Diego Sánchez Martínez
Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos. (Cortesía)
8 min. de lectura

 

La Universidad Johns Hopkins (JHU) de Estados Unidos es una de las instituciones más prestigiosas de educación superior en el mundo. En América del Norte fue pionera en investigación y en su lista de egresados o profesores figuran varios premios Nobel de ciencias.

El médico paraguayo Diego Sánchez Martínez, egresado de la Universidad Nacional de Asunción (UNA) e investigador del Instituto de Patología e Investigación (IPI), está realizando una maestría en bioinformática en esa institución gracias a una de las Becas Carlos Antonio López (Becal).

Sánchez, que además de médico es investigador y divulgador, ya se encontraba haciendo estudios morfológicos y de biología celular del cáncer de pene en Asunción. Este mes fue aceptado en el Centro de Genómica Computacional de la JHU.

El doctor asegura que hay que animarse a postular a las becas ofrecidas, ya que las oportunidades deben aprovecharse. En esta nota para Ciencia del Sur, Sánchez habla de los desafíos de la adaptación en la ciudad de Baltimore, la estructura de la maestría que está siguiendo y el trabajo en algunas áreas de las ciencias.

 

-¿Cuál es el nombre de la maestría que estás cursando?

Máster en Ciencias (MS) en Bioinformática. Es un campo transversal a diferentes ciencias que, desde su vertiente más biológica, permite el análisis genómico, transcriptómico o proteómico (las más conocidas), a través del procesamiento de datos de secuenciación provenientes de diferentes técnicas de biología molecular.

Todo esto permite su aplicación en biología de sistemas, biología estructural, ciencias relacionadas con la salud e infinidad de otros campos, ya sea a través de la interpretación de los resultados o el modelado computacional.

-¿Qué trabajo científico estabas haciendo en Paraguay previamente a tu beca? 

Me encontraba trabajando bajo el mentorazgo del Dr. Antonio Cubilla en el Instituto de Patología e Investigación (IPI). Allí, en colaboración con investigadores locales e internacionales, nos enfocamos principalmente en estudios sobre cáncer de pene. Esa línea de investigación del IPI abarca la epidemiología, morfología y, últimamente, la biología molecular de esta enfermedad.

-Ya tenías algunas publicaciones y presentaciones en congresos internacionales.

Sí. Gracias a la extensa colaboración y el trabajo incansable del Dr. Cubilla, el IPI se encuentra publicando activamente sus hallazgos. Me tocó participar en varios de estos estudios, gracias a lo cual pude publicar un artículo original en la revista de patología mejor posicionada actualmente en el mundo.

Además, ya van 4 años consecutivos de trabajos aceptados en el congreso de la Academia Estadounidense y Canadiense de Patología (USCAP), considerado el segundo congreso más grande de patología a nivel mundial. Al ser el IPI referente en este tipo de patologías me ha permitido publicar artículos de revisión y capítulos en libros de textos clásicos en la especialidad de anatomía patológica.

-¿Cuándo te graduaste? ¿Qué enseñabas y dónde en Asunción?

Terminé la carrera de medicina en la Universidad Nacional de Asunción (UNA) en 2009. Posterior a eso tuve un año de internado, que es el periodo donde uno va pasando por las diversas especialidades consideradas troncales ya como médico, es lo más parecido a una pasantía profesional, creo.

Algo que me gustaría comentar es una anécdota de esa época. Como este periodo es fundamental para elegir una especialidad, decidí realizar varias entrevistas con investigadores de la UNA.

En una de ellas, un investigador internacional que estaba con uno de sus estudiantes de grado que se encontraba en Paraguay por intercambio, le dice: ¡¿Puedes creer que ellos no tienen nada parecido a una introducción a la investigación?! Durante esa estadía decidí seguir la especialidad de Anatomía Patológica, ya que pensaba que era la que más se acercaba en Paraguay a la investigación científica. Así que pasé los siguientes 4 años en la residencia de esa especialidad en el Hospital de Clínicas de la UNA, mientras tenía contacto con la investigación a través del IPI.

Hospital de la Universidad Johns Hopkins. (Cortesía)

-¿También enseñaste?

Después de terminar la carrera quedé como jefe de residentes de la especialidad y comencé a enseñar Histología en la Universidad del Pacífico y en la Universidad Católica, ambas en Asunción. La posición de jefe de residentes es por un año, posterior a ello me presenté para instructor de Anatomía Patológica en la UNA y conseguí vacancia en la Filial de la Facultad de Medicina en Santa Rosa del Aguaray, donde estuve como instructor y posteriormente encargado de cátedra debido a las vacancias.

-¿Fue dura la competencia para acceder a Becal?

La competencia para el cuarto llamado de la Becal fue realmente dura. Para la categoría a la que me postulé creo que nos presentamos casi 400 personas. Finalmente quedamos 7.

En las oficinas de la Becal uno consigue la orientación para el proceso de selección, aunque la diversidad de metodologías de acceso y lo vasto del campo actual de las ciencias limita la ayuda que los funcionarios puedan dar dependiendo del programa y universidad a la que uno accede.

Entonces, la travesía para la postulación no resulta nada sencilla y presenta altibajos. Pero la comunicación fluida entre la organización Becal y el postulante, y entre éste y la universidad, finalmente logran subsanar todos los inconvenientes, aunque demanda mucho tiempo y esfuerzo.

-¿Por qué elegiste la Johns Hopkins University?

Primero me gustaría adentrarme en porqué elegí bioinformática. Las investigaciones que realizamos en el IPI se fueron enfocando cada vez más hacia la biología molecular del cáncer. En la mayoría de las presentaciones de los congresos la tendencia era la misma; el uso de lo que llaman Next-generation sequencing technologies que es, básicamente, el análisis de moléculas biológicas que generan inmensa cantidad de datos.

Para el manejo y análisis de estos datos son imprescindibles métodos computacionales, de otra manera solo serían datos aislados, muertos; de ahí surge la necesidad de la bioinformática.

Elegí postularme a la JHU debido a que gracias a los trabajos colaborativos que realiza el IPI tuve oportunidad de comunicarme directamente con varias personas que me recomendaron la universidad y algunos con proyectos a los cuales, si accedía a un cupo en JHU, podría finalmente adherirme y tener un mentor.

-¿Hay otros paraguayos en la universidad?

Investigué al respecto. Christian Pavik, quien es el coordinador de acercamiento y relaciones internacionales de la oficina de servicios internacionales realizó una búsqueda en las bases de datos de JHU y me comentó que actualmente somos dos paraguayos. La otra persona, cuyos datos no poseo, se encuentra en la escuela de Música Peabody Institute, que es el conservatorio más antiguo de Estados Unidos.

-¿En qué ciudad estás viviendo? ¿Estás con tu familia?

Mi esposa Diana y mi hija de 3 años, Verónica, me acompañan en esta desafiante aventura. Para este programa JHU utiliza dos campus principales en Maryland y uno en Washington.

Nosotros nos encontramos viviendo en Baltimore, MD, debido a que aquí se encuentra el campus principal (Homewood campus) y el hospital de la universidad, en donde los grupos de investigación en bioinformática tienen núcleos activos.

-¿Se adaptan fácilmente?

La adaptación a una ciudad desconocida para nosotros fue difícil. Desde conseguir una vivienda hasta saber por cuáles áreas transitar resulta todo un reto. La ciudad de Baltimore se considera la tercera más peligrosa de EE. UU., los informes periodísticos locales nos golpearon con esa noticia la primera semana que llegamos aquí y los viajes en bus en la periferia de la ciudad nos pintaron un panorama a veces desolador.

Baltimore es una ciudad con grandes contrastes: universidades de investigación, centros culturales, museos, edificios históricos, monumentos y extensas áreas naturales se ven en oposición con un alto índice de homicidios, barrios marginales controlados por bandas, uso de drogas ilegales y gran disparidad educativa y económica.

-¿Cómo está estructurada la maestría?

La estructura es fantástica. Básicamente estoy siendo expuesto a dos vertientes, la biología molecular y las ciencias de la información, en un contexto de interacción multidisciplinaria. Las materias pueden ser elegidas a partir de un pool de 44 materias organizadas en:  Centrales (5), de Concentración (4) y Electivas (2), estas últimas pueden ser elegidas de cualquier facultad de JHU.

Así uno puede armar un programa acorde con sus objetivos, esto con ayuda de un consejero estudiantil, quien normalmente es el encargado de la carrera de grado. Además de estas, existen dos materias adicionales relacionadas con la informática que son prerrequisito para los que venimos del área biológica. Eso asegura una transición más suave para este campo interdisciplinario.

-¿Cómo fue para que te aceptaran en el laboratorio de bioinformática? 

A partir de noviembre de este año me integré al Centro de Genómica Computacional, una iniciativa de la Facultad de Medicina de JHU que es altamente colaborativa y multidisciplinaria. Ésta se encuentra en el Centro Integral de Cancer Sidney Kimmel, ubicado en el campus médico.

Uno de los profesores a los que tuve acceso durante la búsqueda de un programa de bioinformática resultó ser codirector del centro y, una vez que fui aceptado por la universidad, apliqué para una pasantía en dicho centro. Allí se realizan estudios de gran escala en genómica y proyectos bioestadísticos.

Los proyectos son supervisados por profesores de los departamentos de Ingeniería, Ciencias de la computación, Bioestadística y Medicina.

El Dr. Diego Sánchez Martínez ya se encontraba haciendo investigaciones en el IPI de Paraguay. (Cortesía)

-¿Qué son los estudios genómicos sobre los diversos cánceres?

El genoma es el conjunto de todo el material genético que determina la información de un organismo, su ADN. La genómica es el estudio de ese material, su estructura y su función. La importancia de los estudios genómicos en el cáncer radica en su capacidad de mejorar la comprensión de la biología del cáncer, su aparición y desarrollo, y, por lo tanto, el mejoramiento de los métodos de diagnóstico y tratamiento.

Como fin último, persigue el desafiante objetivo de encontrar la cura a estas enfermedades.

-¿Cómo se trabajan o procesan los datos en genómica, transcriptómica y proteómica? ¿De qué tratan estas ciencias?

Estas son las “ómicas” más conocidas. Son un conjunto de técnicas que presentan como objetivo fundamental capturar toda la información disponible en una muestra biológica. Así, si lo que se pretende es una visión holística de todos los genes, tenemos la genómica; el ARN mensajero en un momento dado, transcriptómica; y, todas las proteínas presentes, proteómica.

La diferencia fundamental entre estas técnicas de investigación con los enfoques más tradicionales es la cantidad de información generada en cada uno de estos experimentos. Dicha cantidad es difícilmente manejable si no es previamente procesada por medios informáticos. Allí la bioinformática surge como compañera perfecta de estas tecnologías.

-¿Hay muchas diferencias en el sistema de enseñanza de la JHU con respecto a los casos paraguayos?

Creo que la principal diferencia está en el acceso a las herramientas necesarias para el estudio y la investigación. Doy un simple ejemplo: la biblioteca del campus de la universidad tiene cinco pisos de libros físicos, salas de estudio, lectura, equipos informáticos, incluyendo copiadoras y escáneres, y se encuentra abierta de lunes a domingos de 7:30 a 3:00 horas, eso quiere decir que casi nunca está cerrada. Además, posee una sala de lectura abierta las 24 horas.

Eso es en cuanto a la infraestructura, pero, además, al ser estudiante uno tiene acceso incluido a herramientas ofimáticas, correo electrónico afiliado a la universidad (el tener un dominio .edu es una gran ventaja) y acceso a bibliotecas virtuales con millones de artículos y libros digitales que se pueden utilizar desde cualquier parte del mundo. Esto último es algo parecido al sistema de CICCO en Paraguay, pero con mayor acceso.

En cuanto a los profesores, todos ellos son investigadores y hasta ahora todos con los que me ha tocado participar poseen un PhD. Supongo que será lo mismo a nivel de estudiantes de pregrado.

 -¿Qué recomendás a estudiantes paraguayos que quieran aplicar a Becal o a otra beca internacional?

Solo tengo experiencia con la Becal en su sistema autogestionado. Primero, uno debe definir en qué área o posgrado desea aplicar. Eso es muy difícil debido a la transversalidad de algunas ciencias en un extremo y la tendencia a la superespecialización en un tema específico por el otro. Seguidamente, buscar las mejores alternativas para estudiar y ver cuáles son los requerimientos para acceder al postgrado.

Al igual que había mencionado Silvia Trigüis, quiero hacer hincapié en que existen diferentes requerimientos según la universidad. Por ejemplo, para este programa de JHU se requerían 100 puntos en TOEFL o su equivalente en el IELTS o PTE que son exámenes para determinar el nivel de inglés del postulante, lo cual es relativamente alto comparado con universidades de Europa o Australia, pero no requerían el GRE que es muy solicitado por varias universidades en EE. UU.

Además, normalmente solicitan una evaluación externa de los títulos y documentos universitarios del país de origen por una empresa independiente en EE. UU. Todo esto conlleva un gasto agregado en cada paso. Así que planear con tiempo todo este proceso es imprescindible.

A parte de eso, considero que lo más importante es animarse a aplicar tanto a las universidades como a las becas internacionales. A veces, las barreras de lenguaje, económicas o temporales son muy importantes, sin embargo las oportunidades existen y en algunas circunstancias las dejamos pasar por el simple hecho de no animarnos a dar el primer paso.

 

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Director ejecutivo de Ciencia del Sur. Estudió filosofía en la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y pasó por el programa de Jóvenes Investigadores de la UNA. Tiene diplomados en filosofía medieval y en relaciones internacionales.
Condujo los programas de radio El Laboratorio, con temática científica (Ñandutí) y ÁgoraRadio, de filosofía (Ondas Ayvu).
Fue periodista, columnista y editor de Ciencia y Tecnología en el diario ABC Color y colaboró con publicaciones internacionales. Fue presidente de la Asociación Paraguaya Racionalista, secretario del Centro de Difusión e Investigación Astronómica y encargado de cultura científica de la Universidad Iberoamericana.
Periodista de Ciencia del Año por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (2017). Tiene cinco libros publicados.

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