, presidente de la Fundación para la Tierra, destacó el trabajo clave del CCCI en el conocimiento y protección del taguá. Gracias a este centro se conoce casi todo sobre su biología, según el investigador, y se han desarrollado planes de manejo y conservación que hoy guían las acciones para su rescate. Sin el CCCI, señaló Smith a Ciencia del Sur, no tendríamos herramientas científicas para actuar a tiempo.

El desmonte es la amenaza más grave a todas las especies silvestres, en todos los ecosistemas, no solo en el Chaco. Pero en el Chaco, en los últimos años, se aceleró mucho. Es un desmonte continuo y con poca planificación en general. En algunos casos, algunos propietarios son conscientes y respetuosos de las leyes ambientales. Pero otros no tanto”, dijo el científico. El zoólogo —con una maestría en osteoarqueología— tiene varias publicaciones científicas en distribución, ecología e historia natural de la fauna paraguaya.

Advirtió que la expansión descontrolada de la agricultura mecanizada y el avance de la caza furtiva están degradando rápidamente los ecosistemas del Chaco, incluso dentro de áreas protegidas. La falta de recursos, como guardaparques, para custodiar parques nacionales como Defensores del Chaco o Enciso, junto con la presión humana, agravan la situación.

Frente a esto, la ciencia cumple un rol esencial no solo para entender las necesidades ecológicas de las especies, sino también para proponer métodos productivos de bajo impacto. Smith insiste en que la solución requiere una alianza entre científicos, productores, autoridades ambientales y la ciudadanía, y que alcanzar un desarrollo sostenible es una tarea colectiva que demanda voluntad política y cooperación real.

Marylin Wohlgemuth era una niña cuando escuchó una historia que la marcaría para siempre: un animal que se conocía solo por fósiles había sido redescubierto en el Chaco paraguayo, allí donde ella vivía. Desde entonces, Marilin —hoy guía turística y responsable del Complejo Recreativo Iparoma— se convirtió en defensora activa de la fauna chaqueña.

“Sé que exterminar una especie lo hacemos los humanos, pero también que podemos conservar. Mi papá me enseñó a respetar la naturaleza y convivir con ella”, aseguró a Ciencia del Sur.

El principal atractivo para quienes visitan el Chaco, sostuvo, es la naturaleza. “Depende del turista, pero la mayoría me pide saber más sobre el taguá y conocer el laberinto vegetal de Filadelfia. En el camino a la reserva del Fortín Toledo les cuento su historia. Les explico que estamos en un remanente accesible de naturaleza. Aún hay partes bien conservadas”, relató.

Para Marilin, la convivencia con los animales es parte de la vida chaqueña: “Hasta hace 20 años se veían venados u osos hormigueros en la propia ciudad de Filadelfia. Ahora ya no. El desarrollo avanza y muchas especies desaparecen”, lamentó.

“El Chaco cambió mucho. Yo digo que los menonitas procuramos mantener, pero hay mucha más población. Es obvio, se tiene que ceder el paso al progreso. En Asunción o en Itapúa saben que aquí hay todavía animales silvestres para cacería. Hay gente que viene de Alemania u otros países para hacer cacería. Se esconde, pero se sabe todo. Yo siempre procuro hacerle la guerra a eso, para combatir”, confesó.

Claudio Stein, responsable de Toledo Ranch, no es chaqueño de nacimiento, pero eligió quedarse por amor al territorio. “El Chaco tiene mucha historia y a mí me sigue encantando. Soy un amante de la naturaleza”, nos dijo.

En su establecimiento, el proyecto de reproducción del taguá convive con la memoria histórica: los turistas pueden recorrer áreas de conservación y también visitar trincheras y fortines de la Guerra del Chaco.

“El taguá y la guerra son dos ejes de interés. La gente viene por uno y termina conociendo los dos”, resumió. “A mi personal que caza, lo echo. Acá se viene a cuidar la vida silvestre”, sentencia.

Conocer a los que están desapareciendo

Es domingo por la tarde. Aunque el CCCI está cerrado, Yamida decide igual recibir a dos grupos de turistas. Don Leguizamón y Christian los acompañan y responden todas sus preguntas sobre el taguá, ese mítico y esquivo habitante del Chaco. Luego, los visitantes recorren las trincheras de la Batalla de Toledo y, al final, Yamida les abre el pequeño pero valioso museo del fortín.

Todo esto de manera gratuita. No se cobra un guaraní para conocer a los taguás, menos para visitar el Fortín y el museo. El Centro asegura que la educación ambiental y científica es necesaria para que la gente conozca el trabajo y a los animales.

Hace tres años que Aldo Fariña vive en el Chaco, pero esta fue su primera visita al CCCI. Consiguió un buen empleo en Neuland y se instaló con su esposa Leticia. Ambos migraron desde Coronel Bogado, Itapúa.

“Me quedé asombrado al ver al taguá. Es un animal hermoso. Hay muy pocos ejemplares en el Chaco, y admiro profundamente el trabajo que se hace aquí. Estos animales necesitan protección. Me impactó ver lo escasos que son, y a veces no tomamos consciencia del daño que causa su caza. El taguá forma parte de la historia del Chaco. Y este lugar es mágico: los seres vivos que lo habitan merecen cuidado. Son nuestros animalitos”, expresó.

Leticia es profesora y se enteró de la existencia del taguá cuando su alumno le contó que era un animal del Chaco que la gente todavía suele cazar.

Por su parte, Manfred Wiens es de Filadelfia y ya había visitado el CCCI en 2021, cuando aún no existía el museo. Esta vez vino con su familia. “Soy chaqueño y, sin embargo, ya no es común ver un taguá en libertad. Antes se los veía más seguido en los caminos, pero ahora prácticamente han desaparecido. Por eso, proyectos como el CCCI son fundamentales. No solo por la conservación de los animales, sino porque permiten que los niños aprendan sobre ellos y tomen conciencia de su situación”.

La directora Yamida continúa su labor con los visitantes y los guía a un kilómetro de allí hasta un antiguo samu’ũ, testigo exuberante de la Guerra del Chaco. A medida que cae la tarde y el invierno se insinúa en el cielo chaqueño, la reserva se vuelve aún más simbólica: aquí, en el Fortín Toledo, los taguás volvieron a encontrar un refugio, un día más.

En la reserva del CCCI del Fortín Toledo, Boquerón, quedan 80 ejemplares del taguá (Foto: biólogo Andrey Giljov).

Recursos científicos adicionales

  • Torres, R., Kuemmerle, T., Baumann, M., Romero-Muñoz, A., Altrichter, M., Boaglio, G. I., Cabral, H., Camino, M., Campos Krauer, J. M., Cartes, J. L., Cuéllar, R. L., Decarre, J., Gallegos, M., Giordano, A. J., Lizarraga, L., Maffei, L., Neris, N. N., Quiroga, V., Saldivar, S.Yanosky, A. (2025). Partitioning the effects of habitat loss, hunting and climate change on the endangered Chacoan peccary. Diversity and Distributions, 31, e13701. https://doi.org/10.1111/ddi.13701
  • Meg Sutherland-Smith, Juan Manuel Campos, Carrie Cramer, Cindy Thorstadt, William Toone, Patrick J. Morris; IMMOBILIZATION OF CHACOAN PECCARIES (CATAGONUS WAGNERI) USING MEDETOMIDINE, TELAZOL®, AND KETAMINE. J Wildl Dis 1 October 2004; 40 (4): 731–736. doi: https://doi.org/10.7589/0090-3558-40.4.731
  • Altrichter, M., Taber, A., Noss, A., Maffei, L. & Campos, J. 2015. Catagonus wagneri. The
    IUCN Red List of Threatened Species 2015: e.T4015A72587993.
    http://dx.doi.org/10.2305/IUCN.UK.2015-2.RLTS.T4015A72587993.en
  • LITVAITIS, J.A., TASH, J.P., LITVAITIS, M.K., MARCHAND, M.N., KOVACH, A.I. and INNES, R. (2006), A Range-Wide Survey to Determine the Current Distribution of New England Cottontails. Wildlife Society Bulletin, 34: 1190-1197. https://doi.org/10.2193/0091-7648(2006)34[1190:ARSTDT]2.0.CO;2
  • Wetzel, R. M., Dubos, R. E., Martin, R. L., & Myers, P. (1975). Catagonus, an “Extinct” Peccary, Alive in Paraguay. Science, 189(4200), 379–381. http://www.jstor.org/stable/1740567
  • Mayer, J. J., & Wetzel, R. M. (1986). Catagonus wagneri. Mammalian Species, 259, 1–5. https://doi.org/10.2307/3503829

Este reportaje fue posible gracias a una beca del programa Periodismo de Acción Climática, una alianza entre las organizaciones Global Infancia, El Surtidor y Emancipa Paraguay, con el apoyo de WWF-Paraguay y Fundación Avina en el marco del proyecto “Voces para la Acción Climática Justa”. 

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Director ejecutivo de Ciencia del Sur y presidente de Ciencia del Sur EAS. Estudió filosofía en la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y pasó por el programa de Jóvenes Investigadores de la UNA. Tiene diplomados en filosofía medieval (Universidad Iberoamericana) y en relaciones internacionales (Universidad Interamericana). Se especializó en filosofía científica (Universidad Nacional de la Plata) y en museología (Universidad Autónoma de Asunción).
Condujo los programas de radio El Laboratorio, con temática científica (Ñandutí) y ÁgoraRadio, de filosofía (Ondas Ayvu).
Fue periodista, columnista y editor de Ciencia y Tecnología en el diario ABC Color y colaboró con publicaciones internacionales. Fue presidente de la Asociación Paraguaya Racionalista, secretario del Centro de Difusión e Investigación Astronómica y encargado de cultura científica de la Universidad Iberoamericana.
Periodista de Ciencia del Año por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (2017). Tiene cinco libros publicados. También es director de MUPA: Voces de Museos y Patrimonios.

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